domingo, 19 de junio de 2011

Fragmentos del libro "El Hilo Mágico", de Richard Idemon

Hay un fenómeno al que yo llamo territorio psicológico básico. Me refiero a esto: como probablemente sepáis, todos los animales son territoriales, es decir que si van en manadas, como los búfalos, marcan olfativamente el perímetro de sus fronteras. La manada se las arregla para conocer los límites de su territorio. El territorio es esencial para la supervivencia. Los seres humanos podemos tener menos conciencia de nuestras propias fronteras físicas y de nuestro territorio, pero, sin embargo, son factores tan importantes para nosotros como para todos los demás organismos vivos. Una liebre perseguida por un coyote conoce los límites de su propio territorio y volverá sobre sus pasos, incluso a riesgo de caer entre las fauces del coyote, con tal de no salir de su territorio básico. Lo mismo sucede, en un nivel psicológico, con los seres humanos, que tenemos nuestro propio territorio psicológico básico donde nos sentimos seguros. Esa es nuestra realidad. En general, se basa en un mito, aquel que dice: “Esto soy yo, así son mis relaciones con los demás en el mundo, y esto es lo que el colectivo me reserva”. O, dicho de otra manera: “Este es mi destino” o “Esto es lo que me dicen los dioses”.

Es muy frecuente que estos mitos (la sustancia fundamental que constituye ese territorio psíquico básico) se establezcan muy precozmente en la vida. En psicoterapia, el proceso consiste en identificar la naturaleza de este territorio básico, y una vez que se la identifica, ayudar a la persona a ensanchar sus fronteras o, incluso, traspasarlas. Por eso hay quienes pueden pasarse años sometidos a psicoanálisis o estudiando su propia carta astral, o consultando a todos los “psíquicos” del mundo, sin llegar realmente a cambiar. Y la razón de que no cambien es que la comprensión intuitiva no basta para traspasar las fronteras. Hay alambradas psíquicas… Cambiar es como morir un poco psíquicamente, y esa es una de las razones por las cuales la gente se resiste tan desesperadamente a cambiar. Por lo tanto, tener una comprensión intuitiva no equivale necesariamente a cambiar, pero sí es un buen comienzo, y eso es lo que podemos obtener de la astrología: comprensión intuitiva.

Ahora bien, ¿cuál es la sustancia que constituye ese territorio básico? Pues esa sustancia es el mito, es un material mítico integrado por una combinación de mitos personales, sociales y colectivos o transpersonales. Volvamos atrás en el tiempo y hablemos de los mitos colectivos o transpersonales. Carl G. Jung los denominó arquetipos – o mitos arquetípicos – e incluso les dio nombres arquetípicos como el de la Gran Madre. La madre es una fuerza arquetípica que existe en todas partes, en todas las culturas y en todas las épocas. Su función es nutrir, proteger, dar a luz, ser fecunda. Y puesto que es así para todo el mundo, hay ciertos mitos arquetípicos, universales y colectivos, referentes a cuál debe ser la función de la madre. Son mitos que ya hemos asimilado porque, tal como dijo Jung, nos llegan con la leche materna. Los respiramos con el aire, simplemente porque es una parte colectiva del universo en el que vivimos. Jung trata en sus escritos de una enorme cantidad de esos mitos colectivos, que son su verdadera especialidad.

Después tenemos lo que yo llamo mitos sociales. Todos vivimos en una época y un lugar determinados, con su propia mitología social. ¿Cómo se comportaba una mujer del sur de Estados Unidos antes de la Guerra de Secesión, por oposición a la forma en que se conduce en la actualidad? ¿Cómo actúa una mujer soltera en Grecia, en comparación con la que está casada o es viuda? ¿Hay una gran diferencia cono el comportamiento de una viuda en California o no? Es decir que los mitos sociales provienen de un determinado entorno cultural, de la época y el lugar determinados en los que nace una persona. Y también estos son rasgos que imitamos, aprendemos y asimilamos en nuestros primeros años. ¿Cuál es el papel que desempeña cada cual?¿Qué es ser un hombre y qué es ser una mujer? Y también hay mitos relacionados con las profesiones.

