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domingo, 8 de abril de 2018

Desarrollo Personal

Fragmento del capítulo "Un sí a lo que soy", del libro "Los cinco hechos que no podemos cambiar", de David Richo.

Decir sí a nuestro desarrollo psicológico personal es emprender el trabajo que requiere erigir un ego más sano, es decir, una manera más sana de funcionar en el mundo.

Si no hemos sucumbido a una vida de odio, desesperación o resentimiento, por el momento hemos sobrevivido victoriosamente a los golpes de la infancia y de la edad adulta. La salud psicológica es una combinación de pensamiento y acción en el mundo, que nos mantiene evolucionando. Es, en primer lugar, la clave de la autoestima que nos aporta serenidad y felicidad. Segundo, la salud psicológica significa relaciones eficaces en las que es posible amar sin miedo. 

Como parte de tu propio trabajo personal, utiliza esto como lista de verificación para evaluar tu progreso hacia la salud psicológica:

Asertividad en nuestras relaciones con los demás para poder expresar nuestras necesidades, valores y deseos más profundos sin inhibición y respetando a los demás.

Reconciliarnos con los temas pendientes de la infancia para que ya no controlen tanto nuestra vida presente o determinen nuestro estilo de relacionarnos con los demás.

Un programa para afrontar el miedo, la culpa, la ira y la adicción para que no nos dominen o nos refrenen.

Reconocer que nuestro ego puede inflarse o imponerse y, al reconocerlo, tomar decisiones no regidas por esas distorsiones.

Un programa interno fiable al que nos comprometemos para tratar con nuestras necesidades, conflictos, sufrimientos, pérdidas, retos y la toma de decisiones.

Comprometerse con atender, procesar y resolver los problemas que surgen en nosotros o entre nosotros y otras personas.

Ser conscientes de que la gente -y nosotros- tiene un lado oscuro de sombra y, por consiguiente, tener un programa para tratar con esa sombra de una manera creativa, lo que incluye reparar el daño cuando hemos hecho algo que no está bien.

Reconocer que nuestras reacciones intensas ante los demás, ya sean de aversión o de atracción, pueden ser proyecciones basadas en nuestra propia sombra, nuestro ego, o en temas no resueltos de nuestra infancia.

Un sentido creciente de auto-respeto y respeto por los demás, con todas sus virtudes y vicios diversos.

La capacidad de mantener límites personales y, no obstante, ser auténticos en nuestras relaciones con los demás.

La capacidad de intimar sin ser refrenados por el miedo o empujados por la compulsión.

Un creciente y fiable sentido intuitivo y una atención a los comentarios de los demás, sin ponernos a la defensiva.

La capacidad doble de relacionarnos con personas nuevas que entran en nuestra vida y poder decir adiós, serenamente, a las que se van.


El reconocimiento de que estas cualidades pueden requerir la ayuda de la terapia, libros de autoayuda, clases o programas de doce pasos, así como la disposición a acudir a esos recursos.

jueves, 22 de marzo de 2018

El odio y la ira

Fragmento del capítulo "Sí a los sentimientos", del libro "Los cinco hechos que no podemos cambiar", de David Richo.

El odio se puede confundir con la ira. El odio tiene cinco rasgos: ira intensa, una necesidad maliciosa de herir a la otra persona, un deseo insaciable de venganza, una incapacidad de perdonar, no importa lo arrepentida que pueda estar la otra persona, y perder todas las esperanzas con respecto a ella. 

El odio es una defensa contra nuestra ira, dolor e impotencia.

No podemos soportar esos sentimientos, así que los proyectamos en otros como odio. Es un cometido peligroso y frustrante que las personas evolucionadas han dejado atrás.

¿Significa esto que no existe la ira justa? La diferencia entre la ira y el odio es que la ira trata de eliminar una injusticia. El odio, en cambio, trata de destruir al injusto. La ira involucra a alguien. El odio nos distancia. La ira se expresa y se suelta. El odio nunca se puede satisfacer o consumar, sino que permanece como resentimiento. En ese sentido, el odio es una rabia impotente. 

El odio es al lado oscuro de un individuo lo que la guerra es al lado oscuro de la colectividad. La desesperación es el origen del odio, ya que el que odia ha perdido todas las esperanzas respecto al otro. La desesperación es el origen de la guerra, ya que uno o ambos bandos han perdido la esperanza de alcanzar soluciones pacíficas.

domingo, 18 de marzo de 2018

El control

Fragmento del capítulo "Todo Cambia y Acaba", del libro "Las cinco cosas que no podemos cambiar", de David Richo.

Lo opuesto al sí no es el no: es el control.

Detrás de ese impulso controlador está el miedo, el miedo a que tendremos que sentir algo doloroso. Cada hecho de la vida insulta al ego que quiere creer que tiene todo el control. El sí es aceptación; el control es repudio. Podemos aprender a aceptar el hecho de que a veces no podemos evitar un cambio que no deseamos en nuestra vida. Paradójicamente, esa aceptación nos trae serenidad. Tratar de controlar íntegramente lo que nos sucederá nos hace antagonistas a los hechos de la vida y mantiene el estrés. Nuestra vida es un vaivén titubeante entre el terror y el control mientras seguimos reacios a la palabra sí.

Dejar el control significará que no podemos protegernos de ninguno de los hechos de la vida. El control es una de las maneras favoritas de escapar de la vida tal como es. El control es una ilusión tan profundamente arraigada que incluso pensamos que podemos abandonarlo simplemente si lo deseamos. No abandonamos el control; abandonamos la creencia de que podemos controlar. El resto es cuestión de la gracia. Los hechos de la vida son las herramientas que nos provee el universo para esa lección.

¿Por qué el control es tan importante para la mayoría de nosotros? Quizá controlando estamos tratando de prevenir pérdidas. No tendremos que acongojarnos si todo sale como queremos. No controlamos porque somos egoístas o exigentes; controlamos porque le tenemos miedo al dolor. 

Mientras luchemos contra las reglas de la vida, nos asustará el contacto directo con la realidad, que constituye la esencia del verdadero crecimiento. Cuando analizamos a conciencia nuestros miedos, vemos que todo miedo es, en su base,, un miedo a no tener el control.

Puede que no advirtamos el tema del control en algunas de las experiencias que nos incomodan diariamente. El control sigue siendo el oponente de un si sano y robusto a la realidad tal como es. No es que estemos en contra de la realidad; estamos en contra de no poder controlarla. Si miramos con atención, quizá veamos una dimensión de control en contrariedades como estas:

  • Queremos ser diferentes de como somos.
  • Queremos que otros sean diferentes.
  • Queremos que alguien nos llame o nos invite.
  • No nos gustan las pruebas o esperar los resultados.
  • La casa no está tan limpia y ordenada como nos gustaría.
  • No podemos librarnos de una vez por todas de las hormigas o de las cucarachas.
  • No podemos perder peso o hacer bajar la tensión arterial.
  • Nos obsesionamos con lo que sucedió o lo que podría suceder.
  • Tenemos sentimientos, humores y hábitos que no nos gustan.
  • No dormimos tanto como quisiéramos.
  • Nuestra pareja o nuestros padres, hijos o amigos no actúan como nos gustaría que lo hicieran.
  • Nos sentimos impelidos a anticipar todas las posibilidades.
  • No conseguimos caerles bien a ciertas personas, por mucho que lo intentemos.
  • No tuvimos éxito en un trabajo, en una relación o en planes financieros.
  • Pensamos qué decir solo después de una discusión.
  • Nos falta pericia en las matemáticas, el fútbol o la jardinería.

Subyacente a cada una de estas cosas está la creencia de que deberíamos controlarlo todo en todo momento. Esta irónica esclavitud lleva a la ansiedad. Es lo opuesto a la serenidad que promete su alternativa, un sí incondicional a lo que ES y a nosotros mismos y a otros tal como somos.

