sábado, 29 de diciembre de 2012

El Hombre y la Piedra

El primitivo creativo inventó la rueda,
El violento la utilizó como proyectil,
El distraído tropezó con ella,
El emprendedor construyó con ella,
El campesino cansado la utilizó como asiento,
David la utilizó para derrotar a Goliat,
Drummond de Andrade la poetizó,
Y Miguel Angel extrajo de ella las más bellas esculturas.
En todos los casos, la diferencia no estuvo en la piedra sino en el hombre.

El año próximo es el mismo para todos: depende de nosotros lo que hagamos con él.  
Si definimos nuestros deseos en armonía con la realidad, será mucho más probable que lleguemos a concretarlos.
Manos a la obra!! Les deseo mucha pasión y persistencia para alcanzar sus objetivos!!

domingo, 9 de diciembre de 2012

Tránsitos


Fragmento del libro “Urano en la carta natal”, de Liz Greene, Ediciones Kier.

Los tránsitos como teleología

Los tránsitos describen un proceso que puede llevarse a cabo en varios niveles diferentes, internos y externos. A los fines de la claridad, usaré un agrupamiento general en tres niveles. Descubrí que considerar los tránsitos de esta manera puede resultar una herramienta muy útil para empezar la interpretación de un cuadro planetario determinado. Cada uno de nosotros tiende a privilegiar uno de estos niveles de interpretación por sobre los otros, lo que dependerá de la orientación astrológica y del enfoque psicológico de cada astrólogo en particular. Muchos interpretan los tránsitos fundamentalmente desde la perspectiva de lo que podríamos llamar significado último. En otras palabras, los tránsitos tienen que ver con el despliegue de un patrón o diseño superior y reflejan una realidad espiritual que apuntala los acontecimientos externos. Jung utilizaba el término teleología para describir ese propósito último de una experiencia o símbolo psicológico en particular. Nosotros podemos aplicarlo a los tránsitos también.

Podríamos preguntarnos qué se “supone” que debe enseñarnos un tránsito: qué puede ofrecernos potencialmente en términos de nuestro crecimiento. Este enfoque implica que hay un significado inherente más profundo en un tránsito, una meta espiritual o psicológica inteligente simbolizada por el tránsito. En esencia, este es un enfoque positivo y constructivo (aunque, a menudo, lamentablemente sin fundamentos), porque la teleología suele suponer una benignidad cósmica preexistente. No percibimos la teleología en términos de un propósito maligno –a menos que seamos muy paranoicos y padezcamos de una severa perturbación-, porque de otra manera no podríamos soportar la vida. Si el significado que percibimos está realmente implícito o es inyectado en la experiencia por el poder de la imaginación humana, atribuir una teleología a las experiencias simbolizadas por los tránsitos nos da un fuerte “recipiente” en el cual podemos “contener” la injusticia y sufrimiento de la vida, que en apariencia son fortuitos. Se puede lograr una gran sanación al comprender los tránsitos desde una perspectiva teleológica, aunque también existirán serios problemas si utilizamos este enfoque para excluir otros.

Los tránsitos como patrones psicológicos

Si nos enfocamos exclusivamente en el significado último de un tránsito, tal vez pasemos por alto el modo en que el individuo se siente en verdad y cómo es la experiencia para él en ese momento. Entonces podemos no llegar a comprender al cliente que viene a nosotros en busca de ayuda y a no comunicarnos con él. Cualquiera que sea la teleología de un tránsito, también debemos entender el patrón psicológico que representa y las emociones y asociaciones que probablemente son invocadas cuando ese patrón entra en acción. Aunque podamos definir la “intención” última de un tránsito, quizás no logremos apreciar que la experiencia emocional puede ser justo lo opuesto. Por ejemplo, un tránsito de Urano por la Luna natal puede reflejar un potencial del individuo para liberarse de antiguos patrones emocionales familiares y expresar sus sentimientos e imaginación más amplia y libremente. También podemos interpretarlo como una oportunidad para extender el sentido de familia hacia la humanidad como un todo, y hablar de la posibilidad de un nuevo entorno y una nueva relación con el cuerpo.

