domingo, 18 de marzo de 2018

El control

Fragmento del capítulo "Todo Cambia y Acaba", del libro "Las cinco cosas que no podemos cambiar", de David Richo.

Lo opuesto al sí no es el no: es el control.

Detrás de ese impulso controlador está el miedo, el miedo a que tendremos que sentir algo doloroso. Cada hecho de la vida insulta al ego que quiere creer que tiene todo el control. El sí es aceptación; el control es repudio. Podemos aprender a aceptar el hecho de que a veces no podemos evitar un cambio que no deseamos en nuestra vida. Paradójicamente, esa aceptación nos trae serenidad. Tratar de controlar íntegramente lo que nos sucederá nos hace antagonistas a los hechos de la vida y mantiene el estrés. Nuestra vida es un vaivén titubeante entre el terror y el control mientras seguimos reacios a la palabra sí.

Dejar el control significará que no podemos protegernos de ninguno de los hechos de la vida. El control es una de las maneras favoritas de escapar de la vida tal como es. El control es una ilusión tan profundamente arraigada que incluso pensamos que podemos abandonarlo simplemente si lo deseamos. No abandonamos el control; abandonamos la creencia de que podemos controlar. El resto es cuestión de la gracia. Los hechos de la vida son las herramientas que nos provee el universo para esa lección.

¿Por qué el control es tan importante para la mayoría de nosotros? Quizá controlando estamos tratando de prevenir pérdidas. No tendremos que acongojarnos si todo sale como queremos. No controlamos porque somos egoístas o exigentes; controlamos porque le tenemos miedo al dolor. 

Mientras luchemos contra las reglas de la vida, nos asustará el contacto directo con la realidad, que constituye la esencia del verdadero crecimiento. Cuando analizamos a conciencia nuestros miedos, vemos que todo miedo es, en su base,, un miedo a no tener el control.

Puede que no advirtamos el tema del control en algunas de las experiencias que nos incomodan diariamente. El control sigue siendo el oponente de un si sano y robusto a la realidad tal como es. No es que estemos en contra de la realidad; estamos en contra de no poder controlarla. Si miramos con atención, quizá veamos una dimensión de control en contrariedades como estas:

  • Queremos ser diferentes de como somos.
  • Queremos que otros sean diferentes.
  • Queremos que alguien nos llame o nos invite.
  • No nos gustan las pruebas o esperar los resultados.
  • La casa no está tan limpia y ordenada como nos gustaría.
  • No podemos librarnos de una vez por todas de las hormigas o de las cucarachas.
  • No podemos perder peso o hacer bajar la tensión arterial.
  • Nos obsesionamos con lo que sucedió o lo que podría suceder.
  • Tenemos sentimientos, humores y hábitos que no nos gustan.
  • No dormimos tanto como quisiéramos.
  • Nuestra pareja o nuestros padres, hijos o amigos no actúan como nos gustaría que lo hicieran.
  • Nos sentimos impelidos a anticipar todas las posibilidades.
  • No conseguimos caerles bien a ciertas personas, por mucho que lo intentemos.
  • No tuvimos éxito en un trabajo, en una relación o en planes financieros.
  • Pensamos qué decir solo después de una discusión.
  • Nos falta pericia en las matemáticas, el fútbol o la jardinería.

Subyacente a cada una de estas cosas está la creencia de que deberíamos controlarlo todo en todo momento. Esta irónica esclavitud lleva a la ansiedad. Es lo opuesto a la serenidad que promete su alternativa, un sí incondicional a lo que ES y a nosotros mismos y a otros tal como somos.

Necesitar tener el control, ¿cómo nos ayuda o nos entorpece a la hora de afrontar los hechos de la vida, las condiciones de vida aquí en la tierra? En un mundo en el que las cosas cambian y acaban, tiene sentido una actitud de aceptación y confianza. Esto es imposible sin soltar el control. 

En un mundo en el que el control no es fiable, necesitamos otra cosa: la capacidad de estar satisfechos haciendo lo mejor que podemos y dejando que los dados caigan como caigan. Entonces la labor es ocuparse de lo que suceda, no importa lo confuso o indescifrable que pueda ser. Poner el foco en tener el control entorpece nuestras probabilidades de encontrar las nuevas posibilidades que surgen cuando aparecen rumbos sorprendentes en nuestro camino. La impredecibilidad se vuelve menos temible y más atractiva cuando encontramos en ella una nueva frontera.

No hay comentarios.: