Extraído del libro “Astrología de las Relaciones”, de Richard Idemon,
Ediciones Urano.
¿A qué me refiero al usar la palabra “mito”?
Algunas personas creen que un mito es una
fábula, una fantasía o un relato ficticio, pero os aseguro que no es nada de
eso. Un mito es la forma en que un individuo o grupo explica algo que observa
en su universo como un fenómeno natural, y así lo convierte en una metáfora.
Los mitos que recordamos y empleamos –y que aún hoy son tan poderosos para
nosotros- siguen acompañándonos porque, independientemente del momento o del
lugar, describen facetas universales de la naturaleza humana. Los mitos que nos
hablan de Edipo, Electra, Perseo o Medea, por ejemplo, están tan vivos y son
tan familiares hoy para nosotros como lo fueron para los griegos. Los mitos son
algo que está vivo, y bien vivo, y lo mismo se puede decir de la carta astral,
que es un mito viviente, un proceso vivo. La tarea del astrólogo o del
consejero astrológico es poner de manifiesto el contenido mítico de la carta.
Cada persona ve el mundo con su propio sistema
de mitos y la realidad de cada cual se fundamenta y se basa en su sistema
mítico. Pero no creo que se pueda decir cuál es el sistema mítico de una
persona sólo examinando su carta. La carta es la puerta que nos da acceso al
sistema mítico de alguien, pero por sí sola no nos dice lo que necesitamos
saber para definir el sistema mítico de esa persona. La carta es un poco como
el hilo de Ariadna, nos permite acceder al corazón de un laberinto y salir de
él, pero en realidad no es el hilo. El verdadero hilo es el proceso de consulta
que conduce al astrólogo hasta el mito viviente simbolizado y creado por la
carta de esa persona. En otras palabras, al hablar y dialogar con los clientes,
vamos descubriendo cómo interpretan los mitos de su carta y de su vida.
¿De dónde provienen nuestros mitos?
Se pueden dividir los mitos en tres categorías
básicas. Primero están los mitos colectivos, que son los que se
refieren al nacimiento y a la muerte, al amor y al matrimonio, al dolor y a la
pérdida. Nuestros grandes mitos y nuestros grandes dramas se basan en
experiencias humanas muy básicas y universales, compartidas por todos los que
hemos vivido o han vivido. Los grandes mitos de todas las culturas tienen temas
similares; las melodías pueden ser ligeramente diferentes, pero los temas son
los mismos. Por eso la primera categoría de mitos la constituyen los mitos
colectivos, y todos somos sensibles a ellos, de una manera u otra.
La segunda categoría la constituyen los mitos
sociales. Todos vivimos en una época y un lugar determinados, dentro de
una sociedad en particular y hay mitos que se derivan de la sociedad en que
vivimos y de aquella en que nos hemos criado. Jung dijo una vez una cosa interesante
(la verdad es que dijo más de un cosa interesante, pero esta es la que nos
interesa en este momento): que las personas que no han pasado por el proceso de
individuación, las que todavía andan proyectando sin reparos su material
psíquico por todas partes, tienden a sentir que los demás son como ellas, o que
deberían serlo. Tened esto presente, porque es un factor clave que habrá que
considerar al analizar el amplio dominio de las relaciones, específicamente en
lo que se refiere a la relación entre padres e hijos. Dicho de otra manera: lo
que una persona cree que es normal y habitual es lo que es normal y habitual para
esa persona. Yo no creo que exista nada a lo que se pueda llamar
normal. ¿Qué es lo normal? A una psicoanalista junguiana vienesa le hicieron
esta pregunta mientras dabaa un conferencia. Ella insistió en que no había nada
que fuera lo normal, pero el público siguió pidiéndole que les diera su
definición del concepto hasta que finalmente ella dijo: “Les diré cómo defino
lo normal… Si yo lo hago, es normal; si no lo hago, es anormal”. Tema
archivado!
