martes, 14 de diciembre de 2010

El Ciclo de los Nodos Lunares


El siguiente texto pertenece al libro "Astrología, clave de vidas anteriores", de Irene Andrieu.  Es una excelente explicación sobre un tema que no todos los astrólogos toman en cuenta con la suficiente profundidad a la hora de interpretar una carta natal.

Los nodos lunares, al igual que los planetas, poseen su propio ciclo. Dicho ciclo es de 18 años, es decir que los nodos tardan un año y medio en atravesar un signo por término medio.

Cada 18 años, por consiguiente, los nodos regresan a las posiciones que ocupaban en el tema natal. Para el ser humano, finaliza así una fase experimental. Es hora de sintetizar las experiencias y de tomar un nuevo rumbo. Los valores desarrollados durante el ciclo anterior ya se perciben como suficientes en el plano de la evolución psicológica. El individuo aspira al cambio.

Este proceso es comparable a la relación solilunar en la carta, en la cual el psiquismo pasa por fases de larga duración antes de renovarse. De esta forma, existen varias fases de maduración asociadas con los nodos lunares que coinciden con sus retornos cíclicos y que le dan una coloración particular a cada gran período de la existencia.

Los períodos cíclicos del nodo norte

A causa de la irregularidad del ciclo de los nodos lunares es importante comprobar la fecha exacta en que vuelven a sus posiciones iniciales o pasan por un punto especialmente kármico.

a) Primer ciclo: de 0 a 18 años

A través de este ciclo, a través de los tránsitos de los nodos lunares por las posiciones planetarias de la carta natal, el niño y, más tarde, el adolescente, se percata de cómo es el esquema vital que se le propone. El recién llegado experimenta su medio natal, las relaciones padre/madre, hermano/hermana, y se hace eco de ese mundo externo donde intentará ejercer su acción y hallar las respuestas correspondientes a las implicaciones psicológicas de su carta.  Se trata de una fase de aprendizaje durante la que cada planeta transitado por los nodos libera su contenido kármico y despierta las capacidades de adaptación a la vida de la conciencia. El ser, inconscientemente, está tomando las medidas de su dimensión evolutiva. Los nodos lunares establecen las bases de identidad actual.

b) Segundo ciclo: de 19 a 36 años

Sobre la base de su toma de conciencia anterior el individuo ha de definir sus relaciones con los demás. Desde este momento, la evolución comienza a obrar en él a través del proceso de manifestación consciente de la personalidad. Durante esta fase se revelan los bloqueos, los impulsos y las reacciones sobre las que el individuo habrá de trabajar a lo largo de su vida. Conociendo cuáles son sus valores afectivos y de relación, tal y como quedaron en sus vidas anteriores, el sujeto aprende en qué medida es capaz de dar y recibir.

Esta es una fase de tipo escorpiana, de crecimiento psíquico. La persona expresará su voluntad de perpetuarse mediante la pulsión de dar la vida. Durante esta fase Marte propiciará visiblemente las recaídas kármicas que estén señaladas en la carta y favorecerá la realización de objetivos materiales o, por el contrario, pondrá al individuo frente a sus imperativos de origen kármico. La manera de vivir del sujeto y la respuesta que le dé a las demandas marcianas completarán su concienciación individual. La memoria antigua se actualiza a través de una actitud activa de autoafirmación y de realización personal. Este es el momento de vivir nuestro karma, de descubrirlo y de asumir las responsabilidades pertinentes.

c) Tercer ciclo: de 37 a 54 años

Ahora se produce la consolidación de los conocimientos adquiridos durante los primeros ciclos. El ser se ve obligdo a hacer un proyecto vital. Si su objetivo vital es la extroversión y la vida social, tendrá que definir cuáles van a ser los medios que utilizará y conocer cuál es la dimensión real de sus relaciones con los demás. Si, por el contrario, su objetivo vital es la introversión, la búsqueda personal y la vida interior, lo que tendrá que hacer es establecer sus valores filosóficos y consagrar sus energías a desarrollarlos. El trabajo se realiza fundamentalmente sobre la autoimagen. Esta es una fase evolutiva de tipo uraniano en la que cada cual ha de fijar los límites de las implicaciones y de las responsabilidades que piensa aceptar.

d) Cuarto ciclo: de 55 a 72 años

Para la mayoría de nosotros este es el último ciclo de nuestra vida en la Tierra. El sujeto ha de restituir a la sociedad (para bien y para mal) la experiencia que ha ido acumulando. Cada cual podrá dar lo que haya sido capaz de comprender y recibirá la correspondiente sanción del mundo exterior. Esta es la etapa de la transmisión, de la continuidad de los valores, de la sabiduría.

En nuestro mundo es prácticamente imposible realizar esta transmisión de la misma forma que se ha hecho desde tiempos ancestrales. El abuelo que nos lega la sabiduría de los "Antiguos" está en vías de desaparición, incluso en las sociedades orientales. Hoy, una persona no tiene posibilidades reales de ser feliz en esta fase si durante los ciclos previos no ha estado verdaderamente centrada en su desarrollo personal, si no ha vivido con cierta serenidad, si no ha tenido voluntad de alcanzar la plenitud, para sí mismo y para los demás. Si los valores del corazón no estaban lo suficientemente establecidos al comenzar este ciclo, si la persona todavía no era consciente de sus objetivos evolutivos a los 55 años, entonces el ciclo que se abre puede llegar a ser especialmente difícil. En cualquier caso, el individuo deseará transmitir sus conocimientos, hacerse oír. Queda por determinar si realmente tiene algo que decir. El mensaje ha de ser emitido no como un consejo, ni como un juicio basado en una sabiduría frecuentemente ilusoria, sino con sencillez y claridad, en términos pacíficos, tratando de propiciar el aprendizaje vital de los más jóvenes.

Es de temer que si durante los tres ciclos precedentes el sujeto no ha vivido en otro plano que en el de la "mentalización", no haya cultivado más valores que el egocentrismo, las exigencias personales, los rechazos afectivos, el rencor, el odio... En tal caso tendrá pocas posibilidades de transmitir algo y de ser escuchado. Lo que se le pide es que ofrezca su propio mensaje filosófico, que ofrezcalo que haya desarrollado en sí mismo.

e) Quinto  ciclo: de 73 a 90 años

Esta es la edad de la transición, el momento de prepararse para el pasaje. Se considera que el individuo ya no tiene que desarrollar ninguna actividad externa. Ahora ha de analizar sus experiencias desde una perspectiva filosófica, con desapego.

Por desgracia, estas personas casi siempre están amenazadas por la soledad y por el miedo a quedarse sin recursos. Por ello, más que en serenarse, más que en alcanzar la luz, tienen que pensar en la forma de preservar sus bienes materiales. La plenitud y la alegría de vivir dependerán esencialmente de cómo se hayan asimilado los cuatro ciclos precedentes desde el punto de vista de los valores humanos.

Quienes tienen la suerte de poder vivir en el quinto ciclo sin los agobios de la senectud y con un espíritu todavía activo y dinámico, tendrán la posibilidad de saldar una parte del karma que hayan engendrado durante su actual existencia. ¿Cómo? Adoptando una filosofía positiva y eliminando todos aquellos valores que no valga la pena conservar. Este es el momento, o debería serlo, de la "limpieza personal", de la sonrisa y del desapego. Es la fase neptuniana de transformación.

He aquí las asociaciones de los planetas con las sucesivas etapas kármicas:

Ciclo 1: Luna/Sol/Mercurio (ser vital y espontáneo)
Ciclo 2: Venus/Marte/Júpiter (ser psíquico y social)
Ciclo 3: Saturno/Urano (ser mental y ego)
Ciclo 4: Urano/Neptuno (restitución y formulación)
Ciclo 5: Neptuno/Plutón (desapego, transformación y muerte)

Los tránsitos de los nodos por los planetas natales constituyen los momentos álgidos de estos ciclos. Cuanto más cerca esté el nodo norte de un planeta más rápidamente tomará cuerpo la idea de que se está entrando en una nueva etapa. Lo ideal es tener el nodo norte encuadrado entre dos planetas, porque de esa manera el primero nos hace ver la necesidad de llevar a cabo la transformación y el segundo nos permite realizar conscientemente el nuevo proyecto, un proyecto que durará 18 años.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Saturno y Quirón

Fragmentos extraídos del libro “Barreras y límites”, de Liz Greene.


Cuando experimentamos a Saturno, a menudo sentimos que algo nos fue negado, y en el momento en que enfrentamos esta negación debemos afrontar la problemática cuestión de si realmente nos negaron lo que queríamos o si se trata de una interpretación subjetiva. También debemos preguntarnos si la negación fue nuestra culpa o la de los demás, o si fue el resultado de una mala combinación química de temperamento intrínseco y entorno.