Necesitar tener el control, ¿cómo nos ayuda o nos entorpece a la hora de afrontar los hechos de la vida, las condiciones de vida aquí en la tierra? En un mundo en el que las cosas cambian y acaban, tiene sentido una actitud de aceptación y confianza. Esto es imposible sin soltar el control. 

En un mundo en el que el control no es fiable, necesitamos otra cosa: la capacidad de estar satisfechos haciendo lo mejor que podemos y dejando que los dados caigan como caigan. Entonces la labor es ocuparse de lo que suceda, no importa lo confuso o indescifrable que pueda ser. Poner el foco en tener el control entorpece nuestras probabilidades de encontrar las nuevas posibilidades que surgen cuando aparecen rumbos sorprendentes en nuestro camino. La impredecibilidad se vuelve menos temible y más atractiva cuando encontramos en ella una nueva frontera.

sábado, 10 de marzo de 2018

Reflexión sobre los Sentimientos

Fragmento del capítulo "Sí a los sentimientos", extraído del libro "Las cinco cosas que no podemos cambiar", de David Richo.

La palabra "sentir" proviene de una raíz indoeuropea que significa "tocar". En la ciencia hay un término, "perturbación", que se refiere a la habilidad de las cosas naturales de experimentar cambio y movimiento. Esto es lo que propicia la evolución y el flujo de la vida. Sentir es activar nuestra capacidad  de ser afectados, conmovidos o cambiados por los sucesos, la naturaleza y la gente: por los hechos de nuestra existencia.

Las presiones de la vida nos pueden arrastrar y aplastar o podemos volvernos testigos justos y alertas de ellas y entonces decidir qué es lo mejor que podemos hacer a continuación. Ser testigos de nuestros sentimientos acerca de las circunstancias y nuestras reacciones ante ellas significa no quedar atrapado en ellas, no tomárnoslas demasiado personal o seriamente, no ser poseídos por ellas, no quedar devastados por ellas, no ser refrenados o dominados por ellas. Nuestro propósito espiritual no es reprimir nuestras emociones ni entregarnos a ellas, sino permitirlas de una manera tan completa que pasen por nosotros hasta el suelo, es decir, que se resuelvan..., o incluso que vuelvan a la tierra, si queremos.

Cuando vivimos con un sí incondicional, desarrollamos la ecuanimidad. Pero ésta no debe interpretarse como imperturbabilidad. 

La ecuanimidad es la virtud de volver a la base, volviendo a estabilizarnos, después de sentir la perturbación incitada por nuestros sentimientos. Las personas que son sanas tanto psicológica como espiritualmente se ven afectadas por lo que les sucede a ellas mismas y a los demás. Los sucesos les hacen mella. Sienten profundamente y lo muestran. No son inamovibles o estoicas con respecto a lo que hacen los demás o respecto a lo que sucede. Son penetrables. Si fuese de otra forma, ¿cómo podría pasar la luz a través de ellas?

El carácter, la profundidad y la compasión florecen en nosotros porque nos puede afectar lo que nos sucede. Pero los sucesos no tienen que impactar en nuestra vida de maneras peligrosas.

Cuando los sucesos afectan, una persona:
  • Siente sus sentimientos a salvo, permaneciendo sólida y centrada.
  • Pasa por la experiencia conscientemente y al mismo tiempo busca apoyos sanos.
  • Se da cuenta de que su sueño y su apetito se ven afectados moderadamente.
  • Se ocupa de la dificultad, la procesa y la resuelve.
  • Se siente triste, pero en un nivel apropiado para la situación.
  • Conserva la salud física.

Cuando los sucesos impactan,, una persona:
  • Se siente abrumada por los sentimientos, quedándose desestabilizada y desolada.
  • Usa drogas o alguna adicción para escapar de la realidad o evitarla.
  • Se da cuenta de que su sueño y su apetito se ven seriamente afectados.
  • Se estanca en pensamientos sin salida y continúa sintiendo el golpe de los sucesos.
  • Se siente deprimida o desesperada.
  • Daña su salud física.
Los sentimientos son reacciones físicas que son las sanas tecnologías inherentes para afrontar las sacudidas de la vida. Nuestros sentimientos son los mecanismos sanos que nos ha dado la naturaleza para que podamos lanzarnos a resolver los problemas, creando soluciones nuevas, e inventando alternativas útiles. En otras palabras, la naturaleza nos hizo sentir para que pudiéramos evolucionar.

