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domingo, 26 de mayo de 2013

La Misión del Alma (Nodos Lunares)


Fragmento del libro “La Misión de tu Alma”, de Evan St. Lifer y Linda Brady. Extraído de la segunda parte: Viaje a la misión de tu alma

DE LA PERSONA QUE ERES A LA PERSONA QUE QUIERES SER

Tener un conocimiento básico y práctico de nuestra alma y nuestra personalidad, y ser concientes de su voluntad dinámica espiritual, nos ayuda a alinearlas de tal modo que podamos experimentar la sensación de estar viviendo la misión de nuestra alma. Se accede a la personalidad mediante el intelecto, las sensaciones y los sentimientos. Al alma, en cambio, se accede mediante la intuición.

Dice Gary Zukav, en “El lugar del alma”: Cuando la personalidad está plenamente al servicio de la energía del alma, estamos ante una auténtica cesión de poder. Este es el objetivo del proceso de evolución y nuestra razón de ser. Cada experiencia que tenemos y tendremos en la Tierra fomenta la alineación de la personalidad con el alma.

Cuando nuestra alma y nuestra personalidad estén alineadas, podremos finalmente dedicarnos a nuestra misión del alma, la tarea de nuestra vida. Experimentaremos un nivel sin parangón de satisfacción y finalidad que desembocará en una paz interior esencial. En “El lugar del alma”, Zukav analiza la relación entre la personalidad y el alma: Cuando una personalidad alcanza su pleno equilibrio, no podemos ver dónde termina la personalidad y comienza el alma. Estamos ante un ser humano íntegro.

La misión del alma es siempre aquello que, según nosotros mismos, no podemos hacer. Es nuestro camino de crecimiento, la finalidad singular y distintiva que representa nuestra realización. La misión del alma se convierte en un viaje hacia nuestro potencial máximo para transformarnos en algo que nunca hemos sido; es algo diametralmente opuesto a nuestra zona de comodidad.

LOS NODOS LUNARES

El proceso de los nodos norte y sur es básico para aprender y vivir la misión del alma. Por medio de los nodos norte y sur salen a la luz palabras y símbolos que serán utilizados para salvar la distancia que media entre las vidas pasadas y la vida presente. No es necesario creer en la reencarnación ni en la existencia de vidas anteriores para beneficiarse de este proceso, pero si se cree que la vida tiene algún propósito y sentido, resultará más fácil captar el significado de este concepto.

Los nodos son puntos del cielo donde la Luna intercepta la órbita de la Tierra alrededor del Sol. Los nodos norte y sur están, en consecuencia representados por dos signos del zodíaco que se oponen diametralmente entre sí en el cosmos. Si el nodo norte está en Cancer, el nodo sur estará en Capricornio, y así sucesivamente.

El nodo sur, al que denominaremos Pauta Anímica, encarna al tipo de persona que se es cuando se muestran los viejos y previsibles hábitos y comportamientos. Representa los pensamientos, sentimientos y creencias más familiares. Este nodo indica las vidas pasadas que se necesita recordar, las deudas kármicas que hay que pagar y las relaciones que apoyarán la propia visión. (Una deuda kármica es una cuestión sin resolver que arrastramos de una vida anterior). El nodo sur muestra nuestras “asignaturas pendientes”, problemas sin resolver que nos provocan frustración y sufrimiento en esta vida.

Martin Schulman, autor de la serie de libros titulada “Astrología Kármica”, describe la Pauta Anímica (el nodo sur) como:  […] simbólica del pasado del hombre. [El nodo sur] no simboliza una encarnación, sino [más bien] una combinación de los acontecimientos, ideas, actitudes y pensamientos de cada encarnación, cuyos efectos irresueltos acumulados han creado la vida actual. Para algunos el nodo sur puede ser limitador, mientras que para aquellos que tienen unos cimientos en el pasado sólidos y amplios, puede ser simplemente el factor que conduce la vida actual hacia su cumplimiento y su realización.

Hay que evolucionar, hay que dejar atrás los hábitos y tendencias confirmados por la Pauta Anímica para alcanzar las posibilidades señaladas por el nodo norte, al que denominaremos Potencial Anímico. En términos más sencillos, podríamos decir que la Pauta Anímica representa nuestro pasado, mientras que el Potencial Anímico es nuestro futuro, la misión del alma.

Cada uno de nosotros lleva ciertas tendencias y cuestiones específicas de una vida a la siguiente por la simple razón de que están sin resolver. Una vez aprendidas las lecciones que el alma necesita aprender, no tendremos por qué arrastrar ese “equipaje kármico” a la siguiente encarnación.  El Potencial Anímico ofrece un mapa de carreteras lleno de palabras y conceptos que ayudarán a comprender quiénes necesitamos ser para realizar la misión del alma. El Potencial Anímico podría definirse básicamente como “lo que más miedo nos da”, aquello que pone al descubierto sentimientos de inseguridad o miedo porque intenta introducirnos en un terreno nuevo y desconocido. Todos nos vemos atraídos hacia nuestro Potencial Anímico, tal como una mariposa nocturna se ve atraída hacia la luz, y sin embargo, al mismo tiempo, nos aterroriza acercarnos a él.

Una vez aceptado, el Potencial Anímico proporciona un camino claro hacia una vida de profundo gozo, llena de sentido y coherencia. Schulman define el Potencial Anímico (nodo norte) como:  […] el símbolo del futuro, una nueva experiencia aún no probada. Para la persona, este es el nuevo ciclo que anhela, y conlleva todas las aprensiones a lo desconocido y las experiencias nunca probadas. No obstante, esta posición nodal tiene un encanto magnético y extraño, pues empuja al alma hacia su futuro crecimiento. […] Simboliza el ámbito más elevado de expresión que alcanzaremos en la vida actual, y por lo tanto debe interpretarse como el conjunto de las cualidades superiores del signo y la casa en que está emplazado.

La mejor manera de comenzar a aprender cosas acerca del viaje del alma es conocer nuestra Pauta Anímica. Al igual que nuestro signo solar, el signo de nuestra Pauta Anímica está determinado por la fecha de nacimiento, y proporciona información relativa a nuestras vidas pasadas al tiempo que enseña cómo hemos manifestado en esta vida ciertas tendencias de nuestra vida anterior. Por el contrario, el Potencial Anímico representa la misión del alma y simboliza el futuro. Proporciona una comprensión consciente de aquellas cuestiones de nuestra vida que hasta ahora han permanecido latentes. Al enfrentarnos a algunas cuestiones vitales por medio de la Pauta Anímica, y eliminando los hábitos y comportamientos negativos que han impedido perseguir nuestros sueños y objetivos, podemos concentrarnos en el camino que conduce al Potencial Anímico, para así vivir la clase de vida que es el objetivo del alma.

POR QUÉ ES ESPIRITUALMENTE TERAPEUTICO ABANDONAR VIEJOS HABITOS

“Adquirir un hábito es empezar a dejar de ser”. Miguel de Unamuno

Nuestra alma se encuentra en un camino de crecimiento perpetuo. Por eso necesita que evolucionemos hacia un orden superior y aprendamos lecciones de un modo acumulativo, de una vida a la siguiente. Nuestra alma desea que vivamos nuevas experiencias. Permanecer estancados en una Pauta Anímica vieja y conocida nos impide evolucionar. Nuestras circunstancias vitales pueden parecernos familiares en este momento, pero nuestra Pauta Anímica finalmente nos sacará de ahí creando una experiencia desagradable o una sacudida en nuestra vida.

