domingo, 10 de julio de 2011

Los Luminares

Hoy comparto con ustedes la Introducción del libro "Los Luminares" (Seminarios de Astrología Psicológica), de Liz Greene y Howard Sasportas, cuya lectura recomiendo de modo especial.


La palabra luminary, de acuerdo con el Chambers Twentieth Century Dictionary, significa, simplemente, "fuente de luz". Describe también a "alguien que ilustra cualquier materia e instruye a la humanidad". Así, en el mundo de la literatura o del teatro, un luminar es alguien de gran talento - un actor como Lawrence Olivier o un escritor como Thomas Mann - que mediante su excelencia define la norma a la que todos aspiramos. Un luminar es alguien que sirve de ejemplo, encarnando lo mejor que se puede lograr.

En una astrología más temprana y más poética, al Sol y la Luna se los llamaba los Luminares o, alternativamente, las Luces. Cabe preguntarse qué son estos luminares, estos "instructores" ejemplares que llevamos dentro y que definen, cada uno en su dominio, la norma interna a la que aspiramos como individuos. En el pasado, la astrología interpretó los emplazamientos planetarios como una especie de dato inamovible, como la forma en que estamos hechos. Del Sol y de la Luna se dice, por lo tanto, que representan las características esenciales que definen de forma irrevocable la personalidad individual. Pero cualquier factor astrológico es también un proceso, porque cuando se lo ve a través de la lente de la penetración psicológica, el ser humano no es algo estático, sino que se mueve a lo largo de la vida en un proceso interminable de cambio y evolución.  Un emplazamiento astrológico describe una flecha que apunta hacia alguna parte, una energía creativa que gradualmente recubre de carne los huesos pelados de la pauta arquetípica, un movimiento inteligente que, con el tiempo, va llenando los austeros bocetos en blanco y negro del mito esencial de la vida con los colores sutiles de la experiencia y de la opción individual. Los luminares son, en el horóscopo, auténticos instructores, que reflejan lo que podríamos llegar a ser un día, presentando de forma simbólica lo mejor que podemos lograr.

Los seres humanos nacemos sin terminar. Comparados con otras especies animales, llegamos prematuramente al mundo, y durante muchos años dependemos de otras personas que puedan asegurarnos la supervivencia física y psicológica. Recién salido del huevo, el pequeño cocodrilo tiene dientes capaces de morder, un cuerpo totalmente coordinado que puede correr y nadar, y un desinhibido instinto agresivo que le permite buscarse la vida y lo protege de otros depredadores. Pero nosotros, el magnum miraculum de la naturaleza, de  quienes  Shakespeare  dijo  que   "lloriqueamos y vomitamos en brazos de la niñera" -desdentados, débiles, descoordinados e incapaces de alimentarnos solos -, somos, al nacer, víctimas potenciales, porque si nadie nos cuidase, nos moriríamos. Expulsados del Edén, que es el útero, sin contar con elementos tan básicos como nuestro propio coche, nuestro propio piso y nuestra propia tarjeta de crédito, necesitamos una madre o una madre sustituta de quien podamos depender, y esta inmediata y absoluta dependencia física da origen a un apego emocional profundo y duradero a esa fuente primaria de vida, apego que no tiene otro contrapeso que nuestros posteriores esfuerzos por separarnos de ella. Y como en el comienzo la madre es todo nuestro mundo, empezamos a percibir el mundo a la luz de nuestras primeras experiencias de ella, y aprendemos a ser nuestra propia madre de acuerdo con el ejemplo que ella nos dio. Si ella es un contenedor seguro que puede satisfacer en la medida suficiente nuestras necesidades básicas - la "madre suficientemente buena" a que se refiere Winicott -, llegamos a ser adultos que confían en la vida y estamos convencidos de que el mundo es, en lo esencial, un lugar que nos apoya bondadosamente, porque hemos aprendido, por el ejemplo de nuestra madre, a ser bondadosos con nosotros mismos y a apoyarnos. Pero si se denigran o manipulan nuestras necesidades o, simplemente, no se hace caso de ellas, entonces nos convertimos en adultos que creen que el mundo está lleno de enemigos de una fuerza y una astucia sobrehumanas, y pensamos que la vida no favorece nuestra supervivencia, porque nosotros mismos no la favorecemos. Nuestra madre nos da el primer modelo concreto del instructivo cuidado de uno mismo que significa la Luna, nuestro primer ejemplo de lo que es posible lograr. Pero la Luna, el luminar que nos enseña a cuidar de nosotros mismos de acuerdo con nuestras propias y peculiares necesidades está en última instancia dentro de nosotros, y puede enseñarnos -si nuestra experiencia inicial no fue "suficientemente buena"- a sanar nuestras heridas, de modo que finalmente podemos confiar en la vida.

