sábado, 20 de julio de 2013

El Yod

Fragmento del Capítulo 8 del libro "Dinámica y Análisis de los Aspectos", de Bil Tierney.


Esta configuración, no muy común, sucede cuando al menos dos planetas hacen sextil entre sí y ambos marcan un quincun­cio a un tercer planeta, creando una gran «Y» en la carta. Este tercer planeta (el punto ápex del Yod) representa un principio muy significativo que requiere un foco de expresión claro y definido antes de que la configuración pueda activar­se en algún momento de la vida. Al igual que en la Cuadratu­ra-T, este planeta ápex se convierte en el punto central del Yod. Su naturaleza básica revela mucho sobre la motivación característica que determinará las manifestaciones externas. El Yod recibe también el apelativo de «Dedo de DIOS».

En mi opinión, el Yod ideal se crea cuando el planeta ápex se encuentra en la fase de quincuncio inferior con uno de los pla­netas que hacen sextil, mientras forma un aspecto de quincun­cio superior con el restante. Sin embargo, en la práctica. po­demos encontrar un Yod potencial que se forma cuando el planeta ápex está simultáneamente en aspecto inferior o su­perior a ambos planetas que hacen sextil. Esto se determina por el promedio de movimiento orbital de los planetas. Al H. Morrison cree que un «verdadero» Yod sólo ocurre cuando «el punto focalizador es el más lento de los tres cuerpos. Cuando el planeta focal se mueve más rápido que los otros dos, no se trata de un Yod, sino de un quincuncio doble». Según Morrison el verdadero Yod implicaría al planeta ápex en fase superior e inferior con ambos planetas. No me siento cualificado para afirmar nada en concreto con respecto a las otras dos formaciones alternativas, dado que no las he inves­tigado suficientemente. Sin embargo, mis propios conceptos sobre la dinámica del Yod coincidirían con lo establecido por Morrison. Si estamos en lo cierto, un «verdadero» Yod ocu­rriría siempre que Plutón se hallase, en el punto ápex, dado que este planeta orbita más lentamente que cualquier otro miembro del Sistema Solar. Y de forma curiosa, los princi­pios de Plutón se asemejan estrechamente a las característi­cas del Yod.

En su mayoría, todos los planetas de la Octava Superior en el punto ápex señalarán un Yod ideal para la generalidad de los natalicios del siglo XX. Para seguir esta línea de pensamien­to, el Sol, la Luna, Mercurio, Venus, y Marte como planetas ápex, indicarían la versión del «doble quincuncio», ya que son los planetas más rápidos, especialmente el Sol, Mercurio y Venus, y técnicamente no pueden formar quincuncios entre sí. Morrison apunta que el esquema de doble quincuncio indi­ca vidas difíciles (quizás carentes de dirección) en contraste con el destino marcado que señala el verdadero Yod. Aun­que encuentro esta distinción muy interesante y digna de análisis posterior, he incluído algunos ejemplos de «doble quincuncio» en este capítulo dedicado al Yod.

Considerando lo que he dicho en el Capítulo Uno acerca de los quincuncios superiores e inferiores, es evidente que la combinación de ambas influencias existentes en el Yod marca un desafío especial para lograr alterar constructiva­mente y focalizar con más nitidez aquello que perjudica y obstaculiza el funcionamiento total del individuo. En este caso, fuerzas internas y externas trabajan conjuntamente para crear presiones sutiles pero exaltadas que se liberarán durante las crisis de toma de conciencia. Este momento deci­sivo puede demorar años antes de emerger y presentar nue­vas alternativas al individuo. Pero cuando sucede, éste se siente maduro y preparado para un cambio predestinado o para una perspectiva nueva de la vida. El curso de acción que tome entonces puede reestructurar por completo el modelo de su vida y la dirección a seguir.

Un Yod listo para activarse se parece mucho a una encrucija­da en el camino, cuando forzosamente debemos tomar una dirección u otra sin saber a ciencia cierta adonde nos llevará cada una de las rutas. Sólo sabemos que debemos cambiar de rumbo. Esta alteración en el curso no es un asunto de con­ciencia, una decisión deliberada debido a una mayor percep­ción de nuestro potencial (a diferencia del desafío impuesto por la oposición), sino un cambio que se origina en una urgencia y una necesidad no reconocidas. Aunque esta nueva dirección, una vez tomada, puede parecernos repentina e inexplicable, en realidad ha estado acumulando fuerza de­finición durante muchos años. Cuando el tiempo de activa­ción del Yod es correcto, el individuo abandona o psicológi­camente pierde interés en ciertos hábitos y actitudes a fin de comenzar a entregarse a actividades y comportamientos que aparecen en su horizonte vital. Al principio puede sentirse un poco confuso o incluso inadecuado al relacionarse con este desacostumbrado y nuevo foco vital, sin embargo, pron­to se sorprenderá al comprobar cuánta habilidad y conoci­mientos poseía en esta área (sin duda debido a todos los años anteriores de preparación interna a nivel subjetivo).