Si miramos a través de los cristales de Saturno, siempre podremos hallar en nuestro entorno familiar una evidencia de que alguien hizo algo malo o nos falló. Pero Saturno, como cualquier otro planeta, refleja un modo de percepción. Percibimos la falta de algo, más allá de que ese algo esté o no a nuestro alcance, y por una razón u otra no podemos reconocerlo o recibirlo, aún cuando nos lo ofrezcan. Faltaba algo en nuestra primera dieta y eso produjo algún tipo de deficiencia. Esta sensación de falta o deficiencia suele estar ligada a la experiencia de los padres y del entorno familiar. No es posible hacer caer sobre uno de los padres la acusación de ser el “culpable” en mayor medida que el otro; Saturno está feliz de buscar un culpable, o de representar ese papel, cualquiera de las dos cosas.


La experiencia de Saturno es la de que se nos niega algo, de que nos limitan, nos restringen, nos ahogan, o de que se retiene u oculta algo que necesitamos con desesperación. Esta negación o restricción también se siente como un castigo; es como si nuestra necesidad nos convirtiera en malas personas y la negación fuera una retribución justa. Nuestra necesidad es la causa de que nos echen a patadas del Edén; entonces, nos deshonran o humillan por desear algo, y luego nos castigan negándonoslo.


Dado que sentimos que nos han negado un elemento esencial a una edad muy temprana en la vida, es probable que también sintamos que nunca tuvimos la oportunidad de crecer correctamente. Nos sentimos coartados en nuestro crecimiento; nos sentimos atrofiados, más pequeños de lo normal o deformados. Igual que alguien a quien le faltan proteínas en la dieta y nunca alcanza la fuerza y el tamaño completos de crecimiento, así también podremos sentirnos como enanos, limitados, torpes, tímidos o inadecuados respecto de aquellas esferas de la vida sobre las cuales rige Saturno en la carta natal.


Pero debemos pensar con fuerza y honestidad para saber si estas cosas especiales en verdad nos fueron negadas o si nuestra experiencia subjetiva de la negación surge de la extrema importancia que tienen para nosotros. No podemos trabajar de manera creativa con las defensas de Saturno hasta que no hagamos esto. Tal vez sea necesario ir más allá de la sensación de privación externa. Es probable que debamos enfrentar la posibilidad de que nunca se nos dé adecuadamente algo tan preciado, porque no hay un ser humano que sea idéntico a nosotros y, por lo tanto, que pueda cumplir con los requisitos exactos, aunque lo intente con toda la fuerza. Aunque los demás ofrezcan este mágico ingrediente en un grado razonable, aún así es probable que tengamos la sensación de que no han sido justos con nosotros, porque nuestras expectativas y nuestros parámetros internos son demasiado elevados. En lo atinente a Saturno, no hay familia que pueda hacer las cosas bien. No hubo manera de que cualquiera de nuestros padres haya podido entregarnos el ingrediente preciso que queríamos, y es probable que debamos reconocer que el gran énfasis que depositamos en ese área de la vida indicada por Saturno de hecho refleje una propiedad de nuestra propia alma.


Cuando consideramos a Quirón desde la perspectiva de las defensas, nuevamente observamos un área de la vida o de la personalidad donde experimentamos que nos hacen sentir heridos o perjudicados. Pero en Quirón hay una cualidad diferente. Con Saturno sentimos que nos han negado algo, que han retenido algo que necesitamos desesperadamente. Esta falla o privación nos hace sentir inadecuados y, al final, nos obliga a desarrollar autosuficiencia. Con Quirón hay una sensación de algo injusto que nos hiere o humilla, algo que no merecíamos. Nos han dañado o echado a perder, de manera irrevocable. Y cuando digo “echado a perder” no lo hago en el sentido en que se emplearía esta expresión para hablar de un niño consentido por un exceso de mimos y cuidados, sino en el sentido en que se le usa en “bienes echados a perder”: la inocencia y el estado original de perfección han sido arrebatados. Hay una falla irredimible. Algo nos ha dejado lisiados y debido a esa herida debemos tomar un sendero diferente en la vida, uno que sentimos no hubiéramos elegido si nos hubieran dejado “intactos”.


Saturno está conectado con los sentimientos de deficiencia a nivel personal. Nos decimos: “Es mi culpa que me hayan privado de algo. Debe haber algo mal en mí”. O proyectamos nuestros sentimientos en determinadas personas o instituciones: “La culpa la tiene mi madre porque no me dio el suficiente afecto” o “La culpa es del gobierno, de lo contrario, yo podría encontrar trabajo”.

Con Quirón, el sentimiento de “la culpa es mía” o “la culpa es de ellos”, en verdad, no es sustentable, aunque intentemos con toda la fuerza encontrar a alguien a quien culpar; es más una sensación de que la vida es endemoniadamente injusta.

Una de las grandes diferencias entre Saturno y Quirón es que este último genera una enorme furia, que refleja impotencia frente a un cosmos cruel o indiferente. Este tipo de rabia feroz no es algo que se asocie con Saturno. El resentimiento y la envidia son saturninos, y también lo es esa clase de cinismo lento y corrosivo que infecta la confianza. En cambio Quirón dice: “La vida me ha asestado un golpe terrible y, por Dios, ahora los haré sufrir a todos ustedes”. Hay una cualidad de violencia primitiva en Quirón, la rabia del animal herido, que no es intencional ni merecida, pero que provoca un dolor incurable y agonizante.

La ubicación de Quirón en la carta natal puede decirnos muchas cosas acerca de nuestros ideales de justicia y equidad más profundamente guardados. Allí donde somos más idealistas, es probable que la vida más nos lastime. La casa y el signo de Quirón reflejan algunas de nuestras visiones más nobles sobre cómo podría ser la vida. Nuestras heridas personales están ligadas de un modo inextricable con nuestro sentido individual de lo que debería ser la justicia.


La línea de defensa más creativa de Quirón es la comprensión. Ese es el don del centauro en el mito, y es lo que empieza a aparecer en la gente que puede reconocer con qué tiene que ver en verdad todo su enojo y amargura. La búsqueda de comprensión es lo que nos acerca a muchos de nosotros a la astrología y a la psicología. Algunos creen que “la Búsqueda” en el sentido arquetípico es una búsqueda de conciencia espiritual. Pero muchos otros no piensan en esos términos, que pueden resultarles un poco abstractos. En cambio, desean con urgencia entender por qué el ser humano sufre y qué puede hacerse para aliviar dicho sufrimiento.


Esto se repite en muchas personas que se dedican al estudio de la astrología: se abocan de lleno a aprender a leer cartas natales con la esperanza de comprender la vida. Lo mismo sucede con los que se capacitan para ser consejeros y terapeutas, y están llenos de elevados ideales.


Quirón está claramente vinculado con las profesiones asistenciales, ya sea a través de la psicoterapia, la astrología o la medicina, sea ortodoxa o alternativa. Debajo de nuestro altruismo (o como sea que lo llamemos) está el dolor que sentimos, y no sólo por las heridas saturninas, que no necesariamente requieren reflexión interna o servicio a los demás. Uno puede sanar muchas de las caracteristicas de Saturno con sólo llevarse bien con él. Saturno no siempre tiene que ser psicoanalizado, en especial cuando está en signos o casas de tierra. Uno puede necesitar salir y hacer. Saturno requiere que tengamos algo de conciencia de que hay una herida; de lo contrario, podemos volvernos hacia sus defensas menos atractivas, como buscar chivos expiatorios, y entonces nunca aprenderemos a desarrollar su oro alquímico. Pero, habiendo llegado a la etapa en que se reconocen los propios sentimientos de inferioridad y envidia, la terapia puede no siempre resultar la mejor ruta para los problemas de Saturno.


Para cualquier persona con Saturno y Qirón en aspecto, la vida es una cosa seria y hay que enfocarla con mucho cuidado y con las armas en su lugar. Hay demasiada conciencia de lo difícil que es la vida y demasiada inversión en la supervivencia. Esta combinación en una carta natal excluye la superficialidad, aunque uno intente con todas sus fuerzas adoptar una actitud poco profunda o irreflexiva. Aunque la naturaleza de las defensas es diferente para cada planeta, ambos tienen una sensación de estar amenazados y un sentimiento de ser diferentes y estar excluídos. La soledad y la desconfianza son experiencias que les pertenecen a ambos, y ambos pueden reflejar una profunda falta de seguridad en uno mismo.

Por lo tanto, cualquier aspecto entre ellos sugiere el potencial de una gran profundidad y conocimiento. Se puede formar algo muy sólido y fuerte en el interior del invidivuo, porque tendrá que enfrentar ciertas experiencias que conduzcan a la reflexión y a la autoexploración. No hay nada tan eficaz como el dolor y los sentimientos de inadecuación para hacer que una persona empiece a formular preguntas importantes.


viernes, 22 de octubre de 2010

Destino y Libre Albedrío



Texto perteneciente al libro "Guía Astrológica para Vivir con los Demás", de Liz Greene.


El enigma del destino y del libre albedrío ha dejado perplejos a los más grandes pensadores que haya conocido la historia del hombre. De igual manera que la filosofía y la religión, la astrología se ha trabado en lucha con este enigma y ha intentado expresarlo en su propio lenguaje, como respuesta a la cuestión de si existe realmente algo a lo que se pueda llamar una “opción”.

