sábado, 29 de diciembre de 2012

El Hombre y la Piedra

El primitivo creativo inventó la rueda,
El violento la utilizó como proyectil,
El distraído tropezó con ella,
El emprendedor construyó con ella,
El campesino cansado la utilizó como asiento,
David la utilizó para derrotar a Goliat,
Drummond de Andrade la poetizó,
Y Miguel Angel extrajo de ella las más bellas esculturas.
En todos los casos, la diferencia no estuvo en la piedra sino en el hombre.

El año próximo es el mismo para todos: depende de nosotros lo que hagamos con él.  
Si definimos nuestros deseos en armonía con la realidad, será mucho más probable que lleguemos a concretarlos.
Manos a la obra!! Les deseo mucha pasión y persistencia para alcanzar sus objetivos!!

domingo, 9 de diciembre de 2012

Tránsitos


Fragmento del libro “Urano en la carta natal”, de Liz Greene, Ediciones Kier.

Los tránsitos como teleología

Los tránsitos describen un proceso que puede llevarse a cabo en varios niveles diferentes, internos y externos. A los fines de la claridad, usaré un agrupamiento general en tres niveles. Descubrí que considerar los tránsitos de esta manera puede resultar una herramienta muy útil para empezar la interpretación de un cuadro planetario determinado. Cada uno de nosotros tiende a privilegiar uno de estos niveles de interpretación por sobre los otros, lo que dependerá de la orientación astrológica y del enfoque psicológico de cada astrólogo en particular. Muchos interpretan los tránsitos fundamentalmente desde la perspectiva de lo que podríamos llamar significado último. En otras palabras, los tránsitos tienen que ver con el despliegue de un patrón o diseño superior y reflejan una realidad espiritual que apuntala los acontecimientos externos. Jung utilizaba el término teleología para describir ese propósito último de una experiencia o símbolo psicológico en particular. Nosotros podemos aplicarlo a los tránsitos también.

Podríamos preguntarnos qué se “supone” que debe enseñarnos un tránsito: qué puede ofrecernos potencialmente en términos de nuestro crecimiento. Este enfoque implica que hay un significado inherente más profundo en un tránsito, una meta espiritual o psicológica inteligente simbolizada por el tránsito. En esencia, este es un enfoque positivo y constructivo (aunque, a menudo, lamentablemente sin fundamentos), porque la teleología suele suponer una benignidad cósmica preexistente. No percibimos la teleología en términos de un propósito maligno –a menos que seamos muy paranoicos y padezcamos de una severa perturbación-, porque de otra manera no podríamos soportar la vida. Si el significado que percibimos está realmente implícito o es inyectado en la experiencia por el poder de la imaginación humana, atribuir una teleología a las experiencias simbolizadas por los tránsitos nos da un fuerte “recipiente” en el cual podemos “contener” la injusticia y sufrimiento de la vida, que en apariencia son fortuitos. Se puede lograr una gran sanación al comprender los tránsitos desde una perspectiva teleológica, aunque también existirán serios problemas si utilizamos este enfoque para excluir otros.

Los tránsitos como patrones psicológicos

Si nos enfocamos exclusivamente en el significado último de un tránsito, tal vez pasemos por alto el modo en que el individuo se siente en verdad y cómo es la experiencia para él en ese momento. Entonces podemos no llegar a comprender al cliente que viene a nosotros en busca de ayuda y a no comunicarnos con él. Cualquiera que sea la teleología de un tránsito, también debemos entender el patrón psicológico que representa y las emociones y asociaciones que probablemente son invocadas cuando ese patrón entra en acción. Aunque podamos definir la “intención” última de un tránsito, quizás no logremos apreciar que la experiencia emocional puede ser justo lo opuesto. Por ejemplo, un tránsito de Urano por la Luna natal puede reflejar un potencial del individuo para liberarse de antiguos patrones emocionales familiares y expresar sus sentimientos e imaginación más amplia y libremente. También podemos interpretarlo como una oportunidad para extender el sentido de familia hacia la humanidad como un todo, y hablar de la posibilidad de un nuevo entorno y una nueva relación con el cuerpo.

En el papel, eso parece fantástico. Pero, mientras el tránsito está transcurriendo, tal vez el individuo se sienta bastante desdichado. Puede experimentar una terrible ansiedad y la espantosa sensación de que le están quitando todos los mejores mojones familiares. Es probable que surja en él una gran inseguridad y que sea lanzado a recuerdos y sentimientos de la infancia que son sumamente dolorosos y perturbadores. Hablar del significado primordial del tránsito Urano-Luna puede resultar muy útil. Pero, de todos modos, quizás no lo sea más que en retrospectiva, y necesite combinarse con una genuina empatía por lo que la persona está pasando en ese preciso momento. Esto puede llegar a ser particularmente importante para los que están arraigados en el sentimiento más que en el pensamiento, y no se desapegan con facilidad ni ven la vida desde las frías alturas del éter uraniano. Esas personas desean oír hablar de todo menos de significados últimos, porque el proceso mismo es sentido como algo muy terrible. A todos nos gusta el sonido de la palabra libertad, pero a veces olvidamos no sólo el precio que debemos pagar por ella, sino también la profunda reticencia que podemos sentir a nivel inconsciente con relación a tener que crecer y asumir la responsabilidad por las consecuencias de nuestras elecciones.

Más allá del significado positivo de un tránsito, el individuo quizás esté sujeto a reacciones emocionales y somáticas aparentemente inexplicables, que parecen tener poca semejanza con nuestra idea de la teleología. Un tránsito de Neptuno en cuadratura con la Luna podrá sugerir una maravillosa oportunidad para moverse más allá de las necesidades personales y lograr una relación más profunda y compasiva con la vida en su conjunto. También puede llegar a describir un proceso necesario de separación respecto del trasfondo parental. Pero, a nivel emocional y físico, el individuo quizás experimente extrañas compulsionres que desafían la explicación racional y causan considerable dolor y angustia. Tales compulsiones probablemente reflejen el urgente anhelo de fusionarse, y también la soledad y el aislamiento que se sienten al abandonar el vientre materno, y podrán desconcertar a un astrólogo inclinado más por lo espiritual que no esté equipado para darle sentido a la compulsión por la comida, al súbito horror ante el contacto físico o a las fantasías sobre la muerte que invaden el sueño en medio de la noche.

O quizás podemos decirle al cliente: “Saturno está acercándose a la oposición con su Sol natal, y eso le da la oportunidad de cristalizar su identidad. Qué maravilloso!” Pero, por maravillosa que sea la oportunidad, la persona tal vez está tan deprimida que lo último que le interesa son conceptos abstractos como cristalizar la identidad. Quizás se sienta cansada, agotada, desanimada, fea y necesitada de amor, y se encuentre tan atrapada en las responsabilidades mundanas y los complejos relativos a sus padres, que los árboles no le permitan ver el bosque. Hablar del desarrollo interior puede parecer un montón de basura en ese momento, por el doloroso sentido de inferioridad y fracaso que suele acompañar a las primeras etapas del autodescubrimiento.

Debemos estar en condiciones de responder al sufimiento actual de la persona y hacerle ver el modo en que se siente en términos que ofrezcan percepción psicológica y empatía humana, además de interpretaciones esclarecidas de lo que puede obtener de esos tránsitos en el plano espiritual. Mucha gente experimenta los tránsitos a través de perturbaciones en sus relaciones más cercanas, y la manera en que se siente importa tanto como cualquier propósito último trascendente. La gama de experiencias emocionales varía muchísimo y cada una de tales experiencias emocionales varía muchísimo y cada una de tales experiencias puede ser diametralmente opuesta a su significado implícito. Depende de nosotros, los astrólogos, estar en condiciones de unir ambos y ayudar al cliente a reconocer el tipo de respuestas que pueden ocurrir en la vida cotidiana, además de los patrones arquetípicos más profundos que entran en juego y del potencial intrínseco de lo que está experimentando.

Estos dos niveles fundamentales de interpretar los tránsitos son vitalmente necesarios. Si tratamos de escapar de nuestro sufrimiento y conflicto emocionales mediante un énfasis exagerado en la teleología, sólo estaremos guardando efectos emocionales peores para más adelante. Hasta los tránsitos “buenos” pueden tener un precio alto. Para poder aprovechar las oportunidades que ofrecen, tal vez debamos dejar algo atrás o enfrentar algo que no queremos enfrentar. Si tratamos de evitar un diálogo honesto con el cliente, empleando el significado último como una especie de escudo contra la incomodidad emocional, nos estamos engañando en nuestro trabajo.