Muy cerca de ellos están los mitos familiares. Cada familia tiene su propia mitología. Ahora nos estamos acercando más al ámbito del que nos hablaba Freud. ¿Quién ostenta el poder en la familia? ¿Quién ofrece apoyo y afecto? ¿Qué significa ser hombre o mujer en vuestra familia? ¿Quién recibe los palos? ¿Cómo está dividido el poder? ¿Cómo expresáis la rabia en vuestra familia? Tal vez el mito familiar sea que la ira destruye y mata, o quizás se considere que sólo la pueden expresar los hombres. Puede que el mito sea que las mujeres subliman su rabia. O bien que a los hombres les corresponde públicamente el poder y que las mujeres deben ejercitarlo de un modo sutil. Es decir que los mitos familiares tratan de temas sumamente importantes.

Tenemos, pues, los mitos colectivos o transpersonales, los sociales y los familiares, además del propio material innato que cada uno aporta a su propia vida. Ya veréis que yo no creo, como muchas escuelas psicoanalíticas sostienen, que nuestra formación provenga totalmente del ambiente, ni tampoco de la herencia. Como astrólogo, no puedo menos que creer que nacemos con algo esencial y propio que se va coloreando y enriqueciendo mediante nuestra interacción con los mitos colectivos, sociales y famliares. Entonces, hemos de reunir y sumar todos estos factores. Si tomamos los mitos colectivos, los sociales y los familiares y la esencia innata de lo que nosotros mismos aportamos a todo ello, veremos que muy pronto en la vida se van formando lo que podríamos llamar mitos personales. Y esta es la sustancia esencial de nuestro territorio básico.

¿La carta astral nos habla de los mitos colectivos, sociales y familiares? A decir verdad, es mucho lo que nos cuenta al respecto. También nos habla de cuál es el aporte innato de la persona al sistema. ¿Nos dice la carta de qué manera el nativo ha juntado todo esto para crear su propia mitología? Pues no, eso no. Entonces, ¿cómo lo descubriremos? Dialogando con él, porque cada persona es una entidad increíblemente única, creativa y original, que tiene su propia forma de reunir y unificar todo eso. El modo en que puede colaborar el astrólogo que cuenta con la adecuada formación psicoterapeútica, o el psicoterapeuta con formación astrológica, es ayudar a que el proceso se encamine con mayor rapidez hacia una comprensión intuitiva más profunda, llegar hasta la naturaleza de esos mitos, y darles nombre.

 

En los fragmentos siguientes, Richard Idemon relata cómo realiza el abordaje de una carta, de acuerdo a su propia metodología. Cabe destacar que "El Hilo Mágico" es un libro que reúne la formación impartida en seminarios de astrología psicólogica dictados por el autor.


La carta astral está tan cargada de información que tendemos más bien a tener demasiada. Entonces, lo que hago es destilar la información hasta reducirla a lo que para mí son las partes más psicodinámicas de la carta, y a eso lo llamo la leyenda. ¿Recuerdan que en la clase de geografía había una clave para explicar que las líneas de puntos eran ferrocarriles y las estrellitas señalaban capitales? Esa leyenda nos daba la interpretación del mapa. De modo que esto es una leyenda, una especie de boceto preliminar. Como un modelo artístico de la condición humana, la astrología debería ser como otras artes, en las que se nos permite hacer un boceto preliminar.

¿No es interesante que los astrólogos levantemos una carta astral, la estudiemos durante dos o tres horas y pensemos que ya estamos preparados y listos para ofrecer a una persona una lectura o una consulta? Yo veo la carta de otra manera y me gustaría ir desarrollándola, capa tras capa, desde dentro hacia fuera, al igual que un artista va trabajando en un boceto preliminar. Se trata de elaborar un bosquejo a grandes líneas de la carta. No es un material para compartirlo con el cliente, sino más bien una manera de concentrarse.

La leyenda se forma a partir de una serie de cosas diferentes de la carta. Hay que descubrir lo que se destaca, lo que es diferente o excepcional, de modo que se trata de buscar anormalidades. No uso este término en el sentido de algo que esté mal, sino de algo que se diferencie de la norma, y que esté compuesto de diversas funciones. Extraigo la información de la carta, que se convierte en parte de la leyenda, y después dejo de lado la carta hasta que venga el cliente. No quiero mirarla, porque los astrólogos tendemos a prepararnos en exceso, hasta el punto de que dejamos de escuchar. Ya nos hemos formado nuestra opinión y la cosa es como un producto terminado.

Los puntos destacados de la carta están formados por varios factores. El primero es lo que yo llamo funciones. Empecemos con las funciones y después ya veremos los otros factores que destacan en la carta, como las configuraciones mayores, los planetas elevados, o los planetas estacionarios. Y veremos las configuraciones de determinados aspectos, profundizando un poco, y algunas cosas más, como por ejemplo el significado del grado. Una vez que tengan esa leyenda tendrán el elemento básico de la estructura.