Cada cual a su manera, también las escuelas del pensamiento psicológico están investigando aspectos del mismo problema: hasta qué punto el comportamiento de los hombres está condicionado por la herencia, hasta qué punto por el medio, hasta dónde por la volición consciente. Y aquí, como en otras esferas de la indagación humana, es posible ver el choque inevitable de los puntos de vista opuestos. Es probable que el enigma del destino y del libre albedrío, como muchas otras cuestiones profundas, sea tal que su respuesta consista en última instancia en una paradoja. Tanto la astrología como la psicología analítica describen esta paradoja, cada cual a su manera: “El hombre está atado a la rueda del destino hasta que sobre él amanece la conciencia de la posibilidad de elección que le ha concedido Dios. Tiene entonces un atisbo de la naturaleza paradójica de la fuerza que lo ha atado, pero que le ha dado también el poder de romper sus ataduras si quiere escoger el dolor que lleva consigo la pugna, y aceptar los peligros de la libertad con que habrá de tropezar en la espiral ascendente que es el camino que se inicia a partir de la rueda quebrada”. (The Inner World of Choice, Frances Wickes, Prentice-Hall, Inc., Englewood Cliffs, N. J., 1976).

El destino y el libre albedrío son problemas filosóficos capitales, pero que no sólo tienen que ver con la especulación metafísica, sino también con las pautas de nuestras relaciones. ¿Qué tipo de elección se opera cuando alguien se enamora? ¿Cuál es la elección implícita en el nacimiento de un niño, que en sí mismo lleva su propio temperamento innato, el cual puede o no desarrollarse de acuerdo con los designios de sus padres? ¿Qué clase de elección tiene uno cuando su pareja lo abandona, pese a sus más nobles esfuerzos por mantener intacta la relación? ¿Y qué papel desempeña la elección en el daño que con tanta frecuencia provoca una niñez difícil, y que para desenmarañarlo nos cuesta, en ocasiones, una vida entera de lucha?

Hay personas que prefieren creer que todo en la vida es azar y está sometido exclusivamente a los caprichos de la casualidad. Este es un punto de vista tranquilizador en cierta medida, porque mitiga la carga de la responsabilidad personal. También hay personas –y en Oriente se las cuenta por millones- que creen que la vida fluye totalmente de acuerdo con la predestinación derivada del karma de cada uno, de los efectos de causas que arraigan en encarnaciones pasadas; y esta posición también es consoladora, porque lo absuelve a uno de responsabilidad en el presente. Finalmente, hay quienes creen que la propia voluntad es el factor determinante de nuestro destino, y ésta es una actitud un poco menos reconfortante, porque habitualmente la vida nos pone frente a cosas que no es posible alterar por un esfuerzo de la voluntad, ni siquiera de la más poderosa.

Evidentemente, en muchos de nosotros hay una especial renuencia a hacer frente de manera creativa a esta cuestión del destino y el libre albedrío, ya que profundizar demasiado en ella sería el equivalente de asumir una responsabilidad para la cual no estamos preparados, e incluso, quizás, ni siquiera equipados. Sin embargo, debemos creer hasta cierto punto en el poder de la elección porque sin ella nos hundimos en el desvalimiento y la apatía, y debemos tener cierta fe en las leyes mismas de la vida que nos guían, para que con su funcionamiento no nos dejen irreparablemente destruídos.

El problema del destino y del libre albedrío está en la base de uno de los conceptos erróneos de más difusión popular en astrología. Y eso se debe en gran parte a que en el nivel popular hay muy poca comprensión de lo que la astrología tiene que decir al respecto. Hemos visto ya cómo sus proyecciones inconcientes pueden llevar a un individuo a enfrentamientos, relaciones y situaciones que, aunque asuman un cariz de destino, están reflejando su propia lucha por llegar a la conciencia de sí mismo. Una breve consideración de cómo funciona la sombra, las imágenes de los padres que residen en las profundidades de la psique, las energías dinámicas del Anima y del Animus, pueden ayudar a iluminar la extraña paradoja que expresa Novalis al afirmar que el destino y el alma son una y la misma cosa. La carta natal es la semilla, y es verdad que de las semillas de pera nacen perales; nos asombraría que fuese de otra manera. No es difícil ni siquiera para el pensador pragmático apreciar que el horóscopo natal no es más que el reflejo de una reserva de potencialidades que –y esto depende de su nivel de conciencia- el individuo puede utilizar para actualizar el mito que es su propia vida.

Si te interesa este tema, te sugiero leer mi nota: Acerca del Destino



lunes, 4 de octubre de 2010

La Luna y Saturno en Astrología



Fragmento del Capítulo 15: La Astrología psicoanalizada. (Del libro “La Astrología y la Psique Moderna”, de Dane Rudhyar).



Cualquier persona que esté ligeramente familiarizada con el psicoanálisis o la “psicología analítica” de Jung, sabe que en estos enfoques sobre la comprensión de la naturaleza humana mucho está hecho a Imagen de la Madre y a Imagen del Padre. Sin embargo, es relativamente raro hallar a un no profesional que tenga una idea muy clara de lo que estas imágenes significan real y básicamente. En realidad, muchos psicólogos con diplomas oficiales carecen de una captación vital de estos asuntos. La astrología puede arrojar muchísima luz sobre este tema importantísimo. A la inversa, cuando se entiende lo que estas imágenes significan en términos de la actitud de una persona hacia la vida cotidiana, se revelan bajo una nueva luz el valor psicológico y el significado de la astrología misma y la razón del interés humano largamente sostenido y fervoroso hacia ella.

Los psicólogos emplean el término IMAGEN de varios modos y con diferentes matices de significado. Para mí, una imagen psicológica es la forma que alguna función básica de la naturaleza humana toma en una persona particular, y también, colectivamente hablando, en una sociedad y cultura particulares. De esta manera, lo que llamo Imagen de la Madre es una expresión de la función fundamental de adaptación a la presión y los cambios de la vida cotidiana en un medio ambiente particular. Todo organismo vivo debe adaptarse a su medio ambiente mientras actúa de modo tal que satisfaga las necesidades básicas de sus órganos. Cada uno deberá comer algún género de alimento que lo sustente, evacuar materias de desecho, hallar medios para mantener su temperatura corporal mediante ropas (en la mayoría de los climas) y protegerse dentro de algún género de envoltura. Tarde o temprano, deberá satisfacer el impulso reproductivo. Las personas son impulsadas desde dentro (por la vida misma, podríamos decir) a satisfacer tales necesidades funcionales primarias. La satisfacción produce una sensación de bienestar; la frustración lleva a la incomodidad, al dolor y al deterioro. La vida de todos los días, en el sentido más básico, se ocupa del negocio de obtener este bienestar orgánico y evitar la incomodidad, el dolor y eventualmente la muerte. Este negocio es lo que he llamado la adaptación. Si bien todo ser humano tiene inherentemente la capacidad para tal adaptación, el infante recién nacido no tiene esta capacidad desarrollada al nacer. En realidad, está totalmente desamparado y deberá depender por entero de su madre para que le proporcione la satisfacción de sus necesidades inmediatas.

A medida que el infante gana el conocimiento conciente de sus necesidades orgánicas y el medio que las satisfaga, empieza a formarse en su mente cerebral una imagen de ese medio. Es muy probable que, al principio, esta imagen esté apenas separada de la sensación de vida de ese infante. Probablemente, el recién nacido siente como dos partes de un todo lo que necesita, tiene dolor y es satisfecho, y lo que proporciona la satisfacción. Sin embargo, gradualmente, deberá agudizarse la sensación de distinguir entre el cuerpo que necesita y la madre que atiende a esa necesidad. En la conciencia del infante se construye una clara imagen de la madre como la que satisface las necesidades. Evidentemente, su carácter depende del modo particular en que la madre logre o no hacerle al infante cómoda la vida. La imagen es afectada por los incomprensibles (para el infante) cambios de disposición anímica de la madre, sus desapariciones repentinas, el modo en que responde a las intrusiones en la relación infante-madre (o sea, la actitud de ella hacia otras personas), y así sucesivamente. Cuanto más grande sea la familia y más sean las demás personas que compartan con la madre la aptitud para hacer que el infante esté satisfecho y cómodo, la Imagen de la Madre tiende menos a llenar con exclusividad el campo de la conciencia del infante, en lento desarrollo. Empero, si las otras personas son desconcertantes, no confiables o perjudiciales y la madre salva la situación repetidas veces, entoces la Imagen de la Madre reviste el carácter de salvador o intermediario entre el infante y las fuerzas extrañas o terribles –personas o animales, elementos, peligros de todo género-. A medida que el niño crece, entiende palabras y aprende a hablar, recuerda y espera actos repetitivos, y se enfrenta con el NO inexplicable al principio y aparentemente arbitrario, la Imagen de la Madre se vuelve cada vez más clara. El niño adquiere un sentido más definido y mentalmente formulado de cuánto necesita que su madre cuide de él o se queda frustrado si la madre no es capaz de realizar en su favor una adaptación positiva.