En el papel, eso parece fantástico. Pero, mientras el tránsito está transcurriendo, tal vez el individuo se sienta bastante desdichado. Puede experimentar una terrible ansiedad y la espantosa sensación de que le están quitando todos los mejores mojones familiares. Es probable que surja en él una gran inseguridad y que sea lanzado a recuerdos y sentimientos de la infancia que son sumamente dolorosos y perturbadores. Hablar del significado primordial del tránsito Urano-Luna puede resultar muy útil. Pero, de todos modos, quizás no lo sea más que en retrospectiva, y necesite combinarse con una genuina empatía por lo que la persona está pasando en ese preciso momento. Esto puede llegar a ser particularmente importante para los que están arraigados en el sentimiento más que en el pensamiento, y no se desapegan con facilidad ni ven la vida desde las frías alturas del éter uraniano. Esas personas desean oír hablar de todo menos de significados últimos, porque el proceso mismo es sentido como algo muy terrible. A todos nos gusta el sonido de la palabra libertad, pero a veces olvidamos no sólo el precio que debemos pagar por ella, sino también la profunda reticencia que podemos sentir a nivel inconsciente con relación a tener que crecer y asumir la responsabilidad por las consecuencias de nuestras elecciones.

Más allá del significado positivo de un tránsito, el individuo quizás esté sujeto a reacciones emocionales y somáticas aparentemente inexplicables, que parecen tener poca semejanza con nuestra idea de la teleología. Un tránsito de Neptuno en cuadratura con la Luna podrá sugerir una maravillosa oportunidad para moverse más allá de las necesidades personales y lograr una relación más profunda y compasiva con la vida en su conjunto. También puede llegar a describir un proceso necesario de separación respecto del trasfondo parental. Pero, a nivel emocional y físico, el individuo quizás experimente extrañas compulsionres que desafían la explicación racional y causan considerable dolor y angustia. Tales compulsiones probablemente reflejen el urgente anhelo de fusionarse, y también la soledad y el aislamiento que se sienten al abandonar el vientre materno, y podrán desconcertar a un astrólogo inclinado más por lo espiritual que no esté equipado para darle sentido a la compulsión por la comida, al súbito horror ante el contacto físico o a las fantasías sobre la muerte que invaden el sueño en medio de la noche.

O quizás podemos decirle al cliente: “Saturno está acercándose a la oposición con su Sol natal, y eso le da la oportunidad de cristalizar su identidad. Qué maravilloso!” Pero, por maravillosa que sea la oportunidad, la persona tal vez está tan deprimida que lo último que le interesa son conceptos abstractos como cristalizar la identidad. Quizás se sienta cansada, agotada, desanimada, fea y necesitada de amor, y se encuentre tan atrapada en las responsabilidades mundanas y los complejos relativos a sus padres, que los árboles no le permitan ver el bosque. Hablar del desarrollo interior puede parecer un montón de basura en ese momento, por el doloroso sentido de inferioridad y fracaso que suele acompañar a las primeras etapas del autodescubrimiento.

Debemos estar en condiciones de responder al sufimiento actual de la persona y hacerle ver el modo en que se siente en términos que ofrezcan percepción psicológica y empatía humana, además de interpretaciones esclarecidas de lo que puede obtener de esos tránsitos en el plano espiritual. Mucha gente experimenta los tránsitos a través de perturbaciones en sus relaciones más cercanas, y la manera en que se siente importa tanto como cualquier propósito último trascendente. La gama de experiencias emocionales varía muchísimo y cada una de tales experiencias emocionales varía muchísimo y cada una de tales experiencias puede ser diametralmente opuesta a su significado implícito. Depende de nosotros, los astrólogos, estar en condiciones de unir ambos y ayudar al cliente a reconocer el tipo de respuestas que pueden ocurrir en la vida cotidiana, además de los patrones arquetípicos más profundos que entran en juego y del potencial intrínseco de lo que está experimentando.