Empecemos con el uso de las funciones; pero, ¿de qué funciones estamos hablando? En primer lugar, todo en la carta tiene una polaridad. Hablemos de los doce signos. Tenemos seis signos yang y seis signos yin (a los que se suele llamar masculinos o positivos y femeninos o negativos). Yo prefiero usar los términos “yang y yin” porque no llevan implícito ningún juicio de valor ni tienen connotaciones sexistas. Así, pues, tenemos la polaridad. Y también la modalidad, que significa una clase o forma de movimiento. Todos los signos tienen un modo de funcionar característico, que puede ser cardinal, fijo o mutable. El movimiento cardinal es centrífugo, se dirige desde dentro hacia fuera, hacia un objetivo. El movimiento fijo es centrípeto, va hacia dentro, de la periferia al centro. El movimiento mutable es pulsátil y fluctuante, una función de avance y retroceso.

Además de la polaridad y la modalidad, tenemos los elementos, a los que yo me refiero a veces como “tipos”. Los elementos (fuego, tierra, aire y agua) se correlacionan aproximadamente, pero no con exactitud, con las funciones junguianas. El elemento tierra se equipara claramente con la función que Jung llama sensación, y está bien claro que el elemento aire se equipara con la función junguiana del pensamiento. La cosa se nos complica con el fuego y el agua, al igual que se le complicó a Jung, puesto que no llegó jamás a definir con claridad, de un modo que le resultara satisfactorio, qué quería decir al hablar de la intuición. La función del sentimiento parece armonizar bien con el elemento agua, pero cabe preguntarse si “intuición” es la palabra adecuada para el elemento fuego. El propio Jung no pudo nunca decidirlo del todo.

Finalmente, tenemos otra categoría que me gusta utilizar, y que llamo orientación. Las orientaciones son tres: la personal, la social y la universal. Aquí volvemos al asunto del punto de vista del observador. Cada signo, arquetípicamente, percibe el tiempo y se orienta en el tiempo y el espacio de manera diferente. Aries, por ejemplo, se orienta hacia “yo, aquí y ahora”: “Yo quiero lo que quiero cuando lo quiero”. Libra dice: “Yo no sé lo que quiero mientras no sepa lo que tú quieres”, o simplemente: “Quiero lo que tú quieras”. De modo que Libra se orienta hacia “ti” y Aries se orienta hacia “mí”. Piscis dice: “Yo no, aquí no, ahora no”, o sea: “Todos, en todas partes, siempre”. Como podéis deducir, el diálogo entre signos que se orientan de manera tan diferente en el tiempo y el espacio es muy difícil. ¿Han observado cómo parece que el tiempo se acortara a medida que envejecemos? ¿Recuerdan cuando eran niños y esperaban su cumpleaños o la Navidad, y cómo el tiempo parecía que pasaba muy despacio? ¿No es algo sumamente subjetivo? Si lo estamos pasando bien, el tiempo pasa con rapidez, y con qué lentitud y monotonía parece transcurrir si se sienten tristes o aburridos! Así pues, cada signo se orienta de diferente manera en el tiempo y en el espacio.

Empecemos por Aries, el primero de los cuatro signos que yo llamo personales, y recuerden que hablo de ellos de forma arquetípica y no refiriéndome a personas espefícicas. No creo que haya “Virgos” ni “Sagitarios”. Son principios arquetipicos, es decir, cuando hablo de los signos, me refiero a ellos como principios fundamentales de procesos que tienen que ver con todos nosotros. Así pues, la orientación de Aries, Tauro, Geminis y Cancer es: “primero yo”. Son los signos del despertar. Tienden a ser primitivos, sin que eso implique ninguna connnotación peyorativa. Hay algunas bellísimas cualidades que se relacionan con lo primitivo y lo básico. Si algo existe a lo que se pueda considerar instintivo, es probable que se relacione con los dos primeros signos, Aries y Tauro. Su preocupación es “yo” y “lo mío”, en el tiempo y el espacio, y están orientados hacia lo inmediato, hacia el ahora. En su círculo, el entorno es pequeño.

