jueves, 31 de enero de 2013

El Significado del Ciclo de Urano


Fragmento del libro “Urano en la carta natal”, de Liz Greene, Ediciones Kier.

Saturno y Urano están íntimamente ligados y la mitología nos lo cuenta de manera muy clara. Los procesos que estos dos planetas reflejan a través de sus ciclos, dependen uno del otro, se equilibran uno al otro, se oponen y se construyen uno sobre el otro. El Cronos/Saturno mítico es hijo de Ouranos y, como ya sabrán, castra y derroca a su padre y se convierte en el soberano de los dioses. Esta revolución ocurre porque Ouranos había rechazado a los Titanes – sus hijos – y los había condenado al mundo subterráneo. La culpa recae en ambas partes: cada uno le hace algo “malo” al otro. Estos dos personajes no son sólo padre e hijo en la mitología y, por lo tanto, miembros de la misma familia, sino que también son enemigos mortales. Están ligados en la astrología por ser corregentes de Acuario. Son antitéticos y, sin embargo, tienen la misma sustancia. De alguna manera, se ocupan de las mismas cuestiones, pero desde perspectivas opuestas, desde un punto de vista y una visión del mundo diferentes, y desde planos distintos. Sus ciclos están entrelazados, no sólo en términos de tiempos y significado, sino también en cuanto a los acontecimientos y a las respuestas emocionales. Los tránsitos de cada uno provocan los del otro.

Dado que ambas figuras míticas son soberanas de los dioses, reyes divinos, observamos imágenes de autoridad y poder. ¿Cuál es la función de un rey? Gobernar y establecer las leyes bajo las cuales deben vivir sus gobernados. Por supuesto, estoy hablando de reyes míticos, no de las monarquías que hoy nos gobiernan. La batalla entre Saturno y Urano gira alrededor del tema de la autoridad y del gobierno. ¿Dónde radica en última instancia la autoridad? ¿Qué verdad es la verdad final por la que debemos vivir? ¿Está en el cielo o aquí en la tierra? ¿Dónde descansan el poder y el control, en definitiva? ¿En la realidad o en las ideas? ¿En el individuo o en el grupo? ¿La realidad da forma a nuestro pensamiento o nuestro pensamiento da forma a la realidad? Y ¿somos responsables en última instancia de nuestro propio destino o, en un análisis final, somos parte de un sistema mayor –social o cósmico- cuyas leyes y movimientos definen el curso de nuestra vida individual?

Sé que todos querrían decir: “Ambos!”, porque, desde un punto de vista racional, esa es la solución obvia, aunque paradójica. También es una solución filosóficamente elegante. Pero, en términos de cómo experimentamos esta polaridad, en general nos vemos en el aprieto de elegir, en diversos puntos de la vida. A veces, le debemos nuestra lealtad a lo ideal, y a veces, a lo real; a veces, al futuro y a veces al pasado; a veces, a nosotros y a nuestra propia supervivencia, y otras, al todo del que somos parte. Y a veces nos sentimos desgarrados por la indecisión y por la incapacidad de saber dónde radica la verdad, la autoridad final, en una situación particular.

El ciclo de Saturno le sigue el rastro al ciclo de Urano, aunque sólo de un modo aproximado, y hay ciertas coyunturas críticas donde experimentamos a ambos aspectando sus propios lugares de nacimiento dentro de un período de pocos años. No lo hacen exactamente en la misma fecha, pero si tenemos en cuenta los orbes, veremos que uno podrá estár dentro del orbe de uno de los puntos críticos de su ciclo cuando el otro también está dentro del orbe de uno de los puntos críticos de su propio ciclo. En un marco de un par de años, podrán conspirar uno contra otro. Las imágenes míticas pueden resultar muy provechosas para saber qué tipo de conspiración es esta. Urano condena a Saturno enviándolo al mundo subterráneo y Saturno castra a Urano. La parte saturnina en nosotros es amenazada por Urano con el repudio y la represión; la parte uraniana, es amenazada por Saturno con la castración.

