sábado, 26 de mayo de 2012

Crear nuestra propia vida


Fragmento del libro “La misión de tu alma”, de Linda Brady y Evan St. Lifer, Ediciones Urano.

¿Crees que tienes algún grado de responsabilidad por el modo en que se despliegan las experiencias y los hechos de tu vida?

Cuando les pregunto a mis clientes si “crean su propia vida”, lo más normal es que me digan que sí. Después de todo, la responsabilidad personal es una filosofía espiritualmente correcta y que en la actualidad está en alza. Sin embargo, cuando experimentan una tragedia específica en su propia vida, como un divorcio, la muerte de un ser querido, la pérdida de un trabajo, muchos de estos mismos clientes responden diciendo: “Pero yo no he creado eso”.

Existe una errónea percepción general acerca de la teoría de la creación. Muchos creen que es una experiencia consciente e intelectual: crear objetivos y comprometerse con ellos, así como planificar estratagemas activas para organizarlos y afirmarlos. Algunos creemos –y muchos libros recientes lo corroboran- que si visualizamos un resultado positivo, si creamos un mantra y nos concentramos en él constantemente y tomamos medidas que apoyen la creación, conseguiremos lo que queremos.

Otros piensan que la creación de la vida es un proceso inconsciente cuyos rudimentos residen en nuestra psique. Jung, por ejemplo, creía que tendemos a reprimir y almacenar en el inconsciente las emociones y creencias con las que nos sentimos menos cómodos. Más tarde, en el momento en que lo considera apropiado, nuestro inconsciente trae esos sentimientos reacios a nuestra mente consciente y los crea externamente. En otras palabras, Jung afirmaba que proyectamos una parte inconsciente de nosotros mismos en la gente que nos rodea. Por ejemplo, si has reprimido toda tu agresiva cólera, luego la proyectarás en uno de tus amigos íntimos o en algún familiar, al que verás como poseedor de esa misma agresividad, de modo que puedas aprender de ella.

Si bien es cierto que el inconsciente, el intelecto y las emociones desempeñan un papel importante en la creación de nuestra vida, personalmente creo que son complementos del papel fundamental del alma. 

¿Por qué creamos nuestra vida para ser como es, con sus diferentes experiencias y relaciones? Porque nuestra alma anhela que tengamos esa vida para aprender nuevas lecciones y evolucionar hacia un orden espiritual más alto.

La creación del alma es la práctica de asumir la responsabilidad última por el modo en que nuestra vida se revela. Nuestra alma crea exactamente la vida que necesitamos.

Sin embargo, la diferencia entre nuestro intelecto, nuestras emociones y nuestra alma reside en que los primeros se relacionan solamente con nuestra personalidad y sus experiencias vitales actuales. La tarea de crear nuestra vida proviene del alma, una dimensión que trasciende esta vida y sus cambios.

“Bienvenida, oh vida! Voy a encontrar por enésima vez la realidad de la experiencia, y en la herrería de mi alma forjaré la conciencia increada de mi raza.” (James Joyce, Retrato del artista adolescente).


miércoles, 9 de mayo de 2012

De dónde provienen nuestros mitos


Extraído del libro “Astrología de las Relaciones”, de Richard Idemon, Ediciones Urano.

¿A qué me refiero al usar la palabra “mito”?

Algunas personas creen que un mito es una fábula, una fantasía o un relato ficticio, pero os aseguro que no es nada de eso. Un mito es la forma en que un individuo o grupo explica algo que observa en su universo como un fenómeno natural, y así lo convierte en una metáfora. Los mitos que recordamos y empleamos –y que aún hoy son tan poderosos para nosotros- siguen acompañándonos porque, independientemente del momento o del lugar, describen facetas universales de la naturaleza humana. Los mitos que nos hablan de Edipo, Electra, Perseo o Medea, por ejemplo, están tan vivos y son tan familiares hoy para nosotros como lo fueron para los griegos. Los mitos son algo que está vivo, y bien vivo, y lo mismo se puede decir de la carta astral, que es un mito viviente, un proceso vivo. La tarea del astrólogo o del consejero astrológico es poner de manifiesto el contenido mítico de la carta.

Cada persona ve el mundo con su propio sistema de mitos y la realidad de cada cual se fundamenta y se basa en su sistema mítico. Pero no creo que se pueda decir cuál es el sistema mítico de una persona sólo examinando su carta. La carta es la puerta que nos da acceso al sistema mítico de alguien, pero por sí sola no nos dice lo que necesitamos saber para definir el sistema mítico de esa persona. La carta es un poco como el hilo de Ariadna, nos permite acceder al corazón de un laberinto y salir de él, pero en realidad no es el hilo. El verdadero hilo es el proceso de consulta que conduce al astrólogo hasta el mito viviente simbolizado y creado por la carta de esa persona. En otras palabras, al hablar y dialogar con los clientes, vamos descubriendo cómo interpretan los mitos de su carta y de su vida.