Estos dos niveles fundamentales de interpretar los tránsitos son vitalmente necesarios. Si tratamos de escapar de nuestro sufrimiento y conflicto emocionales mediante un énfasis exagerado en la teleología, sólo estaremos guardando efectos emocionales peores para más adelante. Hasta los tránsitos “buenos” pueden tener un precio alto. Para poder aprovechar las oportunidades que ofrecen, tal vez debamos dejar algo atrás o enfrentar algo que no queremos enfrentar. Si tratamos de evitar un diálogo honesto con el cliente, empleando el significado último como una especie de escudo contra la incomodidad emocional, nos estamos engañando en nuestro trabajo.

Comprender los posibles patrones emocionales de respuesta que acompañan a un tránsito en particular, no nos ahorrará esa experiencia, pero sí impedirá que hagamos elecciones poco inteligentes que se hubieran podido evitar de haber tenido una mejor comprensión psicológica. Entender la teleología de un tránsito, como ya dije, puede darnos un “recipiente” en el cual “contener” los aspectos más difíciles de la vida, porque el sentido del significado es una poderosa herramienta para sanar y crecer. Pero debemos arraigarlo en cómo nos sentimos ahora, en este encarnación, para hacer de la teleología algo que pueda insertarse en la vida real.

Los tránsitos como acontecimientos

Los tránsitos también pueden reflejar acontecimientos, tanto físicos como psicológicos. Aquí estoy diferenciando entre respuestas emocionales (que describía más arriba) y un cambio psicológico de algún tipo: un “suceso” que afecta definitivamente la perspectiva que el individuo tiene de la vida. Los sucesos internos de este tipo no siempre son idénticos a los externos que los provocaron e, incluso, pueden suceder independientemente de todo suceso físico. Por ejemplo, el hecho psicológico de la separación –la toma de conciencia solitaria de que uno es una entidad independiente en el mundo- puede ocurrir bajo un tránsito de Saturno, pero quizás no esté acompañado por una separación externa, como irse de la casa de los padres o divorciarse. O puede reflejarse en un suceso concreto que parece diametralmente opuesto, como el nacimiento de un hijo, que para mucha gente es el disparador de una inesperada toma de conciencia del envejecimiento y del paso del tiempo, y el reconocimiento de que uno mismo ya no es un niño.

Los hechos, tanto los del tipo interno como los del externo, son el tercer nivel básico en el que se expresan los tránsitos. Parece que necesitamos encuentros con el mundo exterior de una especie concreta, para reconocer y procesar el cambio y desarrollo internos. En definitiva, los hechos que nos ocurren son los que, en cierta forma reflejan lo que sucede en nuestro interior. Pero sería un error desestimar el nivel de la manifestación y sólo ocuparse de las dimensiones espirituales y psicológicas de un tránsito. La manifestación es también parte de nuestra realidad espiritual y, a menudo, es imposible comprendernos sin este espejo de la encarnación.

Aún si no logramos ser precisos con respecto a qué tipo de acontecimientos concretos probablemente sucedan, igual es posible hacer algunas conjeturas fundamentadas acerca del tipo de sucesos psicológicos que tendrán lugar, además de las respuestas emocionales que podrían acompañar a un determinado tránsito. Es necesario reconocer y respetar el hecho de que probablemente los tránsitos, de alguna manera, se manifestarán en nuestra vida. No pasan simplemente y, por algún astuto pase de manos o “de psique”, dejan de hacer impacto en nuestra realidad material sólo porque los hemos “psicologizado” o “espiritualizado”.