Cuando estamos satisfechos con las cosas tal como son, la mayoría de nosotros no hacemos cambios radicales en nuestra vida. Sólo cambiamos si tenemos que enfrentarnos a un problema, sobre todo si este problema nos lo hemos creado nosotros mismos por medio de nuestra Pauta Anímica. En algún momento de nuestra vida, nuestra alma nos dice “Ya es hora de que hagas algo diferente”. Pero abandonar nuestra Pauta Anímica por la misión de nuestra alma es, en el mejor de los casos, incómodo y, en el peor, sencillamente aterrador.

A diferencia de nuestra personalidad, el alma no juzga, no evalúa las experiencias clasificándolas como positivas o negativas: lo que le interesa es si son nuevas o viejas. El  alma quiere exponernos al descubrimiento, ofreciéndonos sin cesar nuevas experiencias y comprensiones intuitivas que nos conducirán hacia la próxima encarnación.

POR QUÉ NOS DA MIEDO EL CAMBIO

La principal razón por la cual tememos el cambio es que, conciente o inconcientemente, lo consideramos equivalente a la muerte. Nuestra mortalidad es la gran transformación, pero la mayoría la ve como un final más que como un nuevo comienzo.

Quienes tienen miedo al cambio suelen decir que se sienten como si hubieran perdido contacto con su centro espiritual; sin embargo, estar en contacto con nuestra energía espiritual forma parte del viaje de nuestra alma hacia el descubrimiento, el cambio y la novedad. Si no nos permitimos continuar este viaje, nos estancamos. Un viaje implica movimiento, y aquellos que se niegan a actuar viven paralizados por su miedo al cambio, por su temor a encontrarse en un territorio que les desconocido.

Para seguir a nuestro Potencial Anímico necesitamos confiar en nuestra alma, darle un voto de confianza. Muchos de nosotros, cuando éramos pequeños, tuvimos miedo antes de zambullirnos por primera vez en la piscina: hoy observamos ese mismo temos en nuestros hijos cuando comienzan a nadar. Esta misma aprensión nos impide aprovechar nuevas y prometedoras oportunidades comerciales, hacer cambios profesionales radicales o cultivar relaciones satisfactorias y llenas desentido. Nada podía reducir nuestro miedo a tirarnos de cabeza al agua salvo la primera zambullida real. Nuestro Potencial Anímico no es una cuestión de saber, sino de confiar en nuestra alma. Ella siempre tiene razón.

Tres razones por las que tememos o detestamos el cambio:
a)     La mayoría de nosotros lo equipara a la muerte.
b)     Nos enseñaron que es mejor dejar las cosas como están.
c)     No es un proceso lógico, sino emocional.

LA PAUTA ANÍMICA: VIEJAS PREDILECCIONES

Cuatro cosas que debemos saber sobre la Pauta Anímica:

  1. Proporciona el punto de partida espiritual y dice dónde hemos estado y qué hemos sido antes, alertando sobre nuestras tendencias perjudiciales.
  2. Identifica lo que para nosotros es seguro, previsible y familiar.
  3. Si no somos concientes de nuestra Pauta Anímica, tenderemos a crear relaciones conflictivas basadas en ella.
  4. Si no analizamos nuestra Pauta Anímica, en algún momento emergerá en forma de una seria crisis.
EL POTENCIAL ANÍMICO: LO QUE PODEMOS LLEGAR A SER 

Cuatro cosas que debemos saber sobre el Potencial Anímico:

  1. En un plano espiritual, el Potencial Anímico representa la luz al final del túnel.
  2. Proporciona información acerca del tipo de energía, las características y los rasgos que nuestra alma quiere que pongamos de manifiesto.
  3. Representa una “expansión” de la ambición, pues nos incita a hacer cosas que normalmente no nos hacen sentir cómodos o seguros, pero que nos brindarán satisfacción una vez que logremos superar la ansiedad y “dar el salto”.
  4. El Potencial Anímico no es un objetivo  a alcanzar, un producto final estático, sino el viaje que el alma desea que emprendamos, un proceso dinámico constante.
Cuando nos enfrentamos a factores desconocidos – por ejemplo, cómo realizar la misión de nuestra alma- todos nos planteamos una serie de preguntas prácticas, a saber: ¿Cómo reorganizar mi vida para hacer lo que no he hecho hasta ahora? ¿Cómo establecer prioridades? ¿Qué compromisos concretos tendré que hacer para llevar mi proyecto a buen término? ¿A qué ámbitos debería aplicar los reiterados esfuerzos para hacer realidad la misión de mi alma? ¿Qué responsabilidades tengo que asumir para realizar mi Potencial Anímico?   Las respuestas a todas estas preguntas podrán ser halladas en el signo del zodíaco en que está emplazado Saturno.