¿De dónde provienen nuestros mitos?

Se pueden dividir los mitos en tres categorías básicas. Primero están los mitos colectivos, que son los que se refieren al nacimiento y a la muerte, al amor y al matrimonio, al dolor y a la pérdida. Nuestros grandes mitos y nuestros grandes dramas se basan en experiencias humanas muy básicas y universales, compartidas por todos los que hemos vivido o han vivido. Los grandes mitos de todas las culturas tienen temas similares; las melodías pueden ser ligeramente diferentes, pero los temas son los mismos. Por eso la primera categoría de mitos la constituyen los mitos colectivos, y todos somos sensibles a ellos, de una manera u otra.

La segunda categoría la constituyen los mitos sociales. Todos vivimos en una época y un lugar determinados, dentro de una sociedad en particular y hay mitos que se derivan de la sociedad en que vivimos y de aquella en que nos hemos criado. Jung dijo una vez una cosa interesante (la verdad es que dijo más de un cosa interesante, pero esta es la que nos interesa en este momento): que las personas que no han pasado por el proceso de individuación, las que todavía andan proyectando sin reparos su material psíquico por todas partes, tienden a sentir que los demás son como ellas, o que deberían serlo. Tened esto presente, porque es un factor clave que habrá que considerar al analizar el amplio dominio de las relaciones, específicamente en lo que se refiere a la relación entre padres e hijos. Dicho de otra manera: lo que una persona cree que es normal y habitual es lo que es normal y habitual para esa persona. Yo no creo que exista nada a lo que se pueda llamar normal. ¿Qué es lo normal? A una psicoanalista junguiana vienesa le hicieron esta pregunta mientras dabaa un conferencia. Ella insistió en que no había nada que fuera lo normal, pero el público siguió pidiéndole que les diera su definición del concepto hasta que finalmente ella dijo: “Les diré cómo defino lo normal… Si yo lo hago, es normal; si no lo hago, es anormal”. Tema archivado!

En cualquier caso, todos vivimos en una sociedad determinada y nuestra sociedad tiene lo que llamamos “costumbres”, que vienen a ser nuestros mitos sociales. Cada persona debe encontrar una manera de convivir con los mitos universales, colectivos (los que se refieren al nacimiento, la muerte, el amor, la soledad, el espíritu de grupo, etc.) y también un modo de hacer las paces con los mitos de la sociedad en que vive, o por lo menos de adaptarse a ellos. Y cuando, en nuestra condición de astrólogos, hacemos la carta de una persona, es necesario que sepamos algo de sus mitos sociales.

¿Conocen la historia de unos estudiantes de Harvard que mandaron los datos de nacimiento de una cabra a uno de esos servicios astrológicos que hacen la interpretación de las cartas con un programa de ordenador? No aclararon que se trataba de los datos de nacimiento de una cabra, y los empleados del servicio astrológico pensaron que estaban haciendo la carta de un hombre. Los estudiantes recibieron en su momento una interpretación muy completa, algo así como: “Esta persona tiene una gran capacidad para la dirección de empresas, se graduará en la universidad, conseguirá un buen trabajo y tendrá muchas relaciones”. Tal vez esto último al menos fuera cierto. El hecho es que es esencial conocer el entorno social de la persona cuya carta hacemos. ¿Es alguien que vive en Estados Unidos, o en Sudáfrica, o es una persona que nació en el seno de una familia católica muy devota? Todo esto forma parte de los diferentes mitos sociales. Para entender realmente la carta de alguien, tenemos que saber algo de sus mitos sociales.

Por último, están los mitos familiares. Cada familia tiene su propio sistema mítico, representa su propio drama. La psicología profunda abarca la indagación en los mitos psicológicos que hemos heredado de nuestra familia. Delimitar con precisión cuáles son nuestros mitos familiares no hace que las cosas cambien automáticamente para nosotros, pero sí pone esos mitos bajo la luz de la conciencia, donde podemos verlos y examinarlos.