La diferenciación de nosotros mismos como entes por derecho propio, relacionados con nuestra madre pero diferentes de ella, es el anuncio de nuestro nacimiento psicológico. Hay algo dentro de nosotros que lucha contra la total dependencia y la fusión de la infancia, y que nos va guiando por el camino largo y espinoso que nos lleva a convertirnos en seres independientes con poder sobre nuestra propia vida. Y esto no es cuestión simplemente de que nos salgan dientes y aprendamos a morder a otros cocodrilos. El Sol, el luminar que nos instruye en los ritos y rituales de la separación, nos atrae con el gran misterio del "yo", la reluciente promesa de una personalidad distinta y auténtica, que sea diferente de las otras y que tenga no sólo el ingenio necesario para sobrevivir, sino también la capacidad de llenar la vida de significado, sentido y alegría. Tal como nos lo presenta el viaje del héroe arquetípico, el pasaje de la dependencia de la madre a una existencia independiente, en lo interior y en lo exterior, está erizado de miedos y peligros. La unidad con la madre es bienaventuranza, es el capullo intemporal y eterno del Jardín del Paraíso, donde no hay conflicto, soledad, dolor ni muerte. Pero la autonomía  y la autenticidad son solitarias, porque, ¿y si nadie nos ama? Además, ¿de qué sirven tanta lucha y tanta angustia si un día, como todas las criaturas vivientes, hemos de morirnos? Al parecer, nuestros maestros interiores, como Marduk, el dios babilónico del fuego, y su oceánica madre Tiamat, están trabados en mortal combate. O, como dice el poeta Richard Wilbur: "Esta planta querría crecer y seguir siendo semilla, / desarrollarse y sin embargo escapar / del destino de adquirir forma...".

Se ha dicho que la historia es el relato del despliegue de la conciencia. Así como nuestra historia personal se inicia con la salida del niño de las aguas uterinas, también la historia mitológica del universo comienza con el dios o el héroe solar que emerge triunfante del cuerpo de la Gran Madre primaria. La batalla del héroe con la madre (el dragón) y su definitiva apoteosis en brazos de su padre divino no son, ciertamente, el final de la historia, ya que en última instancia debe regresar de las alturas olímpicas para unirse, en su condición de ser humano, con su complemento femenino, transformado -merced a los esfuerzos del héroe- de dragón en mujer amada. Pero el héroe solar que llevamos dentro, dispuesto a la lucha durante un tiempo (que es a veces el tiempo de una vida), es ese luminar interior que orienta la emancipación del ego de las compulsiones ciegas e instintivas de la naturaleza hasta que se convierte en "mi" luz, inicialmente solitaria, pero realmente indestructible.

