miércoles, 5 de octubre de 2011

El Karma y la Carta Natal


Fragmentos del libro “Astrología, karma y transformación (Las dimensiones interiores del mapa natal)”, de Stephen Arroyo.

La palabra “karma” la usan de tan distintas maneras los ocultistas, astrólogos y los que se interesan por las leyes universales que guían nuestras vidas que, al considerar la relación de la astrología con el karma, primero de todo debemos aclarar el significado del término.

Básicamente, se refiere a la ley universal de causa y efecto, idéntica a la idea bíblica de que “cuanto el hombre siempre, eso también cosechará”. Esta ley es meramente la aplicación más amplia de nuestras ideas terrenas de causa y efecto; es evidente que nadie que plante hortigas podrá esperar que cosechará rosas.

La ley del karma es similar a la ley de la mecánica newtoniana que declara “por cada acción hay una reacción igual y contraria”. La única diferencia entre la ley universal del karma y la ley física mundana de causa  y efecto es el alcance de la existencia que cada una abarca. La ley del karma da por sentado que la vida es una experiencia continua, de ningún modo limitada a una sola encarnación en el mundo material. La ley universal de karma, pues, podrá verse como un modo de lograr  mantener la justicia y el equilibrio universales. De hecho, es una de las leyes de la vida más sencillas y que lo abarcan todo. Es inseparable de lo que algunos llamaron la “ley de la oportunidad”, o sea, una ley universal que a cada uno de nosotros nos pone en las circunstancias que nos proporcionan las lecciones espirituales exactas que necesitamos a fin de llegar a ser de apariencia más divina.

El concepto de karma se basa en el fenómeno de polaridad por el cual el universo mantiene un estado de equilibrio. Esto no equivale a decir un estado de inercia, sino más bien un equilibrio dinámico, en cambio constante. Inherente a este concepto es la premisa de que un “alma” individual (o un “ente” según algunas escuelas de pensamiento) tiene dentro de sí el poder causal que a su tiempo da fruto, da los “efectos”. La facultad que inicia este proceso es la “voluntad”, y a toda la estructura del fenómeno causal se la llama “deseo”. Al “deseo” puede vérselo como la aplicación de la voluntad de modo tal que dirija la energía de esa persona hacia la manifestación de un impulso o una idea.

Toda la idea de karma es, por supuesto, inseparable de la teoría (o la ley) de la reencarnación. Aunque algunos autores consideraron que karma y reencarnación son metáforas o símbolos de un proceso mucho más sutil que lo que patentiza el concepto popular de estos términos, la mayoría que aceptó las enseñanzas de la reencarnación y el karma como una realidad viva se contenta con el significado tradicional e incluso evidente de estas palabras.

Yogananda estaba también íntimamente familiarizado con la astrología y sus comentarios son dignos de consideración: “Un niño nace el día y la hora en que los rayos celestiales están en matemática armonía con su karma individual. Su horóscopo es un retrato desafiante, que revela su pasado inalterable y sus resultados futuros probables. Pero el mapa natal sólo podrán interpretarlo correctamente los hombres de sabiduría intuitiva; éstos son pocos.”

Como lo mostré muy pormenorizadamente en mi libro “Astrología, Psicología y los Cuatro Elementos”, al mapa natal se lo puede considerar como si revelase el modo de energía del individuo que se manifiesta simultáneamente en todos los niveles: físico, mental, emocional e inspiracional, correspondientes a los cuatro elementos: tierra, aire, agua y fuego.