Estos tres tipos de mitos –los colectivos, los sociales y los familiares- se combinan para estructurar nuestros mitos personales. Cada individuo tiene unos mitos personales que se derivan de su interacción con los mitos colectivos, los mitos de la sociedad a la que pertenece y sus mitos familiares. Sobre el sistema simbólico que constituye la carta astral de cada cual, se levanta la capa superpuesta de la mitología personal. Es posible tener una idea de los mitos que configuran la vida de una persona estudiando su carta pero también dialogando con ella. “Diálogo” es una palabra maravillosa que se deriva del griego dialogos, una cominación de dos palabras: logos, que significa “mente, razón y estructura”, y dia, que significa “a través”. La astrología también es un logos, o por lo menos debería serlo; sin embargo, tal como a menudo se la practica, tiende a ser una astromancia, un arte adivinatoria, más bien que un arte del logos. El diálogo entre consejero y cliente puede darnos una visión más clara de la forma en que esa persona interpreta los mitos de su carta y de su vida en general.

Daré un ejemplo. Tomemos el caso de una mujer nacida con el Sol en conjunción con Marte y Júpiter en Aries en la casa uno. Por naturaleza debería ser una persona muy autoafirmativa, dinámica, competitiva, del tipo yang. Pero yo pregunto cómo encaja eso en el entorno social en que nació. La situación es una si proviene de una familia acomodada de la ciudad de Nueva York o de California, o de casi cualquier parte de Estados Unidos o de Europa occidental. Pero las cosas son completamente diferentes si vive en una comunidad campesina de China o en una tribu de la selva amazónica. Vemos así hasta qué punto puede ser diferente su experiencia, según la naturaleza de la cultura en la que vive. Otro ejemplo sería el caso de un hombre con gran predominio de agua, muy lunar, con fuertes características de Piscis o que tenga a Neptuno muy destacado en su carta. Alguien así es místico por naturaleza, tiene una tremenda sensibilidad y más bien quiere escribir poesía y soñar que salir al mundo a competir. Muy pronto empezarán a llegarle mensajes de su familia o de la sociedad, señalándole que hay algo que marcha muy mal en él. A mi modo de ver, este tipo de dilema entre nuestra verdadera naturaleza interior y lo que trata de imponernos la familia o la sociedad es lo que da origen a muchos de nuestros problemas y complejos personales.

¿Cuál piensan que es la necesidad más básica y fundamental en una relación?

La gran mayoría de la gente responde diciendo cosas como: el amor, la seguridad, el afecto, el compañerismo, la intimidad o la confianza, pero yo no estoy de acuerdo con ninguna de estas respuestas. Yo creo que la necesidad fundamental en las relaciones es la revalidación de nuestros mitos básicos. Y creo que, más que ninguna otra cosa, es eso lo que buscamos en una relación. ¿No es interesante? Esto explica por qué tendemos a establecer ciertas pautas en nuestras relaciones. ¿Se han fijado alguna vez en sus pautas? Y no me refiero solamente a las relaciones amorosas, íntimas o eróticas, sino también a los amigos que eligen, a los compañeros de trabajo, jefes y colaboradores que atraen, a las personas al lado de las cuales quizá cenen esta noche, o a cualquiera con quien establezcan contacto durante una conferencia. Todos queremos mantener y resguardar nuestro trasfondo básico, todos queremos estar continuamente recreando, mediante nuestra interacción con los demás, nuestros mitos, sobre nosotros mismos y sobre la vida en general.

Ilustraré lo que quiero decir con una pequeña lección de historia natural. Todos los animales tienen territorios. Por supuesto, el territorio varía de una especie a otra, pero daré como ejemplo específico el de la liebre norteamericana. Esta liebre tiene su territorio y sólo vive en ese territorio. Ahora imaginemos que un depredador, un coyote por ejemplo, persigue a la liebre hasta los límites de su territorio. La liebre volverá atrás para terminar cayendo en las garras mismas del coyote, aunque sepa que éste se la va a comer, con tal de no ir más allá de lo que ella conoce como su territorio. Astrológicamente, yo relaciono esto con el arquetipo de Tauro. Cuando hablo arquetípicamente de un signo, no quiero decir que todas las personas de ese signo sean así. En este caso me refiero a que la seguridad es la esencia del arquetipo de Tauro; seguridad en el nivel material, y protección, comodidad y un afecto que nos nutra emocionalmente son todas las necesidades primitivas que yo asocio con el signo de Tauro. Estas necesidades son básicas para todos nosotros, o más exactamente, para la parte de Tauro que todos tenemos. Tauro es el signo que yo asociaría con el Edén, con el refugio seguro donde reina la abundancia. Ahora bien, quizán piensen que el Edén es un lugar maravilloso para estar y que no querrían abandonarlo jamás, pero las cosas no son siempre así, porque mucha gente vive en edenes muy perniciosos de los que necesitan liberarse. El opuesto de Tauro es Escorpio; el opuesto de este mundo edénico y seguro es la muerte, o el miedo a la muerte. Pasemos ahora del mundo físico de la liebre al mundo psíquico del ser humano. Tal como la liebre, que se mantiene dentro de su territorio básico pase lo que pase, los humanos también vivimos dentro de un territorio psíquico básico, y abandonarlo o ir más allá de sus fronteras lleva consigo la implicación de la muerte, que es la razón por la cual nos resistimos tanto al cambio. De no ser así, estaríamos todos viviendo sin reticencia nuestro lado de Escorpio, quemando viejas cartas, desprendiéndonos de relaciones gastadas, moviéndonos y cambiando cada vez que nos apeteciera.

