miércoles, 3 de marzo de 2010

LA FUNCION DEL ASTRÓLOGO

En la actualidad, la obtención de una carta natal se ha convertido en algo de muy fácil acceso, pero cabe reflexionar acerca de la verdadera función del astrólogo, que ya no consiste en predecir o augurar como si aún estuviéramos en la Edad Media.

La interpretación de una carta natal se aborda hoy con la intención de bucear en el interior de un individuo, no para decirle qué debe o no debe hacer ni tampoco para decirle qué le conviene ni, mucho menos, qué le va a pasar. Esto sería manipular: un camino contrario a la libertad.

El astrólogo es alguien que acompaña al consultante para que certifique aquello que, en su interior, ya sabía. Me refiero a que todos sabemos intuitivamente las respuestas a las preguntas que nos hacemos, pero como nos hemos dejado condicionar por los mandatos bajo los cuales hemos sido educados, no confiamos en esa sabiduría que ya poseemos: la que nos conecta con nuestras certezas. Por lo tanto, el astrólogo no es ni un guía ni un consejero.

Richard Idemon, un maestro de astrólogos fallecido hace años, que nos ha legado su sabiduría en libros muy iluminadores, dice en su obra “El Hilo Mágico”: Yo prefiero verme más bien como un educador que como un consejero. Las raíces de la palabra “educar” son educare, que quiere decir “criar”, y educere, que significa “conducir” o “sacar fuera”, y eso es lo único que podemos hacer como terapeutas, astrólogos y consultores. No podemos dar a nadie la verdad ni la iluminación, sino sólo educere, es decir, sacar fuera lo que alguien lleva dentro.

Desde esta visión humanística, la función del astrólogo es hacer docencia, enseñando al consultante a observarse y a escucharse, a conocerse, aceptarse y colaborar en su proceso de desarrollo personal, evolucionando únicamente en la dirección que le indica su ser interno.