sábado, 6 de julio de 2013

Marte - Los dos rostros de la agresividad

Fragmento del libro “La dinámica del inconsciente” (seminarios de astrología psicológica), de Liz Greene y Howard Sasportas, Ediciones Urano.


Marte es el significador astrológico más obvio de la agresividad, y todos nacemos con Marte en uno u otro lugar de la carta natal. Es decir que todos nacemos con impulsos agresivos innatos.

La agresividad es un componente innato de nuestra estructura biológica, lo mismo que el impulso sexual es una parte esencial de nuestro equipamiento instintivo de seres humanos. Para la humanidad, el sexo está al servicio de un propósito positivo muy obvio: sin él no estaríamos aquí. Cabe entonces preguntarse por qué la agresividad, que también es parte natural de nuestra herencia biológica, no habría de servir igualmente a un importante propósito evolutivo.

Es interesante que Marte haya estado asociado tradicionalmente tanto con el sexo como con la agresividad. Los astrólogos siempre hemos sabido algo que la ciencia descubrió hace relativamente poco tiempo: la estrecha relación entre sexualidad y agresividad. Supongo que recuerdan ustedes el famoso Informe Kinsey, que se publicó durante los años cincuenta. Kinsey encontró una estrecha correlación fisiológica entre lo que se observa en una persona encolerizada y lo que se advierte en una persona movilizada por la excitación sexual. De hecho, en su estudio halló catorce cambios fisiológicos comunes tanto a la excitación sexual como a la ira, y solamente cuatro que diferían. Es bastante común que una pelea entre amantes termine en un orgasmo, y también que en mitad de un contacto sexual, éste se convierta en una pelea. La psicóloga norteamericana Clara Thompson precisa de esta manera lo que es la agresividad:  “La agresividad no es necesariamente destructiva en modo alguno. Dimana de una tendencia innata, que parece ser característica de toda materia viviente, a crecer y a dominar la vida. Sólo cuando esta fuerza vital se ve obstruída en su desarrollo se hacen presentes junto a ella los ingredientes de cólera, odio y furia.”

Si bien es cierto que debemos tratar de reducir las expresiones negativas de la energía agresiva, parece ridículo e incluso imprudente el intento de liberarnos totalmente de una parte de nuestra naturaleza que es innata y que quiere dominar la vida. Es verdad que en torno de nosotros y en nuestra vida cotidiana vemos las formas más desagradables de la agresividad: personas a quienes se asesina, se tortura y se somete a diversas formas de crueldad psicológica.

Es indudable que Marte puede descontrolarse. La agresividad también puede volverse hacia adentro, atacar a la mente y al cuerpo y convertirse en un factor que provoca o agrava enfermedades cardíacas, problemas de piel, afecciones gástricas o disfunciones sexuales. Al mismo tiempo que detestamos estas formas negativas de la agresividad, debemos tener presente su otro rostro –el de nuestra agresividad básica, natural y sana- que es loable y digno de estima, y que no debemos desatender si nos interesa nuestra supervivencia.

¿Qué es, entonces, lo que nos da Marte? Le debemos la voluntad de cultivar o desplegar lo que somos y lo que podemos llegar a ser. Cuando este deseo de crecer, progresar y avanzar se ve bloqueado (por otras partes de nuestra propia naturaleza o por la acción de otras personas), se convierte en cólera. Queremos avanzar, y nos sentimos frustrados si algo nos lo impide. La cólera se puede entender como un movimiento bloqueado.

Agresividad sana es, también, el impulso positivo a comprender y dominar el mundo exterior; es una fuerza interior muy profunda que nos proporciona el ímpetu necesario para aprender cosas nuevas. Es la agresividad que hay en nosotros lo que nos da la posibilidad de estudiar una materia, de leer un libro, de responder “si” o “no”. Si en nuestra carta no estuviera Marte, no seríamos capaces de aprender un idioma nuevo, de preparar con éxito una receta complicada o de resolver un problema matemático difícil. Incluso en el lenguaje se refleja esto: atacamos un problema, vencemos una dificultad, nos enfrentamos con un obstáculo, nos dan un diploma que acredita nuestro dominio de una especialidad. Bien puede uno tener gran inspiración artística, que si no tuviera a Marte en su carta sería incapaz de poner en orden las telas o de ir en busca de los pinceles. Marte lo pone a uno en marcha o, como lo expresó alguna vez Dane Rudhyar: “Marte es la fuerza que mueve a germinar la semilla”. Allí donde Marte está operando en la carta es donde puede ejercitarse esta forma sana de la agresividad.

Recuerdo que cuando empecé a estudiar astrología solía observar en mi carta los tránsitos de Marte. En ocasiones, Marte generaba en mí conductas desaforadas, frustración, cólera, malos momentos o dolores de cabeza. Pero otras veces los tránsitos de Marte correspondían a aquellos días en que yo me sentía más vivo y pleno de vitalidad, con una exuberante sensación de estar listo para cualquier cosa. Recuerdo haber estado sentado en el metro de Boston, el día que Marte pasaba sobre mi Medio Cielo, y haber tenido una especie de experiencia cumbre: todo estaba amplificado, vívido, exaltado y vibrante. Me sentía la encarnación de Marte. El cuerpo se me estremecía como con escalofríos de placer (lo que en bioenergética se llama streaming). Me sentía latir; me exaltaba mi propia capacidad de ser y de hacer, de estar dispuesto para lo que pudiera suceder.