Daré otro ejemplo de lo que quero decir cuando hablo de trasfondo básico. Tomemos el caso de una persona que afirma: “Nunca puedo establecer una relación con alguien que me ame y me trate bien”. Como siempre digo, si piensas que en el anuncio que publicaste pedías un poeta y no se te presentan más que camioneros, mejor será que revises el anuncio, porque lo más probable es que se te esté presentando lo que pides inconscientemente, en lugar de lo que dices que quieres. Mi teoría es que el trasfondo básico es aquello que cada cual equipara con la supervivencia y, por consiguiente, lo más fundamental, aquello a lo que queremos aferrarnos. De modo que si tu mito básico (o el trasfondo básico de tu realidad) dice que nadie podrá amarte jamás porque no te lo mereces, entonces las únicas personas a quienes podrás aceptar en tu vida serán las que te garanticen que revalidarán ese mito. Si apareciera alguien ofreciéndote un amor auténtico, lo más probable sería que dijeras que es demasiado bajo o está demasiado gordo o es muy viejo, o que es rubia y tú prefieres a las que tienen el pelo castaño, porque necesitas encontrar una manera de racionalizar y explicar por qué esta no es una relación adecuada para ti, que te permita agarrarte bien a tu trasfondo básico. El intento de aferrarnos a nuestro trasfondo básico es la razón principal de que nos quedemos atascados en una repetición interminable de pautas.

La psicoterapia, la psicología profunda y el psicoanálisis se concentran en el intento de hacer aflorar a la conciencia nuestro mito básico, a fin de que podamos tomar conciencia de él y quizá cambiarlo o transformarlo de tal manera que nuestro mundo se ensanche o se abra. En este aspecto, el psicoterapeuta representa el papel de Lucifer, al tentarnos a abandonar el Paraíso: un relato arquetípico que yo asocio con el hecho de abandonar el trasfondo básico.

Lo primero que necesitamos, entonces, es saber cuál es nuestro trasfondo básico. Una vez que conozcamos el territorio, tendremos la posibilidad de ir más allá de él. Hay algo que siempre me ha preocupado. Conozco a muchas personas que llevan veinticinco años estudiando astrología, o que han estado quince o veinte años sometiéndose a psicoterapia o a un psicoanálisis profundo, y aunque como resultado de ello han aprendido muchísimo sobre sí mismas, todavía no han cambiado. Ahora tienen explicaciones mucho más racionalizadas de por qué hacen lo que sea que hagan, pero siguen sin cambiar. ¿Cuál es, entonces, el ingrediente que les falta y que hace que la gente cambie? En primer lugar, es un misterio. En segundo lugar, es ese momento en el tiempo en que tenemos el coraje suficiente para dar el primer paro por encima de esa frontera psíquica que, hasta ese instante, ha significado para nosotros la seguridad. Y tal vez la única manera de poder afirmar que realmente hemos empezado a cambiar sea mirar lo que está sucediendo en nuestras relaciones. Las relaciones son nuestro espejo.

Por ejemplo, si te has esforzado mucho por liberarte de tu trasfondo básico, quizás un día te encuentres con la clase de hombre por quien normalmente te sentirías atraída y ver que ya no sientes la misma poderosa atracción que solías sentir siempre en esa situación. Este tipo de experiencia indica que has cambiado y que, aunque no te hayas librado del todo de tu trasfondo básico, ya has empezado a desprenderte de él.

La carta natal puede ser un indicador tremendamente útil de la naturaleza de nuestro trasfondo básico, pero lo que no puede decirnos es de qué manera lo hemos interpretado. Y otra cosa que no puede decirnos es si todavía estamos en pleno atasco o si ya hemos dado nuestros primeros pasos para salir de él a explorar el resto del mundo. ¿Cómo puede uno descubrir estas cosas? Diálogos. Como astrólogos, es necesario conversar con los clientes para sondear cómo han interpretado el trasfondo básico que se revela en su carta y para descubrir si han dado los primeros pasos hacia el exterior. Cuando alguien les pida una lectura, deben empezar por descubrir por qué lo ha hecho. Este conocimiento unido a lo que muestra la carta, es el camino de entrada al sistema mítico del cliente.