Urano tiene un ciclo de ochenta y cuatro años. Hace su primera cuadratura con su propio lugar entre los veinte y los veintidós años de edad. Resulta que esto coincide con la segunda cuadratura de Saturno, que también ocurre alrededor de los veintidós años de edad. Estas cuadraturas no llegan al aspecto exacto al mismo tiempo: dada la variabilidad de sus movimientos directos y retrógrados podrán superponerse por algún tiempo, aunque Saturno invariablemente sigue a Urano.  Estos tránsitos delimitan ese período sumamente turbulento y vulnerable de comienzos de la tercera década. Estoy segura de que todos pueden recordar cosas importantes que les ocurrieron en esa época relacionada con el ciclo de Saturno. Pero no estamos considerando sólo la segunda cuadratura de Saturno con su propio lugar. Esta es también la época de la primera cuadratura de Urano consigo mismo. Ahora, ¿qué significa esto? ¿De qué se trata realmente el ciclo de Urano?

Dado que Urano no es un planeta personal, no se ocupa de edificar el ego, como lo hace Saturno. Saturno sirve al individuo y ofrece el “recipiente” para contener la expresión del Sol. Lo que el Sol simboliza en el plano interno –el destino, el sentido de propósito y significado, el vehículo de lo eterno- Saturno lo construye en el plano externo, mediante el proceso de separación. Les da forma y contención a todos los planetas personales, en especial a aquellos a los que aspecta directamente.

Pero Urano no sirve al ego personal. Su proceso colectivo, prometeico y visionario sacude y destroza esas estructuras internas y externas que limitan la vida y evitan que el individuo experimente la unidad mayor de la que es parte. Urano revela el funcionamiento del cosmos, lo que transforma nuestra perspectiva y altera irrevocablemente nuestras definiciones de la realidad. Saturno y Urano son contrarios, como lo son los dioses del mito. Pero los enemigos míticos son siempre, secretamente, parte de la misma unidad y, en cierto modo, el conflicto sirve a un propósito mayor. Lo mismo puede decirse de los símbolos astrológicos, que describen los procesos del mito, pero de una manera diferente y más individualizada.

La teleología – el significado, su propósito- del ciclo de Saturno tiene que ver con nuestra capacidad de formarnos como entidades encarnadas independientes, que viven dentro de límites mortales. El ciclo de Urano tiene que ver con la perfección potencial del todo. Mientras Saturno está muy ocupado poniéndoles cemento a las rajaduras y apuntalando los cimientos de los muros del ego, Urano viene y dice: “En esa pared no hay ventanas, no se puede ver el exterior. ¿Cómo sabrás que hay todo un cosmos allí fuera? Ese muro interfiere con el progreso del grupo y se interpone como una barrera a la evolución colectiva. Lo lamento, pero hay que derribarlo. Podría dejarte tener un muro, pero tendrías que hacerlo más flexible. Ponle un par de puertas adicionales. Ponle algunas ventanas. Usa madera en lugar de ladrillos. Mejor aún, usa paneles prefabricados livianos, y entonces se podrá desmantelar y trasladar, si fuera necesario”.

Urano sirve a la psique colectiva. Igual que Prometeo, el Titán, no lleva su inspiración, su fuego divino, a una persona especial que se lo merezca. Ofrece la visión de progreso y evolución a todos, para bien o para mal. Sirve a la familia humana, a través de la evolución de ideas y conceptos; sirve a la entidad mayor de la que el individuo es parte. Toda persona que haya estado demasiado encerrada en el pequeño mundo de su ego puede sufrir con los tránsitos de Urano, porque Urano derriba todos los bastiones que creamos para estar a salvo y afirmar nuestra estabilidad en el mundo.

Así, estos dos planetas siempre se oponen en el plano del significado y de la experiencia interna. Claro que no siempre se encuentran en oposición astrológica, separados 180 grados, si bien a veces lo están en la carta natal, o en tránsito uno puede oponerse al otro. Son antitéticos en términos de sus funciones.

A veces los hechos conectados con sus tránsitos pueden parecer iguales en la superficie. Tendemos a suponer que, dado que la forma concreta de un acontecimiento es idéntica a la de otro, el significado y la respuesta también serán idénticos. Pero no lo son. La separación y la pérdida pueden acompañar a un tránsito importante de Urano, igual que a un tránsito importante de Saturno, y los trastornos a nivel material pueden ser comunes a ambos. También puede serlo la “buena suerte”, tanto en la esfera material como en la emocional. Ambos planetas también pueden conectarse con revelaciones internas, espirituales, y los dos pueden coincidir con un período de depresión. No obstante, la lógica y  el significado internos son muy distintos. Cuando un tránsito de Saturno coincide con la ruptura de una relación, quizás necesitemos lograr una mayor autosuficiencia. Cuando un tránsito de Urano coincide con la misma experiencia, tal vez necesitemos soltar nuestros apegos para abrirnos a nuevas ideas y a una nueva percepción de la vida.