En cualquier caso, todos vivimos en una
sociedad determinada y nuestra sociedad tiene lo que llamamos “costumbres”, que
vienen a ser nuestros mitos sociales. Cada persona debe encontrar una manera de
convivir con los mitos universales, colectivos (los que se refieren al
nacimiento, la muerte, el amor, la soledad, el espíritu de grupo, etc.) y
también un modo de hacer las paces con los mitos de la sociedad en que vive, o
por lo menos de adaptarse a ellos. Y cuando, en nuestra condición de
astrólogos, hacemos la carta de una persona, es necesario que sepamos algo de
sus mitos sociales.
¿Conocen la historia de unos estudiantes de
Harvard que mandaron los datos de nacimiento de una cabra a uno de esos
servicios astrológicos que hacen la interpretación de las cartas con un
programa de ordenador? No aclararon que se trataba de los datos de nacimiento
de una cabra, y los empleados del servicio astrológico pensaron que estaban
haciendo la carta de un hombre. Los estudiantes recibieron en su momento una
interpretación muy completa, algo así como: “Esta persona tiene una gran
capacidad para la dirección de empresas, se graduará en la universidad,
conseguirá un buen trabajo y tendrá muchas relaciones”. Tal vez esto último al
menos fuera cierto. El hecho es que es esencial conocer el entorno social de la
persona cuya carta hacemos. ¿Es alguien que vive en Estados Unidos, o en
Sudáfrica, o es una persona que nació en el seno de una familia católica muy
devota? Todo esto forma parte de los diferentes mitos sociales. Para entender
realmente la carta de alguien, tenemos que saber algo de sus mitos sociales.
Por último, están los mitos familiares. Cada
familia tiene su propio sistema mítico, representa su propio drama. La
psicología profunda abarca la indagación en los mitos psicológicos que hemos
heredado de nuestra familia. Delimitar con precisión cuáles son nuestros mitos
familiares no hace que las cosas cambien automáticamente para nosotros, pero sí
pone esos mitos bajo la luz de la conciencia, donde podemos verlos y
examinarlos.
Estos tres tipos de mitos –los colectivos, los
sociales y los familiares- se combinan para estructurar nuestros mitos
personales. Cada individuo tiene unos mitos personales que se derivan
de su interacción con los mitos colectivos, los mitos de la sociedad a la que
pertenece y sus mitos familiares. Sobre el sistema simbólico que constituye la
carta astral de cada cual, se levanta la capa superpuesta de la mitología
personal. Es posible tener una idea de los mitos que configuran la vida de una
persona estudiando su carta pero también dialogando con ella. “Diálogo” es una
palabra maravillosa que se deriva del griego dialogos, una
cominación de dos palabras: logos, que significa “mente, razón y
estructura”, y dia, que significa “a través”. La
astrología también es un logos, o por lo menos debería serlo; sin
embargo, tal como a menudo se la practica, tiende a ser una astromancia, un
arte adivinatoria, más bien que un arte del logos. El
diálogo entre consejero y cliente puede darnos una visión más clara de la forma
en que esa persona interpreta los mitos de su carta y de su vida en general.
Daré un ejemplo. Tomemos el caso de una mujer
nacida con el Sol en conjunción con Marte y Júpiter en Aries en la casa uno.
Por naturaleza debería ser una persona muy autoafirmativa, dinámica,
competitiva, del tipo yang. Pero yo pregunto cómo encaja eso
en el entorno social en que nació. La situación es una si proviene de una
familia acomodada de la ciudad de Nueva York o de California, o de casi
cualquier parte de Estados Unidos o de Europa occidental. Pero las cosas son
completamente diferentes si vive en una comunidad campesina de China o en una
tribu de la selva amazónica. Vemos así hasta qué punto puede ser diferente su
experiencia, según la naturaleza de la cultura en la que vive. Otro ejemplo
sería el caso de un hombre con gran predominio de agua, muy lunar, con fuertes
características de Piscis o que tenga a Neptuno muy destacado en su carta.