Si su preparación le ha permitido funcionar a un nivel más efectivo de conciencia, la energía potencial de los planetas en sextil lo llevará a realizar ajustes inteligentes e innovadores en su medio social. O al menos en las áreas personales de la vida regidas por las Casas que guardan relación con el Yod. La realización final de tales alteraciones puestas en marcha por el planeta ápex se verán especialmente en la Casa ocupa­da por este planeta y en su Casa opuesta. Pero si no se ha aco­modado adecuadamente a las presiones del doble quincuncio, su falta de ajuste saldrá a la superficie y luchará activamente con el medio ambiente.

El punto opuesto al planeta ápex es muy sensible. Señala el área donde la nueva orientación del individuo se centrará, y esto para bien o para mal. Los tránsitos o las progresiones natales sobre este grado deberían ser anotados cuidadosa­mente, en especial si los planetas lentos se hallan implicados.

Los planetas de la Octava Superior, naturalmente inclinados a la autotransformación, deben ser atentamente observados. A veces un planeta natal se encuentra ubicado en este punto de reacción en oposición con el planeta ápex. Hasta que el Yod no sea activado, este planeta de reacción puede crear desequilibrio, vacilación y conflictos contrastantes en la ha­bilidad para dirigir al planeta ápex. Pero una vez que ha su­frido el proceso de reorganización típico de un Yod construc­tivamente movilizado, este planeta de reacción puede ofre­cer una percepción adicional y perspectivas sobre nuevas for­mas transformadoras de usar al cuarto planeta y al planeta ápex. El planeta de reacción es inicialmente un agente condi­cionador que con el tiempo se convierte en un catalizador im­portante para alcanzar la iluminación interior.

Richard Nixon tiene un Marte ápex Mutable en oposición a Plutón en la Casa X, como parte de una estructura Yod. Este Yod (que comprende también a Saturno en sextil a Neptuno) sería un ejemplo del doble quincuncio de Morrison. Pero desde mi punto de vista, fue impulsado a expresarse abierta­mente de manera particularmente predestinada durante el difícil período del asunto Watergate y, de forma intensa para Nixon, cuando Saturno en tránsito estaba conjunto a Plutón. El curso de los acontecimientos durante este penoso período de su vida representó ciertamente un giro inesperado y abrupto en sus asuntos que alteró drásticamente su status quo. La culminación de los hechos que cambió la dirección de su vida se ajustaba claramente a un poderoso Plutón ubi­cado en la Casa X del juicio público. A pesar de ellos, Marte ápex puede abrir un nuevo sendero de vida centrado en una forma de expresión personal alternativa focalizada en la au­toidentidad en acción. Plutón, planeta de reacción, fuerza a una purga interior más profunda de los valores interpersona­les; pudiendo producir un renacimiento de las prioridades en la expresión personal de Nixon con respecto al poder y a la voluntad. El elemento mutable de este eje ápex-reacción puede indicar (en este contexto) una percepción mental transformada de las opciones creativas y de las alternativas creando nuevos senderos de autoexpresión.  

Normalmente, el orbe que doy para el Yod es de 7° para los sextiles  y 3° para el planeta ápex. Sin embargo, cualquier astrólogo experto sabe que los orbes ideales deben ser am­pliados a veces por diversas razones. Por ejemplo, ampliaría el orbe si hay un planeta en el punto de reacción o si un pla­neta se encuentra en el arco más corto del punto medio de los dos planetas base. Cualquier planeta en este punto medio liga las energías de estos planetas base más estrechamente, fortaleciendo la estructura general del Yod. También exten­dería los orbes cuando el planeta ápex rige uno de los signos de los planetas base, o viceversa. Thyrza Escobar (Jones) en su estimulante libro Side Lights of Astrology (una de mis pu­blicaciones favoritas) establece que “los tres brazos de la  Y” deberían contener planetas, no sólo cúspides de Casas, nodos u otros puntos sensitivos. Recomiendo que lean su breve capítulo sobre el Yod.

Por otra parte, las autoras Helen Paul y Bridget Mary O'­Toole en su libro “The Yod And Other Points In Your Horos­cope”, observan que en su investigación han encontrado va­rios puntos sensibles que pueden formar parte de la estructura Yod (por ejemplo, los ángulos, los nodos, las partes ará­bigas). Sin embargo, conociendo el potencial de los astrólo­gos de racionalizar cualquier punto que deseen establecer va­liéndose de una miríada de factores, aconsejaría a quienes deseen investigar el Yod que se atengan primero a los plane­tas antes de aventurarse a indagar los demás factores. No descarto el trabajo de Paul y O'Toole, sólo sugiero que los estudiantes primero comprueben la validez de las configura­ciones Yod formadas exclusivamente por planetas.

Sería una práctica conveniente para cualquier astrólogo (es­pecialmente para el que carezca de un Yod natal) componer una carta separada señalando sólo sus sextiles y su posición por Casas. ¡Todo lo que necesita para que se forme un Yod potencial natal, progresado, o por tránsito es un sextil! Pero a menos que tenga sextiles exactos (un grado de orbe), reco­miendo calcular los puntos medios de cada sextil para una exactitud mayor en el tiempo. Luego anote qué grado, signo y Casa ocupa el arco más largo del medio punto, porque es allí donde puede formarse un Yod temporal, el  Sol, la Luna, Mercurio, Venus o Marte en tránsito no producirán nada demasiado notable o particularmente «predestinado» en la vida en el momento de su paso.

Sin embargo, estos mismos planetas rápidos en su ciclo progresado sí deberían ser anota­dos y observados. Pero si un planeta de la Octava Superior transita este grado sensitivo, se deberá prestar atención a este Yod temporario. Si la Luna progresada hace conjunción o cuadratura al grado ápex, o bien al grado opuesto a éste, o al punto medio de los planetas natales en aspecto de sextil, preste mucha atención (ya que la Luna progresada es el reloj de las progresiones secundarias). En este punto, si cualquier otro planeta transitante hace conjunción o cuadratura a estos puntos podría producirse una notoria respuesta del Yod tem­poral que señalaría un cambio de condiciones inesperado y relativamente predestinado para ese año en particular.

Los Yods temporales se sabe que operan en el momento de la muerte, durante el comienzo de una enfermedad de larga duración, cuando se producen lesiones serias y en las separa­ciones (a menudo obligadas o por circunstancias que se esca­pan a nuestro control). En general, estos Yods señalan giros imprevistos del destino. Por supuesto, muchos otros aspectos importantes (aparentemente tensos y fluidos) operarán en ese momento, ¡Gracias a Dios la muerte en particular es casi imposible de predecir! Como cualquier otra configuración de aspectos múltiples (y en cualquier fase), el Yod o el Yod tem­poral funcionarán según el nivel de comprensión que el indi­viduo posea sobre los principios básicos de los planetas en juego.


sábado, 6 de julio de 2013

Marte - Los dos rostros de la agresividad

Fragmento del libro “La dinámica del inconsciente” (seminarios de astrología psicológica), de Liz Greene y Howard Sasportas, Ediciones Urano.


Marte es el significador astrológico más obvio de la agresividad, y todos nacemos con Marte en uno u otro lugar de la carta natal. Es decir que todos nacemos con impulsos agresivos innatos.

La agresividad es un componente innato de nuestra estructura biológica, lo mismo que el impulso sexual es una parte esencial de nuestro equipamiento instintivo de seres humanos. Para la humanidad, el sexo está al servicio de un propósito positivo muy obvio: sin él no estaríamos aquí. Cabe entonces preguntarse por qué la agresividad, que también es parte natural de nuestra herencia biológica, no habría de servir igualmente a un importante propósito evolutivo.

Es interesante que Marte haya estado asociado tradicionalmente tanto con el sexo como con la agresividad. Los astrólogos siempre hemos sabido algo que la ciencia descubrió hace relativamente poco tiempo: la estrecha relación entre sexualidad y agresividad. Supongo que recuerdan ustedes el famoso Informe Kinsey, que se publicó durante los años cincuenta. Kinsey encontró una estrecha correlación fisiológica entre lo que se observa en una persona encolerizada y lo que se advierte en una persona movilizada por la excitación sexual. De hecho, en su estudio halló catorce cambios fisiológicos comunes tanto a la excitación sexual como a la ira, y solamente cuatro que diferían. Es bastante común que una pelea entre amantes termine en un orgasmo, y también que en mitad de un contacto sexual, éste se convierta en una pelea. La psicóloga norteamericana Clara Thompson precisa de esta manera lo que es la agresividad:  “La agresividad no es necesariamente destructiva en modo alguno. Dimana de una tendencia innata, que parece ser característica de toda materia viviente, a crecer y a dominar la vida. Sólo cuando esta fuerza vital se ve obstruída en su desarrollo se hacen presentes junto a ella los ingredientes de cólera, odio y furia.”

Si bien es cierto que debemos tratar de reducir las expresiones negativas de la energía agresiva, parece ridículo e incluso imprudente el intento de liberarnos totalmente de una parte de nuestra naturaleza que es innata y que quiere dominar la vida. Es verdad que en torno de nosotros y en nuestra vida cotidiana vemos las formas más desagradables de la agresividad: personas a quienes se asesina, se tortura y se somete a diversas formas de crueldad psicológica.

Es indudable que Marte puede descontrolarse. La agresividad también puede volverse hacia adentro, atacar a la mente y al cuerpo y convertirse en un factor que provoca o agrava enfermedades cardíacas, problemas de piel, afecciones gástricas o disfunciones sexuales. Al mismo tiempo que detestamos estas formas negativas de la agresividad, debemos tener presente su otro rostro –el de nuestra agresividad básica, natural y sana- que es loable y digno de estima, y que no debemos desatender si nos interesa nuestra supervivencia.

¿Qué es, entonces, lo que nos da Marte? Le debemos la voluntad de cultivar o desplegar lo que somos y lo que podemos llegar a ser. Cuando este deseo de crecer, progresar y avanzar se ve bloqueado (por otras partes de nuestra propia naturaleza o por la acción de otras personas), se convierte en cólera. Queremos avanzar, y nos sentimos frustrados si algo nos lo impide. La cólera se puede entender como un movimiento bloqueado.

Agresividad sana es, también, el impulso positivo a comprender y dominar el mundo exterior; es una fuerza interior muy profunda que nos proporciona el ímpetu necesario para aprender cosas nuevas. Es la agresividad que hay en nosotros lo que nos da la posibilidad de estudiar una materia, de leer un libro, de responder “si” o “no”. Si en nuestra carta no estuviera Marte, no seríamos capaces de aprender un idioma nuevo, de preparar con éxito una receta complicada o de resolver un problema matemático difícil. Incluso en el lenguaje se refleja esto: atacamos un problema, vencemos una dificultad, nos enfrentamos con un obstáculo, nos dan un diploma que acredita nuestro dominio de una especialidad. Bien puede uno tener gran inspiración artística, que si no tuviera a Marte en su carta sería incapaz de poner en orden las telas o de ir en busca de los pinceles. Marte lo pone a uno en marcha o, como lo expresó alguna vez Dane Rudhyar: “Marte es la fuerza que mueve a germinar la semilla”. Allí donde Marte está operando en la carta es donde puede ejercitarse esta forma sana de la agresividad.

Recuerdo que cuando empecé a estudiar astrología solía observar en mi carta los tránsitos de Marte. En ocasiones, Marte generaba en mí conductas desaforadas, frustración, cólera, malos momentos o dolores de cabeza. Pero otras veces los tránsitos de Marte correspondían a aquellos días en que yo me sentía más vivo y pleno de vitalidad, con una exuberante sensación de estar listo para cualquier cosa. Recuerdo haber estado sentado en el metro de Boston, el día que Marte pasaba sobre mi Medio Cielo, y haber tenido una especie de experiencia cumbre: todo estaba amplificado, vívido, exaltado y vibrante. Me sentía la encarnación de Marte. El cuerpo se me estremecía como con escalofríos de placer (lo que en bioenergética se llama streaming). Me sentía latir; me exaltaba mi propia capacidad de ser y de hacer, de estar dispuesto para lo que pudiera suceder.

Se ve que el principio de Marte, como tal, es sumamente paradójico. Marte nos impulsa a actuar de maneras que afirman nuestra identidad y nuestro propósito; y sin embargo, puede dar origen a formas de comportamiento desagradables. Esta expresión dispar de la energía agresiva se ve con gran claridad en mitología, cuando se pone uno a analizar la forma tan  diferente en que presentaban al dios Ares los mitos griegos y Marte los mitos romanos.

El Ares griego

En la mitología griega se llama Ares al dios de la guerra. La raíz griega del nombre Ares se deriva de una palabra que significa “verse arrastrado” o “destruir” y realmente esta es la  naturaleza de Ares: se deja arrastrar y es muy destructivo. Roberto Assagioli, el fundador de la psicosíntesis, definió en su momento la agresividad de manera similar a este aspecto de la naturaleza de Ares: “La agresividad es un impulso ciego hacia la autoafirmación, hacia la expresión de todos los elementos del propio ser, sin la menor opción ni discriminación, sin ninguna preocupación por las consecuencias, sin consideración alguna por los otros.”

Como Marte es capaz de expresarse en el estilo de Ares, vale la pena que nos fijemos mejor en esta definición. Assagioli dice que la agresividad es “un impulso ciego hacia la autoafirmación”. Es decir que aunque sea ciega, en la agresividad hay un elemento de afirmación de nosotros mismos. Dice que es también un impulso hacia “la expresión de todos los elementos del propio ser”: dicho de otra manera, es indiferenciada e incontrolada; simultáneamente, pone en juego el cuerpo, los sentimientos y la mente. Actúa “sin la menor opción ni discriminación”, es decir que no tiene el menor sentido de la oportunidad, el lugar o la medida. Puede suceder en un restaurante o mientras estamos en el teatro, independientemente de que el momento o el lugar sean los adecuados. Se produce “sin ninguna preocupación por las consecuencias”: cuando esta cólera aflora, no hay sentido de la proporción ni inquietud por el daño que se puede hacer a otros. Y al estallar “sin consideración alguna por los otros”, se puede desencadenar sobre amigos o seres queridos que en otros momentos han sido leales, bondadosos y serviciales.

El Marte romano

Es interesante señalar que en la mitología romana el culto de Marte era más importante que el de Júpiter, lo inverso de lo que sucedía en la mitología griega.

Los romanos pensaban que en Marte había algo más positivo que la mera expresión de una furia ciega, explosiva e indiscriminada. En su mito, el papel de Marte en cuanto dios de la guerra se subordinaba a otras funciones. Se lo adoraba también como dios de la agricultura, y se lo representaba con frecuencia apacentando vacas en el campo muy satisfecho. Además era el dios de la primavera y de la vegetación. Para los romanos, Marte estaba asociado con la fertilidad, con el crecimiento y con el devenir.

No hay acuerdo sobre el origen de su nombre, pero es probable que venta de la raíz mas, que significa “fuerza generativa”, o de la raíz mar, que significa “resplandecer”. Se le llamaba también Mars Gradivus, de la palabra grandiri, que significa “agrandarse” y “crecer”. Compárense estas connotaciones con las de la raíz  griega de Ares que quería decir simplemente “verse arrastrado” o “destruir”.

Los escuderos griegos de Ares eran Temor y Terror. Pero el Marte romano tenía como acompañantes a Honos (honor) y Virtus (virtud). Ello sugiere que es honorable defender el propio terreno, valorar lo que uno es y convertirse en aquello que uno está destinado a ser. Es virtuoso cumplir el propio destino. Marte para los romanos simbolizaba el defender la propia identidad y tener el valor de cultivar y honrar su propia y auténtica naturaleza.

Estos dos enfoques que nos brindan los mitos griego y romano, permiten ver de qué diferentes maneras se puede entender la naturaleza de Marte, es decir, la cualidad paradójica de este planeta, que puede apuntar a una agresividad ciega y destructiva (el Ares griego) o manifestarse como una manera de afirmar nuestra existencia individual y de ser fieles a lo que de forma innata somos (el Marte romano). A veces los dos factores pueden combinarse. Por ejemplo, un adolescente que se rebela contra  contra sus padres puede hacerlo de manera muy odiosa y desagradable. Aunque esté manifestando un impulso positivo hacia la autonomía y la independencia, es probable que lo haga de manera desconsiderada o destructiva.

EJERCICIO PRACTICO

Mirar la posición de Marte en la carta natal propia. ¿Está actuando como Ares o como Marte en ese campo de experiencia? ¿O quizás alterna una y otra manera, o establece alguna forma de combinación entre ambas? Tomemos la casa en la que se ubica y pensemos qué haría Ares o qué haría Marte. Luego tomamos el signo que le da energía, considerando dignidades y debilidades.