El Sol y la Luna simbolizan dos procesos psicológicos básicos, pero muy diferentes, que actúan dentro de todos nosotros. La luz lunar que nos seduce para hacernos volver a una fusión regresiva con la madre y a la seguridad del contenedor urobórico es también la luz que nos enseña a relacionarnos, a cuidar de nosotros mismos y de los demás, a pertenecer, a sentir compasión. La luz solar que nos conduce a la ansiedad, el peligro y la soledad es también la luz que nos instruye sobre nuestra divinidad oculta y -tal como lo expresó en el siglo XV Pico della Mirandola- sobre nuestro derecho a ser orgullosos cocreadores del universo de Dios. Encontrar un equilibrio viable entre estas dos luces, una coniunctio alquímica que rinda honor a ambas, es el trabajo de toda una vida. La diferenciación del yo a partir de la fusión con el mundo de la madre, de la naturaleza y de lo colectivo nos permite alcanzar la razón, la voluntad, el poder y la capacidad de elegir, y en términos históricos esto ha generado los notables adelantos sociales y tecnológicos de nuestra cultura occidental del siglo XX. Podemos idealizar el distante pasado de un mundo matriarcal más "natural", pero cuando consideramos lo que había entonces para ofrecer -una esperanza de vida de veinticinco años, un total desvalimiento frente a la enfermedad y las fuerzas de la naturaleza y un desprecio absoluto por el valor de la vida individual - podemos apreciar mejor cuál es el don que nos ha concedido nuestro instructor solar durante el largo viaje evolutivo que hemos realizado desde que salimos de la caverna madre. Sin embargo, tal vez hayamos ido demasiado lejos, a expensas del corazón y del instinto; y nuestro ciego maltrato de la madre tierra nos ha llevado al borde de un abismo ecológico. Con los ojos fijos en el resplandor de la luz solar, nos hemos disociado míticamente de la madre en vez de diferenciarnos de ella, y así como una vez estuvimos a su merced, ahora ella está en igual situación ante nosotros... tal como lo están nuestros cuerpos y nuestro planeta. También en nuestra vida personal parecemos estar todavía luchando por conseguir ese equilibrio rítmico que se refleja en la danza cíclica del Sol y de la Luna en los cielos. Jung decía que si algo anda mal en la sociedad, algo anda mal en el individuo; y si algo anda mal en el individuo, algo anda mal en mí. "Mí" se refiere tanto al Sol como a la Luna, dos maestros interiores que, debido a sus peculiares emplazamientos en cada carta natal, nos proporcionan nuestras personales normas de excelencia en lo que se refiere al cuerpo, al corazón y a la mente, y nuestros modelos personales de lo mejor que podemos lograr para el despliegue del espíritu y el alma. Por más poderosos que puedan ser en la carta natal los planetas más lentos, en última instancia son el Sol y la Luna los que deben canalizar y dar cuerpo a esas energías, y modelarlas en la experiencia y la expresión individuales. Entender que el Sol y la Luna son descripciones de rasgos de carácter no es más que empezar a entender la astrología; sin embargo, cultivar lo que simbolizan los luminares de modo que lleguemos a ser vasijas adecuadas para contener lo que hay dentro de nosotros puede ser el mayor reto que hemos de afrontar y el mejor logro que podamos alcanzar en una vida individual.

Liz Greene
Howard Sasportas
Londres, noviembre de 1991


domingo, 3 de julio de 2011

Orientaciones generales para la Interpretación de Júpiter


Texto de Stephen Arroyo perteneciente a su libro “Júpiter, un estudio astrológico”:

Me propongo enumerar de forma muy concisa varias orientaciones generales que considero especialmente útiles para entender a Júpiter en una determinada carta natal. Remitirse a estas orientaciones puede ser un ejercicio particularmente fructífero, ya sea que uno explore el potencial de su propia carta o establezca un diálogo de descubrimiento con un cliente. El lector tendrá que aplicarlas específicamente a cada carta, pero he de subrayar que pueden referirse tanto a la posición de Júpiter por signo como a su posición por casa y aspectos. También debo puntualizar que cualquier factor de la carta que ponga en juego a Júpiter es especialmente importante si se tiene a Piscis o a Sagitario destacado en el tema natal.

Nota del autor: Cada vez que hablo de un “Júpiter fuerte” o uso otra expresión similar, por lo general el enunciado también será válido para quienes tengan emplazamientos importantes en Sagitario o en Piscis.

Júpiter expande el flujo de energía indicado por el elemento en el que se halla emplazado en la carta natal; con frecuencia, basta con acudir concientemente a esta fuente de energía interior para activarla y usarla.

Un Júpiter fuerte se manifiesta generalmente como una personalidad optimista, alegre y animada, y a menudo bastante divertida. El signo de Júpiter suele dar pistas sobre el tipo de humor.

El emplazamiento de Júpiter indica la sensación de significado y de dirección en la vida que puede guiarnos, y señala la búsqueda de una verdad por la cual vivir.

Allí donde se encuentre Júpiter en la carta natal es donde el nativo querrá explorar constantemente nuevos horizontes. Esto es más fácil de hacer en algunos signos y casas que en otros, según cuáles sean las conveniencias sociales, la educación moral, etc. En todo caso, queremos mejorar continuamente en el ámbito de la vida indicado por Júpiter en nuestra carta.

Con frecuencia, el emplazamiento de Júpiter muestra, tras una investigación más profunda y especialmente en el caso de las personas mayores, dónde está trabajando el nativo en el desarrollo de un sistema de valores propio y una comprensión más amplia y profunda mediante el estudio y/o la experiencia.

La posición de Júpiter indica un área de entusiasmo y optimismo, en donde podemos poner fácilmente nuestra confianza en acción. En este dominio, esperamos algún beneficio, y vamos en busca de oportunidades de crecimiento y también de ocasiones de compartir nuestra propia abundancia interior. (Este es un punto importante, dado que Júpiter – un planeta extraordinariamente generoso – no sólo representa recibir de la vida aprovechando las oportunidades, sino también devolver lo recibido, a menudo de un modo que resulte beneficioso para todo el mundo.)

El emplazamiento de Júpiter muestra dónde buscamos experiencia (Marc Edmund Jones) y dónde tenemos la capacidad de sacar partido de las oportunidades (Grant Lewi).

La posición de Júpiter revela dónde nos sentimos liberados de la presión y el miedo y experimentamos la sensación de tener espacio para respirar, expandirnos, crecer y expresarnos. Su emplazamiento (especialmente su signo) nos muestra qué cosas y actividades pueden restablecer nuestra fe cuando estamos bajos de ánimo y ayudarnos así a recuperarnos (Rebecca Wilson).

Júpiter confiere un sentimiento de convicción moral a todo lo que toca y nos proporciona un significado y una motivación para promover ciertas ideas, ideales, objetivos, etc., y para estimular a otros en pos de esos objetivos. En el ámbito de la vida donde está concentrado Júpiter tenemos una fuerte necesidad de abrirnos y ser sinceros.

Júpiter representa un anhelo de dirigirse hacia un orden superior o de conectarse con algo mayor que uno mismo, y este deseo se siente con más intensidad en las áreas simbolizadas por el signo, la casa y los aspectos más exactos de Júpiter.

El emplazamiento de Júpiter indica dónde deberíamos correr riesgos, porque estos son absolutamente necesarios para progresar en cualquier esfera de la vida. La puerta de la oportunidad puede estar ahí esperando, pero hemos de tener el coraje necesario para atravesarla.

La posición de Júpiter señala dónde puede estar la probabilidad de éxito, prosperidad y un rápido desarrollo, porque es ahí donde podemos tener la vivencia de esa generosa energía y donde poseemos una gran capacidad para expresarnos y comunicarnos con la sociedad en general.

El emplazamiento de Júpiter revela dónde podemos desarrollar nuestra confianza en nosotros mismos y nuestra autoestima, aprovechando de un modo activo las oportunidades que se nos presentan, basándonos en la fe en nuestro propio potencial. Esto sólo podemos lograrlo si recurrimos a la fuente de abundancia que llevamos dentro, y concedemos a esta energía, talento o mente superior el espacio necesario para que funcione en nuestra propia vida.

Los niveles de expresión de Júpiter:

El alcance de la expresión de este planeta en la vida de una persona puede ser de una enorme amplitud. Si no se mantiene un diálogo con la persona cuya carta se está considerando, es sumamente difícil establecer de qué modo particular se manifiestan la energía y la función de Júpiter. Las diferentes personas viven en distintos niveles de conciencia y también Júpiter puede funcionar en varios niveles distintos. En realidad, por lo general este planeta actúa por lo menos en dos niveles simultáneamente, ya que es mucho más amplio que las estrechas categorías analíticas del tipo “esto sí, aquello no”.

Por lo tanto, Júpiter puede manifestarse en cualquiera de los siguientes niveles y es probable que también en otros:

En el nivel físico y material: la riqueza, el éxito mundano, la fama, el orgullo, la prosperidad.

En el nivel social y psicológico: comprometiéndose con causas, grandes grupos, la educación, las leyes y otros países y culturas.

En el nivel mítico y arquetípico: las enseñanzas de la mayoría de los caminos espirituales y ocultos; algunas tradiciones psicológicas; los sistemas de creencias religiosas.

En el nivel moral y de mejora de uno mismo: un profundo desarrollo interior y filosófico que trasciende la santurronería y las categorías convencionales y le permite a uno abrirse a la posibilidad de tener la vivencia de una realidad más vasta y abundante como también de una verdad más profunda.