Si las expresiones de los tránsitos son puramente internas, no significa que fuimos extremadamente inteligentes. He conocido gente involucrada en psicología profunda que tiene la extraña idea de que, si realiza el suficiente trabajo interior, los movimientos reflejados en sus horóscopos dejarán de tener relación con su vida exterior. Como mínimo, esto es una hybris desmedida, pues implica que el ego consciente puede controlar el cosmos. Podremos hacer elecciones más inteligentes y evitar decisiones tontas que nos acarreen problemas. Pero eso no es lo mismo que “psicologizar” un tránsito hasta quitarle efectividad.

A veces los astrólogos dicen “Se produjo tal y tal tránsito y no pasó nada!” Pero ¿qué significa pasar? Por lo general, con cosas como esta la gente quiere decir que ninguna ocurrencia concreta específica coincidió con el día en que el tránsito fue exacto. Pero nunca ví un tránsito donde no ocurriera nada, en términos de las respuestas psicológicas del individuo. Más todavía, el acontecimiento psicológico puede tener lugar mucho antes o mucho después del hecho físico. En otras palabras, el impacto del suceso en el individuo puede demorarse porque no se involucró emocionalmente; o el hecho psicológico puede anticiparse al acontecimiento concreto, e incluso causarlo.

Por ejemplo, tomemos la situación de un divorcio. ¿Cuándo termina un matrimonio? ¿ Al firmar la sentencia de divorcio? ¿O cuando los dos deciden que la relación ya no va más? Pero ¿qué sucede si el matrimonio está terminado para uno pero no para el otro? A veces, el acontecimiento del divorcio no ocurre para uno de los dos miembros hasta pasados varios años después de la verdadera separación legal y, a menudo, depende de que se forme una nueva relación. A veces, podemos ver esto con toda claridad en los tránsitos sobre la carta compuesta. A veces el tránsito poderoso que señala el verdadero fin de la relación (como Plutón en tránsito en conjunción con el Sol o el Ascendente compuestos) coincide, no con la separación de la pareja, sino con el nuevo casamiento de uno de sus miembros.

El cuadro de un tránsito que con claridad sugiere la ruptura de una relación puede ocurrir años antes de que la pareja se disuelva, pero las responsabildiades familiares o los asuntos financieros mantienen físicamente juntos a sus integrantes cuando, desde lo emocional, ambos saben que el matrimonio ha muerto. No tengo duda de que los tránsitos reflejan los acontecimientos. Si bien se me conoce como “astróloga psicológica”, no me parece que la realidad física sea menos importante que la psique del individuo. Sin embargo, a menudo pienso que nuestra división arbitraria entre psique y materia es sólo eso, arbitraria, y no un exacto reflejo de la verdadera naturaleza de la realidad. Es probable que nuestra definición de acontecimiento deba ser más sutil, más profunda e integral, y abarcar tanto el mundo interior como el exterior.

Hay escuelas de pensamiento astrológico que se enfocan casi exclusivamente en hechos concretos, y hay otras que se enfocan casi exclusivamente en el significado. También hay escuelas de pensamiento que se enfocan casi exclusivamente en las respuestas emocionales del individuo, pero son más psicológicas que astrológicas, y es triste decirlo, a menudo no aprovechan los conocimientos que la astrología podría ofrecerles. Ese enfoque es necesario y válido, porque todos tenemos distintas áreas de interés y distintas aptitudes como astrólogos. Pero los clientes tienen necesidades diferentes, en términos de qué nivel les importa más. Algunos quieren saber qué es lo que va a “suceder”, para poder planear de manera sensata; otros quieren saber el significado de aquello por lo que están pasando. Y están los que quieren comprender por qué sienten del modo en que lo hacen. No es nuestra tarea decidir cuál de estos niveles es superior o el más concreto para la aplicación del conocimiento astrológico, aunque tendremos que ser honestos en cuanto a cuál de ellos comprendemos mejor y manejamos con mayor eficacia. Necesitamos, al menos, apreciar la importancia de los tres niveles, aún cuando elijamos dedicar nuestro tiempo a hablar fundamentalmente de uno solo.