miércoles, 15 de agosto de 2012

El Ascendente: su puerta kármica


Un texto de Martin Schulman.


Por lo general, estudiamos el horóscopo a fin de mejorar nuestras vidas y ensalzar nuestra contribución a la evolución de la especie, y tendemos a ignorar el significado del ascendente. La mayoría de los estudiantes se concentran en las posiciones y los aspectos planetarios. Buscamos posibilidades y nos olvidamos de la realidad. Así pues, en lugar de ver a un individuo como realmente es, nos centramos en posibilidades futuras que pueden o no manifestarse. Cada carta astral contiene la totalidad de las posibilidades que la persona necesita para llevar una vida plena. Pero la plenitud de la vida tan sólo se convierte en una meta alcanzable cuando estamos “conectados” al modo en que nuestro ser interior da y recibe iluminación (hacia y desde nuestro entorno).

A mi entender, el ascendente es la expresión de la realidad de cada persona. Cuando contemplamos el mundo como una entidad compuesta por todos los individuos, el ascendente nos muestra la verdadera estructura de la realidad del mundo. El potencial de un individuo o la evolución potencial de la raza humana en su totalidad son ideales de gran importancia. Pero es la realidad de los individuos, quienes se relacionan con aquello que les rodea, lo que hace al mundo tal como es. El ascendente se convierte en la puerta que nos permite comprender la realidad, no a través del potencial que puede alcanzar, sino a través de la misma esencia que está alcanzando.

El ascendente como “puerta” se convierte en el filtro entre todo lo que existe dentro de la carta astral y todo lo que existe en el mundo exterior. Si consideramos la carta como un círculo cerrado, dotado de una puerte que da al ascendente, no resulta difícil de entender. Las personas tienen muchos pensamientos, sentimientos e ideas distintos sobre sí mismas y los demás. Pueden incluso percibir miles de maneras de emular a los demás o copiar los logros que admiran en el mundo exterior. Pueden ver en sí mismos posibilidades que por razones oscuras no pueden alcanzar. Es el ascendente el que se centra en todos estos pensamientos, sentimientos e ideas, a fin de que las personas puedan llegar a expresarse de un modo coherente en un mundo coherente. Si pensamos en la carta sin un círculo que la rodee, entonces todos los pensamientos, sentimientos e ideas se derramarían sobre el entorno y crearían una vida de dispersión incoherente. Las personas podrían sucumbir a la atracción magnética de tal cantidad de factores externos que se sentirían descorazonadoramente pequeñas en un mundo que se les antojaría demasiado grande para poder acogerlas. Por el contrario, si cerramos el círculo y dejamos el ascendente como única puerta de acceso personal al mundo exterior, obtendremos una condición en la que podremos centrar y concentrar nuestras energías dentro de un campo coherente de expresión. El ascendente es el filtro a través del cual podremos llegar a ejercer control sobre nosotros mismos.