Se ve que el principio de Marte, como tal, es sumamente paradójico. Marte nos impulsa a actuar de maneras que afirman nuestra identidad y nuestro propósito; y sin embargo, puede dar origen a formas de comportamiento desagradables. Esta expresión dispar de la energía agresiva se ve con gran claridad en mitología, cuando se pone uno a analizar la forma tan  diferente en que presentaban al dios Ares los mitos griegos y Marte los mitos romanos.

El Ares griego

En la mitología griega se llama Ares al dios de la guerra. La raíz griega del nombre Ares se deriva de una palabra que significa “verse arrastrado” o “destruir” y realmente esta es la  naturaleza de Ares: se deja arrastrar y es muy destructivo. Roberto Assagioli, el fundador de la psicosíntesis, definió en su momento la agresividad de manera similar a este aspecto de la naturaleza de Ares: “La agresividad es un impulso ciego hacia la autoafirmación, hacia la expresión de todos los elementos del propio ser, sin la menor opción ni discriminación, sin ninguna preocupación por las consecuencias, sin consideración alguna por los otros.”

Como Marte es capaz de expresarse en el estilo de Ares, vale la pena que nos fijemos mejor en esta definición. Assagioli dice que la agresividad es “un impulso ciego hacia la autoafirmación”. Es decir que aunque sea ciega, en la agresividad hay un elemento de afirmación de nosotros mismos. Dice que es también un impulso hacia “la expresión de todos los elementos del propio ser”: dicho de otra manera, es indiferenciada e incontrolada; simultáneamente, pone en juego el cuerpo, los sentimientos y la mente. Actúa “sin la menor opción ni discriminación”, es decir que no tiene el menor sentido de la oportunidad, el lugar o la medida. Puede suceder en un restaurante o mientras estamos en el teatro, independientemente de que el momento o el lugar sean los adecuados. Se produce “sin ninguna preocupación por las consecuencias”: cuando esta cólera aflora, no hay sentido de la proporción ni inquietud por el daño que se puede hacer a otros. Y al estallar “sin consideración alguna por los otros”, se puede desencadenar sobre amigos o seres queridos que en otros momentos han sido leales, bondadosos y serviciales.

El Marte romano

Es interesante señalar que en la mitología romana el culto de Marte era más importante que el de Júpiter, lo inverso de lo que sucedía en la mitología griega.

Los romanos pensaban que en Marte había algo más positivo que la mera expresión de una furia ciega, explosiva e indiscriminada. En su mito, el papel de Marte en cuanto dios de la guerra se subordinaba a otras funciones. Se lo adoraba también como dios de la agricultura, y se lo representaba con frecuencia apacentando vacas en el campo muy satisfecho. Además era el dios de la primavera y de la vegetación. Para los romanos, Marte estaba asociado con la fertilidad, con el crecimiento y con el devenir.

No hay acuerdo sobre el origen de su nombre, pero es probable que venta de la raíz mas, que significa “fuerza generativa”, o de la raíz mar, que significa “resplandecer”. Se le llamaba también Mars Gradivus, de la palabra grandiri, que significa “agrandarse” y “crecer”. Compárense estas connotaciones con las de la raíz  griega de Ares que quería decir simplemente “verse arrastrado” o “destruir”.

Los escuderos griegos de Ares eran Temor y Terror. Pero el Marte romano tenía como acompañantes a Honos (honor) y Virtus (virtud). Ello sugiere que es honorable defender el propio terreno, valorar lo que uno es y convertirse en aquello que uno está destinado a ser. Es virtuoso cumplir el propio destino. Marte para los romanos simbolizaba el defender la propia identidad y tener el valor de cultivar y honrar su propia y auténtica naturaleza.

Estos dos enfoques que nos brindan los mitos griego y romano, permiten ver de qué diferentes maneras se puede entender la naturaleza de Marte, es decir, la cualidad paradójica de este planeta, que puede apuntar a una agresividad ciega y destructiva (el Ares griego) o manifestarse como una manera de afirmar nuestra existencia individual y de ser fieles a lo que de forma innata somos (el Marte romano). A veces los dos factores pueden combinarse. Por ejemplo, un adolescente que se rebela contra  contra sus padres puede hacerlo de manera muy odiosa y desagradable. Aunque esté manifestando un impulso positivo hacia la autonomía y la independencia, es probable que lo haga de manera desconsiderada o destructiva.

EJERCICIO PRACTICO

Mirar la posición de Marte en la carta natal propia. ¿Está actuando como Ares o como Marte en ese campo de experiencia? ¿O quizás alterna una y otra manera, o establece alguna forma de combinación entre ambas? Tomemos la casa en la que se ubica y pensemos qué haría Ares o qué haría Marte. Luego tomamos el signo que le da energía, considerando dignidades y debilidades.


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