Gradualmente, por imitación, y luego por explicación, el niño aprende normalmente a desarrollar la capacidad de adaptación que, al comienzo, la inviste totalmente la madre. Este puede ser un proceso prolongado y doloroso. Tal vez la madre sobreproteja al niño; o sea ineficaz, preocupada e irritable, demasiado colmada con su ego y demasiado atareada en cosas y personas. La relación madre-hijo puede ser demasiado ceñida o interrumpirse demasiado temprano por una variedad de factores (un nuevo hermano o una nueva hermana, un castigo injusto, ira, etc). Todos estos factores afectan el desarrollo de la capacidad del niño y del adolescente para adaptarse a la vida cotidiana y dar a la Imagen de la Madre resultante (en la conciencia del joven) una calidad particular, una forma y un sabor emocional.

La trillada frase “mamá es la que mejor sabe” demuestra sencillamente que si el jovencito enfrenta dificultades y conflictos en la satisfacción de sus impulsos orgánicos básicos (y los derivados y patentes tendencias emotivas-intelectuales de éstos), acude normalmente a su madre en procura de consejo sobre cómo obtener goce o triunfo y evitar el dolor o la derrota y la frustración. Si la madre real le hubiera abandonado o se hubiera marchado, el niño, incapaz todavía de emplear satisfactoriamente su capacidad de adaptación, tiende a transferir su dependencia a otra mujer. Esta mujer se convierte en madre sustituta y el niño proyecta sobre ella su Imagen de la Madre. Sin embargo, no es menester que sea otra mujer. Por ejemplo, la Imagen de la Madre se transfiere a una iglesia, si se cree que el consejo eclesiástico y el de sus ministros más o menos impersonales suministran todas las respuestas a cualquier problema desconcertante que se suscite en la vida cotidiana. La Imagen de la Madre se puede transferir también, muy eficientemente, a la astrología. Se la transfiere de este modo siempre que una persona no da un paso importante (o inclusive baladí) sin consultar a un astrólogo, sin mirar la efemérides o levantar un horóscopo para ese problema.

Toda transferencia de esa índole de ningún modo es necesariamente mala. Si hace unos siglos hubiéramos viajado al Tibet, recibiríamos de muy buen grado la guía de un lama que pudiera hablar nuestro idioma y estuviera familiarizado con nuestras costumbres para que nos adaptáramos positivamente a las modalidades tibetanas. A cada paso que conduzca a condiciones que no sean completamente familiares, todos necesitan guía de alguna índole si la adaptación ha de ser positiva y relativamente suave. Pero tal guía debe ser solamente temporaria. Hay otra guía disponible una vez que se está familiarizado con las nuevas condiciones: la guía de un “mapa”. Una confianza en los mapas, los principios de organización (físicos, sociales, cósmicos), un sentido de la estructura, y un reconocimiento de la propia ubicación en estructuras de una Imagen de la Madre. A este tipo de confianza el niño la asocia normalmente, al principio, con su relación con su padre.

En astrología, la Luna significa tradicionalmente la madre y Saturno el padre. La razón de este simbolismo es clara. La Luna es nuestro único satélite, y como tal gira constantemente alrededor de nosotros; de modo parecido, la madre atiende sin cesar al infante y está alrededor de él. En la antigua astrología geocéntrica y en la alquimia, lo que ahora llamamos la órbita de la Luna se denominaba la esfera sublunar. A esta esfera se la concebía como un vientre cósmico, la placenta vitalizadora de nuestro planeta Tierra, que a menudo se juzgaba que aún estaba en el estado embrional (incluso en la actualidad, los ocultistas dicen que la Tierra no es un planeta sagrado). En los modernos mapas astrológicos, la función esencial de la Luna debe definirse como la de adaptación al quehacer de la vida diaria. A partir de ese personaje central se suceden todos los demás significados secundarios. Por ejemplo, el tipo de mentalidad que se asocia con la Luna en los mapas natales es el género de mente que se consagra cabalmente a la faena de hacer de la vida en el propio medio ambiente un triunfo y un placer. Es la mente astuta, oportunista y dúctil; la mente camaleónica siempre dispuesta a ajustar, contemporizar y comprometerse en procura del triunfo práctico. La Luna también representa las disposiciones anímicas personales, los sentimientos, etc., pues todos estos son modos más o menos pasivos de adecuarse, de responder a situaciones internas o externas como se desarrollan todos los días.

Por el otro lado, a Saturno se lo ha conocido recientemente como el planeta más externo. Incluso hoy, con el simbolismo de sus anillos, se lo puede considerar marcando los confines reales del sistema solar como una totalidad orgánica limitada y bien definida. Los planetas más distantes (Urano, Neptuno, Plutón) se refieren a la zona menos tangible que rodea al cuerpo bien definido –al aura, a las funciones que relacionan al organismo estrictamente físico con la totalidad cósmica más vasta, digamos la galaxia-. Saturno representa no sólo al padre real, sino más generalmente todo lo que define nuestra estructura permanente de ser y nuestro sitio dentro de un más vasto esquema de la existencia. Físicamente, Saturno se refiere al esqueleto que establece la forma básica de nuestro organismo; intelectualmente, a la lógica; psicológicamente, a nuestro ego con sus pautas fijas de respuesta a los impactos sociales; y, en general, a nuestro “lugar” potencial dentro de cualquier “totalidad mayor”. En realidad, en sociedades más antiguas, el status del padre establecía casi irrevocablemente el “lugar” social de sus hijos, su casta, clase, profesión, o consorte potencial. Hoy en día, el padre da su nombre al hijo, aunque socialmente nada más.

Saturno significa estructura y dónde todo encaja en una estructura, o sea, el sitio de una cosa en un hombre o un plan y un proceso definidos, rítmicos. Debido a esto, toda la astrología se basa realmente en la función de Saturno, pues lo que la carta natal hace es sencillamente establecer el lugar de uno en el desarrollo espacio-temporal del sistema solar. Muestra dónde uno encaja y la propia adecuación para cuanto le suceda. Pero no dice qué hacer. No guía, salvo mostrando un mapa de lo que es posible según la estructura de las cosas en el lugar y el tiempo en que uno vive.

Estas últimas frases tienen importancia muy básica para todos los que se interesen por la psicología y la astrología. Implican la existencia de dos enfoques esenciales del uso práctico de la astrología: el tipo de Imagen de la Madre y de Imagen del Padre. Si usted acude a un astrólogo (o a su efemérides) esperando que le contesten a “¿Qué debo hacer?”, esto significa sencillamente que se precipita sobre una madre celestial en procura de una guía real, en la creencia de que “mamá es la que mejor sabe”. Repito que esto no está “mal”, pues si a usted lo invitaran para que visitara al Dalai Lama o al Papa, tendría excelentes razones para pedir que le guíen sobre cómo comportarse con exactitud. De modo parecido, si debe afrontar un problema que no es familiar y que implica optar ante una alternativa, cuya naturaleza y resultados finales (por lo que usted conoce) no tiene modo de evaluarlos por sí mismo, entonces puede ser valiosísima la guía astrológica de un tipo concreto. Sin embargo, tal vía externa podrá ser valiosa solamente si se entiende que es temporaria.

................................

Entonces la Imagen de la Madre o la Imagen del Padre no existen más. Los dos ancestrales símbolos del pasado –la Luna y Saturno- se absorben dentro de un presente solar. Se es lo que uno necesita ser en todo momento, sin miedo al futuro ni pesar por el pasado. Este es un estado dificilísimo de alcanzar. Empero no es difícil porque signifique cumplir algún acto espectacular sino, por el contrario, porque exige que nos liberemos de esfuerzo, de actividad tensa y de expectación precisa. Lo que se necesita es que subyuguemos nuestra dependencia de toda imagen, sea ésta la Imagen del Padre o de la Madre.

¿Qué significa esto en términos de nuestra actitud hacia la astrología? Sencillamente esto: vemos a la astrología como un medio hacia un fin, como una técnica valiosísima para desarrollar ciertas capacidades en nosotros, tal como los ejemplos y las relaciones con nuestra madre y nuestro padre (o sus sustitutos posteriores) no son sino el medio para desarrollar nuestra capacidad de adaptación a la vida y nuestro propio sentido de adecuación a un orden superior estableciendo nuestro lugar de destino y nuestra individualidad fundamental. Cada generación presta ese servicio a la venidera. Empero, lo que cada generación recibe de sus padres es sólo instrucción, y jamás debe producir una sensación de esclavitud o identificación. De modo parecido, lo que la astrología puede hacer por nosotros es disciplinar nuestra aptitud para sondear el mejor modo de responder a los nuevos problemas y exigencias de situaciones siempre nuevas, y nuestra aptitud para percibir el orden cósmico y el desarrollo estructural de todos los procesos naturales, incluso donde la vida parece más caótica.
Se puede mirar el propio mapa natal y decir: Esto es lo que soy, mis posibilidades seminales, lo que debo convertir en un hecho real y concreto. Pero la finalidad esencial de este estudio del propio horóscopo es poder olvidarlo mientras se retiene el conocimiento de que, de hecho, uno es un sistema solar ordenado de manera individual.

lunes, 20 de septiembre de 2010

Afrontar las Crisis Positivamente



Fragmento del libro "La Astrología y la Psique Moderna", de Dane Rudhyar.


