sábado, 3 de febrero de 2018

Los ciclos de la vida

La vida es un desafío en donde los seres humanos afrontamos aprendizajes arquetípicos.

Transitamos un camino hacia la individualización, en donde vamos eliminando los obstáculos que nos separan de nuestra alma, entendiendo por alma ese núcleo de salud y sabiduría en el cual reside el misterio que nos hace únicos.

Es así que recorremos dos senderos: el de ida y el de retorno. En el de ida, vamos creciendo condicionados por la herencia de la especie y la crianza, hasta que escuchamos la voz del alma, despertamos y emprendemos el regreso por el sendero de retorno.

Considerada como herramienta para la comprensión y el desarrollo personal, la Astrología nos enseña que la vida se organiza en ciclos de siete años a partir del nacimiento. Esto nos permite observar el viaje que la conciencia realiza desde la materia hacia el espíritu y es la base del trabajo de resignificación en el que utilizamos la carta natal para intentar hallar el propósito de lo experimentado en nuestra historia.

Existe un momento muy especial en nuestra biografía en el que somos desafiados por las fuerzas de la evolución. Se produce entre los 38 y los 44 años. Surge el impulso de reorientarnos y nos preparamos para darnos a luz. Nuestra alma presiona cada vez con mayor insistencia y, si no le prestamos atención o inhibimos su expresión, lo más probable es que la insatisfacción sea cada vez más intensa hasta provocar un quiebre liberador. Entramos en un proceso revolucionario: es hora de soltar las proyecciones, de hacernos cargo de nosotros, de madurar.

Conviene tener presente que el surgimiento del alma requiere la construcción previa de una estructura emocional sólida -flexible y no rígida- capaz de soportar la intensidad de su vibración. De lo contrario, la experiencia puede ser desestabilizadora.

¿Cómo construír esta estructura? Cerrando los oídos a todas las voces “ajenas a la obra”. Experimentando que la seguridad reside en nuestro interior. Descubriendo el sentido más profundo de la libertad. Sintiendo que somos responsables cuando nos damos el placer de poner en práctica nuestros mejores talentos. Este es un proceso que culmina en cosecha y lo sorprendente es que llegará un tiempo en que veremos que la cosecha somos nosotros !!

Los años que siguen a esta etapa traerán la oportunidad de un renacimiento creativo y espiritual que sólo podrá consolidarse si permanecemos abiertos y receptivos al fluir de la vida, curiosos, con capacidad de asombro, buscando proyectos en los cuales poder ubicar nuestro fuego interior y ofrendar la sabiduría que hemos conquistado.

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