El segundo grupo de cuatro signos está constituído por lo que yo llamo signos sociales: Leo, Virgo, Libra y Escorpio. Aquí la orientación es “yo y tú”. Otras preocupaciones pasan a ocupar el primer plano. El mundo se va ensanchando. Así como el niño empieza a gatear y a dar los primeros pasos y se va desarrollando hasta convertirse en un adolescente y finalmente en un adulto, también el mundo de nuestras percepciones se va ampliando, no sólo en cuanto a lo que vemos exteriormente, sino también en lo que respecta a nuestro interior, o por lo menos, así debería ser. A los signos sociales les interesan las interconexiones, las relaciones sociales, la validación de los demás. Estos cuatro signos actúan de maneras diferentes, como los cuatro signos personales, pero a todos les preocupa lo mismo. A los cuatro signos sociales yo los llamo “signos morales”, no porque siempre se comporten de buena manera, sino porque la moral es el pegamento que mantiene unida a una determinada entidad social. Las normas morales y los tabúes nos vinculan a una comunidad.

El último grupo de cuatro signos es el formado por los signos colectivos o transpersonales: Sagitario, Capricornio, Acuario y Piscis. Su orientación es “yo y el universo”, incluso hasta el punto de que en los dos últimos signos (Acuario y Piscis) el “yo” desaparece y no hay más que “el universo con el universo”. Aquí el interés se centra en las causas, las teorías, las ideas, los grandes conceptos… Todo se ensancha y se aleja de lo individual, de lo personal e incluso de lo social, razón por la cual no se puede considerar a Acuario un signo social, aunque los textos de astrología digan lo contrario. El signo social de aire es Libra, el que disfruta en las fiestas y relacionándose con la gente, y no Acuario. Arquetípicamente Acuario dice: “Dejen que me reúna con el mundo entero en algún gran nivel cósmico, o déjenme solo”. Y Geminis, el otro signo de aire, dice: “Pero ¿qué tiene que ver todo esto conmigo?” De modo que ya ven cómo cada uno de los signos tiene una orientación muy diferente.

En la evaluación tendremos en cuenta los signos y las casas. Yo no considero que las casas tengan ni modalidad ni elemento, o sea que no creo que haya casas de fuego, tierra, aire y agua. Sé que algunos pueden pensar que es así y utilizarlas en función de ello, y no tengo ningún inconveniente en que lo hagan así. Es probable que más adelante les explique por qué pienso lo que pienso sobre este tema, pero por el momento me limitaré a decir que es así.

Empleo un sistema de cálculo para determinar las funciones dominante e inferior. Asigno un punto a cada planeta y un punto extra al Sol, la Luna y el regente del Ascendente, de manera que al final tendremos un total de trece puntos. Este es un sistema muy subjetivo y lo voy variando constantemente. Hay veces en que añado un punto extra para el dispositor de un stellium o para el regente del Medio Cielo.

No cuento el Ascendente porque sólo tengo en cuenta los emplazamientos planetarios. La razón es que considero que los planetas son energías psicodinámicas. Son los intermediarios entre el colectivo arquetípico de los signos y el arraigo en el mundo de las casas, de modo que sólo cuento los planetas. Tampoco cuento los nodos ni las partes arábigas ni los asteroides.

Contamos los emplazamientos en signos personales, sociales y universales. Hacemos lo mismo con las casas, empezando por las personales (desde la primera hasta la cuarta) y contamos los planetas emplazados en ellas. Seguimos con las casas sociales (de la quinta hasta la octava) y las universales (de la novena hasta la duodécima).

Esta información nos da tantos datos sobre la persona que sólo con estos elementos podemos empezar a hacer a grandes rasgos un análisis preliminar de la carta.

jueves, 2 de junio de 2011

Los Cuatro Elementos: Las Energías Básicas de la Astrología



Transcripción del Capítulo 10 del libro “Astrología, Psicología y los Cuatro Elementos”, de Stephen Arroyo.


Los elementos son en realidad la base misma del Zodíaco y, en consecuencia, de toda la astrología.

Pueden ser descriptos desde muchos puntos de vista y con grandes pormenores, pero necesariamente dista de ser fácil entender, explicar y ejemplificar qué son, de hecho, no menos que las leyes fundamentales de nuestro sistema solar, si no del universo.