No sólo los individuos viven de una crisis personal a otra y en un estado de inseguridad tanto psicológica como económica; las naciones y grupos están enfrentando una serie aparentemente interminable de crisis y conflictos, “fríos” y “calientes”. La raíz fundamental de este estado casi universal de crisis son los enormes cambios sociales y económicos causados por la ciencia y la tecnología modernas.

Todo esto es bien sabido; pero lo que, por lo común, no se entiende con bastante claridad, es que el énfasis cada vez más difundido sobre el empleo práctico de técnicas psicológicas es el resultado directo de la necesidad de afrontar este estado universal de crisis. En todas sus formas modernas, la psicología es un intento de ocuparse de las crisis:  sin crisis, no hay necesidad de psicología!

Hay muchos géneros de psicología; pero todos estos pueden dividirse, a grandes rasgos, en dos categorías, según la actitud básica que asuman cualquier crisis o todas ellas. ¿Qué es una crisis en la vida de un individuo o en la vida de una nación y sociedad?  ¿Qué significado tiene una crisis?  Evidentemente, el problema de cómo hallar “solución” a una crisis deberá depender no sólo de lo que el psicólogo (o el reformador político-social) juzgue que la crisis causó sino también de lo que se propuso producir.

Con estas palabras “se propuso”, llegamos al quid de la cuestión. Algunos psicólogos aceptan la idea de que todas las crisis son, básica si no superficialmente, deliberadas. Según ellos, una crisis es una fase del proceso de crecimiento de un individuo o sociedad. Tiene un fin y un significado definidos con referencia al desarrollo total de la personalidad o la colectividad que la atraviesa.  Es necesaria para este desarrollo –como por ejemplo la crisis habitual de la adolescencia es necesaria para el pleno desarrollo de un cuerpo y una personalidad humanos-.  La crisis es necesaria, pero la forma que tome no es inevitable.  El estado de cambio y transición, el hecho de que haya un trastorno, son necesidades de la experiencia humana; pero el cambio social no es preciso que signifique una revolución violenta, tal como una crisis personal de crecimiento no es menester que produzca enfermedad, neurosis o insania.  Sin embargo, si hay neurosis aguda y un estado más o menos prolongado de clara crisis biofísica, surge naturalmente la pregunta: ¿Cuál debería ser el objetivo final del tratamiento? ¿Cuáles son los resultdos que ha de buscar el psicoanalista, el sanador del cuerpo y del alma?  Es aquí donde difieren fundamentalmente las escuelas psicológicas, y su diferencia es el resultado de dos enfoques de la naturaleza humana y del significado y finalidad de la relación de los individuos con la sociedad y el universo o Dios.

Según un tipo de psicología, la meta de la cura es restablecer el estado de normalidad perturbado por una causa u otra. Según el otro tipo, ninguna cura es real y significativa a menos que el paciente emerja de la crisis como un ser humano mayor del que fuera y de ese modo satisfaga la implícita finalidad “espiritual” de la crisis.  En el campo de la psicología que Freud inaugurara, se observan claramente estas dos actitudes, aunque a veces las dos se combinen algo; esto sería de interés muy grande para el astrólogo que se observa esencialmente como psicólogo y auxiliador de los seres humanos, pues él también tiene que definir su enfoque e interpretación de crisis pasadas o futuras que tal vez vea en los horóscopos de sus clientes.

Hay varios géneros de crisis claramente previsibles por medio de técnicas astrológicas, y la interpretación que el astrólogo les dé deberá depender necesariamente de lo que él mismo piense de las crisis en general. Tal vez juzgue las crisis como desviaciones, puras y simples tragedias, como cosas a curar y olvidar pronto; o las considere como fases necesarias de un proceso de crecimiento, como experiencias de las que pueda y deba recogerse una rica cosecha, experiencias sin las cuales no es posible la “madurez”, por oscura, trágica o aparentemente destructiva que sea la crisis.

El primer tipo de psicología puede llamarse normativo: la meta del tratamiento y de la cura es hacer que la persona perturbada sea “nuevamente normal”. Evidentemente, la normalidad es asunto relativo y sólo podrá definirse con referencia a las pautas generales de una cultura y una sociedad particulares. De esta manera, los “psicólogos sociales” son, en su mayoría, psicólogos normativos. Freud pertenece también a esta categoría porque su enfoque es esencialmente pesimista y sin sentido real de finalidad espiritual para el individuo como individuo.

El segundo tipo de psicología puede llamarse metamórfico porque considera a todas las crisis como (al menos potencialmente) medios para inducir y producir algún género de metamorfosis interior. Además, la vida humana, se observa como exigiendo absolutamente procesos recurrentes y periódicos de metamorfosis –o sea, crisis- porque sin ellos, la persona sigue siendo meramente “una de la masa”, tal vez normal, pero según las pautas de un tipo colectivo o de un molde culturalmente aceptado. Ser verdaderamente un “individuo” es haber emergido o surgido de la norma colectiva de la sociedad de la época; este emerger puede tener lugar solamente atravesando crisis de alguna índole, experiencias reales y fundamentales de metamorfosis. Estas experiencias son habitualmente fatigosas y dolorosas, y siempre perturbadoras: empero, se las debe aceptar de buen grado, entender y asimilar si ha de existir una real madurez individual… y quizás, hasta cierto punto, “genio” o el logro espiritual de un verdadero “discípulo de Cristo”, que está “en el mundo pero no es del mundo”.

En astrología, estos dos enfoques de las crisis personales o sociales han de referirse a la pareja de planetas “sociales” (Júpiter y Saturno), y a los planetas trascendentales o “metamórficos” (Urano y Neptuno), respectivamente. Cada una de estas parejas opera en un nivel especial de actividad y conciencia. En el nivel de Júpiter-Saturno, las crisis de individuos que emergen y genios en potencia, santos o apóstoles aparecen como desviaciones de la norma social. En el nivel de Urano-Neptuno, han de considerarse como procesos más o menos trágicos, pero necesarios, de renacimiento y redescubrimiento.

...............

Con los planetas Urano y Neptuno, llegamos al nivel de catarsis y metamorfosis, de purificación y renacimiento. Si somos hipnotizados por Júpiter y Saturno, estamos obligados a ver la actividad de Urano y Neptuno como destructiva; empero, los dos planetas remotos son realmente nuestros liberadores. Nos desafían para que seamos individuos más grandes, para que crezcamos creando nuestra grandeza futura como individuos. Estos desafíos aportan crisis. Sin embargo, debemos ser victoriosos o la derrota es costosa y nos derrumba. ¿Cómo podremos ser victoriosos? ¿En qué consiste la victoria? Las respuestas a estas preguntas difieren en cada caso individual, y particularmente con la edad de los individuos que afrontan estas crisis uranianas y neptunianas. La astrología podrá aquí ser de grandísima ayuda para el psicólogo pues puede regular el suceso y la duración probable de las crisis. Puede señalar la finalidad de las crisis, qué tienden a transformar en la vida y el temperamento del individuo. Sabedores de esto, aunque sólo sea en términos generales, podremos trabajar concientemente con el proceso de metamorfosis que produce la crisis, en vez de rebelarnos contra él y sus propuestos resultados finales.

En geología, las rocas “metamórficas” son las transformadas por el calor y presión volcánicos intensos. En psicología, una crisis uraniana metamórfica es también una liberación de calor y presión espirituales y psíquicos intensos, que pueden fundir y recristalizar los elementos más fundamentales de la personalidad. Pueden hacerlo pero no es necesario que lo hagan. Esas energías despiertas, las condiciones y emociones biológicas cabalmente alteradas, bien pueden apaciguarse tras la crisis y dejar solamente cicatrices, fatiga o el resignado reajuste de la normalidad social junto con las modalidades del pasado. Empero, todo está “como antes”: está restaurada la paz, restablecida la vieja rutina, “curado” el paciente, pero Dios ha sido derrotado.

A menudo, no hay peor derrota que una “victoria” sin sentido; y la máxima tragedia es una crisis que haya sido en vano. Soportamos el sufrimiento, la catástrofe, quizás un género de locura, el entierro de la personalidad, el debilitamiento de las estructuras del ego y el resultado neto de nada: sin crecimiento, sin renacimiento, sólo una reorganización timorata o autosatisfecha de este mismo ego según los mismos viejos lineamientos, pero con la horrible sensación (aunque no se la reconozca y sea subconciente) de que todo sucedió en vano. Hoy en día, la humanidad está enferma de semejante sensación colectiva, una mezcla de culpa, desesperanza y profunda fatiga anímica. Nuestros manicomios están desbordados. La única solución es un nuevo tipo de psicoterapia –y de astrología- que se centre alrededor del despertar deliberado del factor creativo en cada individuo.

