domingo, 22 de julio de 2012

La Energía


Diferentes reflexiones extraídas de obras de Alice Bailey, sobre un tema del que mucho se habla pero –aún hoy-  poco se comprende.

  • La energía es ya considerada como todo lo que ES; la manifestación es manifestación de un mar de energías, con algunas de las cuales se construyen las formas, otras constituyen el medio en que viven, se mueven y tienen su ser dichas formas, y aún otras animan tanto a las formas como a su medio ambiente sustancial. Debe recordarse también que las formas existen dentro de las formas.

  • Cuando nos hallamos en una habitación, somos una forma dentro de otra forma; esa habitación es una forma dentro de otra que es la casa, y ésta a su vez es similar a otras casas, colocadas unas sobre otras o al lado de otras, y juntas constituyen una forma mayor. Sin embargo, estas diversas formas están compuestas de sustancia tangible que –al ser coordinadas y reunidas por algún canon o idea reconocida en la mente de algún pensador- crea una forma material. Esta sustancia intangible está compuesta de energías vivientes que vibran en estrecha relación; no obstante, tiene su propia cualidad y vida cualificada.

  • El verdadero educador debería trabajar con energías en un mundo de energía; enseñar que estas energías están matizadas y cualificadas por característicos atributos divinos, y que cada ser humano puede, por lo tanto, ser considerado como un conglomerado de energías, dominado por un determinado tipo de energía que sirve para diferenciarlo de sus semejantes y a su vez establecer las diferencias entre los seres humanos. Si es verdad que existen siete tipos principales de energía que cualifican a todas las formas, y que a su vez estos siete tipos se subdividen en otros cuarenta y nueve tipos de energía cualificada, surge claramente la complejidad del problema. Si es verdad que todas estas energías actúan constantemente sobre la sustancia energía (espíritu-materia), que produce “las miríadas de formas que componen la forma de Dios” (Bhagavad Gita XI), y que cada niño es la representación microcósmica (en cierta etapa de desarrollo) del Macrocosmos, es evidente la magnitud del problema, y el alcance del servicio que se nos demanda exigirá al máximo el empleo de los poderes que cada ser humano puede expresar en un momento dado, en tiempo y espacio.

  • El acercamiento fundamental de quienes tratan de captar el esoterismo o enseñarlo a los estudiantes, consiste en hacer hincapié en el mundo de las energías y reconocer que detrás de todo lo que acontece en el mundo de los fenómenos (quiero significar los tres mundos de la evolución humana), existe el mundo de las energías, las cuales son de la mayor diversidad y complejidad, pero todas se mueven y actúan bajo la ley de Causa y Efecto.

  • El efecto del impacto de la energía depende de la naturaleza del vehículo de respuesta. El hombre reccionará a las energías afluyentes de acuerdo a su equipo y a la naturaleza de sus cuerpos. Este enunciado es fundamental. Es una ley y debería ser considerada muy cuidadosamente. Los efectos producidos sobre los hombres por un Maestro o un iniciado, difieren ampliamente, porque cada hombre introduce el impacto de Su vibración, un tipo de cuerpo físico, una naturaleza astral o emocional y una mente que es distinta de las demás en cada caso. El empleo que cada uno hace de la energía estimuladora será diferente; el enfoque de su conciencia es muy distinto; su tipo de mente completamente distinta, también lo son sus centros, su actividad y su organización interna. Lo mismo sucede en los grupos, las organizaciones y las naciones.

  • Debido al esfuerzo de incontables miles de hombres y mujeres de todas partes, las energías que hasta ahora sólo podían penetrar hasta la sustancia jerárquica y a los niveles del plano mental superior, hoy pueden, por primera vez, arraigarse exitosamente en los niveles físicos densos o, por lo menos, en los niveles etéricos. Esta realidad es mucho más importante de lo que creen.