Comprender los posibles patrones emocionales de respuesta que acompañan a un tránsito en particular, no nos ahorrará esa experiencia, pero sí impedirá que hagamos elecciones poco inteligentes que se hubieran podido evitar de haber tenido una mejor comprensión psicológica. Entender la teleología de un tránsito, como ya dije, puede darnos un “recipiente” en el cual “contener” los aspectos más difíciles de la vida, porque el sentido del significado es una poderosa herramienta para sanar y crecer. Pero debemos arraigarlo en cómo nos sentimos ahora, en este encarnación, para hacer de la teleología algo que pueda insertarse en la vida real.

Los tránsitos como acontecimientos

Los tránsitos también pueden reflejar acontecimientos, tanto físicos como psicológicos. Aquí estoy diferenciando entre respuestas emocionales (que describía más arriba) y un cambio psicológico de algún tipo: un “suceso” que afecta definitivamente la perspectiva que el individuo tiene de la vida. Los sucesos internos de este tipo no siempre son idénticos a los externos que los provocaron e, incluso, pueden suceder independientemente de todo suceso físico. Por ejemplo, el hecho psicológico de la separación –la toma de conciencia solitaria de que uno es una entidad independiente en el mundo- puede ocurrir bajo un tránsito de Saturno, pero quizás no esté acompañado por una separación externa, como irse de la casa de los padres o divorciarse. O puede reflejarse en un suceso concreto que parece diametralmente opuesto, como el nacimiento de un hijo, que para mucha gente es el disparador de una inesperada toma de conciencia del envejecimiento y del paso del tiempo, y el reconocimiento de que uno mismo ya no es un niño.

Los hechos, tanto los del tipo interno como los del externo, son el tercer nivel básico en el que se expresan los tránsitos. Parece que necesitamos encuentros con el mundo exterior de una especie concreta, para reconocer y procesar el cambio y desarrollo internos. En definitiva, los hechos que nos ocurren son los que, en cierta forma reflejan lo que sucede en nuestro interior. Pero sería un error desestimar el nivel de la manifestación y sólo ocuparse de las dimensiones espirituales y psicológicas de un tránsito. La manifestación es también parte de nuestra realidad espiritual y, a menudo, es imposible comprendernos sin este espejo de la encarnación.

Aún si no logramos ser precisos con respecto a qué tipo de acontecimientos concretos probablemente sucedan, igual es posible hacer algunas conjeturas fundamentadas acerca del tipo de sucesos psicológicos que tendrán lugar, además de las respuestas emocionales que podrían acompañar a un determinado tránsito. Es necesario reconocer y respetar el hecho de que probablemente los tránsitos, de alguna manera, se manifestarán en nuestra vida. No pasan simplemente y, por algún astuto pase de manos o “de psique”, dejan de hacer impacto en nuestra realidad material sólo porque los hemos “psicologizado” o “espiritualizado”.

Si las expresiones de los tránsitos son puramente internas, no significa que fuimos extremadamente inteligentes. He conocido gente involucrada en psicología profunda que tiene la extraña idea de que, si realiza el suficiente trabajo interior, los movimientos reflejados en sus horóscopos dejarán de tener relación con su vida exterior. Como mínimo, esto es una hybris desmedida, pues implica que el ego consciente puede controlar el cosmos. Podremos hacer elecciones más inteligentes y evitar decisiones tontas que nos acarreen problemas. Pero eso no es lo mismo que “psicologizar” un tránsito hasta quitarle efectividad.

A veces los astrólogos dicen “Se produjo tal y tal tránsito y no pasó nada!” Pero ¿qué significa pasar? Por lo general, con cosas como esta la gente quiere decir que ninguna ocurrencia concreta específica coincidió con el día en que el tránsito fue exacto. Pero nunca ví un tránsito donde no ocurriera nada, en términos de las respuestas psicológicas del individuo. Más todavía, el acontecimiento psicológico puede tener lugar mucho antes o mucho después del hecho físico. En otras palabras, el impacto del suceso en el individuo puede demorarse porque no se involucró emocionalmente; o el hecho psicológico puede anticiparse al acontecimiento concreto, e incluso causarlo.

Por ejemplo, tomemos la situación de un divorcio. ¿Cuándo termina un matrimonio? ¿ Al firmar la sentencia de divorcio? ¿O cuando los dos deciden que la relación ya no va más? Pero ¿qué sucede si el matrimonio está terminado para uno pero no para el otro? A veces, el acontecimiento del divorcio no ocurre para uno de los dos miembros hasta pasados varios años después de la verdadera separación legal y, a menudo, depende de que se forme una nueva relación. A veces, podemos ver esto con toda claridad en los tránsitos sobre la carta compuesta. A veces el tránsito poderoso que señala el verdadero fin de la relación (como Plutón en tránsito en conjunción con el Sol o el Ascendente compuestos) coincide, no con la separación de la pareja, sino con el nuevo casamiento de uno de sus miembros.

El cuadro de un tránsito que con claridad sugiere la ruptura de una relación puede ocurrir años antes de que la pareja se disuelva, pero las responsabildiades familiares o los asuntos financieros mantienen físicamente juntos a sus integrantes cuando, desde lo emocional, ambos saben que el matrimonio ha muerto. No tengo duda de que los tránsitos reflejan los acontecimientos. Si bien se me conoce como “astróloga psicológica”, no me parece que la realidad física sea menos importante que la psique del individuo. Sin embargo, a menudo pienso que nuestra división arbitraria entre psique y materia es sólo eso, arbitraria, y no un exacto reflejo de la verdadera naturaleza de la realidad. Es probable que nuestra definición de acontecimiento deba ser más sutil, más profunda e integral, y abarcar tanto el mundo interior como el exterior.

Hay escuelas de pensamiento astrológico que se enfocan casi exclusivamente en hechos concretos, y hay otras que se enfocan casi exclusivamente en el significado. También hay escuelas de pensamiento que se enfocan casi exclusivamente en las respuestas emocionales del individuo, pero son más psicológicas que astrológicas, y es triste decirlo, a menudo no aprovechan los conocimientos que la astrología podría ofrecerles. Ese enfoque es necesario y válido, porque todos tenemos distintas áreas de interés y distintas aptitudes como astrólogos. Pero los clientes tienen necesidades diferentes, en términos de qué nivel les importa más. Algunos quieren saber qué es lo que va a “suceder”, para poder planear de manera sensata; otros quieren saber el significado de aquello por lo que están pasando. Y están los que quieren comprender por qué sienten del modo en que lo hacen. No es nuestra tarea decidir cuál de estos niveles es superior o el más concreto para la aplicación del conocimiento astrológico, aunque tendremos que ser honestos en cuanto a cuál de ellos comprendemos mejor y manejamos con mayor eficacia. Necesitamos, al menos, apreciar la importancia de los tres niveles, aún cuando elijamos dedicar nuestro tiempo a hablar fundamentalmente de uno solo.

Orbes en tránsito

El último punto general que quiero comentar sobre los tránsitos es que tienen orbes.

Los tránsitos muestran un proceso que, en esencia, es cíclico. Tienen un tiempo de desarrollo subterráneo secreto, un tiempo de expresión exterior y un tiempo de digestión e integración. Los tránsitos sucesivos del mismo planeta, como los que ocurren bajo el ciclo de Saturno, fluyen uno en el otro, de modo que la conjunción fluye y refluye en el semisextil, la semicuadratura y el sextil, que, a su vez, conducen a la cuadratura, al trígono y así sucesivamente.

Podemos observar el mismo flujo y reflujo cuando un planeta en tránsito se mueve por las casas. A medida que se aproxima a la cúspide de la casa siguiente, empieza a enviar su energía a esa casa, mientras sigue afectando los asuntos de la casa que está dejando. No es tan simple como decir: “Bueno, cuando tengas catorce años y pico, Saturno estará en oposición con Saturno durante diez días exactamente y, entonces, hasta que tengas veintiuno no vuelve a pasar nada”. Los mismos orbes que usamos en la interpretación natal se aplican para los tránsitos, y yo tomaría 10° para los aspectos principales. Esto significa que el tránsito de Saturno puede aspectar a un planeta natal por un período de hasta dos años y medio, y no sólo por los pocos días en que el aspecto es exacto.

Urano en tránsito puede aspectar a un planeta natal durante varios años si consideramos un orbe de 10°.  Es probable que todo este período esté lleno de energía uraniana, aunque la mayor parte del tiempo el proceso trabaja en silencio debajo de la superficie de la conciencia. Los denominados hechos “repentinos” que suelen acompañar a los tránsitos de Urano en realidad no son nada repentinos cuando se los considera en este contexto. Son las erupciones de un proceso subterráneo que, de manera periódica durante el curso del tránsito, suben a la superficie y se reflejan en los característicos “acontecimientos” uranianos. Durante el curso del tránsito puede haber puntos en los que nos enfrentamos con el planeta en tránsito en todo su poder arquetípico. Pero lo más probable es que lo encontremos en nuestros sueños, nuestro humor y en las corrientes de nuestros sentimientos y fantasías, hasta que algo madura como una fruta y está listo para ser arrancado.

Reconocer la importancia de los orbes ayuda a clarificar por qué tantos de los cambios importantes relacionados con el proceso interior del tránsito ocuren antes de que el aspecto planetario sea exacto, y no mientras lo es. No tiene mucho sentido pensar en términos de un tránsito exacto de Urano en oposición a nuestro Sol natal dentro de dos años, cuando el planeta ya está dentro de los 8° de orbe. El tránsito ya está ocuriendo, mientras estamos ocupados haciendo una nota en nuestro diario que prevé un trastorno de aquí a dos años. Un poco de retrospección nos revelará que los sentimientos asociados al tránsito ya empezaron a influir en nuestra vida, si bien, como ya dije antes, esos sentimientos tal vez no guardan mucha semejanza con lo que entendemos como la teleología de Urano en oposición al Sol. Quizás adopten la forma de una ansiedad creciente, una sensación de que algo amenazante se avecina y una fuerte necesidad de atar todo para que quede asegurado. Es probable que nos sintamos de muchas maneras menos uranianos durante el período de acumulación. Si tratamos de entender el significado de este tránsito cuando está dentro de los 8° de orbe, no tenemos que espiar en el futuro, porque ya está aquí, en el umbral, en este preciso instante.

Cualquiera que trabaje con la psicoterapia de profundidad es probable que se encuentre familiarizado con el modo en que los tránsitos arrojan su sombra ante sí, a veces años antes de que el aspecto sea exacto. En los sueños aparecen imágenes que de manera inequívoca se relacionan con el tránsito, como los túneles subterráneos y las figuras oscuras, siniestras, asociadas a Plutón, o los pesados y esclavizantes temas terrenos conectados con Saturno, o los motivos de fusión oceánica asociados a Neptuno. Los tránsitos también se muestran en el desarrollo de la transferencia, que empieza a revelar cualidades vinculadas al planeta en tránsito, mucho antes de que el aspecto sea exacto.

Una de las cosas que aprendí al hacer trabajo analítico a lo largo de los años, es que el tránsito ha empezado su gestación en el inconsciente desde que entra en un rango de 10° u 11° de distancia respecto del planeta natal. Podremos suponer que no tenemos nada en qué pensar hasta que alcanza 1° de orbe. Pero no es así como funciona. Es un proceso gradual, un segmento de un ciclo permanente, y cuanta más comprensión tengamos durante el período de acumulación, más creatividad podremos emplear en el trabajo con las energías que funcionan dentro. Entonces, lo que estamos haciendo es obtener una percepción inteligente de nuestros propios patrones psíquicos: cooperar con ellos, participar en ellos y crear relaciones entre el ego y la psique mayor que tiene efectos determinados en el resultado del tránsito.

Dado que manejamos orbes, también descubriremos que es muy raro que un tránsito no esté acompañado. Esto se aplica en particular a aquellos tránsitos cuyos ciclos están vinculados por una relación particular en el tiempo. Por ejemplo, sabemos que el ciclo de Urano y el de Saturno están conectados mediante múltiplos de siete años aproximadamente. Neptuno también está enganchado en este marco temporal.  Cuando tenemos a Urano en tránsito en oposición a Urano natal, también tendremos a Saturno en tránsito en oposición a Saturno natal dentro de un par de años y, debido al factor de orbe, estos tránsitos suelen superponerse y conectarse psicológicamente. Neptuno en tránsito también estará en cuadratura con Neptuno natal alrededor de la misma época. Cuando tenemos a Saturno en tránsito en su segunda cuadratura con Saturno natal, también tendremos a Urano en tránsito en cuadratura con Urano natal casi al mismo tiempo. Quienquiera que haya sido el que orquestó las órbitas planetarias, tiene un agudo sentido del ritmo.

Si pensamos en esta inevitable coincidencia de los aspectos en tránsito, también nos daremos cuenta de que todo planeta natal involucrado por aspecto con Saturno, Urano o Neptuno, tendrá a los tres activándolo por tránsito a intervalos regulares. En la primera mitad de la vida, la Luna progresada también podrá unirse a la diversión, dado que regresa a su lugar natal no mucho antes del retorno de Saturno. Es casi como una orgía cósmica. Las coyunturas importantes en que estos tránsitos se agrupan son las épocas en las que atravesamos las famosas etapas críticas de la vida: la pubertad, la crisis de la mediana edad, la jubilación, etc. debemos tomar en cuenta el cuadro general, aún cuando empecemos por explorar los ciclos uno por uno.

Por ejemplo, una persona que tiene a Saturno natal en cuadratura con el Sol, siempre experimentará un tránsito de Saturno al Sol al mismo tiempo que Saturno transita a su Saturno natal. En ciertas coyunturas, particularmente en la primera mitad de la vida, también tendrá a Urano en tránsito activando tanto al Sol natal como a Saturno natal, un poco antes del tránsito de Saturno. Y a veces, Neptuno en tránsito y la Luna progresada activarán al Sol natal y a Saturno natal al mismo tiempo que Saturno en tránsito y Urano en tránsito. Si bien los aspectos exactos no ocurren en el mismo preciso momento, la importancia de los orbes significa que habrá una superposición. Los dos planetas natales están “casados” y todo tránsito siempre involucrará a ambos, aunque sea por aspecto menor.



martes, 13 de noviembre de 2012

Quirón por Casa y por Signo


Fragmento del libro “Significado y Simbolismo de Quirón”, de Melanie Reinhart, Ediciones Urano.


Por casa, Quirón se concentra en los dominios en que podemos sentir dolor y tropezar con dificultades, así como donde intentamos expresar lo peculiar de nuestra individualidad. Es probable que evitemos “salir a la luz” de este ámbito de la experiencia vital y ocultemos nuestro dolor como lo hacía Quirón con su herida incurable; tal vez sólo podamos entrar en este dominio de la vida con una actitud heroica y sobrecargada, como Quirón cuando emerge como sanador y mentor de héroes. Sin embargo, también podemos considerar la posición de Quirón por casa como un temenos, es decir, un recinto sagrado donde podemos enfrentarnos con lo que tiene de numinoso la vida.

Otra imagen que describe la posición de Quirón por casa está tomada del budismo: cuando consideramos que Quirón es el Maestro Interior, es frecuente que su casa y su signo describan lecciones importantes que hemos venido aquí a aprender. Estas lecciones representan, más bien que nada externo, el objetivo interior del viaje, y ponen en juego el Sendero del Medio o camino “correcto”, que no es “correcto” por oposición a “erróneo” o “equivocado”, sino que es más bien aquello que es apropiado para que podamos realizar nuestro dharma individual, para que comprendamos la ley universal y nuestro papel en la totalidad de la existencia. Antes de que se haya encontrado y se aprecie el Sendero del Medio, Quirón tiende a manifestarse de una manera “herida”, en un todo-o-nada. Sin embargo, con la madurez y la entrega puede advenir un sentimiento de “estar en lo correcto” que con frecuencia tiene resonancias de significación religiosa y/o está relacionado con el dharma, con algún contexto mayor que nosotros:  éste es el don de Quirón.

Además, los planetas que estén en aspecto con Quirón representan fuerzas interiores y exteriores con las que debemos enfrentarnos para que no nos aparten del dharma. He aquí, enumerados por casas, algunos ejemplos típicos, tomados de las “lecciones” que muchas personas aprendieron a lo largo de un período de enfermedad o de crisis en el que estaba en juego su Quirón.

Casa I: Iniciativa o acción apropiada.
Casa II: Valores, o manejo de los recursos, apropiados.
Casa III: Comunicación, pensamiento y expresión verbal apropiados.
Casa IV: Vínculos emocionales y actitud hacia la familia apropiados.
Casa V: Autoexpresión y creatividad apropiadas.
Casa VI: Formas apropiadas de servir a los demás y respeto por el cuerpo.
Casa VII: Relaciones apropiadas.
Casa VIII: Actitud apropiada ante la sexualidad y la muerte.
Casa XI: Actitud apropiada ante las posibilidades.
Casa X: Vocación y participación en la sociedad apropiadas.
Casa XI: Ideales y amistades apropiados.
Casa XII: Renuncia apropiada.

Cuando a esto añadimos el carácter del signo donde está emplazado Quirón, ello completa la descripción y sugiere una manera de ser que nos sostiene en el dominio de la vida representado por la casa de Quirón.

Por ejemplo, una mujer con Quirón en Virgo en la casa V sufrió durante muchos años lo que ella sentía como un completo bloqueo de su creatividad; había querido ser bailarina, pero un matrimonio contraído cuando aún era muy joven y luego los hijos, habían interrumpido su carrera. Finalmente, descubrió su creatividad cuando aprendió euritmia, una disciplina más referida al proceso de evolución interior y a su expresión externa que a una actividad como puede ser representar ante un público piezas previamente coreografiadas.

La posición de Quirón por signo puede mostrar también la forma en que buscamos protegernos de nuestro íntimo dolor, a qué recurrimos en nuestro intento de enfrentarnos con un ámbito de la vida en el cual podemos estar bloqueados. Por ejemplo, alguien que tenga a Quirón en Sagitario en la casa I puede tener dificultades en hacerse valer, y puede fabricarse una filosofía (Sagitario) de pasividad optimista que le lleve a creer que al final todo se arreglará. Una mujer con Quirón en Escorpio en la casa VII se sentía muy vulnerable ante los demás, y para ocultar su debilidad mostraba una manera seudoindependiente y emocionalmente abrasiva de relacionarse.

Es decir que el signo puede actuar como una especie de vendaje sobre nuestra herida, tal como ésta se revela en la posición de Quirón por casa y este vendaje se quita a menudo durante un tránsito fuerte de Quirón.

No se hallará una descripción de la forma en que se manifestará o “debería” manifestarse Quirón, ya que sus diversas expresiones son tan peculiares como la vida misma de la persona cuyo horóscopo estemos examinando. Sin embargo, si un cliente consulta un problema específico, es probable que el astrólogo reconozca en lo que le está diciendo la presencia de temas específicamente quironianos.

Al examinar la configuración de Quirón, como también al estudiar el proceso psicológico y los acontecimientos coincidentes con el ciclo de Quirón en la vida de esa persona, quizás el astrólogo pueda contribuir a su proceso de sanación si le ayuda a tener una idea más clara de lo que está tratando de suceder y del propósito que se oculta detrás del sufrimiento o de la crisis.


domingo, 14 de octubre de 2012

La Experiencia Espiritual


Fragmento extraído del libro “Una nueva visión de los ciclos planetarios desde una perspectiva psicoastrológica”, de María Cristina Vallejos, Editorial Kier.


Durante una crisis espiritual, la persona experimentará apertura psíquica, sensibilidad aumentada, visiones, experiencias místicas o encuentro con la muerte, entre otras vivencias posibles. El descubrimiento puede, en algunos casos, despertar temor; y el miedo frustra la experiencia espiritual. Pero las personas que alcanzan a experimentarla, describen una sensación en la que salen de los límites del conocimiento ordinario, acompañada de un sentimiento de alegría y felicidad inefable.

Para las psicologías transpersonales hay un yo personal o inferior que es reflejo del verdadero yo espiritual o superior; y añaden, al tradicional esquema del aparato psíquico compuesto por el Inconsciente-Preconsciente-Consciente, la dimensión trascendente, que es el Superconsciente, sede del yo espiritual, cuyos contenidos ingresan en la consciencia en los momentos de apertura o crisis espiritual. El crecimiento de la consciencia espiritual incluye contenidos del nivel superconsciente, un aspecto superior del inconsciente colectivo. La activación de estos niveles trae aparejado un cambio en el sentimiento de identidad, una renovación en el proyecto y sentido de la propia vida.

Según el psiquiatra italiano Roberto Assagioli, la entrada del superconsciente a la consciencia puede tener lugar de dos maneras: una descendente, en forma de iluminación, intuición, inspiración repentina; la otra, trata de promover el ascenso de la consciencia a las zonas luminosas por la vía de la meditación, principalmente, aunque también por la vía del arte, del amor, o del misticismo. Durante el ascenso gradual, el centro del yo personal consciente va extendiendo las líneas de demarcación. Se hace más frecuente la intuición y la inspiración, por lo que el efecto es la acción inspirada, un potente impulso a obrar, expresando, difundiendo, irradiando, haciendo partícipes a los demás, del tesoro descubierto y conquistado, colaborando en los conflictos que envuelven a la humanidad, desarrollando las capacidades latentes. Estas experiencias ayudan a resolver los problemas humanos, individuales y sociales, al encuadrarlos en una realidad más amplia, dándoles su justa proporción, de modo que la solución se presenta clara y concisa.

Assagioli enumera una serie de cualidades que definen a las experiencias superconscientes, también llamadas del ser, cuando entran en el campo de la consciencia. Para el enfoque de la Astrología, durante la experiencia superconsciente irrumpen las energías de los planetas exteriores para integrarse a las energías personales y acompañar el camino. Por eso, en un paralelo, mencionaremos las cualidades superconscientes y la correlación simbólica astrológica:

  1. Profundidad: es decir que llegan hasta el fondo, hasta la base del propio ser. Es una experiencia plutoniana.
  2. Interiorización: van de la periferia al centro. Saturno tiene la capacidad de la centración.
  3. Elevación: nos instan a ascender a un nivel más alto. Corresponde a la imagen saturnina de subir la montaña.
  4. Sendero: es la vía a reconocer. El camino del Sol.
  5. Expansión: la ampliación de los límites del yo se acompaña de la sensación de participar de algo más vasto. La experiencia de lo ilimitado es propia de Júpiter y Neptuno.
  6. Desarrollo: es decir que aquello que estaba “arrollado” emerge, se activa, florece. El despertar es uraniano, la energía de lo desplegado es plutoniana.
  7. Potenciación: es como si operara una energía fuerte y dinámica, por la cual se experimenta plenitud e intensidad de ser y de existir. Experiencia plutoniana.
  8. Despertar: sensación de salir de las tinieblas de lo cotidiano. Experiencia de cambio y despertar uraniano.
  9. Iluminación: la luz de una consciencia superior ilumina el mundo interno, arrojando luz sobre las dudas y problemas. La claridad e intuición de Urano ilumina el camino solar.
  10. Gozo: es un estado de alegría y beatitud. Experiencia jupiteriana y venusina superior.
  11. Renovación: regeneración, nacimiento de un nuevo ser interior. Fase plutoniana de renacimiento del alma.
  12. Resurrección: es como regresar a un estado anterior perdido y olvidado. Neptuno y el regreso al paraíso.
  13. Liberación: sensación de libertad interna. Urano es el principio liberador.

También Abraham Maslow define la consciencia del Ser como una dimensión que comprende no sólo lo religioso, sino también los valores éticos, estéticos, humanitarios y altruistas. Menciona un conjunto de valores o cualidades de este estado de consciencia, como: sentimiento de plenitud, integración, totalidad, completud, vitalidad, perfección, riqueza y sencillez, belleza, bondad, espontaneidad, alegría, humor, sentimiento de realidad y verdad, independencia, libertad interior y autosuficiencia.

La Astrología es óptima para reconocer y trabajar sobre los distintos niveles de consciencia: personal, existencial, transpersonal. Los planetas transpersonales son los activadores de la expansión, pero en su desarrollo intervienen todos los arquetipos planetarios. En los niveles existenciales y transpersonales consideramos la expresión elevada de Mercurio, Venus, Marte, Luna, Sol, la calidad de Júpiter y Saturno, como límite y umbral de los reinos transpersonales. Facilitan el trabajo evolutivo, los aspectos fluidos y las exaltaciones por signo, de los planetas personales: el Sol en Aries, la Luna en Tauro, Venus en Piscis, Marte en Capricornio, Júpiter en Cancer, Saturno en Libra. De ahí, también resulta el uso terapeútico, para que verdaderamente la crisis se transforme en una oportunidad. Con el fin de enfrentarla activamente es conveniente acompañar y facilitar la expresión mediante el arte, la música, la danza, el canto, el trabajo con los sueños y la meditación.

El enfoque terapéutico de la Astrología detecta en qué nivel se origina el conflicto, si es en el plano personal, social, afectivo, existencial, espiritual; cómo la persona toma contacto con él, ya sea con temor, angustia, confianza, fe, aceptación. Facilita la expresión más sana y evolutiva de los arquetipos involucrados:

  • El Sol como guía en el camino
  • La Luna como memoria consciente del pasado
  • Mercurio como la razón necesaria
  • Venus como el amor y la armonía universal
  • Marte como la capacidad ejecutiva
  • Júpiter como la esperanza en el futuro
  • Saturno como límite que impone la realidad
  • Quirón como sanador de la experiencia
  • Urano como liberador de viejas cargas
  • Neptuno como apertura a la inspiración y a la dimensión espiritual
  • Plutón como arquetipo de cierre y nuevo comienzo


viernes, 7 de septiembre de 2012

Acechar


Una reflexión perteneciente al libro “El Camino del Poder”, de Lena y José Stevens.