Frente a los hechos de la vida, el sí suena más de esta manera: "¿Cómo puedo pasar por  esto con los ojos bien abiertos? ¿Cómo puedo pasar por esto con todos mis sentimientos? Entonces estaré en la mejor posición para crecer con estos eventos". Este es el sí con el que hemos nacido. No está condicionado por tópicos o análisis mentales antiquísimos. Un sí a los sentimientos es la parada antes de llegar a las explicaciones filosóficas, los consuelos teológicos o las máximas alentadoras. En esa parada están nuestras raíces terrenales, nuestra pasión natural y nuestra cordura.

Muchos de nosotros hemos vivido durante años en nuestra cabeza o en egos resguardados, nuestras cabañas provisionales. Hacemos esto porque tenemos miedo de nuestros propios sentimientos y de la intimidad que crean cuando otros los ven y los comparten. Los sentimientos son la vía rápida a la intimidad. Nos revelan no como personas tensas contra el impacto y mordazmente en control, sino como vulnerables y suaves. Nos volvemos encantadores y atractivos. ¿Evitamos los sentimientos porque tememos la intimidad que podría resultar?

sábado, 3 de marzo de 2018

Lo que no Podemos Cambiar

Fragmento del libro "Las Cinco Cosas que no Podemos Cambiar", de David Richo

Hay cinco realidades inevitables, cinco hechos inmutables que nos visitan a todos un sinfín de veces:
  • Todo cambia y todo acaba.
  • Las cosas no siempre suceden como las habíamos planeado.
  • La vida no siempre es justa.
  • El dolor forma parte de la vida.
  • La gente no es siempre amorosa y leal.
Estos son los desafíos básicos que todos afrontamos, aunque con demasiada frecuencia vivamos negándolos y nos comportemos como si de alguna manera estas realidades no estuvieran siempre vigentes o no fueran aplicables a todos nosotros. Sin embargo, cuando nos oponemos a estas cinco verdades básicas nos estamos resistiendo a la realidad, y entonces la vida se convierte en una serie interminable de desilusiones, frustraciones y congojas.

Una realidad es un hecho de la vida ante el que estamos impotentes. Es algo que no podemos cambiar, algo inherente a la naturaleza misma de las cosas. Desde cierto punto de vista, hay muchos hechos dados. Además de las cinco inquietantes realidades que he señalado, hay también realidades placenteras: experimentamos gozo, a veces nuestras esperanzas se cumplen con creces, descubrimos dones internos únicos, las cosas tienden a solucionarse por sí mismas, a veces nos sonríe la suerte, suceden milagros de sanación.

Hay también realidades que solo son aplicables a nosotros como individuos: la forma de nuestro cuerpo y nuestra personalidad, nuestros dones o limitaciones psicológicos o espirituales únicos, nuestro temperamento, nuestra constitución genética, nuestro coeficiente intelectual, nuestro estilo de vida convencional o poco convencional, si somos introvertidos o extrovertidos, y así sucesivamente.

La expresión hecho dado tiene dos significados. Es una condición que no se puede cambiar, pero es también algo que nos ha sido concedido. Cuando decimos SI, los hechos dados de la vida de pronto se revelan domo dones, los medios hábiles para la evolución. Los hechos dados son implacables, pero también son ricos en sabiduría. Solo entre semejantes condiciones severas y desafiantes podríamos evolucionar. Los hechos dados de la vida son dones porque son los ingredientes del carácter, la profundidad y la compasión.

Estos son  ejemplos de las paradojas que podemos aceptar alegremente cuando reconocemos el valor de los hechos dados de la vida:

Aunque todo cambia y acaba, las cosas se renuevan y pasan por ciclos que fomentan evolución.