Alguien así es místico por naturaleza, tiene una tremenda sensibilidad y más
bien quiere escribir poesía y soñar que salir al mundo a competir. Muy pronto
empezarán a llegarle mensajes de su familia o de la sociedad, señalándole que
hay algo que marcha muy mal en él. A mi modo de ver, este tipo de dilema entre
nuestra verdadera naturaleza interior y lo que trata de imponernos la familia o
la sociedad es lo que da origen a muchos de nuestros problemas y complejos
personales.
¿Cuál piensan que es la necesidad más básica y
fundamental en una relación?
La gran mayoría de la gente responde diciendo
cosas como: el amor, la seguridad, el afecto, el compañerismo, la intimidad o
la confianza, pero yo no estoy de acuerdo con ninguna de estas respuestas. Yo
creo que la necesidad fundamental en las relaciones es la revalidación de
nuestros mitos básicos. Y creo
que, más que ninguna otra cosa, es eso lo que buscamos en una relación. ¿No es
interesante? Esto explica por qué tendemos a establecer ciertas pautas en
nuestras relaciones. ¿Se han fijado alguna vez en sus pautas? Y no me refiero
solamente a las relaciones amorosas, íntimas o eróticas, sino también a los
amigos que eligen, a los compañeros de trabajo, jefes y colaboradores que
atraen, a las personas al lado de las cuales quizá cenen esta noche, o a
cualquiera con quien establezcan contacto durante una conferencia. Todos
queremos mantener y resguardar nuestro trasfondo básico, todos queremos estar
continuamente recreando, mediante nuestra interacción con los demás, nuestros
mitos, sobre nosotros mismos y sobre la vida en general.
Ilustraré lo que quiero decir con una pequeña
lección de historia natural. Todos los animales tienen territorios. Por
supuesto, el territorio varía de una especie a otra, pero daré como ejemplo específico
el de la liebre norteamericana. Esta liebre tiene su territorio y sólo vive en
ese territorio. Ahora imaginemos que un depredador, un coyote por ejemplo,
persigue a la liebre hasta los límites de su territorio. La liebre volverá
atrás para terminar cayendo en las garras mismas del coyote, aunque sepa que
éste se la va a comer, con tal de no ir más allá de lo que ella conoce como su
territorio. Astrológicamente, yo relaciono esto con el arquetipo de Tauro.
Cuando hablo arquetípicamente de un signo, no quiero decir que todas las
personas de ese signo sean así. En este caso me refiero a que la seguridad es
la esencia del arquetipo de Tauro; seguridad en el nivel material, y
protección, comodidad y un afecto que nos nutra emocionalmente son todas las necesidades
primitivas que yo asocio con el signo de Tauro. Estas necesidades son básicas
para todos nosotros, o más exactamente, para la parte de Tauro que todos
tenemos. Tauro es el signo que yo asociaría con el Edén, con el refugio seguro
donde reina la abundancia. Ahora bien, quizán piensen que el Edén es un lugar
maravilloso para estar y que no querrían abandonarlo jamás, pero las cosas no
son siempre así, porque mucha gente vive en edenes muy perniciosos de los que
necesitan liberarse. El opuesto de Tauro es Escorpio; el opuesto de este mundo
edénico y seguro es la muerte, o el miedo a la muerte. Pasemos ahora del mundo
físico de la liebre al mundo psíquico del ser humano. Tal como la liebre, que
se mantiene dentro de su territorio básico pase lo que pase, los humanos
también vivimos dentro de un territorio psíquico básico, y abandonarlo o ir más
allá de sus fronteras lleva consigo la implicación de la muerte, que es la
razón por la cual nos resistimos tanto al cambio. De no ser así, estaríamos
todos viviendo sin reticencia nuestro lado de Escorpio, quemando viejas cartas,
desprendiéndonos de relaciones gastadas, moviéndonos y cambiando cada vez que
nos apeteciera.