Astrológicamente, el problema gira primero en torno de una comprensión más profunda de lo que Urano y Neptuno representan en un mapa natal –de lo que pueden significar- y luego, de los ciclos de tránsito de estos dos planetas. Digo sólo de tránsitos porque los planetas se desplazan demasiado lentamente para que las progresiones secundarias signifiquen algo, salvo en relativamente pocos casos cuando Urano y Neptuno concretan aspectos cercanos con otros planetas. Sólo tales aspectos pueden llegar a ser exactos, durante la vida, por progresiones directas o “conversas”. Una cantidad de libros de texto astrológicos enuncian significados “malos” de Urano y Neptuno; incluso la presencia de estos planetas en las casas natales recibe a menudo una interpretación principalmente negativa. Como ya se expresara, tal interpretación es válida, a lo sumo, sólo donde la vida y la finalidad de un individuo se observan solamente desde el punto de vista de un tipo Júpiter-Saturno de “normalidad” social y personal; donde tranquilidad, felicidad estática, comodidad y logro socio-económico se consideran los valores últimos para los seres humanos. Pero no vivimos en una sociedad estática.  La nuestra es una época intensamente dinámica: una época de trastornos, de cambio constante, y de metamorfosis tanto espiritual como social.

El siglo XX puede ser el siglo plutoniano. Pero antes de que Plutón pueda ser enfocado y experimentado de manera constructiva positiva, los humanos deberán haber aprendido a atravesar con buen éxito los trastornos y las crisis de crecimiento representadas por Urano y Neptuno.  Si Plutón ha de echar las bases de un rendimiento en una esfera más vasta de vida, el individuo deberá haber sido renovado por Urano y limpiado por Neptuno. Estos dos últimos planetas son símbolos del “umbral”. Uno puede tropezar en un umbral y aterrizar en un hospital; o puede entrar a través de él en una nueva vida. Sólo cuando esto último se comprende no sólo como posibilidad sino, en realidad, como la única meta deseable, se pueden afrontar con buen éxito los desafíos presentados por Urano y Neptuno con un  mínimo de perturbación.

La función de Urano es revelar esta meta al individuo con una lluvia de nueva luz, aunque al principio parezca cegadora. Una vez que se acepte la nueva vision, la nueva meta, entonces Neptuno podrá proceder constructivamente a cambiar la química, la sustancia misma de la personalidad de un individuo. Si la persona rehusa cambiar o inclusive admitir la posibilidad de cambio, entonces la vida la abatirá o la dejará varada en su pequeño mundo egocéntrico con sus triunfos y virtudes gradualmente más vacíos o sus locuras y pecados “promedios”.

En el mapa natal donde está Urano, busque el lugar y el campo de la experiencia en que es muy probable que sobrevengan el cambio personal, la autotransformación o las revoluciones trágicas; trate de aprender a entender y recibir de buen grado la finalidad de las metamorfosis, trate de trabajar concientemente con ella. En el mapa natal donde está Neptuno, busque la función biológica y psicológica y el área experimental o el campo de desarrollo personal que deba reorientarse, renovarse y “transustanciarse” (cambiarse o repolarizarse “químicamente”) durante su vida. Sin embargo, aquí deberá quedar muy en claro para todo aquel que se interese por la astrología y por los horóscopos propios (o de sus amigos) que Urano permanece durante siete años y Neptuno durante unos trece años en un solo signo zodiacal. Toda interpretación de las posiciones natales de estos planetas en un signo zodiacal se refiere, pues, a toda persona nacida dentro de un período de siete y de trece años, respectivamente. Esto significa que la interpretación deberá ser muy genérica en realidad y que simplemente no podrá aplicarsea enfermedades específicas o rasgos de carácter, pues éstos, evidentemente, no los comparten todos los que nacieron durante tales períodos.

...................

En lo que concierne a la persona individual, la presencia de Urano en una u otra casa del mapa natal real es, por lo común, el factor más revelador. Establece el campo de la experiencia personal en el que han de encontrarse esencialmente las crisis de autotransformación o, podría decirse, el foco de las crisis. La casa natal en la que se halla  Neptuno indica el tipo de confrontaciones en las que un individuo podrá renovar muy típicamente la sustancia misma (o la “química”) de su naturaleza y su carácter o ego. A través de tal tipo de confrontación (y cada casa natal representa un tipo), las limitaciones del ego personal podrán disolverse y el individuo puede realizar su libertad espiritual, el próximo problema, de allí en adelante, consiste en para qué es esta libertad, cuál es su finalidad. En casi todos los casos, son muy reveladoras estas indicaciones unidas a las que dan los símbolos asociados con el exacto grado zodiacal en el que estaban ubicados los planetas al nacer.

Dondequiera se estudien los tránsitos de Urano y Neptuno, ambos planetas deben considerarse juntos. Las graves crisis tienden a ocurrir más en particular cuando ambos forman aspectos a importantes planetas natales al mismo tiempo.  En algunos casos, Urano y Neptuno transitarán el Sol natal, la Luna o el “planeta regente”, mientras que el Sol o la Luna progresados estarán en cuadratura u oposición al Urano y Neptuno natales. Estos son habitualmente casos decisivos en los que sobrevendrá el desafío, por así decirlo, tanto desde dentro como desde fuera. La vida interior está lista para el cambio; y bajo la presión de esta necesidad interior, espiritual y quizás biológica de cambio (progresiones), una cadena de notables acontecimientos enfocará muy marcadamente los asuntos, perturbando en profundidad la vida social o familiar del individuo (tránsitos). En todo caso, lo importante para el individuo es entender, aceptar y trabajar con el proceso de metamorfosis y, por miedo o desaliento emocional, no rebelarse contra él ni estremecerse ante él.  Sin embargo, esto exige habitualmente mucha valentía espiritual y una mente firme y objetiva o una fe intensa en Dios. Donde faltan éstas, el ego aturdido se derrumba y abre para que las fuerzas irracionales o destructivas lo invadan o cierra tan herméticamente sus puertas que será dificilísimo volver a abrirlas. A lo sumo, será trágicamente necesaria otra crisis para que las destruya y, de esta manera, ponga en funcionamiento el demorado proceso de crecimiento.

La condicion del medio social y familiar afecta profundamente nuestra capacidad para afrontar positivamente las crisis personales de autotransformación. Donde este medio ambiente es caótico, como durante guerras y revoluciones, se vuelve más fuerte la tendencia al derrumbamiento individual. Empero, hay almas que, precisamente porque el mundo está en caos, logran convocar, desde su propio centro espiritual, la energía para mantenerse firmes y fuertes en contraste con este caos externo. El hecho de que una personalidad pueda convocar o no tal energía es cuestión que nadie podrá determinar jamás sobre bases astrológicas solamente, pues toda indicación astrológica podrá ser constructiva o destructiva en sus resultados últimos.


domingo, 29 de agosto de 2010

Acerca de los Arquetipos

Texto perteneciente al libro "La Astrología y la Psique Moderna", de  Dane Rudhyar. De excelente claridad para comprender el concepto de "arquetipo" aplicado a la Astrología y a la interpretación de la carta natal.


Jung emplea constantemente el término “arquetipo”, y el modo en que lo define es de gran significación para el astrólogo que procura evaluar el significado psicológico apropiado de una carta natal, un “arquetipo” de un género especial.


En la filosofía de Jung, los arquetipos son puntos focales o campos de fuerza en el inconciente colectivo; o sea, son imágenes que determinan y controlan las actividades más fundamentales de lo que hemos llamado “humanidad común del hombre”. Expresan las respuestas más primordiales y más comunes de todos los seres humanos a unas pocas situaciones básicas; y aparecen como imágenes simbólicas en nuestros sueños, lo mismo que en todos los mitos o concepciones religiosas. Estas imágenes religiosas tienen enorme poder. Pueden dominar en vastas colectividades, teniendo como resultado la conversión religiosa o conduciendo a crímenes racionalmente inexplicables. Tienen tanto un lado oscuro como uno luminoso.

Cuando quien sueña lo hace sobre una misteriosa figura maternal dotada de atributos cósmicos o cuando el pintor inspirado pinta semejante figura, la imagen que se suscita no es realmente la creación del que sueña o del artista, como individuo. La imagen ya está latente en su inconciente, como el modelo de hoja de roble está latente en la bellota. Así, el arquetipo tiene un género de ser objetivo en un reino inconciente de potencialidad.

Ciertamente, Jung aclara que “el inconciente es la madre de la conciencia”. Los ocultistas también han hablado, en gran medida con el mismo significado, del reino de la “luz astral” que es creadora en sus aspectos superiores, y refleja en sus regiones inferiores. También han usado las expresiones “Anima Mundi” (el Alma del Mundo) y las “Vírgenes de la Luz”, relacionando estas últimas con los signos del Zodíaco considerados como expresiones simbólicas de las grandes “Jerarquías Creadoras”, que son las constructoras del universo y del hombre genérico. Estas Jerarquías se ven como mediadoras colectivas, o Huestes espirituales, a través de las cuales opera el Anima Mundi; Jung habla también de los arquetipos del inconciente como “órganos del alma”.

Sin embargo, estos “órganos del alma” son concentrados de la experiencia común de miríadas de generaciones de seres humanos. Son inherentes al género humano como los instintos son inherentes a los animales, lo mismo que a los hombres. Los instintos y los arquetipos son de la misma naturaleza. Y, si se entiende esto, también vemos cómo, en las cosmologías esotéricas o “gnósticas”, a las antedichas Huestes creadoras se las considera como concentrados de la experiencia espiritual de vastas colectividades de seres que vivieron a través de universos o sistemas solares anteriores y alcanzaron la inmortalidad en ellos.

