viernes, 7 de septiembre de 2012

Acechar


Una reflexión perteneciente al libro “El Camino del Poder”, de Lena y José Stevens.


Los seres humanos somos cazadores y depredadores por naturaleza, y podemos aplicar los principios de la caza para eliminar eficazmente nuestras conductas y actitudes indeseables.  Acechar implica observar de cerca, sin juicio, ciertos hábitos recurrentes de conducta y pensamiento. Así como un animal se convierte en presa cuando se deja atrapar por una conducta habitual y previsible, cuanto más previsibles sean tus rutinas,  más te convertirás en víctima y menos poder tendrás.

El depredador experimentado dedica tiempo a observar pacientemente a su presa, estudiando sus hábitos y movimientos. La observación cuidadosa de tu conducta y pensamientos te ayudará a apartar los obstáculos que te impiden preservar y acumular poder.

Observa un león de montaña acechando su presa. El león está dispuesto a pasar muchas horas vigilando, observando y estudiando los hábitos de sus presas. No hace ningún movimiento, simplemente almacena poder y espera el momento justo para saltar. Para el león y para cualquier depredador, el éxito de la caza depende de elegir el momento adecuado. Cuando llega el momento de actuar, el león pone toda su energía en el ataque. No tiene dudas, ni ambivalencia, no se contiene. La mayoría de las veces esta estrategia le permite comer un día más. Y cuando falla, simplemente lo vuelve a intentar.

Los chamanes sugieren que estudiemos detenidamente la danza entre el depredador y la presa y veamos las diferencias significativas entre ellos.

En primer lugar, los depredadores acechan, las presas no. La conducta de los depredadores es menos previsible; son más espontáneos, flexibles y adaptables a distintas circunstancias. Las presas, por su parte, tienden a seguir rutinas previsibles.

Los seres humanos, con nuestros cuerpos de simios y nuestros grandes cerebros, somos depredadores naturales. Los chamanes en particular, armados con su conocimiento del entorno natural, entienden y usan este instinto natural a su favor. Y lo que es más importante, aplican las reglas de la caza a lo que denominan los parásitos internos. Se convierten en depredadores de todas las conductas negativas y de todas las formas de pensar que generan pérdidas de poder. Estas conductas y pautas de pensamiento negativas se clasifican en siete categorías primarias:

  1. Conducta autodestructiva: se plasma en adicciones, comportamiento errático, violencia, abuso, conducción imprudente, consumo de drogas y actividades delictivas. 
  1. Avaricia: esta conducta se basa en el miedo a la carencia o a la escasez, dando como resultado un consumo excesivo de alimentos o bebidas, acaparamiento, robo, tomar por la fuerza, egoísmo, manipulación, engaño y tendencia a dejar a los demás sin nada.
  1. Autodesprecio: basado en el miedo a la inadecuación, produce desvalorización de uno mismo, miedo a intentar cosas nuevas, falta de asertividad, excusas continuas, “invisibilidad”, subestimación de las propias capacidades, depresion y falta de disposición a dar lo mejor de uno mismo.
  1. Arrogancia o autoimportancia: basada en el miedo a la vulnerabilidad. Lleva a ocultar los propios errores, a fanfarronear, a mantener alejados a los demás, a evitar la intimidad, a sobreestimar las propias habilidades, a la incapacidad de pedir disculpas, a inflarse, a exagerar, a una excesiva atención a uno mismo, a la sensación de superioridad y a desear un tratamiento especial.
  1. Impaciencia: se basa en el miedo a quedarse sin tiempo. El núcleo de este miedo es el temor a la escasez. Se manifiesta como prisa, falta de disposición a esperar y observar, tendencia a llegar siempre tarde, a interrumpir, a ser intolerante o impulsivo, a pasar por encima de los demás, a sufrir accidentes, a distraerse, a tener muchas expectativas, a forzar las situaciones, a vivir en el caos y en la desorganización.
  1. Actitud de víctima o de mártir: se basa en el miedo a sentirse atrapado por las personas o las circunstancias; y debajo de esta actitud hay un profundo miedo a la impotencia. Da como resultado el lamento, las quejas mal dirigidas, el resentimiento, la culpabilización, la venganza, la tendencia a argumentar, la autoconmiseración, la falta de respeto a los límites, el sufrimiento emocional y la incapacidad de tomar responsabilidad.
  1. Terquedad: se basa en el miedo a perder la independencia y en el miedo a la pérdida y al cambio. Se expresa como inflexibilidad, falta de atención, resistencia, malhumor, retraimiento, agresividad pasiva, rigidez, tendencia a vivir en el pasado y a argumentar.
Estos siete tipos de conducta  y pensamiento negativo son responsables de casi todas las pérdidas de poder personal, por lo tanto deberíamos observarlas de cerca, es decir, acecharlas, y eliminarlas.