Orbes en tránsito

El último punto general que quiero comentar sobre los tránsitos es que tienen orbes.

Los tránsitos muestran un proceso que, en esencia, es cíclico. Tienen un tiempo de desarrollo subterráneo secreto, un tiempo de expresión exterior y un tiempo de digestión e integración. Los tránsitos sucesivos del mismo planeta, como los que ocurren bajo el ciclo de Saturno, fluyen uno en el otro, de modo que la conjunción fluye y refluye en el semisextil, la semicuadratura y el sextil, que, a su vez, conducen a la cuadratura, al trígono y así sucesivamente.

Podemos observar el mismo flujo y reflujo cuando un planeta en tránsito se mueve por las casas. A medida que se aproxima a la cúspide de la casa siguiente, empieza a enviar su energía a esa casa, mientras sigue afectando los asuntos de la casa que está dejando. No es tan simple como decir: “Bueno, cuando tengas catorce años y pico, Saturno estará en oposición con Saturno durante diez días exactamente y, entonces, hasta que tengas veintiuno no vuelve a pasar nada”. Los mismos orbes que usamos en la interpretación natal se aplican para los tránsitos, y yo tomaría 10° para los aspectos principales. Esto significa que el tránsito de Saturno puede aspectar a un planeta natal por un período de hasta dos años y medio, y no sólo por los pocos días en que el aspecto es exacto.

Urano en tránsito puede aspectar a un planeta natal durante varios años si consideramos un orbe de 10°.  Es probable que todo este período esté lleno de energía uraniana, aunque la mayor parte del tiempo el proceso trabaja en silencio debajo de la superficie de la conciencia. Los denominados hechos “repentinos” que suelen acompañar a los tránsitos de Urano en realidad no son nada repentinos cuando se los considera en este contexto. Son las erupciones de un proceso subterráneo que, de manera periódica durante el curso del tránsito, suben a la superficie y se reflejan en los característicos “acontecimientos” uranianos. Durante el curso del tránsito puede haber puntos en los que nos enfrentamos con el planeta en tránsito en todo su poder arquetípico. Pero lo más probable es que lo encontremos en nuestros sueños, nuestro humor y en las corrientes de nuestros sentimientos y fantasías, hasta que algo madura como una fruta y está listo para ser arrancado.

Reconocer la importancia de los orbes ayuda a clarificar por qué tantos de los cambios importantes relacionados con el proceso interior del tránsito ocuren antes de que el aspecto planetario sea exacto, y no mientras lo es. No tiene mucho sentido pensar en términos de un tránsito exacto de Urano en oposición a nuestro Sol natal dentro de dos años, cuando el planeta ya está dentro de los 8° de orbe. El tránsito ya está ocuriendo, mientras estamos ocupados haciendo una nota en nuestro diario que prevé un trastorno de aquí a dos años. Un poco de retrospección nos revelará que los sentimientos asociados al tránsito ya empezaron a influir en nuestra vida, si bien, como ya dije antes, esos sentimientos tal vez no guardan mucha semejanza con lo que entendemos como la teleología de Urano en oposición al Sol. Quizás adopten la forma de una ansiedad creciente, una sensación de que algo amenazante se avecina y una fuerte necesidad de atar todo para que quede asegurado. Es probable que nos sintamos de muchas maneras menos uranianos durante el período de acumulación. Si tratamos de entender el significado de este tránsito cuando está dentro de los 8° de orbe, no tenemos que espiar en el futuro, porque ya está aquí, en el umbral, en este preciso instante.

