Hablaremos del tipo de crisis y conflictos con
que tropieza la gente que recorre la senda del crecimiento espiritual o
transpersonal. Assagioli divide el proceso en varias etapas: a) las crisis que
preceden al despertar espiritual; b) las crisis causadas por el despertar
espiritual, y c) las fases del proceso de transformación.
Las crisis que
preceden al despertar espiritual
Puede suceder que alguien experimente de pronto
un cambio de dirección en su vida. Esto puede verse precipitado por una
decepción importante en el trabajo o en la carrera, o por la pérdida de un ser
querido. También, a veces la gente se despierta y se da cuenta de que tiene una
insatisfacción íntima, de que lleva dentro un vacío. Puede ser que hasta
entonces el individuo se las haya arreglado muy bien, que se haya enfrentado
todos los días con el mundo sin inseguridad alguna; pero de pronto se apodera
de él un sentimiento insistente de la futilidad o de la falta de significado de
la vida. Es como si todo se muriera, despojado de vitalidad. Las personas que
viven esta experiencia sufren de lo que comúnmente se llama una crisis de
significado. “¿Por qué estoy aquí?”, se preguntan. “¿Por qué me preocupo? ¿Qué
significa todo esto?”. La crisis puede incluso parecer una grave perturbación
nerviosa, pero apenas por debajo del nivel superficial de esas dudas e
inquietudes hay aspiraciones espirituales o transpersonales que esperan tener
acceso a la personalidad. Algo tiene que morir para que nazca algo nuevo.
Generalmente, en momentos así hay en juego
tránsitos o progresiones de Urano, Neptuno o Plutón. Cuando los planetas
exteriores activan la carta o se ven movilizados por una progresión, el cosmos
no quiere dejarnos de la misma manera en que nos encontró. Lo viejo se
desbarata o se enrancia, y ya no funciona. Y sólo entonces lo nuevo encuentra
su oportunidadde acceso.
Se cuestiona la vida: ya no basta con seguir
delante de la misma manera que antes. Es muy frecuente que tengamos este tipo
de experiencia en la madurez, cuando Urano hace oposición con el Urano natal,
Neptuno se pone en cuadratura con el Neptuno natal o Plutón hace cuadratura a
Plutón natal. Pero puede suceder en cualquier momento de la vida; he conocido a
personas que tuvieron una crisis espiritual a los siete años, en tanto que
otras pasan por ella a los setenta.
Las crisis causadas
por el despertar espiritual
El desbordamiento de las energías
superconscientes o transpersonales suele vivirse como una elevación y una
liberación maravillosas. Y sin embargo, hay personas que tienen grandes
dificultades para asimilar el aflujo de energía, luz y poder que proviene de
esos niveles de la psique. El sistema nervioso puede verse literalmente
abrumado o quedar fuera de control por influjo de la energía superconsciente.
En la década de los años sesenta, muchísimas personas fueron “fulminadas” de
esa manera por la acción del LSD y otras drogas psicodélicas. Incluso sin que
medie la acción de ninguna droga capaz de expandir la conciencia, una poderosa
liberación de energía superconsciente en una personalidad débil o
desequilibrada puede producir formas de comportamiento extremas. En algunos
casos, la gente no resiste la presión: salen corriendo a la calle, se quitan
toda la ropa, queman su pasaporte… Si somos universales e ilimitados, ¿qué
necesidad hay de pasaportes? Algunas personas oyen voces que les dicen qué
tienen que hacer, o tienen visiones que no pueden integrar o entender del todo.
La vivencia interior de un Si mismo Transpersonal puede conducir a sentimientos
de grandeza que a veces se mezclan con problemas infantiles no resueltos que
tienen que ver con la omnipotencia. Un persona puede perder la capacidad de
distinguir entre el yo y el Sí mismo, y empezar a pensar que ella es Dios, o el
centro escogido de algún plan divino en el que todo tiene cabida. Con un camino
erizado de semejantes peligros, ya pueden ver ustedes por qué se necesita un yo
sano y equilibrado para poder canalizar mejor la inspiración transpersonal.
También hay otros problemas. Alguien puede
tener un despertar espiritual y creer erróneamente que aquello que ha podido
atisbar dentro de sí es ya una realidad manifiesta. Es decir, uno tiene una
experiencia cumbre y piensa que todos sus problemas están resueltos, que ya
está por encima de todo, tiene todas las posibilidades y es libre: ha llegado.
