En esta ocasión comparto una reflexión extraída del libro
“La misión de tu alma”, de Linda Brady y Evan St. Lifer, Ediciones Urano.
No es raro que nos desalentemos en la búsqueda
de nuestros objetivos y sueños cuando no conseguimos los resultados que hemos
previsto. Cuando las cosas no salen, dejamos de esforzarnos, abandonando sin
más ceremonias lo que habría podido ser un viaje satisfactorio y lleno de
sentido. Hacemos oídos sordos al reino de las posibilidades.
A menos que aceptemos el hallazgo casual y
afortunado como nexo valioso para nuestro potencial, estamos muy presionados a
vivir con brío, a celebrar nuestras respectivas misiones y revelarnos en ellas.
Las cosas buenas parecen pasarles a los demás, mientras nosotros seguimos
sentados en el banquillo. Pero ¿quiénes son esas personas que consiguen lo que
verdaderamente desean? Son las que
tienen fe en que algo bueno resultará de los hechos fortuitos, ya sea una
experiencia de aprendizaje o un giro positivo del destino. Sin embargo, cuando
estamos paralizados por nuestro miedo al fracaso, limitados por nuestras
propias reglas internas, exudamos energía negativa y nos obsesionamos
preguntándonos por qué las cosas no salen como las habíamos planeado.
Esos hallazgos son un resultado inesperado que
aparece al tomar una medida. La única forma en que podemos adoptar la
posibilidad del hallazgo fortuito y afortunado como un credo personal es
comprometiéndonos emocionalmente con un solo resultado deseado. El resultado
que esperamos viene de nuestro intelecto, de nuestra mente consciente. Con
mucha frecuencia estamos restringidos por la miopía del intelecto, por su
disposición a captar sólo un escenario anticipado. Contemplar el espectro de
opciones con nuestra alma nos permite diversificar nuestras expectativas, darnos
cuenta de que la posibilidad de lo inesperado –con algunos ajustes- puede ser
mejor que cualquier cosa que hayamos imaginado.
Estoy de acuerdo con quienes dicen que
necesitamos fijarnos objetivos y llevar a cabo acciones decisivas a través de
la visión y el compromiso. La clave para garantizar el éxito no está, sin
embargo, en el resultado exacto en sí, sino en nuestra capacidad de aprender y
de permanecer flexibles durante el proceso, al margen del resultado. La gente que
triunfa lo hace reedificando, poniéndose al día y reconfigurando. Podemos
considerarlas personas afortunadas, pero han estado ocupadas construyendo sobre
su propio hallazgo, aprovechándolo como un trampolín para el logro. Por eso,
recuerda: permanece receptivo a otras posibilidades.
He aquí tres preguntas que te ayudarán:
- ¿Para
qué mi alma ha creado esta
situación y qué puedo aprender de ella?
- ¿Cómo
me ayudará esta experiencia a realizar la misión de mi alma?
- ¿Cuál
es el posible hallazgo afortunado oculto en este desafío?