El sinchit karma, o karma de reserva, no se indica en el mapa natal, puesto que no es asignado a esta vida. De modo parecido tampoco se indica el kriyama karma, puesto que nos parece tener algún grado de libertad, por limitada que sea, en la determinación de qué karma crearemos en el presente. De allí que yo no quiera dar la impresión, hablando de “hado”,”destino” y términos similares, de que nada hay que podamos hacer o ser en respuesta a nuestro karma que cambie nuestras vidas de modo positivo. Por el contrario, aunque el mapa natal muestra al karma y por ende las restricciones que nos atan y nos impiden sentirnos libres, el mapa es también una herramiente que nos permite ver con claridad en qué ámbitos de la vida necesitamos trabajar para que transmutemos nuestro modo corriente de expresarnos. Llegamos a ser aquello en lo que la mente mora. En consecuencia, si podemos alterar sutilmente nuestras actitudes y modos de pensar, no sólo teniendo sino también viviendo un ideal, entonces podremos empezar a liberarnos de la esclavitud y a respirar libremente con el ritmo de la vida.

En verdad, como lo recalcara uno de los más grandes astrólogos del siglo XX –Dane Rudhyar-, los acontecimientos no les suceden a las personas de modo tan importante como las personas les suceden a los acontecimientos. Estas siete palabras sintetizan las posibilidades de nuestro desarrollo espiritual y psicológico cuando nos encontramos con nuestro karma, sea agradable o doloroso. En otras palabras, nuestra actitud hacia la experiencia es el factor crucial. Nuestra actitud sola determinará si, al encontrarnos con experiencias difíciles sufriremos o creceremos aprendiendo las lecciones que la vida nos está enseñando.

Por tanto, el mapa natal muestra nuestras pautas mentales, nuestros condicionamientos pasados, las impresiones y pautas mentales a los que Meher Baba hace referencia como sanskaras. El mapa muestra lo que ahora somos debido a lo que hemos pensado y hecho en el pasado. Estas pautas vetustas y profundamente arraigadas no se cambian con facilidad. No es asunto sencillo cambiar poderosas pautas consuetudinarias a través de la mera aplicación de un poco del anticuado “poder de voluntad”. Estas pautas tampoco cambian en esencia glosándolas con la chiflada jerga de algunas psicoterapias o filosofías de la Nueva Era que infatúan a la gente animándola a que afirme: “Me hago cargo de mi vida; yo hago que todo suceda; ahora sé que me estoy haciendo sufrir; etc.”. La evolución espiritual humana es mucho más sutil que eso. El viejo enfoque de tratar nuestros problemas diciéndonos “donde hay voluntad, hay un camino” se derrumba cuando la exigencia es demasiado intensa. Y el intento de racionalizar nuestros conflictos y crisis espirituales de la existencia sólo cerrará el paso de la corriente de energías vitales por poco tiempo, seguido por una liberación torrencial de energía que pone al descubierto totalmente la superficialidad del escapismo pseudo-espiritual. Las pautas kármicas son reales y potentes. Los hábitos no van a desaparecer de la noche a la mañana luego de una breve incentivación verbal para pensar positivamente. A estas fuerzas vitales se las debe aceptar y reconocer, y prestar la debida atención.

Conocimiento personal y realización personal son preludio necesario de la realización de Dios; pero, en las primeras etapas, quien estudia las verdades espirituales o las formas superiores de la astrología se desanima con frecuencia cuando las nuevas intuiciones respecto de su personalidad le revelan tantos consuetudinarios rasgos, emociones y pautas de orden negativo. Es a esta altura del desarrollo del individuo que gran cuidado deberá ejercitar tanto esa persona o cualquiera –astrólogo u otro- que intente aconsejar o guiar al estudiante. Debe explicarse que tal como, al abrir una puerta, una pequeña hendidura y el dejar que un rayo de luz entre en una pieza oscura revelan toda clase de polvillo en el aire y tal vez otra suciedad que antes no se manifestaba en esa habitación, de igual modo cuando se dan los primeros pasos hacia el conocimiento personal, ya sea utilizando el rayo de luz conocido como astrología u otro método iluminador, el estudiante muy a menudo desarrolla rápidamente una actitud negativa hacia su personalidad, su destino, su mapa natal, etc. Debe explicarse además que, a medida que aumenta la intensidad de la luz, el estudiante tomará conciencia más inmediata aún de sus defectos, debilidades y cualidades negativas, pero a tal conocimiento se le ha de dar la bienvenida como índice de un mayor conocimiento personal y un claro avance evolutivo.