Júpiter en los signos:

En los signos de fuego: La fe interior llega cuando uno es extravertido, entusiasta, autoafirmativo y físicamente activo. Las oportunidades se ven estimuladas cuando uno se arriesga para expresarse e intentar cosas nuevas.

En los signos de tierra: La fe interior se consigue cuando uno está en armonía con el espíritu práctico, la seguridad y las experiencias de los sentidos. Las oportunidades resultan estimuladas cuando uno trabaja duro, asume sus responsabilidades y sintoniza con la naturaleza y su ritmo.

En los signos de aire: La fe interior se ve estimulada por la exploración de nuevas ideas, la comunicación con personas nuevas y el progreso social. Las oportunidades llegan cuando uno expresa sus ideas con entusiasmo e interacciona con los demás en pos de un objetivo futuro.

En los signos de agua: La fe interior resulta estimulada por la profundidad de la experiencia emocional y la expresión positiva de la compasión y la imaginación. Las oportunidades llegan cuando uno se muestra sensible a los demás y cuida de ellos, y cuando sigue intuitivamente sus propios anhelos interiores.

Orientaciones generales para interpretar el emplazamiento de Júpiter por casa:

Sea cual fuere la casa donde esté Júpiter, es ahí donde uno puede cultivar una actitud de amplia comprensión, suponiendo que acepte el reto de explorar ese dominio de la vida con valentía y una gran sinceridad.

Allí donde esté emplazado Júpiter, es el ámbito en el que uno puede experimentar de un modo inmediato la vivencia de la fe, la confianza, la seguridad interior y una sensación de bienestar y prosperidad.

La casa de Júpiter puede señalar un campo de la experiencia que proporcione al nativo esperanza para el futuro, optimismo y un sentimiento de fuerza y resistencia interior.

La posición de Júpiter por casa revela en qué dominio tenemos un modo intuitivo de aprender y sentimos instintivamente cuáles serán las tendencias futuras, lo cual puede llevarnos con rapidez al logro de nuestros objetivos. Debido a esta armonización natural, el emplazamiento de Júpiter por casa señala un ámbito de la vida en donde, con algún esfuerzo, podemos conseguir un crecimiento rápido y una mejora sustancial en muchos niveles, tanto mundanos como personales.

Júpiter expande la atención que debemos prestar al campo de la experiencia simbolizado por su emplazamiento por casa. Si en esa casa hay también otras planetas, invariablemente habremos de concentrarnos con mucha atención y de un modo conciente en esa área de la vida y dedicarle mucha energía.

La casa de Júpiter simboliza un ámbito de la vida en donde buscamos continuamente la verdad y deseamos explorar nuevos horizontes. Es frecuente que tengamos el sentimiento instintivo de que “la verdad nos hará libres”, y de que esa verdad nos ayudará a encontrar el significado y la dirección de nuestra vida; de ahí que haya un fuerte y persistente anhelo de apertura y sinceridad en esa esfera de actividad.

La casa de Júpiter indica un campo de acción y de experiencia en donde uno debe correr riesgos con el fin de fortalecer su confianza y su autoestima, depositando la fe en su propio potencial interior y en los talentos que Dios le ha dado.

La casa de Júpiter muestra un área de la vida en donde estamos siempre motivados para mejorar nuestra situación actual y donde además es probable que haya una evolución y una expansión rápidas, hasta el punto de que en ocasiones lleguen a ser sumamente fructíferas.

El emplazamiento de Júpiter por casa también revela, por consiguiente, dónde se nos ofrece la oportunidad de dar nuestra propia abundancia interior.

La casa donde está emplazado Júpiter representa la necesidad de conectar con un orden más vasto o con algo mayor que nuestro pequeño yo en ese ámbito en concreto; esto explica en parte la frecuencia con que nos sentimos liberados de la opresión y el miedo (y también capaces de respirar con más libertad, de expandirnos y de expresarnos de maneras nuevas e inéditas) cuando participamos con entusiasmo en las actividades simbolizadas por la casa en que tenemos a Júpiter.

Orientaciones para interpretar los tránsitos de Júpiter:

Por tránsito, Júpiter abre las puertas a planes nuevos y nos sintoniza con las posibilidades futuras. Puede inspirarnos y proporcionarnos una nueva aspiración hacia la cual viajar o un objetivo por el cual luchar. Generalmente, confiere además un deso de mejorar cualquier ámbito o dimensión de la vida en que esté “influyendo”. Júpiter nos incita a expandirnos y adentrarnos en dominios nuevos de la experiencia, algo que en general exige una actividad más extravertida y/o un mayor compromiso social de lo que quizás estemos acostumbrados a asumir.