El significado simbólico del mapa natal de un individuo, levantado para el momento y el lugar exactos del nacimiento, en realidad y en lo que concierne a su valor psicológico, es un arquetipo en su inconciente. Tal vez sea el más potente de los arquetipos, cuando se lo saque a la luz de la conciencia, en la medida en que pueda determinar la conducta íntegra del individuo, su actitud íntegra referida a acontecimientos futuros y su destino como un todo. El mapa natal es un símbolo de poder extraordinario, y este símbolo, porque se basa en la experiencia primordial de la humanidad respecto al cielo –una realización prodigiosa de orden trascendente en medio de una vida de caos terrestre-, abre la puerta a la capacidad del hombre “para encontrar su lugar en la gran corriente de la vida” en términos de un modelo arquetípico de orden.

El primer punto que hay que subrayar es que la principal función de la astrología, considerada en el sentido psicológico, es ayudar (en las palabras de Jung) “a reconocer al propio yo por lo que uno ES por naturaleza, en contraste con lo que a uno le gustaría ser”. El mapa natal, considerado como un símbolo de la participación radical del individuo en el proceso universal, puede revelarle al individuo lo que éste es por naturaleza, y de esta manera lo que podrá lograr, si vive de acuerdo con esta “ley” de su ser individual. Empero, el mapa natal se ocupa de relaciones simbólicas, de fórmulas de acción recíproca funcional, todo lo cual deberá interpretarse, como deben interpretarse los sueños, y si han de tornarse psicológicamente significativos y eficaces.

Y como un sueño, el mapa natal podrá interpretarse de muchos modos. Podrá verse como un todo dinámico y creador, un desafío a la integración, o como un conjunto de trozos fragmentarios de información sobre las preocupaciones más comunes del género humano (riqueza, hogar, asuntos amorosos, salud, matrimonio, negocios, logros, etc.).

La práctica corriente y tradicional de la astrología se ocupa de esto último. Por regla general, el astrólogo busca información concerniente a acontecimientos, pasados o futuros, o el conocimiento de características inconexas del temperamento personal de su cliente. Entonces, la astrología no tiene un propósito psicológicamente integrador, en gran medida, porque el cliente o el mismo astrólogo no espera tener semejante propósito. En la actualidad, la mayoría de la gente enfoca la astrología del mismo modo que por lo general enfoca el tema de los sueños, de una manera desorganizada, desmañada, fragmentaria y, por lo tanto, malsana.

Quienquiera espere que los símbolos de los sueños o los mapas astrológicos le conduzcan hacia una personalidad más plena, más abarcante, más conciente y más madura, deberá asumir una actitud mucho más seria y responsable. Debería comprender que, si bien el contacto con el arquetipo del inconciente y con las pautas celestiales del momento del nacimiento puede llevar al individuo a un estado rico y sereno de realización personal, tal contacto también podrá acarrear horribles resultados psicológicos.

El mapa natal es en verdad muy diferente de una mera tabulación científica de factores. Una vez que se lo estudia y se le da vital atención, el mapa natal empieza a actuar como UN PODER DINÁMICO DENTRO DEL INCONCIENTE. “Hace cosas” para el astrólogo. Fuerza tendencias dentro de la conciencia (y así produce acontecimientos) que de otro modo podrían haber quedado latentes y ocultos. Quienquiera crea en el significado del horóscopo y en la validez de la interpretación que le dé (él mismo o un astrólogo profesional) no es más la misma persona. SE ALTERÓ LA ORIENTACIÓN HACIA EL INCONCIENTE, aunque sea levemente. No comprender esto es cortejar un peligro real, pues la orientación de una persona hacia su inconciente es el factor más dinámico de su personalidad.

El proceso de integración de la personalidad está realmente siempre lleno de peligros psicológicos reales. Nadie reconoció esto con más claridad que Jung y expresó claramente que nadie podría triunfar jamás plenamente en este proceso a menos que, desde dentro, lo compela una “vocación” verdadera, una necesidad interior. ¡Cómo deberían los astrólogos comprender también este hecho!

domingo, 15 de agosto de 2010

El Desarrollo de la Personalidad

En su libro “La Astrología y la Psique moderna”, Dane Rudhyar cita una serie de pasajes significativos pertenecientes a declaraciones efectuadas por Carl G. Jung con relación al desarrollo de la personalidad, que forman parte del último capítulo de su libro The Integration of the Personality -obra que se ocupa en gran medida de la correspondencia entre las ideas alquímicas y psicológicas-. Veamos qué dice:


“Quien no la tenga, no podrá educar a la personalidad. Y no será el niño, sino sólo el adulto quien podrá alcanzar a la personalidad como el fruto maduro de una realización de la vida que se dirige a este fin. El logro de la personalidad significa nada menos que el mejor desarrollo posible de todo lo que yace en un solo ser particular. Es imposible prever qué infinita cantidad de condiciones deberán satisfacerse para llevar a cabo esto. Se necesita la extensión total de una vida humana en todos sus aspectos biológicos, sociales y espirituales. La personalidad es la realización suprema de la distintividad innata del ser vivo particular.

 
La personalidad es un acto de máxima valentía frente a la vida, y significa la afirmación incondicional de todo lo que constituye al individuo, la adaptación más lograda a las condiciones universales de la existencia humana, con la máxima libertad posible de decisión personal. Educar a alguien en esto me parece que no es una minucia. Con seguridad, es la tarea más pesada que se ha impuesto el mundo espiritual de hoy. Y, en realidad, es una tarea peligrosa.

 
Nadie desarrolla su personalidad porque alguien le dijo que le sería útil o aconsejable hacerlo… Nada se modifica sin necesidad, y la personalidad humana menos que todo. Es inmensamente conservadora, para no decir inerte. Sólo la necesidad más aguda es capaz de despertarla (…) El desarrollo de la personalidad desde su estado germinal hasta la conciencia plena es, a un tiempo, carisma y maldición. Su primer resultado es la consciente e inevitable separación del ser único respecto del rebaño indiferenciado e inconciente. Esto significa aislamiento, y para esto no hay un vocablo más consolador. (…) Significa también fidelidad a la ley del propio ser (…) la personalidad jamás podrá desarrollarse a menos que el individuo escoja concientemente su propio camino y con decisión conciente, moral (…) La personalidad verdadera tiene siempre vocación y cree en ella, tiene fidelidad a ella como a Dios, a pesar del hecho que, como diría el hombre corriente, es sólo un sentimiento de vocación individual. Pero esta vocación actúa como una ley de Dios de la que no hay escape. El hecho de que muchos marchen hacia su ruina por propio capricho nada significa para quien tiene vocación.

 
TENER VOCACION significa, en el sentido original, QUE UNA VOZ SE DIRIJA A UNO. (…) No son pocos aquellos a quienes les ocurre que, hasta en este inconciente estado social, la voz individual los convoca, tras lo cual se diferencian al punto de los demás y se sienten confrontados por un problema que los demás ignoran. (…) Esa voz interior es la de una vida más plena, de una conciencia más vasta, más abarcante. He ahí por qué, en mitología, el nacimiento del héroe o el renacimiento simbólico coincide con la aurora: el desarrollo de la personalidad es sinónimo de acrecentamiento del conocimiento.

 
En la medida en que todo individuo tiene su propia ley innata de vida, es teóricamente posible para todo hombre seguir esta ley antes que todos los demás y llegar a ser una personalidad, o sea, lograr la plenitud. (…) Sólo llega a ser una personalidad el hombre que es capaz CONCIENTEMENTE de afirmar el poder de la vocación que lo confronta desde dentro; quien sucumbe ante ella, cae presa de la ciega corriente de los acontecimientos y es destruído.

 
En la medida en que un hombre es infiel a su propia ley y no se pone a la altura de la personalidad, erró el significado de su vida. Por fortuna, en su bondad y paciencia, la Naturaleza jamás formuló la pregunta fatal sobre el significado de sus vidas en boca de la mayoría de la gente. Y donde nadie pregunta, nadie necesita contestar.”



“El miedo que la mayoría de los seres humanos naturales sienten ante la voz interior [la que establece la propia vocación y conduce al proceso de la educación psicológica] no es tan pueril como podría suponerse. (…) Lo que la voz interior nos acerca es, por lo general, algo que no es bueno sino malo. Esto debe ser así, primero de todo, por la razón de que, generalmente, no somos tan inconcientes de nuestras virtudes como de nuestros vicios, y luego porque sufrimos menos de lo bueno que de lo malo.

 
El carácter de la voz interior es *luciferino* en el sentido más adecuado e inequívoco del vocablo, y es por ello que pone a un hombre frente a frente con decisiones morales finales, sin las cuales jamás podría alcanzar la conciencia y convertirse en una personalidad. De modo inexplicabilísimo, lo ínfimo y lo excelso, lo mejor y lo más atroz, lo más verdadero y lo más falso se entremezclan en la voz interior, que de esta manera abre un abismo de confusión, engaño y desesperación.”