Se refieren a las fuerzas vitales que constituyen la creación entera que los sentidos físicos pueden percibir. Es por esta razón que, en la antigüedad, al zodíaco se lo mencionaba como “el alma de la naturaleza”. Por ello, los elementos son no sólo la base de la astrología y de todas las ciencias ocultas, sino que abarcan todo lo que normalmente percibimos y experimentamos. Es cierto que los elementos, si se los considera como factores puramente materiales, simbolizan los cuatro estados de la materia descriptos en la física moderna: la tierra es sólida, el agua es líquida, el aire es gaseoso y el fuego es plasma o energía ionizada radiante. También puede decirse que representan las cuatro necesidades primarias de todo organismo avanzado: aire, agua, tierra (alimento) y fuego (calor). Pero esto solo no empieza a revelar el verdadero significado de los elementos.

RECONOCIMIENTO MUNDIAL DE LOS CUATRO ELEMENTOS

En el mundo, muchas culturas incluyen a los cuatro elementos en sus tradiciones filosóficas, religiosas y mitológicas. Se los nombra con distintos términos: prana, fuerza vital, chi, y otras. Las características esenciales de esta energía fueron idénticas para todas las culturas, aunque hayan variado los nombres dados a la fuerza primaria y a los elementos mismos.

En el Tibet, se construyeron enormes estructuras llamadas “stupas” como símbolos gigantescos de la estructura de la creación. La base del stupa era un gran cubo (que representaba a la tierra), sobre el que descansaba una esfera (el agua), y en la parte superior de esa esfera había una estructura espiraloide (el fuego). Luego en la cúspide misma había una media luna (el aire), en la que descansaba una esferita (el “eter”,vocablo que los tibetanos aplicaban a la fuerza primordial de la que fluyen las demás). El stupa representaba la base de la cosmología tibetana y, en consecuencia, a los elementos se los consideraba como las energías fundamentales del cosmos.

Un concepto similar de los elementos se halla en las sagradas escrituras de la India (como el Bhagavad Gita), y también en la filosofía de la Medicina Ayurvédica india. La filosofía y la acupuntura chinas se fundan en el concepto de los elementos. Como las expresiones tibetana e india de su naturaleza, los chinos hablan de los cinco elementos: “Los cinco elementos: madera, fuego, tierra, metal, agua, abarcan todos los fenómenos de la naturaleza. Es un simbolismo que igualmente se aplica al hombre” (Su Wen). Estos cinco elementos se correlacionan con los cuatro que se usan comúnmente en el mundo occidental, con el agregado del éter. La tradición occidental no menciona habitualmente el quinto elemento, puesto que en realidad es distinto de los otros , de hecho, el origen de los otros cuatro.

La antigua filosofía griega se basaba también en la doctrina de los elementos, que se equiparaban con las cuatro facultades del hombre: moral (fuego), estética y alma (agua), intelectual (aire) y física (tierra). La Europa medieval y del renacimiento importó la idea de los elementos principalmente de los escritos de Galeno y los correlacionó con los cuatro “humores” que, a su vez, dieron origen a los cuatro temperamentos humanos específicos: colérico (fuego), melancólico (tierra), flemático (agua) y sanguíneo (aire).

En el Japón encontramos muchos ejemplos de la importancia que se daba a los elementos. Por ejemplo, en un tratado budista zen sobre Bodhidharma escrito en el año 1004 d.C., nuestros cuatro elementos tradicionales son representados por cuatro cualidades que constituyen la creación: luz (fuego), levedad (aire), fluidez (agua) y solidez (tierra).

Los elementos están intrincadamente entretejidos con la mitología. En el antiguo Sumer, donde la religión abarca todos los aspectos y actividades de la vida, las deidades más importantes guardaban correspondencia con los elementos: Anu, los cielos (aire); Enlil, la tormenta (fuego); Ninhursaga, la tierra y Enki, las aguas.

Los ejemplos anteriores revelan cómo a los elementos mismos –como al zodíaco- se los consideraba no sólo como una realidad vital de la que los pueblos antiguos tenían que ocuparse, sino también, en realidad, como el fundamento de la realidad misma.

CLASIFICACION DE LOS ELEMENTOS

Tradicionalmente, a los elementos se los dividió en dos grupos, considerándose al fuego y al aire como activos y autoexpresivos mientras que a la tierra y al agua se los consideró pasivos, receptivos y autorepresivos. Estos dos grupos son los mismos que las divisiones básicas de la filosofía china: yin (agua y tierra) y yang (aire y fuego). Son también idénticos al concepto griego de las dos expresiones de la energía: apoloniana (fuego y aire, que activan y concientemente forman la vida) y dionisiana (agua y tierra, que representan las fuerzas que se manifiestan más inconciente e instintivamente).