Al estudiante se lo debe animar para que use tal intuición como un acicate para que asuma una clara acción constructiva en la transformación positiva de la vida individual, más que como una razón o una excusa por el temor o la ansiedad. Además, podrá señalársele al estudiante que, a medida que aumenta el nivel de conocimiento personal, a menudo el karma  de esa persona empieza a manifestarse en un nivel más sutil, puesto que ahora se ha franqueado para aprender lo que se debe aprender sobre la personalidad y, por ende, ya no hay necesidad de sacudidas o acontecimientos dramáticos para despertar al individuo del sueño de la letargia espiritual. Como lo señala Carl Jung: “La norma psicológica dice que cuando no se toma conciencia de una situación interna, sucede afuera como destino. Es decir, cuando el individuo no toma conciencia de sus contradicciones interiores, el mundo forzosamente deberá representar el conflicto y partirse en mitades opuestas”. (Aion, pág. 71)

Por tanto, parece seguro decir que un compromiso de desarrollo y conocimiento personales no sólo ofrece la promesa de ayudar al individuo a que en el futuro sea un alma más íntegra, feliz e iluminada, sino también que tal paso empieza a menudo a aliviar mucho sufrimiento en el presente, una vez que la confusión y el desánimo iniciales fueron vencidos.

Así podemos ver que todos tenemos ciertas influencias kármicas que debemos encontrar: todos deberemos cosechar los frutos de lo que hemos sembrado. La astrología, proveyéndonos un mapa de nuestros apegos, problemas, talentos y tendencias mentales, nos ofrece un modo –un paso inicial- no sólo de comprensión de lo que es exactamente nuestro karma en un sentido específico, y de ayuda para que trabajemos con estas confrontaciones dentro y fuera, sino también un modo de empezar a elevarnos por encima y obtener una perspectiva de este karma.

En consecuencia, el mapa natal muestra el pasado uso creativo o el mal uso de nuestros poderes. Si aceptamos la idea del poder de la mente y la voluntad del individuo, entonces deberemos aceptar también que somos responsables de nuestro hado, nuestro destino y nuestros problemas como aparecen en el mapa natal. En un sentido importante, podríamos entonces decir incluso que el mapa natal no muestra sino el karma. En el mapa puede, pues, suponerse que todo brota directamente de nuestras acciones, logros y deseos pasados. Aunque a Saturno  se lo llamó el “planeta del karma”en muchos escritos, esta es una simplificación excesiva. Realmente a la astrología se la podría llamar legítimamente “ciencia del karma”, o sea, un modo de comprender y aceptar nuestras responsabilidades de modo preciso.

En la interpretación de los mapas natales, casi todos los factores pueden considerarse como kármicos o como poseedores de implicancias kármicas. Sin embargo, hay algunos factores astrológicos específicos a los que se debería prestar especial atención en esta clase de investigación.

En tal sentido, para comenzar nos ocuparemos de la Luna.

En la presente vida, la personalidad se construye sobre las bases del pasado. Tal como la cuarta casa está en el fondo mismo del mapa natal, constituyendo la base sobre la que construímos nuestra personalidad operacional íntegra, de igual modo la Luna –que tradicionalmente “gobierna” a Cancer y la cuarta casa que participa del principio análogo- representa nuestros sentimientos raigales acerca de nosotros mismos. El principio de la Luna es similar a lo que muchos psicólogos llaman la “imagen personal”, aunque el sentido del yo representado por la Luna no es tanto una imagen consciente y visual como subliminal, habitualmente una indicación más bien vaga de lo que realmente somos.

Los astrólogos asociaron tradicionalmente a la Luna con el pasado, ya sea meramente el pasado durante esta vida, y conectado con los condicionamientos de la infancia y relaciones con los padres (especialmente la madre), o correlacionado con una comprensión más vasta del pasado en el contexto de la teoría reencarnacionista.