  • La energía puede emplearse en líneas erróneas, produciendo separatividad y dificultad o en líneas correctas, conduciendo a la armonía y a la comprensión, pero la energía está allí y debe causar efectos en cualquier caso. Igual que en la vida del individuo, cualquiera de los rayos dominará y controlará debido a los resultados de la acción de la vida del alma sobre el aspecto forma. Si la persona o nación está orientada espiritualmente, el resultado del impacto de la energía será bueno y conducirá al desarrollo del plan divino, siendo totalmente constructivo. Allí donde domina la fuerza de la personalidad, los efectos serán destructivos y obstaculizarán el surgimiento del propósito divino. Sin embargo, también la fuerza destructiva puede trabajar y, finalmente, lo hace para el bien, porque el curso de la fuerza evolutiva es inalterable. Puede demorarse o apresurarse de acuerdo al propósito, la aspiración y la orientación de la entidad (humana o nacional); puede expresar el propósito del alma o el egoísmo de la personalidad, pero el impulso hacia el mejoramiento triunfará inevitablemente.

  • ¿Me interpretarán mal si digo que la enfermedad es energía que no funciona de acuerdo al plan o como sería de desear? Las energías que afluyen son puestas en relación con las fuerzas, dando por resultado buena salud, formas adecuadas y fuertes, y actividad vital; sin embargo, las mismas energías afluyentes, pueden ser puestas en relación con las mismas fuerzas, estableciéndose un punto de fricción, produciendo una zona enferma, dolor, sufrimiento y quizás muerte. Las energías y las fuerzas siguen siendo de la misma naturaleza esencialmente divina, pero la relación establecida produjo el problema. Si se estudia esta frase será evidente que esta definición puede incluir todo tipo de dificultad, y el productor final de la situación (sea buena o mala) es el aspecto relación. Esta afirmación es de gran importancia para toda reflexión.


jueves, 12 de julio de 2012

Las Imágenes de Escorpio


Fragmento del libro “Los dioses del cambio”  (El dolor, las crisis y los tránsitos de Urano, Neptuno y Plutón),  de Howard  Sasportas.


Escorpio, uno de cuyos regentes es Plutón, es un signo complejo porque a diferencia de los demás signos, que generalmente tienen un único símbolo – Aries el Carnero, Tauro el Toro, Geminis los Gemelos, etc. – Escorpio tiene varias representaciones distintas: el escorpión, la serpiente, el águila y el fénix. Además, Escorpio es mucho más que un mero signo del zodíaco donde uno puede tener el Sol, el Ascendente, la Luna o un planeta determinado; representa también una faceta de la vida a la cual todos estamos sometidos: el proceso cíclico de cambio, decadencia, muerte y renovación. Las diferentes imágenes asociadas con este signo ejemplifican las distintas clases de muertes y transformaciones que son parte de un proceso de evolución universal e iluminan además las formas de actuar que tiene Plutón en su calidad de destructor de vínculos.

El nivel inferior de Escorpio está representado simbólicamente por la serpiente – un reptil que regularmente se desprende de la piel vieja y la reemplaza por otra nueva – y por el escorpión, el animal que lleva un aguijón mortífero en la cola. Las personas dominadas por este nivel del sentimiento escorpiano actúan rigiéndose casi exclusivamente por sus propias emociones y deseos: están totalmente a merced de sus estados de ánimo y se expresan de una manera vehemente, instintiva y primitiva. Cuando se sienten bien, no podrían ser más agradables con la gente. Cuando se sienten mal o de mala voluntad, nadie está a salvo, ni siquiera el amigo más querido. Este nivel o fase de Escorpio (que algunas personas jamás dejan atrás) es el que nos describe un viejo cuento sobre el encuentro de un escorpión y una rana.

La historia se inicia junto a un lago que el escorpión quiere cruzar. Pregunta a la rana si ésta no querría llevarlo sobre el lomo hacia la otra orilla y la rana responde, vacilante:
- Te llevaré a través del lago, pero debes prometerme que no me picarás.
- Claro que no lo haré!! – contesta el escorpión, un poco ofendido. - ¿Por qué habría de hacerte algo así?
Se sube entonces sobre el lomo de la rana y ambos inician el viaje. Sin embargo, en mitad del lago el escorpión pica a la rana. Mientras ambos se hunden irremediablemente, la rana le pregunta por qué lo hizo, si le había prometido lo contrario.
- Porque es mi naturaleza – responde el escorpión.

