miércoles, 21 de diciembre de 2011

El Tesoro Escondido


Reflexión para comprender los tránsitos de Plutón en la carta natal, extraída del  libro “Los dioses del cambio” (El dolor, las crisis y los tránsitos de Urano, Neptuno y Plutón), de Howard Sasportas. 


El inconciente no es un mero almacén de complejos emocionales negativos y de nuestros impulsos primitivos negados, sino también nuestra reserva de potencialidades aún no desarrolladas y de rasgos positivos que esperan que los reconozcamos, trabajemos con ellos y los integremos. Plutón era el dios de los tesoros enterrados, y un viaje al interior de lo que hay enterrado en nosotros sacará a la luz riquezas ocultas, de algunas de las cuales quizás ignorábamos hasta la existencia.

Antes de analizar con más detalle este aspecto de los tránsitos de Plutón, es necesario que examinemos más de cerca la dinámica de la evolución del yo y del mecanismo de la represión en general. Llegamos a este mundo en un estado de desvalimiento total; sin el amor de una madre o una cuidadora, no sobreviviríamos. Para ganarnos este tan necesario apoyo, pronto aprendemos a ocultar, suprimir o negar totalmente aquellas partes de nosotros mismos que el ambiente no aprueba, generalmente – y especialmente – nuestros impulsos agresivos y sexuales. Este proceso puede ser representado de la siguiente manera:


                                 Impulso     à         Angustia   à        Mecanismo de defensa


Todos tenemos ciertos impulsos que nos dan la sensación de que no son aceptables para el medio. Como tememos perder el amor de los demás, nos angustiamos por esos impulsos y nos defendemos de ellos. La represión es uno de los mecanismos de defensa que empleamos, pero hay muchos otros. De esta manera el ego, el sentimiento de ser “yo”,  se forma generalmente incluyendo los impulsos y las características que el medio acepta y excluyendo los que desaprueba.

Sin embargo, nuestros impulsos sexuales o agresivos no son los únicos mal mirados. También es posible que las personas de quienes dependía nuestra supervivencia fueran ambivalentes ante nuestros rasgos más positivos, como la energía, la curiosidad o la espontaneidad innatas, o que los desaprobaran. Si de niños sentíamos que el ambiente no aprobaba estas cualidades, nos habremos angustiado y habremos procurado negar también estos rasgos. Es decir que los desterramos de nuestra identidad conciente y nos convertimos en lo que se conoce en Análisis Transaccional como “el niño adaptado”. Cultivamos un falso yo, que se podía mostrar al mundo. Y después de un tiempo nos olvidamos de lo que hubo originariamente allí y llegamos a creer que el falso yo es lo que realmente somos. Al hacerlo, nos quedamos con una sensación de estar incompletos, alienados de partes de nuestro propio ser y fuera de contacto con nuestra totalidad.

Los tránsitos de Plutón derriban las fronteras del falso yo y  permiten que lo que hay oculto en nosotros se incluya en nuestra identidad, y por consiguiente nos dan la oportunidad de integrar potencialidades positivas que antes habíamos negado.

El psicólogo humanista Abraham Maslow veía muy claramente la forma en que reprimimos nuestra potencialidad creativa y acuñó la expresión “complejo de Jonás” para describir el miedo a nuestra propia grandeza: “Tememos a nuestras posibilidades más elevadas (del mismo modo que a las inferiores). Generalmente tenemos miedo de llegar a aquello que podemos atisbar en nuestros momentos más perfectos, en las condiciones más perfectas y de mayor coraje. En esos momentos cumbre disfrutamos de las posibilidades casi divinas que vemos en nosotros mismos y hasta nos sentimos fascinados por ellas. Y sin embargo, simultáneamente nos estremecemos de debilidad, espanto y miedo ante esas posibilidades”.

¿Por qué habríamos de temer a nuestra propia grandeza? Una razón es el miedo a la responsabilidad. Si reconociéramos plenamente nuestros talentos, recursos y habilidades potenciales, tendríamos que cargar con el peso de tener que hacer algo para cultivarlos. Preferimos entonces no saber para no tener que asumir la responsabilidad de lo que allí pueda haber. Otra razón para negar nuestra plena potencialidad podría ser que tememos el poder que nos daría reconocerla. Ya no podríamos seguir siendo “pequeños”, pero ¿usaríamos con prudencia nuestro poder o abusaríamos de él? O quizás temamos que si llegamos a estar realmente en contacto con nuestra grandeza, los demás nos envidiarían y se resentirían por nuestros logros.