Los seres humanos somos cazadores y depredadores por naturaleza, y podemos aplicar los principios de la caza para eliminar eficazmente nuestras conductas y actitudes indeseables.  Acechar implica observar de cerca, sin juicio, ciertos hábitos recurrentes de conducta y pensamiento. Así como un animal se convierte en presa cuando se deja atrapar por una conducta habitual y previsible, cuanto más previsibles sean tus rutinas,  más te convertirás en víctima y menos poder tendrás.

El depredador experimentado dedica tiempo a observar pacientemente a su presa, estudiando sus hábitos y movimientos. La observación cuidadosa de tu conducta y pensamientos te ayudará a apartar los obstáculos que te impiden preservar y acumular poder.

Observa un león de montaña acechando su presa. El león está dispuesto a pasar muchas horas vigilando, observando y estudiando los hábitos de sus presas. No hace ningún movimiento, simplemente almacena poder y espera el momento justo para saltar. Para el león y para cualquier depredador, el éxito de la caza depende de elegir el momento adecuado. Cuando llega el momento de actuar, el león pone toda su energía en el ataque. No tiene dudas, ni ambivalencia, no se contiene. La mayoría de las veces esta estrategia le permite comer un día más. Y cuando falla, simplemente lo vuelve a intentar.

Los chamanes sugieren que estudiemos detenidamente la danza entre el depredador y la presa y veamos las diferencias significativas entre ellos.

En primer lugar, los depredadores acechan, las presas no. La conducta de los depredadores es menos previsible; son más espontáneos, flexibles y adaptables a distintas circunstancias. Las presas, por su parte, tienden a seguir rutinas previsibles.

Los seres humanos, con nuestros cuerpos de simios y nuestros grandes cerebros, somos depredadores naturales. Los chamanes en particular, armados con su conocimiento del entorno natural, entienden y usan este instinto natural a su favor. Y lo que es más importante, aplican las reglas de la caza a lo que denominan los parásitos internos. Se convierten en depredadores de todas las conductas negativas y de todas las formas de pensar que generan pérdidas de poder. Estas conductas y pautas de pensamiento negativas se clasifican en siete categorías primarias:

  1. Conducta autodestructiva: se plasma en adicciones, comportamiento errático, violencia, abuso, conducción imprudente, consumo de drogas y actividades delictivas. 
  1. Avaricia: esta conducta se basa en el miedo a la carencia o a la escasez, dando como resultado un consumo excesivo de alimentos o bebidas, acaparamiento, robo, tomar por la fuerza, egoísmo, manipulación, engaño y tendencia a dejar a los demás sin nada.
  1. Autodesprecio: basado en el miedo a la inadecuación, produce desvalorización de uno mismo, miedo a intentar cosas nuevas, falta de asertividad, excusas continuas, “invisibilidad”, subestimación de las propias capacidades, depresion y falta de disposición a dar lo mejor de uno mismo.
  1. Arrogancia o autoimportancia: basada en el miedo a la vulnerabilidad. Lleva a ocultar los propios errores, a fanfarronear, a mantener alejados a los demás, a evitar la intimidad, a sobreestimar las propias habilidades, a la incapacidad de pedir disculpas, a inflarse, a exagerar, a una excesiva atención a uno mismo, a la sensación de superioridad y a desear un tratamiento especial.
  1. Impaciencia: se basa en el miedo a quedarse sin tiempo. El núcleo de este miedo es el temor a la escasez. Se manifiesta como prisa, falta de disposición a esperar y observar, tendencia a llegar siempre tarde, a interrumpir, a ser intolerante o impulsivo, a pasar por encima de los demás, a sufrir accidentes, a distraerse, a tener muchas expectativas, a forzar las situaciones, a vivir en el caos y en la desorganización.
  1. Actitud de víctima o de mártir: se basa en el miedo a sentirse atrapado por las personas o las circunstancias; y debajo de esta actitud hay un profundo miedo a la impotencia. Da como resultado el lamento, las quejas mal dirigidas, el resentimiento, la culpabilización, la venganza, la tendencia a argumentar, la autoconmiseración, la falta de respeto a los límites, el sufrimiento emocional y la incapacidad de tomar responsabilidad.
  1. Terquedad: se basa en el miedo a perder la independencia y en el miedo a la pérdida y al cambio. Se expresa como inflexibilidad, falta de atención, resistencia, malhumor, retraimiento, agresividad pasiva, rigidez, tendencia a vivir en el pasado y a argumentar.
Estos siete tipos de conducta  y pensamiento negativo son responsables de casi todas las pérdidas de poder personal, por lo tanto deberíamos observarlas de cerca, es decir, acecharlas, y eliminarlas.


sábado, 25 de agosto de 2012

Crisis y Conflictos en el Camino Espiritual

Fragmento del libro “La dinámica del inconsciente” (Seminarios de Astrología Psicológica), de Liz Greene y Howard Sasportas, Ediciones Urano.


Hablaremos del tipo de crisis y conflictos con que tropieza la gente que recorre la senda del crecimiento espiritual o transpersonal. Assagioli divide el proceso en varias etapas: a) las crisis que preceden al despertar espiritual; b) las crisis causadas por el despertar espiritual, y c) las fases del proceso de transformación.

Las crisis que preceden al despertar espiritual

Puede suceder que alguien experimente de pronto un cambio de dirección en su vida. Esto puede verse precipitado por una decepción importante en el trabajo o en la carrera, o por la pérdida de un ser querido. También, a veces la gente se despierta y se da cuenta de que tiene una insatisfacción íntima, de que lleva dentro un vacío. Puede ser que hasta entonces el individuo se las haya arreglado muy bien, que se haya enfrentado todos los días con el mundo sin inseguridad alguna; pero de pronto se apodera de él un sentimiento insistente de la futilidad o de la falta de significado de la vida. Es como si todo se muriera, despojado de vitalidad. Las personas que viven esta experiencia sufren de lo que comúnmente se llama una crisis de significado. “¿Por qué estoy aquí?”, se preguntan. “¿Por qué me preocupo? ¿Qué significa todo esto?”. La crisis puede incluso parecer una grave perturbación nerviosa, pero apenas por debajo del nivel superficial de esas dudas e inquietudes hay aspiraciones espirituales o transpersonales que esperan tener acceso a la personalidad. Algo tiene que morir para que nazca algo nuevo.

Generalmente, en momentos así hay en juego tránsitos o progresiones de Urano, Neptuno o Plutón. Cuando los planetas exteriores activan la carta o se ven movilizados por una progresión, el cosmos no quiere dejarnos de la misma manera en que nos encontró. Lo viejo se desbarata o se enrancia, y ya no funciona. Y sólo entonces lo nuevo encuentra su oportunidadde acceso.

Se cuestiona la vida: ya no basta con seguir delante de la misma manera que antes. Es muy frecuente que tengamos este tipo de experiencia en la madurez, cuando Urano hace oposición con el Urano natal, Neptuno se pone en cuadratura con el Neptuno natal o Plutón hace cuadratura a Plutón natal. Pero puede suceder en cualquier momento de la vida; he conocido a personas que tuvieron una crisis espiritual a los siete años, en tanto que otras pasan por ella a los setenta.

Las crisis causadas por el despertar espiritual

El desbordamiento de las energías superconscientes o transpersonales suele vivirse como una elevación y una liberación maravillosas. Y sin embargo, hay personas que tienen grandes dificultades para asimilar el aflujo de energía, luz y poder que proviene de esos niveles de la psique. El sistema nervioso puede verse literalmente abrumado o quedar fuera de control por influjo de la energía superconsciente. En la década de los años sesenta, muchísimas personas fueron “fulminadas” de esa manera por la acción del LSD y otras drogas psicodélicas. Incluso sin que medie la acción de ninguna droga capaz de expandir la conciencia, una poderosa liberación de energía superconsciente en una personalidad débil o desequilibrada puede producir formas de comportamiento extremas. En algunos casos, la gente no resiste la presión: salen corriendo a la calle, se quitan toda la ropa, queman su pasaporte… Si somos universales e ilimitados, ¿qué necesidad hay de pasaportes? Algunas personas oyen voces que les dicen qué tienen que hacer, o tienen visiones que no pueden integrar o entender del todo. La vivencia interior de un Si mismo Transpersonal puede conducir a sentimientos de grandeza que a veces se mezclan con problemas infantiles no resueltos que tienen que ver con la omnipotencia. Un persona puede perder la capacidad de distinguir entre el yo y el Sí mismo, y empezar a pensar que ella es Dios, o el centro escogido de algún plan divino en el que todo tiene cabida. Con un camino erizado de semejantes peligros, ya pueden ver ustedes por qué se necesita un yo sano y equilibrado para poder canalizar mejor la inspiración transpersonal.

También hay otros problemas. Alguien puede tener un despertar espiritual y creer erróneamente que aquello que ha podido atisbar dentro de sí es ya una realidad manifiesta. Es decir, uno tiene una experiencia cumbre y piensa que todos sus problemas están resueltos, que ya está por encima de todo, tiene todas las posibilidades y es libre: ha llegado. Pero lamentablemente uno no tarda en darse cuenta de que eso no es más que el comienzo: todavía no ha llegado. Durante un tiempo, uno puede sentir un amor ilimitado y verlo todo bañado en una luz dorada, pero muy pronto todo eso pierde intensidad. Las cosas se normalizan, y uno regresa a su personalidad anterior y a sus costumbres de siempre.

Como todo en la vida, la energía transpersonal es cíclica; tiene un movimiento de flujo y reflujo. Cuando la marea sube, uno se siente bien; hay una sincronicidad especial, suceden cosas mágicas. Cuando la energía transpersonal baja, reaparecen las viejas limitaciones. Ya lo tuvimos todo, y ahora el mundo vuelve a mostrársenos opaco.  Nuestros viejos problemas nos parecen mucho más frustrantes por haber podido atisbar cómo sería la vida si estuviéramos libres de ellos.

Y lo más importante es que escalar las alturas es algo que tiene la virtud de remover las profundidades. Contactar con la luz de la mente superior nos hace ver con más claridad lo que hay de oscuro en nosotros. Tras un aflujo interior de energía superconsciente, se despiertan los demonios en las profundidades del inconsciente. Uno tiene una vivencia de luz y amor, y dos días después se enfurece irracionalmente por cualquier cosa. Entonces se viene abajo y se siente más deprimido y vacío de lo que jamás se sintió en la vida. ¿Es que la experiencia cumbre no fue más que una ilusión, una engañosa fantasía?

Una vez oí casualmente que una monja – y no es que sea mi costumbre andar escuchando las conversaciones de las monjas – le decía a una mujer que se iba del convento después de haber hecho una semana de retiro:  - Tenga cuidado, porque dentro de unos días se encontrará con el diablo.

También yo, enseñando meditación, he descubierto algo similar. Después de una meditación profunda e intensa, la gente se siente inundada de claridad y paz, pero es probable que unas pocas horas después tenga la vivencia de lo que solemos llamar liberación de estrés. El hondo descanso de una meditación profunda saca afuera remanentes de tensión que estaban sepultados en ocultos escondrijos de la psique. Esas viejas tensiones afloran a la superficie y a veces, en el proceso de su liberación, se las revive. Comparada con la paz y la ecuanimidad de la meditación intensa, la liberación de estrés le da a uno la sensación de que está retrocediendo, en vez de avanzar en su crecimiento espiritual. San Juan de la Cruz habló así de la noche oscura del alma:  “Y cuando los rayos de esta pura Luz se derraman sobre el alma para expulsar las impurezas, el alma se percibe tan impura y miserable que le parece como si Dios se hubiera puesto en contra de ella y como si ella se hubiera puesto contra Dios.”

Es probable  que se encuentren en alguna lectura con una persona que está en medio de una de estas crisis. En esos casos, pueden ayudarla recordándole que lo que le sucede es una parte natural del proceso de crecimiento y despliegue espiritual. Generalmente, un estado de exaltación no dura indefinidamente.

Precipitarse desde estas alturas puede ser deprimente y desalentador, hasta que uno se da cuenta de que el influjo de la inspiración transpersonal ha servido para enseñarle la dirección adecuada. Ahora se puede empezar a trabajar para consolidar la visión y convertirla en una relidad más permanente en la propia vida. Cuando nos desmoronamos desde las alturas de la percepción superconsciente es cuando debemos empezar de nuevo a trepar lentamente, paso a paso.

Las fases del proceso de transformación

Parte del proceso de transformación consiste en cultivar e integrar las funciones superiores para equilibrarlas con el resto de la personalidad. Para la mayoría de las personas, esta es una época de fluctuaciones entre luz y oscuridad, cumbres y abismos, júbilo y dolor. Será necesario examinar y despejar los obstáculos que se oponen al fluir de las energías superconscientes. Además, en el curso de la realización de sí mismo, uno tendrá que enfrentar sus heridas y complejos infantiles más profundos y más dolorosos para curarlos y resolverlos.

Es tal la cantidad de energía que consumen estos procesos que de hecho podemos dar la impresión de ser menos eficientes que antes para operar en el mundo. Es probable que los demás nos perciban como si estuviéramos retrocediendo o disgregándonos. Podemos oír cosas como: “Pues vaya con tus ideas espirituales… si estabas mucho mejor antes de que te diera por meditar”, o “No sé qué bien le estará haciendo la terapia a mi mujer; está mucho más intratable que cuando empezó”. Estamos sometidos a prueba. ¿Podemos mantenernos fieles a nuestro compromiso de crecimiento aunque los demás nos tomen el pelo o se burlen de nuestros progresos? El acercamiento a otras personas que estén recorriendo el camino espiritual, con quienes podamos compartir nuestras experiencias, puede ser de gran ayuda durante esta fase, puesto que ellas entenderán nuestros altibajos.

En “Psicosíntesis”, Assagioli señala muy acertadamente que la oruga tiene más suerte que nosotros: su transformación se produce en la paz y la seguridad relativas de un capullo. Nosotros, en cambio, podemos estar en mitad de un profundo cambio en nuestro crecimiento, y sin embargo lo más frecuente es que todos esperen que sigamos con nuestra vida cotidiana como si tal cosa. Assagioli compara la situación con el intento de reconstruir una estación ferroviaria sin molestarse en interrumpir el tráfico existente. Durante un tiempo, todo es un caos por partida doble.

En “La conspiración de Acuario”, Marilyn Ferguson destaca un punto importante en lo que se refiere a la evolución espiritual y psicológica: que vamos en pos de la vivencia de la transformación de la única manera que conocemos, es decir, como consumidores y competidores. Nos preocupa si estaremos avanzando con suficiente rapidez; andamos en busca de toda clase de técnicas, recursos y prácticas que nos lleven más pronto a la meta, y no dejamos de compararnos para ver si estamos tan adelantados como las personas que nos rodean.

Es virtualmente imposible dar indicadores astrológicos específicos para todas las diversas etapas de la evolución psicoespiritual. Son diferentes en cada caso. Lo único que puedo decir es que Júpiter, Saturno, Urano, Neptuno y Plutón ponen el balón en juego, pero hacia dónde nos llevará en última instancia el viaje a cada uno de nosotros, eso solamente nuestro propio Sí mismo más profundo puede decírnoslo.


miércoles, 15 de agosto de 2012

El Ascendente: su puerta kármica


Un texto de Martin Schulman.


Por lo general, estudiamos el horóscopo a fin de mejorar nuestras vidas y ensalzar nuestra contribución a la evolución de la especie, y tendemos a ignorar el significado del ascendente. La mayoría de los estudiantes se concentran en las posiciones y los aspectos planetarios. Buscamos posibilidades y nos olvidamos de la realidad. Así pues, en lugar de ver a un individuo como realmente es, nos centramos en posibilidades futuras que pueden o no manifestarse. Cada carta astral contiene la totalidad de las posibilidades que la persona necesita para llevar una vida plena. Pero la plenitud de la vida tan sólo se convierte en una meta alcanzable cuando estamos “conectados” al modo en que nuestro ser interior da y recibe iluminación (hacia y desde nuestro entorno).

A mi entender, el ascendente es la expresión de la realidad de cada persona. Cuando contemplamos el mundo como una entidad compuesta por todos los individuos, el ascendente nos muestra la verdadera estructura de la realidad del mundo. El potencial de un individuo o la evolución potencial de la raza humana en su totalidad son ideales de gran importancia. Pero es la realidad de los individuos, quienes se relacionan con aquello que les rodea, lo que hace al mundo tal como es. El ascendente se convierte en la puerta que nos permite comprender la realidad, no a través del potencial que puede alcanzar, sino a través de la misma esencia que está alcanzando.