Esta diferenciación es de gran importancia en un enfoque holístico de los mapas natales. Debo recalcar aquí que ahora nos ocupamos de los principios básicos solamente y que una referencia a agua y tierra, por ejemplo, como “autorepresivo” o “inconciente” de ningún modo indica que las personas cuyos mapas natales tengan muy acentuados estos elementos sean necesariamente limitadas en conocimiento particularmente más “reprimidas” que cualesquiera otras. Estos términos se refieren más al modo de operar de estas energías y al método de autorealización que a una generalización específica que pueda aplicarse al azar a todas las personas de cierta categoría.

Por ejemplo, los signos de agua y tierra son más autorepresivos que los de fuego y aire en el sentido de que viven más dentro de sí mismos y no se permiten proyectar su energía esencial hacia fuera sin buena cantidad de cautela y previsión. Los signos de fuego y aire son más autoexpresivos, puesto que siempre “están haciendo salir”, derramando sus energías y sustancia vital sin reservas: los signos de fuego mediante acción directa, y los de aire mediante interacción social y expresión verbal.

EL ELEMENTO FUEGO

Este elemento se refiere a una energía radiante universal, una energía que es excitable, entusiasta y que, a través de su luz, aporta color al mundo. A este elemento, Carl Jung lo correlacionó con la esencia dinámica de la energía psíquica, la energía que fluye espontáneamente de modo inspirado, automotivado. Se puede equiparar al elemento fuego con la “experiencia centrada en la identidad personal”. Y esto explica por qué las personas con los signos de fuego dominantes en sus mapas son tan autoconcentradas y habitualmente más bien impersonales. Se creen canales de “vida” y no pueden ocultar fácilmente su orgullo acerca de este hecho.

Los signos de fuego son ejemplo de espíritus elevados, gran fe en sí mismos, entusiasmo, fuerza sin fin y honradez directa. Necesitan mucha libertad a fin de expresarse naturalmente, y por lo común se aseguran ese espacio mediante tenaz insistencia en su punto de vista. Los signos de fuego pueden también dirigir su energía concientemente (aunque no siempre con coherencia) mejor que otros signos. Su voluntad de ser y de expresarse libremente es más bien infantiloide en su simplicidad, cualidad que a veces parece cautivas a los demás, pero que en otras ocasiones parece ofensiva para los más cautos y sensibles.

Los “defectos” de los signos de fuego se manifiestan raras veces como resultado de malas intenciones, sino más a menudo simplemente a través de falta de control personal y sensibilidad hacia los demás. Aparecen más bien como tozudos, hasta abrumadores en ocasiones, abalanzándose sobre las cosas con tal apresuramiento que sin intención causan destrucción o hieren sentimientos de los demás.

Los signos de fuego tienden a ser impacientes con las personas más sensibles o amables, especialmente las que son dominantemente agua y tierra. Los signos de fuego creen que el agua los extinguirá y la tierra los ahogará, y a menudo se resienten por ello de la pesadez y el emocionalismo de estos signos. Los signos de aire, por otro lado, apantallan las llamas del fuego suministrando nuevas ideas que la persona del signo de fuego puede activar. Por esta razón al fuego generalmente se lo considera compatible con el aire, pero debe señalarse que los signos de fuego son con frecuencia demasiado ardientes e impacientes para que el delicado sistema nervioso de los signos de aire los tolere largo tiempo. De hecho, aunque los signos de fuego a menudo sean estimulados por los signos de aires, se cansan y aburren fácilmente con observaciones intelectuales que puedan representarse más bien rápidamente.

EL ELEMENTO AIRE

Es la energía vital que se asoció con la respiración y con lo que los yoguis llaman “prana”. El reino del aire es el mundo de las ideas arquetípicas detrás del velo del mundo físico, la energía cósmica concretada dentro de las pautas específicas del pensamiento. Se asocia con líneas geométricas de fuerza, que funcionan a través de la mente, la energía que modela las pautas de las cosas venideras. Mientras los signos de fuego se interesan por querer que algo sea, los signos de aire enfocan su energía en ideas específicas que aún no se materializaron y – concentrándose en estas ideas – aseguran que a su tiempo se materialicen. De allí que, aunque a los signos de aire a menudo se los acuse de soñadores sin practiciad, representan un papel en la concreción de la creación en el más amplio nivel social, pues sus ideas pueden a su tiempo entrar en contacto con las vidas de millones de personas.