 
Sigue diciendo Dane Rudhyar:

¿Por qué estas advertencias? Porque en el proceso del despertar que sigue al contacto con un gurú verdadero, en la primera consulta con un psicoanalista o en el darse uno mismo a la “voz interior”, todas las energías oscuras del inconciente tienden a liberarse. Todo –bueno o malo- se estimula cuando tratamos de llegar a una conciencia más plena. Y, puesto que habitualmente nos las ingeniamos muy bien para ignorar los recuerdos de los fracasos o tal vez los pensamientos o acciones malos dentro de nuestra personalidad total (empujándolos de vuelta dentro de nuestro inconciente), por lo común son los primeros en hacerse patentes. Esto puede conducir a una sensación de pánico, incluso a la confrontación con el horrible “Habitante del Umbral” descripto vívidamente en el Zanoni de Bulwer Lytton. ¡Pero ay de quien retroceda horrorizado y trate de invertir el proceso de crecimiento! Ningún hombre puede seguramente “des-educarse”. Una vez que se abrió deliberadamente la puerte del inconciente, una vez que se contestó a la llamada de la “vocación” interior, el único camino está adelante.

Este no es asunto de los psicólogos únicamente. En realidad, es hora de que los astrólogos comprendan que ellos también, concientemente o no, se ocupan de energías vitales y poderes inconcientes CUANDO CADA UNO EMPIEZA A ENFRENTAR SU PROPIA VIDA EN LOS TERMINOS DEL MAPA NATAL; y, de modo parecido, cuando asumen la responsabilidad de dar consejo psicológico a otras personas –clientes o amigos-.

 
Desde el punto de vista junguiano, el mapa natal puede considerarse un “arquetipo del inconciente”. Es un registro visible de la voz interior, de lo que Dios nos elaboró como esquema de lo que podríamos (o sea, deberíamos) llegar a ser. Considerar entusiastamente este esquema – este Nombre simbólico de nuestra personalidad realizada- darle una importancia determinante en nuestra vida cotidiana; conocernos como una incorporación concreta de su armonía estructural, esto constituye en realidad un paso muy serio, muy vital, e irreversible.

 
Dando este paso, nos precipitamos sobre nosotros mismos como sombras individuales, lo mismo que como luz. Cuanto se indica en nuestro mapa natal, se recalca más vigorosamente que antes en nuestra vida real. Sufrimos más. Experimentamos estratos más profundos de nosotros mismos. Afrontamos el miedo de un modo nuevo. Llegamos a ser más lo que potencialmente somos en todas direcciones. Esto no debe olvidarlo jamás nadie que procure recorrer el camino astrológico (o el psicológico) de la educación de la personalidad. Hacerlo sin estar dispuesto o siquiera conciente de lo que está en juego es cortejar la posibilidad de una catástrofe interior, al igual que de un fracaso externo.

 

Como Jung empleaba este término, PERSONALIDAD significa “realización, totalidad, vocación realizada, comienzo y fin y conocimiento completo del significado de la existencia innata en las cosas”. Y comprender este innato “significado de la existencia” exige que seamos objetivos con ella.

 
Ser objetivos hacia las cosas que uno gusta y hacia el propio ego implica un proceso de SEPARACION que, a su vez, exige (casi inevitablemente) sufrimiento y la experiencia del mal o la contradicción.

En sus primerísimas manifestaciones, lo “mejor” asume a menudo la apariencia del mal, porque se lo saca de la perspectiva correcta y su ocurrencia lo desvía dentro de una inadecuada estructura de referencia. Esto produce miedo en las mentes y almas atadas todavía a esta estructura de referencia actualmente obsoleta; reaccionan violenta e insensatamente, dando así a las primeras manifestaciones vacilantes e iniciales de lo nuevo el carácter del mal. En realidad, la naturaleza mala de todo nuevo desarrollo de la vida coherente con el crecimiento humano es una expresión de la resistencia y los miedos de esas fuerzas (en la sociedad o el individuo) cuya posición privilegiada depende de la preservación del viejo orden.

 
En astrología esta resistencia y esta lucha necesaria para vencerla son representadas por las cuadraturas planetarias. Una cuadratura entre dos planetas ocurre a mitad de camino entre la conjunción y la oposición de estos mismos planetas. Generalizando los nombres asociados con las fases de la Luna (o sea, los aspectos entre el Sol y la Luna), puede decirse que el tipo del “primer cuarto” de cuadratura (de la conjunción a la oposición) representa un rechazo del ego y la voluntad de ajustarse a los resultados inevitables del nuevo comienzo evolutivo que ocurrió cuando los dos planetas estaban en conjunción. Por el otro lado, el tipo del “último cuarto” de cuadratura (después de la oposición) representa el rechazo de la mente conciente a dejarse fecundar por la nueva visión que ocurrió durante la oposición (el tipo de “Luna llena” de la iluminación). Estos rechazos alcanzan su apogeo para el tiempo de los aspectos en cuadratura, y este clima libera una Sombra, cuando el pasado a la sazón cristalizado bloquea contumazmente a la nueva voluntad o a la nueva luz, gesticulando contra el triunfo inevitable (aunque, por desgracia, a menudo trágicamente demorado) del Poder creador en el individuo o en la sociedad. El único modo de disipar esta Sombra y el miedo que ésta inspira es absorber y asimilar el Poder creativo que es la Luz. Esto es “teosíntesis”, un proceso que es el centro vital de toda autoeducación real de la personalidad; que transmuta el miedo en fe, los soplos de tragedia en bendiciones de Gracia que fluye desde el corazón de los seres divinos en quienes la compasión y la omniabarcancia se convirtieron en la Ley irrevocable de su naturaleza.

domingo, 1 de agosto de 2010

El Alma



He compaginado el siguiente texto con información extraída de diferentes capítulos del libro “El Alma, la Cualidad de la Vida”, de Alice Bailey. En él se mencionan las características del alma. Me pareció interesante integrarlo a mi blog porque, con frecuencia, utilizamos la palabra “alma”, muchas veces sin tener una clara idea sobre su significado. Asimismo, creo que puede aportar elementos para ayudarnos a reconocer en qué punto del contacto con nuestra alma estamos.



Quienes responden al alma poseen cualidades de idealismo, servicio grupal y sacrificio mientras que quienes aún no están centrados en el alma muestran características de dominio, ambición, orgullo y falta de amor al todo, aunque aman frecuentemente a quienes les son necesarios para sí mismos y su comodidad.

Las características del alma:

Posee flexibilidad en la adaptación pero es indesviable en su objetivo.
Inclusividad.
Amor y voluntad al bien.
Alegría y gozo.
Participación o la capacidad de compartir.
Soledad, entendida como la capacidad del individuo para sostenerse solo, mediante la construcción de una estructura sólida de autososten emocional, que no implica desconexión ni aislamiento.
Indiferencia espiritual, entendida como “un rechazo activo, sin concentrase en aquello que es rechazado” y ejercida mediante el uso conciente de la actitud de “no me importa” -actitud que no debe ser confundida con el mecanismo de defensa de la negación por cuanto es ejercida en forma conciente y que ayuda a evitar que las cuestiones concretas cotidianas se conviertan en una limitación-.
Impersonalidad.
Desapego.
Libertad.
Serenidad.
Calma interna.
Perfecto equilibrio, que consiste en superar los desórdenes emocionales liberándose de toda reacción emocional.
Responsabilidad, considerada desde el punto de vista esotérico como la primera y sobresaliente característica del alma.
Sabiduría, que es la captación intuitiva de la verdad, independientemente de la facultad razonadora y la innata percepción, capaz de diferenciar lo falso de lo verdadero o lo real de lo irreal.
Comprensión, considerada como la facultad del alma que le permite apropiarse del conocimiento como base de la sabiduría adaptándolo a la vida en el plano concreto.
Intuición, que es la capacidad de captar comprensivamente el principio de universalidad, es decir, perder el sentido de separatividad.

Para finalizar, he aquí una serie de términos sinónimos con los que se suele hacer referencia al alma:

Alma; Ego (con E mayúscula es un término que pertenece al ámbito de la Teosofía, a diferencia de ego con "e" minúscula, término que pertenece al ámbito de la Psicología); Yo; Yo Uno; Yo superior; Yo Espiritual; el Uno; el Regidor Interno; el Dios Interno; la Realidad Interna; el Divino Regente Interno; el Sol Espiritual Interno; el Morador Divino; el Maestro en el Corazón; la Llama Viviente; el Cristo Interno; el Principio Crístico; la Individualidad; la Realidad Divina; el Hombre Real; el Pensador; el Pensador Espiritual; el Angel Solar; el Angel; el Angel de la Presencia; la Joya; el Hijo del Padre; la Llama del Espíritu; el Punto de Desarrollo; los Agnishvattas; el Hijo de la Mente; el Principio Mediador; el Triángulo; el Director; la Unidad Expectante; el Observador; el Espectador; el Percibidor Divino; el Contemplador; el Vigía; el Intérprete.