El ascendente como “puerta” se convierte en el filtro entre todo lo que existe dentro de la carta astral y todo lo que existe en el mundo exterior. Si consideramos la carta como un círculo cerrado, dotado de una puerte que da al ascendente, no resulta difícil de entender. Las personas tienen muchos pensamientos, sentimientos e ideas distintos sobre sí mismas y los demás. Pueden incluso percibir miles de maneras de emular a los demás o copiar los logros que admiran en el mundo exterior. Pueden ver en sí mismos posibilidades que por razones oscuras no pueden alcanzar. Es el ascendente el que se centra en todos estos pensamientos, sentimientos e ideas, a fin de que las personas puedan llegar a expresarse de un modo coherente en un mundo coherente. Si pensamos en la carta sin un círculo que la rodee, entonces todos los pensamientos, sentimientos e ideas se derramarían sobre el entorno y crearían una vida de dispersión incoherente. Las personas podrían sucumbir a la atracción magnética de tal cantidad de factores externos que se sentirían descorazonadoramente pequeñas en un mundo que se les antojaría demasiado grande para poder acogerlas. Por el contrario, si cerramos el círculo y dejamos el ascendente como única puerta de acceso personal al mundo exterior, obtendremos una condición en la que podremos centrar y concentrar nuestras energías dentro de un campo coherente de expresión. El ascendente es el filtro a través del cual podremos llegar a ejercer control sobre nosotros mismos.

El ser interior de un individuo se compone de muchas cosas, algunas de ellas personales, otras no. Uno puede conservar en lo más profundo de su ser los recuerdos íntimos de experiencias pasadas, los conocimientos, tanto personales como impersonales, que ha adquirido, así como un sentido de la percepción del mundo. Como es natural, los distintos aspectos y posiciones planetarias afectan el modo en que el ser interior percibe todo ello. Si tan sólo estudiamos el ser interior, no estaremos analizando más que la mitad de la cuestión. El gurú que vive en la montaña puede comprender muchas cosas, pero es posible que no tenga idea de lo que significa viajar en un tren o en un autobús atestados de gente. La conciencia total de algunas personas siente pavor ante el entorno. Estas personas lo observan todo, desprovistas del sentimiento de pertenecer a todo lo que sucede en el mundo. Ninguno de los dos puntos de vista es totalmente correcto, ya que la vida interior y la exterior son incompletas la una sin la otra. El ascendente se encarga de unirlas.

Si consideramos la carta como un círculo cerrado y el ascendente como puerta de acceso, empezaremos a comprender las fronteras que limitan nuestra existencia de un modo constructivo con respecto a lo que podemos hacer de la forma más positiva. Una vez que hayamos aprendido a concentrar nuestras energías astrales a través del ascendente, podrían empezar a desaparecer todas aquellas interferencias carentes de sentido que nos impiden ser completamente nosotros mismos. En su lugar, el ego empieza a dibujarse y a desarrollar un sentido de la identidad, ya que conoce a la perfección la relación existente entre el ser interior y el mundo externo. La cuestión de la identidad no puede resolverse mediante la búsqueda de complejos psicológicos que pueden ser inherentes a determinadas posiciones planetarias dentro de la carta astral. Si bien reflejan el ser interior, estas posiciones no representan la integración entre la persona y el mundo que la rodea.

A medida que avanzamos en la vida, asimilamos ciertas cosas y descartamos otras. En todo momento experimentamos un proceso de toma y daca, un flujo de yin y yang que no cesa de remodelar la personalidad. Si no utilizamos nuestro ascendente, es fácil que asimilemos tantas cosas del entorno que lleguemos a tener serias dudas sobre quiénes somos. En el otro extremo, podemos llegar a expresar más de lo que nuestro entorno considera significativo. Sin  embargo, si esta doble corriente se mantiene dentro del perímetro del ascendente, se asemeja a un cable eléctrico protegido por una funda aislante. Podemos considerar y elegir de un modo selectivo lo que asimilamos y lo que emanamos a través de este filtro protector. Para seguir empleando la analogía de una corriente eléctrica, ésta debe ser la misma en ambas direcciones si queremos que la lámpara funcione. Cuando asimilamos más cosas de las que somos capaces de expresar, la corriente de la vida se desequilibra. Como consecuencia, guardamos demasiadas cosas en nuestro interior, lo cual nos impide ver la luz. Si expresamos más de lo que asimimamos, la corriente vuelve a quedar desequilibrada y no hay iluminación alguna. Ni la pasividad (el hecho de ser receptivo a las influencias de la vida), ni la actividad (el hecho de intentar plasmar el ser interior en el entorno), representan la plenitud de la vida que perseguimos. Lo que resulta aún más interesante es que los planetas de la carta astral no pueden alcanzar un rendimiento óptimo si la corriente de energía que fluye a través del ascendente está desequilibrada. Si pensamos en los planetas como receptores o transmisores de energía, y en la posición de los planetas como el modo en que pueden interpretarse las distintas energías, entonces entenderemos con facilidad que el exceso o la falta de corriente a través del ascendente pueden bien obstaculizar o bien sobrecargar todo el mecanismo.

El ascendente une el vacío existente entre el ser interior y el mundo al que la persona debe hacer frente. A fin de alcanzar el estado de ser, el individuo debe ser capaz de asociar todo lo que emana del interior del ser a una realidad mayor que pueda recibirlo. Si “todo lo que se halla en el interior de uno” no encuentra una vía de escape, la desesperación y la sensación de pérdida pueden apoderarse del ser interior. Si, por otro lado, el mundo exterior es incapaz de recibir todo aquello que un individuo puede llegar a ofrecer, el ser interior puede verse invadido por la desazón y por una sensación de falta de integración. El ascendente proporciona un equilibrio que permite que todo lo que se halla en el interior del individuo halle en última instancia comprensión a través del contacto con el entorno.

En ocasiones observamos a personas que se esconden detrás de sí mismas, que forjan ilusiones en su ser interior, al tiempo que contemplan cómo el entorno se plasma de un modo impersonal en ellos a través del ascendente. A veces encontramos a personas que se creen obligadas a empujar la carta  a través del ascendente, a sacar al exterior la energía de los planetas y los aspectos por la fuerza. En tales casos, estas personas suelen perder el ser interior en el entorno. Los hindúes afirman que la vida es como estar en un puente bajo, contemplando la corriente del río. Los acontecimientos fluyen hacia uno y vuelven a alejarse; el individuo los siente y los experimenta, pero el ser interior permanece intacto. El ascendente representa ese puente bajo o punto de encuentro entre el ser interior y los acontecimientos de la vida que experimentará. Si permitimos que nuestro ser interior experimente la vida abiertamente a través de todas las casas de la carta, como, por desgracia, hace la mayoría de la gente, podemos perder de vista la “corriente” que puede centrar y dirigir nuestras experiencias en el marco de referencia que por naturaleza entendemos. Incluso el río tiene orilla. Un río tiene tamaño, anchura, forma y dirección. Si no existiera la orilla, el agua fluiría por todas partes. Si experimentamos la vida a través de las distintas casas de nuestra carta sin asociarla de nuevo al ascendente, es como observar un río cambiar de forma y dirección sin saber siquiera por qué estamos contemplándolo. Si se asocia la experiencia de cada casa de nuevo al ascendente, puede mantenerse una comprensión centrada entre el ser interior y las experiencias externas. Y es ello lo que nos da una sensación de control sobre nuestras vidas.

El ascendente es nuestro centro de conciencia. Magnetiza y guía el resto de la carta hasta aquellas experiencias a través de las cuales el ser interno y el entorno pueden comunicarse. Si el individuo utiliza su ascendente de forma correcta, se sentirá cercano a las experiencias de la vida que se asemejen a las cualidades de su ascendente. Al mismo tiempo, será capaz de distanciarse de todas aquellas experiencias del entorno que no se relacionen directamente con su ascendente. De este modo, el ascendente magnetiza la conciencia, fijándola en puntos del espacio y del tiempo, a fin de que pueda establecer contacto con todas sus necesidades de asimilar cosas del (y dar al) universo sin experimentar demasiadas interferencias en forma de vibraciones, acontecimientos o circunstancias que se hallan fuera de su camino. A una persona con ascendente Géminis le resulta fácil estar en armonía con la cualidad actual de los periódicos, las revistas, la radio o la televisión, porque este ascendente encierra la cualidad de los medios de comunicación. Al mismo tiempo, una persona con ascendente Aries estará en armonía con las vibraciones de la conciencia que guardan relación con la actividad personal y el enfrentamiento valeroso a los desafíos que plantea la vida. Existen muchas cualidades diferentes de vibraciones y experiencias en el mundo exterior. Cada ascendente centra su armonía selectivamente en aquellas experiencias que se le parecen más. A causa de ello, cada ascendente posee una percepción distinta de la vida. Y sin tener en cuenta lo que haya en el resto de su carta, el individuo experimentará su relación con la vida a través de las percepciones centradas de su ascendente. De este modo, el ascendente gobierna el resto de la carta. Si una persona emplea su ascendente de la forma correcta, le resultará fácil estar en armonía tanto consigo mismo como con su entorno.