Se equipara al aire con “la experiencia en su interés por las relaciones teóricas”. El énfasis sobre la teoría y sobre los conceptos de la vida por parte de las personas de signos de aire conduce a que encuentren el modo más compatible de expresión en el aire, en las palabras y en el pensamiento abstracto. Los signos de aire tienen la aptitud de desapegarse de la experiencia inmediata de la vida diaria, permitiéndose así obtener objetividad, perspectiva y un enfoque racional de todo lo que hacen. Este desapego también les permite trabajar con eficacia con toda clase de personas, pues no creen necesario comprometerse mucho con las preocupaciones o emociones de las demás personas. Los signos de aire son, de hecho, los más sociables de todos en el sentido de que pueden apreciar objetivamente los pensamientos de otras personas sin entrar a considerar si están de acuerdo con ellas.

Naturalmente, si los signos de aire se ocupan en demasía de sus ideales abstractos y teorías, pueden desequilibrarse mentalmente y entregarse a toda clase de excentricidad y fanatismo. A menudo carecen de emoción profunda y de aceptación de las limitaciones del cuerpo físico. Pueden sobrevalorar la competencia intelectual y rehusar enfrentar el hecho de que las ideas deben ser puestas a prueba para determinar si funcionan, antes de que pueda atribuírseles gran valor. El pensamiento es una fuerza tan dominante en las vidas de los signos de aire que son más fácilmente amenazados si se ignora sus opiniones o se desacredita la calidad de su intelecto. Y por supuesto, los signos de agua y tierra son los que más probablemente desvalorizan las ideas de los signos de aire, pues esas ideas por lo común no resisten la prueba de hondura emocional y practicidad sobre las que agua y tierra insisten. Por su parte, los signos de aire no quieren ser confinados por las limitaciones de la tierra ni desean que su leve libertad se sature de sentimientos y reservas de los signos de agua. Los signos de fuego, por el otro lado, estimulan a los de aire hacia más libertad de expresión y dan a los de aire un sentido de confianza y fuerza que no pueden hallar en nadie más. Aunque los signos de aire admiran a los de fuego de muchos modos, insisten aún en su derecho a pensar las cosas antes de comprometerse, hábito que puede tornarse cada vez más fastidioso para los signos de fuego.

EL ELEMENTO AGUA

Los que tienen el elemento agua fuertemente activado en sus mapas natales advierten desde el nacimiento que varios factores intangibles representan un papel mayor en la vida de lo que comúnmente se cree. Los signos de agua están en contacto con sus sentimientos, armonizados con los matices y las sutilezas que muchos otros ni siquiera advierten. El elemento agua representa el reino de la emoción profunda y de las respuestas sentimentales, abarcando desde pasiones compulsivas hasta miedos abrumadores, y una aceptación y un amor omniabarcantes de la creación. Puesto que los sentimientos, por su naturaleza misma, son parcialmente inconcientes, los signos de agua están simultáneamente al tanto del poder de la mente inconciente y ellos mismos son inconcientes de mucho de lo que realmente los motiva. Cuando están armonizados con las dimensiones más profundas de la vida con plena conciencia, son los signos más intuitivos y psíquicamente sensitivos. En ese caso, los signos de agua están en contacto con la unidad de toda la creación y son capaces de ayudar a los demás por medio de una sensibilidad empática hacia los sentimientos de los semejantes. Sin embargo, cuando no están plenamente al tanto de sus propios sentimientos, se encuentran acuciados por deseos compulsivos, miedos irracionales y gran supersensibilidad ante la más leve amenaza.

Los signos de agua, como la naturaleza del agua misma, no tienen solidez o forma propia. Por ello son más felices cuado su fluidez se encauza y recibe forma de otro, particularmente de los signos de tierra que tienen la solidez en la que el agua puede confiar y apoyarse. Los signos de agua tienden a no gustar de los jactanciosos o de las personalidades fuertes, como los signos de aire y fuego. Se sienten muy cómodos con quienes sean más bien reservados y reprimidos, lo cual les brinda una mayor sensación de protección y seguridad. Esta cualidad reservada de los signos de agua, de paso, es más bien engañosa; pues, aunque estén calmos por fuera, constantemente hay tormentas que se preparan en niveles más hondos y ocultas napas que pueden arrastrarlos hacia abajo. De hecho, los signos de agua pueden ser a veces sensacionalistas, pues inconcientemente cultivan tormentas y agitaciones emocionales si sus vidas se vuelven demasiado monótonas.