Los tránsitos de Júpiter suelen proporcionar una mayor confianza para realizar aquello que –conciente o subconcientemente – siempre hemos querido hacer, y pueden estimularnos a cultivar una mayor libertad de expresión y darnos “espacio para actuar” con una sensación de liberación que parece un poco embriagadora y sin duda es muy energética. De repente, puede que sea más fácil “hacer lo que nos sale naturalmente” y superar las influencias que nos inhiben. Por ejemplo, es probable que durante algunos tránsitos de Júpiter nos sintamos más libres de expresar dimensiones de nosotros mismos que no se nos permitió expresar plenamente con anterioridad o que están restringidas por nuestro entorno actual, ya sea éste personal o profesional.

Es verdad que los tránsitos de Júpiter proporcionan oportunidades, pero debemos actuar con rapidez porque, si no, la oportunidad se desvanece. Júpiter no es demasiado paciente con las personas temerosas. En realidad, sus tránsitos conducen más a menudo a correr demasiados riesgos que a una moderación cautelosa. En ocasiones, durante los tránsitos de Júpiter las cosas llegan a fructificar, pero en otros momentos la visión inicial de las posibilidades futuras sólo termina por concretarse años más tarde. En todo caso, debemos estar dispuestos a actuar en el sentido que más nos impulse a enriquecer nuestro potencial.

Durante algunos tránsitos de Júpiter, podemos tener una percepción intuitiva de que hay diversas posibilidades a nuestro alcance y sólo hemos de ser capaces de dar un “salto de fe” en esa dirección. Afortunadamente, durante muchos tránsitos de Júpiter contamos con una cierta cantidad extra de confianza y optimismo, que nos permiten poner a prueba esta nueva visión de la vida. Y realmente, si no vamos en pos de un gran sueño durante un tránsito de Júpiter, ¿cuándo tendremos una oportunidad mejor?

Por lo general, cuando Júpiter en tránsito está activo, hay un deseo de ir más allá de nuestros límites actuales, y esta motivación interior es tan válida para las posibilidades de progreso y prosperidad material como para impulsar al máximo nuestro potencial de crecimiento personal y satisfacer nuestra necesidad de expresarnos. Los tránsitos de Júpiter señalan que ha llegado el momento de expandir algún aspecto de nuestra vida.

Nunca sabremos qué beneficios y acontecimientos positivos pueden aportarnos estos tránsitos si no liberamos su potencial, elevándonos por encima del miedo, los hábitos, la falta de seguridad en nosotros mismos y la preocupación. Una sinceridad a veces dolorosa suele ser la fuente adicional de fortaleza que podemos encontrar en esos momentos para enfrentarnos con las posibilidades desconocidas – prometedoras, pero aún así inquietantes – que nos ofrece el futuro. Sin embargo, hemos de tener fe en el axioma bíblico: “La verdad os hará libres”. Y por supuesto que en momentos como éstos debemos recordar que hemos de ser tan implacablemente sinceros con nosotros mismos como queremos serlo con los demás.

Algunas otras manifestaciones comunes durante los tránsitos de Júpiter son: la promoción o el éxito de alguna empresa que ya está en marcha; éxito u honores en el nivel mundano; experiencias religiosas, estén o no relacionadas con diversos compromisos mundanos; viajes, tanto físicos (especialmente los largos, por lo común al extranjero) como mentales, explorando nuevos puntos de vista en cuanto a entendimiento y perspectiva; la publicación y la publicidad o una experiencia satisfactoria de liberación de alguna presión continuada; el intento de asumir experiencias nuevas, con lo que el nativo dispersará sus energías y a menudo desperdiciará sus recursos.

Si de las enseñanzas de Júpiter podemos extraer un optimismo esencial con respecto a la vida y una buena disposición a adaptarnos a la infinita variedad de seres humanos y experiencias vitales, deberíamos ser capaces de completar este viaje a lo desconocido con más alegría, e incluso con agradecimiento hacia el supremo poder que, desde nuestro propio interior, nos sostiene mientras recorremos la senda de la vida llenos de fe en el futuro.