Cualquiera que trabaje con la psicoterapia de profundidad es probable que se encuentre familiarizado con el modo en que los tránsitos arrojan su sombra ante sí, a veces años antes de que el aspecto sea exacto. En los sueños aparecen imágenes que de manera inequívoca se relacionan con el tránsito, como los túneles subterráneos y las figuras oscuras, siniestras, asociadas a Plutón, o los pesados y esclavizantes temas terrenos conectados con Saturno, o los motivos de fusión oceánica asociados a Neptuno. Los tránsitos también se muestran en el desarrollo de la transferencia, que empieza a revelar cualidades vinculadas al planeta en tránsito, mucho antes de que el aspecto sea exacto.

Una de las cosas que aprendí al hacer trabajo analítico a lo largo de los años, es que el tránsito ha empezado su gestación en el inconsciente desde que entra en un rango de 10° u 11° de distancia respecto del planeta natal. Podremos suponer que no tenemos nada en qué pensar hasta que alcanza 1° de orbe. Pero no es así como funciona. Es un proceso gradual, un segmento de un ciclo permanente, y cuanta más comprensión tengamos durante el período de acumulación, más creatividad podremos emplear en el trabajo con las energías que funcionan dentro. Entonces, lo que estamos haciendo es obtener una percepción inteligente de nuestros propios patrones psíquicos: cooperar con ellos, participar en ellos y crear relaciones entre el ego y la psique mayor que tiene efectos determinados en el resultado del tránsito.

Dado que manejamos orbes, también descubriremos que es muy raro que un tránsito no esté acompañado. Esto se aplica en particular a aquellos tránsitos cuyos ciclos están vinculados por una relación particular en el tiempo. Por ejemplo, sabemos que el ciclo de Urano y el de Saturno están conectados mediante múltiplos de siete años aproximadamente. Neptuno también está enganchado en este marco temporal.  Cuando tenemos a Urano en tránsito en oposición a Urano natal, también tendremos a Saturno en tránsito en oposición a Saturno natal dentro de un par de años y, debido al factor de orbe, estos tránsitos suelen superponerse y conectarse psicológicamente. Neptuno en tránsito también estará en cuadratura con Neptuno natal alrededor de la misma época. Cuando tenemos a Saturno en tránsito en su segunda cuadratura con Saturno natal, también tendremos a Urano en tránsito en cuadratura con Urano natal casi al mismo tiempo. Quienquiera que haya sido el que orquestó las órbitas planetarias, tiene un agudo sentido del ritmo.

Si pensamos en esta inevitable coincidencia de los aspectos en tránsito, también nos daremos cuenta de que todo planeta natal involucrado por aspecto con Saturno, Urano o Neptuno, tendrá a los tres activándolo por tránsito a intervalos regulares. En la primera mitad de la vida, la Luna progresada también podrá unirse a la diversión, dado que regresa a su lugar natal no mucho antes del retorno de Saturno. Es casi como una orgía cósmica. Las coyunturas importantes en que estos tránsitos se agrupan son las épocas en las que atravesamos las famosas etapas críticas de la vida: la pubertad, la crisis de la mediana edad, la jubilación, etc. debemos tomar en cuenta el cuadro general, aún cuando empecemos por explorar los ciclos uno por uno.

Por ejemplo, una persona que tiene a Saturno natal en cuadratura con el Sol, siempre experimentará un tránsito de Saturno al Sol al mismo tiempo que Saturno transita a su Saturno natal. En ciertas coyunturas, particularmente en la primera mitad de la vida, también tendrá a Urano en tránsito activando tanto al Sol natal como a Saturno natal, un poco antes del tránsito de Saturno. Y a veces, Neptuno en tránsito y la Luna progresada activarán al Sol natal y a Saturno natal al mismo tiempo que Saturno en tránsito y Urano en tránsito. Si bien los aspectos exactos no ocurren en el mismo preciso momento, la importancia de los orbes significa que habrá una superposición. Los dos planetas natales están “casados” y todo tránsito siempre involucrará a ambos, aunque sea por aspecto menor.