El ser interior de un individuo se compone de muchas cosas, algunas de ellas personales, otras no. Uno puede conservar en lo más profundo de su ser los recuerdos íntimos de experiencias pasadas, los conocimientos, tanto personales como impersonales, que ha adquirido, así como un sentido de la percepción del mundo. Como es natural, los distintos aspectos y posiciones planetarias afectan el modo en que el ser interior percibe todo ello. Si tan sólo estudiamos el ser interior, no estaremos analizando más que la mitad de la cuestión. El gurú que vive en la montaña puede comprender muchas cosas, pero es posible que no tenga idea de lo que significa viajar en un tren o en un autobús atestados de gente. La conciencia total de algunas personas siente pavor ante el entorno. Estas personas lo observan todo, desprovistas del sentimiento de pertenecer a todo lo que sucede en el mundo. Ninguno de los dos puntos de vista es totalmente correcto, ya que la vida interior y la exterior son incompletas la una sin la otra. El ascendente se encarga de unirlas.

Si consideramos la carta como un círculo cerrado y el ascendente como puerta de acceso, empezaremos a comprender las fronteras que limitan nuestra existencia de un modo constructivo con respecto a lo que podemos hacer de la forma más positiva. Una vez que hayamos aprendido a concentrar nuestras energías astrales a través del ascendente, podrían empezar a desaparecer todas aquellas interferencias carentes de sentido que nos impiden ser completamente nosotros mismos. En su lugar, el ego empieza a dibujarse y a desarrollar un sentido de la identidad, ya que conoce a la perfección la relación existente entre el ser interior y el mundo externo. La cuestión de la identidad no puede resolverse mediante la búsqueda de complejos psicológicos que pueden ser inherentes a determinadas posiciones planetarias dentro de la carta astral. Si bien reflejan el ser interior, estas posiciones no representan la integración entre la persona y el mundo que la rodea.

A medida que avanzamos en la vida, asimilamos ciertas cosas y descartamos otras. En todo momento experimentamos un proceso de toma y daca, un flujo de yin y yang que no cesa de remodelar la personalidad. Si no utilizamos nuestro ascendente, es fácil que asimilemos tantas cosas del entorno que lleguemos a tener serias dudas sobre quiénes somos. En el otro extremo, podemos llegar a expresar más de lo que nuestro entorno considera significativo. Sin  embargo, si esta doble corriente se mantiene dentro del perímetro del ascendente, se asemeja a un cable eléctrico protegido por una funda aislante. Podemos considerar y elegir de un modo selectivo lo que asimilamos y lo que emanamos a través de este filtro protector. Para seguir empleando la analogía de una corriente eléctrica, ésta debe ser la misma en ambas direcciones si queremos que la lámpara funcione. Cuando asimilamos más cosas de las que somos capaces de expresar, la corriente de la vida se desequilibra. Como consecuencia, guardamos demasiadas cosas en nuestro interior, lo cual nos impide ver la luz. Si expresamos más de lo que asimimamos, la corriente vuelve a quedar desequilibrada y no hay iluminación alguna. Ni la pasividad (el hecho de ser receptivo a las influencias de la vida), ni la actividad (el hecho de intentar plasmar el ser interior en el entorno), representan la plenitud de la vida que perseguimos. Lo que resulta aún más interesante es que los planetas de la carta astral no pueden alcanzar un rendimiento óptimo si la corriente de energía que fluye a través del ascendente está desequilibrada. Si pensamos en los planetas como receptores o transmisores de energía, y en la posición de los planetas como el modo en que pueden interpretarse las distintas energías, entonces entenderemos con facilidad que el exceso o la falta de corriente a través del ascendente pueden bien obstaculizar o bien sobrecargar todo el mecanismo.

El ascendente une el vacío existente entre el ser interior y el mundo al que la persona debe hacer frente. A fin de alcanzar el estado de ser, el individuo debe ser capaz de asociar todo lo que emana del interior del ser a una realidad mayor que pueda recibirlo. Si “todo lo que se halla en el interior de uno” no encuentra una vía de escape, la desesperación y la sensación de pérdida pueden apoderarse del ser interior. Si, por otro lado, el mundo exterior es incapaz de recibir todo aquello que un individuo puede llegar a ofrecer, el ser interior puede verse invadido por la desazón y por una sensación de falta de integración. El ascendente proporciona un equilibrio que permite que todo lo que se halla en el interior del individuo halle en última instancia comprensión a través del contacto con el entorno.

En ocasiones observamos a personas que se esconden detrás de sí mismas, que forjan ilusiones en su ser interior, al tiempo que contemplan cómo el entorno se plasma de un modo impersonal en ellos a través del ascendente. A veces encontramos a personas que se creen obligadas a empujar la carta  a través del ascendente, a sacar al exterior la energía de los planetas y los aspectos por la fuerza. En tales casos, estas personas suelen perder el ser interior en el entorno. Los hindúes afirman que la vida es como estar en un puente bajo, contemplando la corriente del río. Los acontecimientos fluyen hacia uno y vuelven a alejarse; el individuo los siente y los experimenta, pero el ser interior permanece intacto. El ascendente representa ese puente bajo o punto de encuentro entre el ser interior y los acontecimientos de la vida que experimentará. Si permitimos que nuestro ser interior experimente la vida abiertamente a través de todas las casas de la carta, como, por desgracia, hace la mayoría de la gente, podemos perder de vista la “corriente” que puede centrar y dirigir nuestras experiencias en el marco de referencia que por naturaleza entendemos. Incluso el río tiene orilla. Un río tiene tamaño, anchura, forma y dirección. Si no existiera la orilla, el agua fluiría por todas partes. Si experimentamos la vida a través de las distintas casas de nuestra carta sin asociarla de nuevo al ascendente, es como observar un río cambiar de forma y dirección sin saber siquiera por qué estamos contemplándolo. Si se asocia la experiencia de cada casa de nuevo al ascendente, puede mantenerse una comprensión centrada entre el ser interior y las experiencias externas. Y es ello lo que nos da una sensación de control sobre nuestras vidas.

El ascendente es nuestro centro de conciencia. Magnetiza y guía el resto de la carta hasta aquellas experiencias a través de las cuales el ser interno y el entorno pueden comunicarse. Si el individuo utiliza su ascendente de forma correcta, se sentirá cercano a las experiencias de la vida que se asemejen a las cualidades de su ascendente. Al mismo tiempo, será capaz de distanciarse de todas aquellas experiencias del entorno que no se relacionen directamente con su ascendente. De este modo, el ascendente magnetiza la conciencia, fijándola en puntos del espacio y del tiempo, a fin de que pueda establecer contacto con todas sus necesidades de asimilar cosas del (y dar al) universo sin experimentar demasiadas interferencias en forma de vibraciones, acontecimientos o circunstancias que se hallan fuera de su camino. A una persona con ascendente Géminis le resulta fácil estar en armonía con la cualidad actual de los periódicos, las revistas, la radio o la televisión, porque este ascendente encierra la cualidad de los medios de comunicación. Al mismo tiempo, una persona con ascendente Aries estará en armonía con las vibraciones de la conciencia que guardan relación con la actividad personal y el enfrentamiento valeroso a los desafíos que plantea la vida. Existen muchas cualidades diferentes de vibraciones y experiencias en el mundo exterior. Cada ascendente centra su armonía selectivamente en aquellas experiencias que se le parecen más. A causa de ello, cada ascendente posee una percepción distinta de la vida. Y sin tener en cuenta lo que haya en el resto de su carta, el individuo experimentará su relación con la vida a través de las percepciones centradas de su ascendente. De este modo, el ascendente gobierna el resto de la carta. Si una persona emplea su ascendente de la forma correcta, le resultará fácil estar en armonía tanto consigo mismo como con su entorno.

Para comprender esto, debemos comprender el verdadero significado del ascendente. Representa el signo que aparece en el horizonte cuando sale el sol. Si un individuo contempla la salida el sol durante unos minutos, no le será difícil percibir la cualidad del día que traerá consigo. El amanecer simboliza la esperanza, el optimismo y el nacimiento de lo que será. El signo que se eleva hacia el ascendente a la salida del sol (el signo ascendente) es la lente a través de la cual las personas ven la salida del sol.  Así pues, colorea las expecttivas del individuo para el día siempre favorecedor.