Los tránsitos de Plutón, al hacernos más concientes de lo que hay oculto en nosotros, pueden exigirnos que nos enfrentemos a estos miedos para llegar a convertirnos en lo que realmente somos.

domingo, 11 de diciembre de 2011

Los Tránsitos de Urano


Fragmento del libro “Los dioses del cambio” (El dolor, las crisis y los tránsitos de Urano, Neptuno y Plutón), de Howard Sasportas.


Todos tenemos un Sí mismo, un Ser nuclear que guía, regula y vigila nuestra evolución. El Sí mismo dispone el tipo de situaciones y de circunstancias que necesitamos para crecer y evolucionar, pero la mayoría de las veces no tenemos conciencia de esta parte de nosotros, que hace su trabajo sin que necesariamente sepamos qué es lo que se propone. Sin embargo, durante un tránsito de Urano es posible tener un atisbo del mecanismo con que funciona. Se levanta un velo que nos permite tener una imagen más amplia de nuestra vida. Con esta perspectiva, alcanzamos a ver el verdadero significado de lo que en cualquier momento dado nos está sucediendo y de la dirección en que el Sí mismo intenta que vayamos. Una visión uraniana nos aclara los pasos que debemos dar, o la acción que es necesario que realicemos para cooperar con lo que el Sí mismo nuclear tiene pensado para nosotros. Incluso en medio de crisis y dificultades, si Urano está en juego en ellas por tránsito somos, con frecuencia, más capaces de entender por qué estamos atrayendo sobre nosotros ese tipo de cosas y qué es lo que están destinadas a mostrarnos o enseñarnos… Por contraste, cuando estamos sufriendo crisis que corresponden principalmente a tránsitos de Neptuno o Plutón, es probable que tengamos más dificultad para percibir cuál es la importancia o el propósito de aquello con que hemos de enfrentarnos.

No solamente tenemos un Sí mismo nuclear o más profundo que regula nuestra evolución, sino que muchos astrólogos y filósofos creen que también la totalidad del cosmos se despliega de acuerdo con cierto plan o diseño grandioso. Dicho de otra manera, existe un centro organizador superior de inteligencia creadora que guía y supervisa la evolución de la vida en su totalidad. Acorde con estas líneas, Dane Rudhyar equiparaba a Urano con “el poder de la mente universal”. En ocasiones, por tránsito, Urano conecta nuestra conciencia con el funcionamiento de esta inteligencia superior, permitiéndonos tener un atisbo de su fin y de sus intenciones, y cierta penetración en lo que algunos llaman la mente de Dios. Bajo la influencia de Urano, creemos saber la Verdad, con mayúscula, y de acuerdo con ello es probable que emprendamos ciertas acciones en la creencia de que coinciden con la voluntad de Dios o con la voluntad del cosmos. Sentimos que lo que insiste en que sigamos determinado sendero o plan no es sólo nuestra voluntad personal, sino también la voluntad de Dios. O, como dice Dane Rudhyar: “El individuo transfigurado se ha convertido en el centro focal para la liberación del poder de la Mente Universal”.

Como es obvio, en algunos casos la convicción de que estamos actuando en nombre de alguna autoridad superior y omnisciente contribuye a la arrogancia, la soberbia y el engreimiento, en el mejor de los casos, y en el peor, al comportamiento psicótico. La historia registra numerosas atrocidades e injusticias perpetradas por individuos y naciones que, cegados por la orgullosa convicción de su propia virtud, pretendían ser los agentes de la voluntad divina. Pese a todo ello, no debemos descartar por completo el concepto de una mente universal. Repetidamente, místicos y mentores provenientes de épocas y civilizaciones muy diversas han proclamado la existencia de un elemento superior de unificación que trasciende toda vida y –tal como lo demuestran investigaciones recientes – hay muchos hombres de ciencia que no cuestionarían este punto. Fritjof Capra, físico del siglo XX (Sol en Acuario, Urano en Tauro en casa doce, en conjunción con el Ascendente) dice, respecto de la interconexión intrínseca de todo: “La física moderna revela la unidad básica del universo. Demuestra que no podemos descomponer el mundo en unidades menores de existencia independiente. Cuando nos introducimos en la materia, la naturaleza no nos muestra una serie de elementos básicos aislados que sirven como ladrillos para una construcción, sino que más bien se nos aparece como una complicada trama de relaciones entre las diversas partes de un todo unificado. Tal como lo expresa Heisenberg, el mundo se nos muestra como un complicado tejido de acontecimientos, en el cual se alternan, superponen o combinan diferentes tipos de conexiones, que de esa manera determinan la textura de la totalidad.”

La forma en que Capra presenta la cuestión acepta como válido el concepto místico de una mente universal que vincula y une todo el universo en una compleja trama de relaciones. Nada se puede entender de forma aislada, sino totalmente por su relación con otras cosas. En algún nivel profundo, todos estamos interconectados; la mente y el ser de todo lo que existe forman un entramado inextricable.

Si cada mente está vinculada con todas las demás, no es difícil entender la idea que expresó el filósofo y sacerdote jesuita Pierre Teilhard de Chardin: “Una vez vista, aunque no sea más que por una única mente, una verdad termina por imponerse a la totalidad de la conciencia humana”. El científico británico Rupert Sheldrake propone algo muy similar. Cree en la existencia de campos organizadores invisibles a los que llama “campos morfogenéticos”, que conectan entre sí a los miembros de una especie. Cada vez que uno de ellos aprende algo, el campo morfogenético de esa especie cambia, y ello hace posible que otros miembros de la especie lo imiten. Una vez más, llegamos al concepto de una mente de grupo.

Los tránsitos de Urano pueden activar nuestra capacidad de conectarnos con los mecanismos de la mente universal y de entenderlos, lo que nos permite vislumbrar su intención y su orientación. Cuando así sucede, puede pasar que nos convirtamos en el canal o agente por cuyo intermedio pueda manifestarse alguna idea o tendencia nueva que está en circulación en el psiquismo colectivo. Es obvio que no a todos nos afecta Urano de esta manera.

Independientemente de que creamos o no en el concepto de una mente universal o de grupo, no cabe duda de que los tránsitos de Urano suscitan con frecuencia una mayor conciencia política. Ciertos individuos, al hallarse bajo la influencia de tránsitos importantes de Urano, tienen la visión de sistemas o conceptos nuevos que, en su sentir, mejorarían el orden existente de las cosas, o bien encuentran causas o ideales que, al ser promovidos, constiturían un reto para las estructuras rígidas y anticuadas de la sociedad. De esta manera, Urano es un instigador no sólo del crecimiento y el cambio personales o internos, sino también de la evolución social.

domingo, 4 de diciembre de 2011

La Cronología de la Semilla


Fragmento del libro “Los dioses del cambio” (El dolor, las crisis y los tránsitos de Urano, Neptuno y Plutón ),  de Howard Sasportas.


La carta natal es un momento congelado en el tiempo, una imagen del cielo tal como se lo veía en el momento y el lugar del nacimiento. Pero los planetas no dejan de moverse cuando alguien nace, y mientras se mueven hacen otras cosas, como completar el círculo hasta volver a donde estaban en el momento del nacimiento, o pasar por encima de la posición natal de otro planeta, o formar una cuadratura (un ángulo de 90°), una oposición (un ángulo de 180°) u otros aspectos con su posición en el tema natal. Los tránsitos muestran dónde están los planetas hoy en el cielo, en relación con la posición que ocupaban en el momento del nacimiento. Las progresiones, que son otra forma de actualizar la carta, representan simbólicamente cómo afectan a la carta natal los movimientos de los planetas después del nacimiento. La carta natal revela qué clase de semilla somos, pero los tránsitos y las progresiones nos hablan del desarrollo temporal de nuestra semilla. ¿Hay algo que está listo para que lo siembren, o algo nuevo dispuesto a crecer? Puede ser que algunas semillas no necesiten más que unas semanas para germinar, pero otras pueden precisar meses, e incluso años, para crecer.

Cada uno de nosotros está en un proceso continuo de manifestación y desarrollo, y yo creo que los tránsitos y las progresiones nos enseñan cuáles son los designios que el Sí mismo – o Ser - más profundo (esa parte de nosotros que guía y va graduando nuestra evolución) nos ofrece como meta en cualquier momento de nuestra vida. El Sí mismo nuclear va activando diferentes aspectos de la psique y de la carta natal según cuál sea el objetivo que hay que alcanzar en cada fase determinada del desarrollo. Los tránsitos y las progresiones revelan qué es lo que el Si mismo quiere que nos suceda, sobre qué intenta llamarnos la atención con el fin de que lo cultivemos. Para cooperar con nuestro crecimiento, con nuestro despliegue interior, es necesario que escuchemos lo que sucede dentro de nosotros. Si lo hacemos, tendremos la vivencia de los tránsitos y de las progresiones con respecto a nuestra carta natal como anhelos e inclinaciones que se originan en el interior de nuestro propio psiquismo.