Para comprender esto, debemos comprender el verdadero significado del ascendente. Representa el signo que aparece en el horizonte cuando sale el sol. Si un individuo contempla la salida el sol durante unos minutos, no le será difícil percibir la cualidad del día que traerá consigo. El amanecer simboliza la esperanza, el optimismo y el nacimiento de lo que será. El signo que se eleva hacia el ascendente a la salida del sol (el signo ascendente) es la lente a través de la cual las personas ven la salida del sol.  Así pues, colorea las expecttivas del individuo para el día siempre favorecedor.

El sol sale cada mañana y aparece en distintos signos ascendentes. Pero, desde un punto de vista individual, cada persona lleva su propio signo ascendente durante toda la vida. Sus esperanzas acerca de lo que le resultará favorecedor en su futuro particular se filtran siempre a través del mismo ascendente. Si todos utilizamos nuestro ascendente de forma correcta, permitiendo que centre la carta en el punto de conciencia del mundo que más en consonancia esté con el ascendente, y regulando la entrada y salida de la corriente de información y experiencias que atraviesan el ascendente, entonces podremos aspirar a alcanzar muchas de las cosas que esperamos de nosotros. Sin embargo, ¿cómo podemos regular la entrada y salida de experiencias, teniendo en cuenta nuestra relación con el mundo externo, sobre el cual, al parecer, no ejercemos control alguno? Es cierto que el mundo seguirá su curso de hechos cambiantes sin tomar en consideración nuestros deseos. No obstante, no todos los acontecimientos del mundo son para nosotros. A menudo, cuando nos sentimos inseguros en nuestro entorno, tendemos a asimilar más factores externos de los que necesitamos. Por el contrario, cuando nos sentimos seguros, tan sólo recibimos aquello que necesitamos para nuestro rendimiento. Los individuos inseguros tienden a alargar las manos en todas direcciones, buscando “asideros” o “barandillas” en la vida a los que aferrarse. Estas personas suelen considerar casi todos los factores externos como algo que les permite adquirir mayor seguridad que aquello que perciben en su ser interior. Ven el mundo exterior como un ente pleno, mientras que el mundo interior es para ellos algo vacío.

Así pues, tienden a asimilar como un imán todo aquello que pueda proporcionarles más seguridad dentro de sí mismos. En consecuencia, absorben indiscriminadamente más cosas de las que su ser interno es capaz de asimilar. La consiguiente falta de comprensión no hace sino perpetuar la inseguridad original que experimentan. En cambio, las personas seguras saben absorber selectivamente lo que necesitan para su rendimiento creativo.

La cuestión de la seguridad o la inseguridad, que a menudo intentamos resolver prestando gran atención a los complejos psicológicos, es en realidad una cuestión de en qué medida sabe el individuo utilizar su su ascendente como filtro. Si una persona permanece dentro del ascendente, anclado al ser interior, nada de lo que perciba del mundo exterior debilitará las raíces de su estabilidad. Por el contrario, si el individuo intenta percibirse  a sí mismo desde fuera del ascendente, observándose a través de los ojos de los demás, lo que está haciendo es construir su vida sobre una falsa sensación de seguridad. En tal caso, tenderá a emitir juicios sobre el modo en que su carta debería funcionar, en relación con lo que ha creado en el mundo exterior. Por lo tanto, llevará un modo de vida caracterizado por el hecho de “estar en el exterior mirando hacia el interior”. El entorno se convierte en el centro que el ser interior intenta complacer constantemente. Puesto que el entorno no deja de cambiar, el centro del círculo que el ser interior mueve sin cesar también cambia. Bajo tales circunstancias, resulta imposible crear un marco de referencia, ya que el punto de conciencia del individuo cambia continuamente. Aún cuando el ser interior pudiera satisfacer las exigencias inquietas y volubles que identifica como el entorno, no podrá experimentar la satisfacción de ninguna forma.

La plenitud en cualquier área de la vida debe proceder de la fuente. El universo se autosatisface impersonalmente, mientras que los individuos pueden alcanzar la plenitud de un modo personal. Pero un individuo no puede satisfacer personalmente el universo, ni éste puede satisfacer impersonalmente al individuo. La persona emplea el ascendente de un modo saludable cuando comprende que el universo tiene mucho que ofrecer a aquellos que permanecen en su centro. Y desde este mismo centro, el individuo también tiene mucho que ofrecer al universo. Lo más importante es comprender que el punto de conciencia de cada persona debe poseer un marco de referencia individual si se pretende que tenga algún significado.

A fin de utilizar el ascendente de forma correcta, uno debe saber que percibirse a sí mismo de acuerdo con las expectativas del mundo equivale a identificarse con el universo impersonal y cambiante, al que no le importa si un individuo en particular lleva una vida plena o no. sin embargo, percibir el lugar de uno en el universo desde la perspectiva personal del ascendente ya es otra historia. Consideremos el modo en que estas dos perspectivas provocan que el ascendente funcione de formas diferentes.

En el primer caso, la persona vive fuera de sí misma, ya que se identifica con el universo impersonal. La conciencia universal gobierna la asimilación y el empleo de energía (a través del ascendente). Toda la carta vibra al son de las exigencias del mundo externo, en lugar de hacerlo de acuerdo con un sentido personal del ser. La asimilación y el rendimiento a menudo parecen hallarse fuera del control personal, por lo que la vida se convierte en una serie de experiencias que vienen dictadas impersonalmente por los caprichos volubles de la conciencia externa. En el segundo caso, el individuo se ve personalmente como uno de los numerosos actores que contribuyen a la conciencia universal. La corriente de entrada y salida (a través del ascendente) se convierte más o menos en una cuestión selectiva de control individual. Así pues, uno es o bien un gota en el océano, arrastrado de un lado a otro por la corriente impersonal cambiante o, por el contrario, puede contemplar el océano, pescar en él, remar en él, extraer agua, conciencia o inspiración, y, en definitiva, aprender a expresar su esencia de un modo selectivo. En el primer caso, el individuo vive sin poder controlar su vida. Atravesará tiempos difíciles que a la larga pueden convencerle de que el universo está poniendo a prueba su capacidad para sobrevivir.  En el segundo caso, el individuo puede sentir de un modo determinado y significativo la esencia de su ser interior, gracias a las partes de la conciencia universal con las que está más en consonancia. Así pues, si se utiliza el ascendente de la forma correcta, éste puede ser el centro de conciencia desde el que el individuo puede averiguar cuál es su papel creativo en el escenario en constante cambio que le rodea.

El ascendente desempeña un papel preponderante en el modo en que cumplimos nuestro destino kármico. Algunos individuos cumplen buena parte de su karma más pesado durante la juventud, mientras que  otros tienden  arrastrar las cargas de su karma hasta una edad mucho más avanzada. Superar los efectos negativos de las causas de vidas pasadas así como aprender a transformar los modelos en formas de expresión más positivas y productivas, se convierte en una cuestión de aprender a centrarse en las condiciones que precisamos para ser cambiados.

Los individuos que nunca aprende a centrarse no tienen muchas posibilidades de aliviar sus cargas kármicas. Por el contrario, si una persona utiliza su ascendente de forma correcta, éste se convertirá en la puerta a través de la que las nuevas experiencias nos ayudarán a reestructurar modelos pasados negativos. Para alcanzar el éxito, es importante que aprendamos a vivir de acuerdo con las energías de nuestra carta, en lugar de situarnos en el exterior y mirar hacia el interior. Desde un punto de vista kármico, los individuos que intentan complacer a un mundo impersonal identificándose con él, que intentan hacer que las energías de su carta (que son kármicamente individuales) encajen en el todo colectivo, pueden hallar una paz momentánea. Pero a largo plazo, estas personas descubrirán que no han hecho casi nada para desarrollar su karma individual. El todo colectivo siempre cambia, mientras que nuestro ascendente es el mismo durante toda la vida. Es importante que nos adaptemos a las condiciones cambiantes del mundo exterior, pero aún lo es más que nos identifiquemos selectivamente con las condiciones que afecten de forma directa la evolución de nuestro karma. En tal caso, el ascendente se convertirá en la puerta a través de la que recibiremos y expresaremos selectivamente aquello para lo que nuestro ser está preparado.