El sol sale cada mañana y aparece en distintos signos ascendentes. Pero, desde un punto de vista individual, cada persona lleva su propio signo ascendente durante toda la vida. Sus esperanzas acerca de lo que le resultará favorecedor en su futuro particular se filtran siempre a través del mismo ascendente. Si todos utilizamos nuestro ascendente de forma correcta, permitiendo que centre la carta en el punto de conciencia del mundo que más en consonancia esté con el ascendente, y regulando la entrada y salida de la corriente de información y experiencias que atraviesan el ascendente, entonces podremos aspirar a alcanzar muchas de las cosas que esperamos de nosotros. Sin embargo, ¿cómo podemos regular la entrada y salida de experiencias, teniendo en cuenta nuestra relación con el mundo externo, sobre el cual, al parecer, no ejercemos control alguno? Es cierto que el mundo seguirá su curso de hechos cambiantes sin tomar en consideración nuestros deseos. No obstante, no todos los acontecimientos del mundo son para nosotros. A menudo, cuando nos sentimos inseguros en nuestro entorno, tendemos a asimilar más factores externos de los que necesitamos. Por el contrario, cuando nos sentimos seguros, tan sólo recibimos aquello que necesitamos para nuestro rendimiento. Los individuos inseguros tienden a alargar las manos en todas direcciones, buscando “asideros” o “barandillas” en la vida a los que aferrarse. Estas personas suelen considerar casi todos los factores externos como algo que les permite adquirir mayor seguridad que aquello que perciben en su ser interior. Ven el mundo exterior como un ente pleno, mientras que el mundo interior es para ellos algo vacío.

Así pues, tienden a asimilar como un imán todo aquello que pueda proporcionarles más seguridad dentro de sí mismos. En consecuencia, absorben indiscriminadamente más cosas de las que su ser interno es capaz de asimilar. La consiguiente falta de comprensión no hace sino perpetuar la inseguridad original que experimentan. En cambio, las personas seguras saben absorber selectivamente lo que necesitan para su rendimiento creativo.

La cuestión de la seguridad o la inseguridad, que a menudo intentamos resolver prestando gran atención a los complejos psicológicos, es en realidad una cuestión de en qué medida sabe el individuo utilizar su su ascendente como filtro. Si una persona permanece dentro del ascendente, anclado al ser interior, nada de lo que perciba del mundo exterior debilitará las raíces de su estabilidad. Por el contrario, si el individuo intenta percibirse  a sí mismo desde fuera del ascendente, observándose a través de los ojos de los demás, lo que está haciendo es construir su vida sobre una falsa sensación de seguridad. En tal caso, tenderá a emitir juicios sobre el modo en que su carta debería funcionar, en relación con lo que ha creado en el mundo exterior. Por lo tanto, llevará un modo de vida caracterizado por el hecho de “estar en el exterior mirando hacia el interior”. El entorno se convierte en el centro que el ser interior intenta complacer constantemente. Puesto que el entorno no deja de cambiar, el centro del círculo que el ser interior mueve sin cesar también cambia. Bajo tales circunstancias, resulta imposible crear un marco de referencia, ya que el punto de conciencia del individuo cambia continuamente. Aún cuando el ser interior pudiera satisfacer las exigencias inquietas y volubles que identifica como el entorno, no podrá experimentar la satisfacción de ninguna forma.

La plenitud en cualquier área de la vida debe proceder de la fuente. El universo se autosatisface impersonalmente, mientras que los individuos pueden alcanzar la plenitud de un modo personal. Pero un individuo no puede satisfacer personalmente el universo, ni éste puede satisfacer impersonalmente al individuo. La persona emplea el ascendente de un modo saludable cuando comprende que el universo tiene mucho que ofrecer a aquellos que permanecen en su centro. Y desde este mismo centro, el individuo también tiene mucho que ofrecer al universo. Lo más importante es comprender que el punto de conciencia de cada persona debe poseer un marco de referencia individual si se pretende que tenga algún significado.