En muchos escritos astrológicos se ha expresado que, mientras la Luna muestra el pasado, el Sol muestra la orientación presente y el Ascendente señala el desarrollo futuro. Sin duda, hay un razonamiento sensato detrás de estos paralelismos y –en un nivel abstracto- son probablemente muy exactos en la mayoría de los casos. Sin embargo, en el presente todo llega junto; lo que hemos sido continúa influyendo en nuestras orientaciones, actitudes y acciones en el ahora. El hecho de cómo nos sentimos respecto a nosotros mismos y qué pautas de expresión sobrevienen más naturalmente y las sentimos más cómodas (la Luna), tienen gran impacto sobre nuestro modo presente de vivir.

Tal como la Luna refleja, en nuestro sistema solar, a la luz solar hacia la tierra, y concentra así la fuerza de vida hacia objetivos prácticos (simbolizados por la Tierra), de igual modo la Luna en astrología representa un reflejo general de lo que hemos sido en el pasado. Es una imagen de experiencia pasada y pautas de conducta asimiladas con las que ahora nos sentimos cómodos porque son familiares y porque –de hecho- hemos ejemplificado esas cualidades en nuestro mismo ser.

En otras palabras, la Luna simboliza –especialmente según la posición de su signo- pautas kármicas específicas, mentales y emocionales, que nos inhiben o nos ayudan en nuestros intentos de expresarnos y ajustarnos al mundo externo. Si los aspectos con la Luna son armónicos, revelan pasados condicionamientos y pautas de reacción espontánea que podrán ayudar a la persona a que se ajuste a la vida y a la sociedad como también a que exprese su yo. Si los aspectos de la Luna están tensionados, simbolizando así ineptitud para ajustarse con facilidad a la vida y/o una imagen personal negativa, estas predisposiciones emocionales deberán superarse. Es importante notar que la Luna simboliza tal reacción espontánea y tales pautas de conducta que estas orientaciones son primordialmente evidentes en la niñez, cuando nuestra conducta es más bien pura y desinhibida. De allí que el signo lunar y los aspectos sean muy inmediatamente eficaces en la primera parte de nuestra vida. A medida que envejecemos, es posible que superemos algunas antiguas pautas emocionales, incluso a punto tal que los bloqueos emocionales que muestre el mapa a través de aspectos lunares ya no tenga significados importantes.

No estoy diciendo que el signo de la Luna cese de ser importante, pues simbolizará siempre un tono dominante en el modo fundamental de ser de la persona. Pero lo que recalco es que los problemas y conflictos asociados con los aspectos de la Luna y con la expresión de las cualidades de ese modo simbolizadas pueden ser superados casi totalmente, o por lo menos ajustarse de manera saludable.

Puesto que la Luna es un símbolo tan complejo y puesto que sus significados son tantos y diversos, el modo más apropiado de explicarlos más es presentar un esbozo esquemático:

1) La Luna simboliza la imagen de uno mismo que una persona ve reflejada en sus tratos con el público. De allí que una Luna tensionadamente aspectada pueda mostrar ineptitud para proyectarse armónicamente a fin de que otras personas respondan de manera positiva. Una Luna aspectada armónicamente muestra, a menudo, que podemos expresarnos armónicamente al tratar al público y que tenemos buen sentido respecto de lo que al público le gusta. (En otras palabras, cuando respondemos intuitivamente a los demás con exactitud, ellos a su vez responden de modo positivo). Por tanto, los aspectos armónicos de la Luna muestran áreas en las que podemos proyectarnos con facilidad a fin de obtener una buena retroalimentación.

2) Una Luna tensionadamente aspectada muestra, a menudo, una imagen personal marcadamente inexacta, pues cómo la persona sienta acerca de sí misma basada en pautas pasadas e identidad pasada tal vez no sea una descripción exacta de la naturaleza verdadera de esa persona en el presente. Esta inexactitud de la imagen personal se refleja, a menudo, en conductas como éstas: tomar las cosas equivocadamente, ser extremadamente sensible, reaccionar en demasía ante bagatelas, vestir de manera que no se adapte a la naturaleza interior y a la verdadera personalidad, estar demasiado a la defensiva.