Sin embargo, no podemos negar el hecho de que con frecuencia los tránsitos y las progresiones se correlacionan con acontecimientos externos que al parecer caen inesperadamente sobre nosotros. Yo creo que estos acontecimientos son manifestaciones externas sincrónicas con los cambios internos que se están produciendo. Dicho de otra manera: el Sí mismo nuclear puede valerse de sucesos externos con el fin de promover el tipo de cambios que necesitamos realizar para convertirnos en aquello que hemos de llegar a ser.

Citando la teoría de Robert Hand, según la cual el tema natal revela las intenciones originarias de nuestro creativo Ser nuclear: “Estoy convencido, aunque no pueda demostrarlo aquí, de que dentro de cada uno de nosotros hay un nucleo creativo que activamente modela el universo, formando cada parte de la nada o habiendo acordado por adelantado, antes de nuestra encarnación física, que jugaremos a cierto juego respetando ciertas reglas. En este esquema, el horóscopo se convierte en un símbolo de nuestras intenciones, no en un registro de lo que vaya a sucedernos. Tal como le gusta decir a la astróloga Zipporah Dobyns, el carácter es el destino.”

Respecto de los tránsitos y de las progresiones, Hand señana además lo siguiente: “Tanto los tránsitos como las progresiones indican las diversas fases de esta intención originaria. Aunque con frecuencia caiga en una formulación causal yo no creo que los planetas causen nada. No son más que signos de la manifestación de la intención originaria, parte de la cual se experimenta como algo que fluye a través de nosotros como voluntad. Esa es la intención de la cual somos concientes. Otra parte de ella se experimenta como algo que viene de afuera, y podemos llamarla hado, destino o circunstancias que escapan de nuestro control. Pero también esto viene desde dentro de nosotros, y lo único que se necesita para saber que es así es una elevación de la conciencia. Una de las funciones de la astrología es, precisamente, elevar de esta manera la conciencia del individuo.”

Si no estamos atentos a la pauta de crecimiento que el Ser nuclear tiene “pensada” para nosotros, o no la respetamos, es probable que atraigamos a nuestra vida circunstancias externas que nos fuercen a cambiar o a adaptarnos. Por ejemplo, cuando Urano en tránsito está en conjunción con nuestro Venus natal, nos ha llegado el momento de alterar nuestras pautas de relación. Si estamos bien sintonizados con nuestro mundo interior, es probable que nos demos cuenta de ello y que podamos hacer lo que sea necesario para respetar este nuevo paso de nuestra evolución. Pero si tenemos miedo o nos resistimos a aceptar los anhelos uranianos que se están haciendo sentir por mediación de Venus, el tránsito puede manifestarse como un acontecimiento externo que nos obliga a cambiar. En este caso, es probable que nuestra pareja nos abandone o trastorne la relación de tal manera que nos obligue a hacer los cambios necesarios en este ámbito de la vida. En otras palabras, con frecuencia el Sí mismo nuclear se valdrá de los acontecimientos para hacernos tomar conciencia de cuál es la forma de crecimiento que espera de nosotros en un momento dado de nuestra vida. Y vuelvo a citar a Hand, que explica detalladamente la relación entre la importancia psicológica de los tránsitos y los tipos de acontecimientos externos que atraemos a nuestra vida: “Lo que sostengo es que en última instancia los tránsitos significan cambios que se producen en el interior del yo; cambios psicológicos, sin duda, pero sólo si ampliamos el significado de lo que normalmente se entiende por psicológico.  Sin embargo, estos cambios interiores se pueden experimentar ya sea como cambios psicológicos en el sentido convencional, como interacciones sociales o como sucesos totalmente externos a nosotros mismos. Un suceso también puede ser percibido como una enfermedad. Proyectamos hacia fuera nuestras energías interiores y las experimentamos en diferentes niveles de la vida. Es importante entender esta idea, porque si uno no comprende de qué manera participa en la producción de un suceso determinado, esto quiere decir que está operando inconcientemente y, por lo tanto, que no tiene el control de las circunstancias.”