A fin de utilizar el ascendente de forma correcta, uno debe saber que percibirse a sí mismo de acuerdo con las expectativas del mundo equivale a identificarse con el universo impersonal y cambiante, al que no le importa si un individuo en particular lleva una vida plena o no. sin embargo, percibir el lugar de uno en el universo desde la perspectiva personal del ascendente ya es otra historia. Consideremos el modo en que estas dos perspectivas provocan que el ascendente funcione de formas diferentes.

En el primer caso, la persona vive fuera de sí misma, ya que se identifica con el universo impersonal. La conciencia universal gobierna la asimilación y el empleo de energía (a través del ascendente). Toda la carta vibra al son de las exigencias del mundo externo, en lugar de hacerlo de acuerdo con un sentido personal del ser. La asimilación y el rendimiento a menudo parecen hallarse fuera del control personal, por lo que la vida se convierte en una serie de experiencias que vienen dictadas impersonalmente por los caprichos volubles de la conciencia externa. En el segundo caso, el individuo se ve personalmente como uno de los numerosos actores que contribuyen a la conciencia universal. La corriente de entrada y salida (a través del ascendente) se convierte más o menos en una cuestión selectiva de control individual. Así pues, uno es o bien un gota en el océano, arrastrado de un lado a otro por la corriente impersonal cambiante o, por el contrario, puede contemplar el océano, pescar en él, remar en él, extraer agua, conciencia o inspiración, y, en definitiva, aprender a expresar su esencia de un modo selectivo. En el primer caso, el individuo vive sin poder controlar su vida. Atravesará tiempos difíciles que a la larga pueden convencerle de que el universo está poniendo a prueba su capacidad para sobrevivir.  En el segundo caso, el individuo puede sentir de un modo determinado y significativo la esencia de su ser interior, gracias a las partes de la conciencia universal con las que está más en consonancia. Así pues, si se utiliza el ascendente de la forma correcta, éste puede ser el centro de conciencia desde el que el individuo puede averiguar cuál es su papel creativo en el escenario en constante cambio que le rodea.

El ascendente desempeña un papel preponderante en el modo en que cumplimos nuestro destino kármico. Algunos individuos cumplen buena parte de su karma más pesado durante la juventud, mientras que  otros tienden  arrastrar las cargas de su karma hasta una edad mucho más avanzada. Superar los efectos negativos de las causas de vidas pasadas así como aprender a transformar los modelos en formas de expresión más positivas y productivas, se convierte en una cuestión de aprender a centrarse en las condiciones que precisamos para ser cambiados.

Los individuos que nunca aprende a centrarse no tienen muchas posibilidades de aliviar sus cargas kármicas. Por el contrario, si una persona utiliza su ascendente de forma correcta, éste se convertirá en la puerta a través de la que las nuevas experiencias nos ayudarán a reestructurar modelos pasados negativos. Para alcanzar el éxito, es importante que aprendamos a vivir de acuerdo con las energías de nuestra carta, en lugar de situarnos en el exterior y mirar hacia el interior. Desde un punto de vista kármico, los individuos que intentan complacer a un mundo impersonal identificándose con él, que intentan hacer que las energías de su carta (que son kármicamente individuales) encajen en el todo colectivo, pueden hallar una paz momentánea. Pero a largo plazo, estas personas descubrirán que no han hecho casi nada para desarrollar su karma individual. El todo colectivo siempre cambia, mientras que nuestro ascendente es el mismo durante toda la vida. Es importante que nos adaptemos a las condiciones cambiantes del mundo exterior, pero aún lo es más que nos identifiquemos selectivamente con las condiciones que afecten de forma directa la evolución de nuestro karma. En tal caso, el ascendente se convertirá en la puerta a través de la que recibiremos y expresaremos selectivamente aquello para lo que nuestro ser está preparado.