Hay personas que actúan como este escorpión y pican porque les da la gana, es decir, están dominadas compulsivamente por sus estados anímicos y por sus reacciones instintivas, y son capaces de volverse súbitamente contra las personas que más quieren o de destruir las estructuras vitales que sostienen y refuerzan su identidad. Pueden atacar por muy diversas razones: venganza, cólera, necesidad de cambiar y de seguir creciendo, o a veces simplemente en busca de emociones si la vida se les hace aburrida. En ocasiones, se autodestruyen además en el proceso, y otras veces, incluso conociendo este riesgo, parece que coquetearan con la destrucción en un ejercicio perverso de la voluntad.

Sin embargo, la muerte del escorpión en el agua simboliza también una transformación y una renovación potenciales. Vivir en este nivel de Escorpio da la capacidad de morir y renacer en otro nivel más elevado: el del águila. Quienes han llegado a este segundo nivel de Escorpio ya no se identifican exclusivamente con sus emociones, sino que derivan su identidad y su sensación de tener un significado y un propósito en la vida de algo externo a sí mismos: una relación, una causa o un proyecto que les interesa, una filosofía o una visión que los apasiona. Servirán al ser amado o a la causa elegida con una resolución, una dedicación  y una vitalidad admirables. Como el águila, que vuela más alto y ve más lejos que cualquier otra ave, y que es una mortífera cazadora, así cuando se ha alcanzado este nivel de Escorpio se tienen ideales y principios elevados, aunque se sigue conservando la picadura letal. Si cualquier cosa llegara a amenazar algo de aquello en lo cual se cree o se valora, el nivel del águila se expresará en un descenso en picada para atacar e incluso para destruir con maligna fruición a su oponente. Es obvio que el principal problema de quienes se encuentran en este nivel de Escorpio es su intensidad. Quizás estén al servicio de ideales tan nobles como la verdad, la justicia o el amor, o vayan en persecusión de objetivos que promueven el bienestar de la humanidad, pero persiguen estos fines con tal pasión y de manera tan concentrada que pierden de vista todo lo demás. Llegan a absorberse tanto en el objeto de su devoción que se olvidan de que su verdadera naturaleza es ilimitada e infinita, o se consumen en una virtuosa indignación o se agotan por obra de las exigencias físicas sobrehumanas que ellos mismos se imponen. Llegados a este punto, se hace necesaria una nueva etapa de crecimiento – otra muerte del ego – y es en este momento cuando puede nacer el fénix.

En Egipto, el fénix era un ave mítica. Tras haber sido consumido por el fuego, surgía de sus propias cenizas para volver a vivir: se convirtió, por lo tanto, en símbolo de inmortalidad. Las personas que viven en el nivel escorpiano del águila pueden encontrar que la pasión, en una relación importante, “arde hasta extinguirse” o que una causa en la que habían depositado fervorosamente su fe las decepciona o resulta ser falsa. Cuando esto sucede, se sienten como si ellas mismas hubieran sido aniquiladas. A semejanza del fénix, quedan reducidas a cenizas y puede suceder que pasen algún tiempo en ese estado antes de volver a alzarse, renovadas, de entre los rescoldos.

Cuando nos apegamos a algo, por más noble o trascendente que sea, limitamos nuestra identidad y olvidamos que nuestra verdadera naturaleza es ilimitada e infinita. En el proceso de crecer hacia una totalidad cada vez más integrada, tenemos que ir renunciando a nuestros apegos para aprender que lo que realmente somos es aquella parte de nosotros que permanece cuando nos despojan de todo lo que creíamos ser.

Por tránsito, Plutón representa una fuerza que desgarra nuestra identidad fundada en el ego hasta que llegamos a descubrir nuestra esencia, el sí mismo transpersonal, el núcleo eterno y universal de nuestro ser. Se trata de una lección difícil, que el tránsito de Plutón nos impondrá una y otra vez, obligándonos a hincarnos de rodillas. Podemos seguir teniendo relaciones, creencias, causas o ideales y disfrutando de ellos, pero debemos recordar que nuestra identidad verdadera, la más básica, no depende de ninguna de esas cosas.


domingo, 1 de julio de 2012

Los signos y las casas como expresión de un proceso evolutivo


Fragmento del libro “La dinámica del inconsciente” (seminarios de astrología psicológica), de Liz Greene y Howard Sasportas, Ediciones Urano.


Tanto el signo de Piscis como la casa doce describen la vivencia de ser parte de algo mayor que uno mismo, o de estar a merced de algo mayor que uno mismo. De hecho, en ocasiones se describe la casa doce como el mar colectivo del cual emergemos todos, comparándola con las aguas indiferenciadas del útero. Iniciamos la vida inmersos en una totalidad líquida; es lo que Wilber llama el estado prepersonal o previo a la diferenciación sujeto-objeto.

Después de Piscis y la casa doce, llegamos a Aries, el ascendente y la casa uno. El ascendente se relaciona con el nacimiento, que nos saca bruscamente de ese estado de totalidad primordial. Nacer significa asumir un cuerpo y cuando se asume un cuerpo se asume una forma física específica y un límite específico. Uno termina en alguna parte y lo demás comienza en alguna parte. El trayecto de Aries a Virgo y de la primera casa a la sexta define los procesos mediante los cuales uno establece progresivamente su sentimiento de ser un individuo aparte. Para cuando se llega a Virgo (el signo del detalle, la discriminación y el establecimiento de distinciones) y a la casa sexta (la de la precisión técnica y la atención a la forma y al límite), uno ya se ha diferenciado plenamente. Quedó atrás la unidad con todo lo que lo rodeaba; ahora, con una mente, un cuerpo y unos sentimientos propios, uno es una entidad concreta y distinta que cumple con sus tareas particulares en el lugar preciso que se ha creado para sí en el mundo. Está firmemente atrincherado en el ámbito de lo personal.

Cuando damos la vuelta a la esquina y pasamos de Virgo a Libra, y de la casa sexta a la séptima, se pone en marcha un proceso nuevo: la necesidad de trascender ese recién hallado sentimiento de ser un individuo aparte para volver a fundirse con algo distinto de uno mismo. De la primera casa a la sexta, de Aries a Virgo, nos esforzamos por construir una identidad basada en el yo y por definirnos como entidad diferenciada. Pero de Libra a Piscis, y de la casa siete a la doce, lo que se nos pide es que disolvamos los límites del yo adquirido y reconozcamos que somos efectivamente parte de algo mayor. En las casas siete y ocho, y por mediación de Libra y Escorpio, intentamos fundirnos y unirnos con diversas personas significativas en nuestra vida; en la novena y la décima, con ayuda de Sagitario y Capricornio, reconocemos que somos parte de una unidad aún mayor que nos influye y nos define: la sociedad, y en las casas once y doce, por mediación de Acuario y Piscis, llegamos a comprender nuestra interconexión con el resto de la vida y la totalidad de la creación. Es decir que una vez hemos regresado a Piscis y la casa doce, somos de nuevo parte de algo mucho más vasto que nosotros mismos. Estamos ahora en el dominio de lo transpersonal. Realmente, el yo no ha desaparecido; se ha expandido para ir incluyendo cada vez más.

Los trayectos de Aries (primera) a Virgo (sexta) y de Libra (séptima) a Piscis (duodécima) describen dos procesos muy distintos y sin embargo relacionados. Por una parte, tenemos la necesidad de construir una identidad basada en un yo diferenciado mientras que por la otra necesitamos trascender ese apartamiento para volver a conectarnos con el todo, con algo mayor que nosotros mismos. Si uno tiene a Saturno en una de las primeras casas o signos, es probable que se le planteen temores o problemas que afectan a su propia definición como individuo. Sin embargo, si Saturno se encuentra en alguna de las seis últimas casas o signos, los problemas que se plantean no tienen que ver con la definición de uno mismo como individuo, sino que se originan en el miedo de fundirse con los otros y de renunciar a la propia individualidad. Algunas personas tienen dificultades para establecer su autonomía, para diferenciarse, y alegremente se dejan llevar con la multitud o por la corriente. A otras les cuesta conectarse y fundirse con los demás o reconocerse como parte de un todo.