Daré otro ejemplo de lo que quero decir cuando
hablo de trasfondo básico. Tomemos el caso de una persona que afirma: “Nunca
puedo establecer una relación con alguien que me ame y me trate bien”. Como
siempre digo, si piensas que en el anuncio que publicaste pedías un poeta y no
se te presentan más que camioneros, mejor será que revises el anuncio, porque
lo más probable es que se te esté presentando lo que pides inconscientemente, en
lugar de lo que dices que quieres. Mi teoría es que el trasfondo básico es
aquello que cada cual equipara con la supervivencia y, por consiguiente, lo más
fundamental, aquello a lo que queremos aferrarnos. De modo que si tu mito
básico (o el trasfondo básico de tu realidad) dice que nadie podrá amarte jamás
porque no te lo mereces, entonces las únicas personas a quienes podrás aceptar
en tu vida serán las que te garanticen que revalidarán ese mito. Si apareciera
alguien ofreciéndote un amor auténtico, lo más probable sería que dijeras que
es demasiado bajo o está demasiado gordo o es muy viejo, o que es rubia y tú
prefieres a las que tienen el pelo castaño, porque necesitas encontrar una
manera de racionalizar y explicar por qué esta no es una relación adecuada para
ti, que te permita agarrarte bien a tu trasfondo básico. El intento de aferrarnos a
nuestro trasfondo básico es la razón principal de que nos quedemos atascados en
una repetición interminable de pautas.
La psicoterapia, la psicología profunda y el
psicoanálisis se concentran en el intento de hacer aflorar a la conciencia
nuestro mito básico, a fin de que podamos tomar conciencia de él y quizá
cambiarlo o transformarlo de tal manera que nuestro mundo se ensanche o se
abra. En este aspecto, el psicoterapeuta representa el papel de Lucifer, al
tentarnos a abandonar el Paraíso: un relato arquetípico que yo asocio con el
hecho de abandonar el trasfondo básico.
Lo primero que necesitamos, entonces, es saber
cuál es nuestro trasfondo básico. Una vez que conozcamos el territorio,
tendremos la posibilidad de ir más allá de él. Hay algo que siempre me ha
preocupado. Conozco a muchas personas que llevan veinticinco años estudiando
astrología, o que han estado quince o veinte años sometiéndose a psicoterapia o
a un psicoanálisis profundo, y aunque como resultado de ello han aprendido
muchísimo sobre sí mismas, todavía no han cambiado. Ahora tienen explicaciones
mucho más racionalizadas de por qué hacen lo que sea que hagan, pero siguen sin
cambiar. ¿Cuál es, entonces, el ingrediente que les falta y que hace que la
gente cambie? En primer lugar, es un misterio. En segundo lugar, es ese momento
en el tiempo en que tenemos el coraje suficiente para dar el primer paro por
encima de esa frontera psíquica que, hasta ese instante, ha significado para
nosotros la seguridad. Y tal vez la única manera de poder afirmar que realmente
hemos empezado a cambiar sea mirar lo que está sucediendo en nuestras
relaciones. Las relaciones son nuestro espejo.
Por ejemplo, si te has esforzado mucho por
liberarte de tu trasfondo básico, quizás un día te encuentres con la clase de
hombre por quien normalmente te sentirías atraída y ver que ya no sientes la
misma poderosa atracción que solías sentir siempre en esa situación. Este tipo
de experiencia indica que has cambiado y que, aunque no te hayas librado del
todo de tu trasfondo básico, ya has empezado a desprenderte de él.
La carta natal puede ser un indicador
tremendamente útil de la naturaleza de nuestro trasfondo básico, pero lo que no
puede decirnos es de qué manera lo hemos interpretado. Y otra cosa que no puede
decirnos es si todavía estamos en pleno atasco o si ya hemos dado nuestros primeros
pasos para salir de él a explorar el resto del mundo. ¿Cómo puede uno descubrir
estas cosas? Diálogos. Como astrólogos, es necesario conversar con los
clientes para sondear cómo han interpretado el trasfondo básico que se revela
en su carta y para descubrir si han dado los primeros pasos hacia el exterior.
Cuando alguien les pida una lectura, deben empezar por descubrir por
qué lo ha hecho. Este conocimiento unido a lo que muestra la carta, es
el camino de entrada al sistema mítico del cliente.