3) La posición de la casa de la Luna natal muestra el área de actividad de vida en que necesitamos obtener retroalimentación, donde podremos llegar a vernos más objetivamente y donde podremos armonizarnos en un sentido del yo que pueda proporcionarnos tranquilidad interior.

4) El signo de la Luna muestra cómo nos defendemos instintivamente. Por ejemplo, la Luna en fuego reacciona con ira; la Luna en aire, con racionalización,disputas o discusión; la Luna en agua, con retiro o eclosiones emocionales; la Luna en tierra, con aguante.

5) El Signo de la Luna simboliza también un modode expresión que llega naturalmente y un modo de conducta en el que nos sentimos seguros; pues el signo de la Luna muestra una vieja pauta de vida que habitualmente es medianamente cómoda (a menos que los aspectos estén demasiado tensionados).

6) Puesto que la Luna representa fuerte deseo de expresar un modo de ser que es parte natural e íntima de uno mismo, el signo de la Luna muestra también lo que necesitamos expresar a fin de sentirnos bien con nosotros mismos. Como lo expresa Grant Lewi, la Luna muestra el “deseo del corazón”. Los aspectos con la Luna muestran sencillamente con cuánta facilidad podremos expresar este modo de ser y con cuánta facilidad podremos alcanzar esta sensación de bienestar.

7) El signo de la Luna simboliza la aplicación práctica de la energía y la finalidad solares. He aquí porqué un trígono, un sextil o, hasta cierto punto, una conjunción Sol-Luna (lo mismo que tener sencillamente el Sol y la Luna en elementos compatibles) es un aspecto tan estabilizador y potencialmente creativo; pues en estos casos,  la energía solar podrá expresarse fácilmente de modo práctico.

Por todo lo anterior, debe quedar en claro cuán importante son el signo, la casa y los aspectos de la Luna en toda consideración de las revelaciones kármicas del mapa. Probablemente, en el mapa natal no haya otro factor que pueda relacionarse tan inmediatamente con las pasadas experiencias y pautas consuetudinarias. Debemos tener cuidado de no simplificar demás la asociación de la Luna con las vidas pasadas a punto tal de formular declaraciones como ésta: “Bueno, usted tiene la Luna en Leo, de modo que en una vida pasada debió haber sido un actor”. Tales interpretaciones pueden ser ocasionalmente válidas, pero habitualmente no tienen una finalidad constructiva y pueden dar al cliente la impresión de que el astrólogo está tratando sencillamente de impresionar con expresiones sensacionalistas, deducción ésta que tal vez sea muy precisa.

Lo importante en que hay que detenerse es la necesidad que la Luna simboliza en esta vida, y el enfoque más constructivo para interpretar mapas desde el punto de vista kármico es aclarar las motivaciones y las presiones más profundas que la persona sienta pero que no tiene modo de identificar o poner en una perspectiva más vasta.

Al concluir, podemos decir que cada uno de nosotros tiene la oportunidad de armonizar dentro de sí mismo las diversas manifestaciones del universo; y tenemos la oportunidad de aceptar a todos los demás seres humanos, incluso aquellos con los que pulsamos una nota discordante en el nivel de la personalidad.

¿Podemos vivir sin exigir que todas las experiencias y todos los seres humanos armonicen con nuestra sintonía? ¿Podemos hacer evolucionar una conciencia madura y desapegada que nos permita observarnos mientras representamos el papel que nos correspondió en el drama cósmico? ¿Podemos reírnos de nuestra complejidad, de nuestros conflictos y de nuestras incoherencias? Lo que es importantísimo: ¿podemos tener fe de que el universo es armónico y que sólo es nuestra visión estrecha la que ve discordancia?

Las respuestas a estas preguntas determinarán, en gran medida, cómo enfrentamos nuestro karma en esta vida y qué clase de karma estamos creando ahora.