Aunque las cosas no siempre suceden como las habíamos planeado, a veces sentimos que hay un plan mayor, a través de la sincronicidad, que abre posibilidades asombrosas.

Aunque la vida no siempre es justa, algo dentro de nosotros permanece comprometido con la justicia y rehúsa a ser injusto o vengativo.

Aunque el dolor forma parte de la vida, tenemos maneras de afrontarlo y por ello expandimos nuestros poderes para afrontar el dolor futuro y ayudar a otros con su dolor.

Aunque la gente no es siempre amorosa y leal, nada tiene que obstaculizar que actuemos con bondad y no nos desencantemos de los demás. Ninguna acción humana puede eliminar la capacidad de amar de otro ser humano.

El amor siempre es incondicional en el sentido de que no es bloqueado o refrenado por ninguna de las condiciones de la existencia. Ni los cambios, los finales, los planes alterados, la injusticia, el sufrimiento, la deslealtad, la falta de amor... nos pueden impedir que amemos.

lunes, 26 de febrero de 2018

El Pensamiento Mágico

Fragmento del capítulo "Refugiarse de los hechos", extraído del libro "Las cinco cosas que no podemos cambiar", de David Richo.

Ante los hechos de la vida, podríamos refugiarnos en pensamientos supersticiosos o rituales mágicos de seguridad que ideamos para protegernos de lo que temerosamente creemos que es un mundo espeluznante, impredecible y punitivo. 

Esto es el pensamiento mágico, usar nuestros deseos o miedos para explicar lo que está sucediendo o puede suceder. Procede de nuestro sentido primitivo del miedo y sus ilusiones consiguientes. Confundimos una conexión temida o deseada con una real. 

Estos son algunos ejemplos de pensamiento mágico:

La realidad se volverá o permanecerá lo mismo que mi imagen mental de ella.

Surgirán fuerzas peligrosas si no me ciño a reglas o rituales muy precisos.

Siempre ha habido algo que no está bien en mí y no puedo conocerlo o arreglarlo, aunque todos los demás son conscientes de ello.

Me he sentido culpable desde una edad temprana y aún no he sido totalmente castigado.

Nos pasa lo que nos merecemos.

Estoy eternamente en deuda. Siempre le debo algo a Dios o tengo que seguir pagando por algo que he hecho y que sigue estando irremediablemente mal.

Si no hubiera sido por eso que ha sucedido, o si sucediera algo especial, ahora todo estaría perfectamente bien.

Es muy raro que se satisfagan las necesidades, así que debo trabajar duro y considerarme afortunado si encuentro algo de satisfacción.

Tengo que aprovechar esta oportunidad ahora mismo o perdérmela. No hay tiempo para una pausa consciente.

Si la gente me conociera tal y como soy, no me amaría o querría.

"El que las hace, las paga"". Eso es un deseo del ego frustrado y vengativo, no una certeza kármica.

Si no lo controlo, todo se desbaratará.

El ámbito espiritual no existe, ya que no puede ser confirmado con métodos científicos, es decir, no puede ser controlado. (A menudo, descreer es una cuestión de control).

Si hablo abiertamente de un problema, se volverá aún más serio y peligroso. Si nunca lo menciono, desaparecerá.

La felicidad no durará si la disfruto demasiado. La exuberancia total es peligrosa.

A la prosperidad le seguirá una catástrofe: "A todo mercado en alza le acecha un mercado a la baja", y viceversa.

Llegará un momento en la historia en el que no habrá violencia o maldad y la sombra humana desaparecerá.

Los aliados del pensamiento mágico son los buenos deseos. Por ejemplo, espero que todo sea mejor en el futuro, aunque no estoy haciendo nada para que eso suceda. Creo que la economía mejorará muy pronto. Semejantes autoengaños están basados en los buenos deseos, no en la realidad. Una vez que somos adultos, no nos satisface nada más que la verdad de lo que es real, no importa lo deslucida o desagradable que sea.