La sensibilidad de los signos de agua es tan grande y tan pronunciada su vulnerabilidad que, si las reacciones emocionales no se controlan y encauzan apropiadamente, eso puede llegar a un estado de inestabilidad emocional y una predisposición a ser demasiado fácilmente influidos por el más leve viento que sople. La sensibilidad de los signos de agua no debe considerarse debilidad sin embargo, pues el agua tiene gran fuerza y poder penetrante durante un largo período, especialmente cuando se encauza de modo concentrado. Un hermoso ejemplo de la potencia de este elemento lo expresa un erudito del siglo XI: “De todos los elementos, el Sabio debe considerar al agua como su preceptor. El Agua cede pero lo vence todo. El Agua extingue al Fuego o, hallándose a punto de ser derrotada, huye como vapor y se reforma. El Agua lava a la Tierra landa o, al enfrentar a las rocas, procura dar un giro… Satura la atmósfera para que el Viento muera. El Agua cede ante los obstáculos con engañosa humildad, pues ningún poder puede impedirle que siga el destino que se propuso hacia el mar. El Agua vence cediendo; nunca ataca, pero gana siempre la última batalla”. (de The Wheel of Life, página 78, de John Blofled).

Por último, el elemento agua corresponde al proceso de ganar conciencia a través de una comprensión lenta pero segura de los más hondos anhelos del alma. Los signos de agua conocen instintivamente que deben protegerse de influencias externas a fin de asegurarse la calma interior necesaria para la reflexión profunda y la sutileza de la percepción. La comprensión de la naturaleza verdadera de sus emociones y anhelos es un proceso lento y a menudo doloroso, pero en la medida en que quieran enfrentar sus verdaderas motivaciones, tienen la seguridad de acrecentar el contento interior con el curso de los años.

 

EL ELEMENTO TIERRA

Una armonización de este elemento indica que el individuo está en contacto con los sentidos físicos y la realidad de aquí y ahora del mundo material. Los signos de tierra tienden a confiar más en sus sentidos y su razón práctica que en las inspiraciones, consideraciones teóricas o intuiciones de los demás signos. Están armonizados con el mundo de las “formas” que los sentidos y la mente práctica consideran como reales, y su comprensión innata de cómo el mundo material funciona da a los signos de tierra más paciencia y autodisciplina que los demás signos. Raras veces hay que decirles cómo adecuarse al mundo de ganarse la vida, proveer a las necesidades básicas y persistir hasta alcanzar una meta. Todas estas cualidades le llegan naturalmente a los del elemento tierra.

Aunque el elemento tierra es uno de los elementos pasivos o “receptivos”, este elemento, como el agua, tiene fuerza de resistencia y persistencia que permite que los signos de tierra siempre tengan cuidado de sí mismos. Aunque no sean particularmente afirmativos, se manifiestan cuando “lo de ellos” está en peligro o está amenazada su seguridad. Y debido a su eficiencia, son aptos no sólo para manifestarse sino también para actuar de modos más bien concretos para asegurarse de que aquello por lo cual trabajaron no se los quiten. El elemento tierra tiende a ser cauto, premeditado, más bien convencional, e insólitamente confiable. Por lo general, son recelosos o dubitativos respecto de personas más vivaces o mentalmente ágiles, y reaccionan ante los signos de aire con algún grado de reserva, aunque éstos algo les fascinen. No obstante, creen que los signos de aire se van por las nubes, jugando infantilmente con esquemas que no son prácticos ni funcionales. Creen que los signos de fuego quemarán la tierra, alborotando la vida con demasiada prisa y violencia como para confiar en ellos. Los signos de agua, por el otro lado, comparten sus cualidades de adquisitividad, retentividad y autoprotectividad. Por ello la tierra cree que el agua la refrescará y le permitirá dar a luz más productividad aún.

La armonización misma que a los signos de tierra les suministra poder y sus aptitudes especiales pueden ser también la fuente de sus máximos defectos. El comprometerse con el mundo práctico puede limitar a menudo su imaginación si confían demasiado en las cosas como son o parecen ser. Esto puede llevar a una perspectiva estrecha, a una afición a la rutina y al orden, y a una falta total de aptitud para ocuparse de los reinos abstractos y teóricos de la actividad. Más que nada más, los signos de tierra necesitan franquearse a la realidad del mundo invisible y comprometerse en ideales específicos como guías de su actividad.