Pero lamentablemente uno no tarda en darse cuenta de que eso no es más que el
comienzo: todavía no ha llegado. Durante un tiempo, uno puede sentir un amor
ilimitado y verlo todo bañado en una luz dorada, pero muy pronto todo eso
pierde intensidad. Las cosas se normalizan, y uno regresa a su personalidad
anterior y a sus costumbres de siempre.
Como todo en la vida, la energía transpersonal
es cíclica; tiene un movimiento de flujo y reflujo. Cuando la marea sube, uno
se siente bien; hay una sincronicidad especial, suceden cosas mágicas. Cuando
la energía transpersonal baja, reaparecen las viejas limitaciones. Ya lo
tuvimos todo, y ahora el mundo vuelve a mostrársenos opaco. Nuestros viejos problemas nos parecen mucho
más frustrantes por haber podido atisbar cómo sería la vida si estuviéramos
libres de ellos.
Y lo más importante es que escalar las alturas
es algo que tiene la virtud de remover las profundidades. Contactar con la luz
de la mente superior nos hace ver con más claridad lo que hay de oscuro en
nosotros. Tras un aflujo interior de energía superconsciente, se despiertan los
demonios en las profundidades del inconsciente. Uno tiene una vivencia de luz y
amor, y dos días después se enfurece irracionalmente por cualquier cosa.
Entonces se viene abajo y se siente más deprimido y vacío de lo que jamás se
sintió en la vida. ¿Es que la experiencia cumbre no fue más que una ilusión,
una engañosa fantasía?
Una vez oí casualmente que una monja – y no es
que sea mi costumbre andar escuchando las conversaciones de las monjas – le
decía a una mujer que se iba del convento después de haber hecho una semana de
retiro: - Tenga cuidado, porque dentro
de unos días se encontrará con el diablo.
También yo, enseñando meditación, he
descubierto algo similar. Después de una meditación profunda e intensa, la
gente se siente inundada de claridad y paz, pero es probable que unas pocas
horas después tenga la vivencia de lo que solemos llamar liberación de estrés.
El hondo descanso de una meditación profunda saca afuera remanentes de tensión
que estaban sepultados en ocultos escondrijos de la psique. Esas viejas
tensiones afloran a la superficie y a veces, en el proceso de su liberación, se
las revive. Comparada con la paz y la ecuanimidad de la meditación intensa, la
liberación de estrés le da a uno la sensación de que está retrocediendo, en vez
de avanzar en su crecimiento espiritual. San Juan de la Cruz habló así de la noche
oscura del alma: “Y cuando los rayos de esta pura Luz se derraman sobre
el alma para expulsar las impurezas, el alma se percibe tan impura y miserable
que le parece como si Dios se hubiera puesto en contra de ella y como si ella
se hubiera puesto contra Dios.”
Es probable
que se encuentren en alguna lectura con una persona que está en medio de
una de estas crisis. En esos casos, pueden ayudarla recordándole que lo que le
sucede es una parte natural del proceso de crecimiento y despliegue espiritual.
Generalmente, un estado de exaltación no dura indefinidamente.
Precipitarse desde estas alturas puede ser
deprimente y desalentador, hasta que uno se da cuenta de que el influjo de la
inspiración transpersonal ha servido para enseñarle la dirección adecuada.
Ahora se puede empezar a trabajar para consolidar la visión y convertirla en
una relidad más permanente en la propia vida. Cuando nos desmoronamos desde las
alturas de la percepción superconsciente es cuando debemos empezar de nuevo a
trepar lentamente, paso a paso.
Las fases del proceso
de transformación
Parte del proceso de transformación consiste en
cultivar e integrar las funciones superiores para equilibrarlas con el resto de
la personalidad. Para la mayoría de las personas, esta es una época de
fluctuaciones entre luz y oscuridad, cumbres y abismos, júbilo y dolor. Será
necesario examinar y despejar los obstáculos que se oponen al fluir de las
energías superconscientes. Además, en el curso de la realización de sí mismo,
uno tendrá que enfrentar sus heridas y complejos infantiles más profundos y más
dolorosos para curarlos y resolverlos.
Es tal la cantidad de energía que consumen estos
procesos que de hecho podemos dar la impresión de ser menos eficientes que
antes para operar en el mundo. Es probable que los demás nos perciban como si
estuviéramos retrocediendo o disgregándonos. Podemos oír cosas como: “Pues vaya
con tus ideas espirituales… si estabas mucho mejor antes de que te diera por
meditar”, o “No sé qué bien le estará haciendo la terapia a mi mujer; está
mucho más intratable que cuando empezó”. Estamos sometidos a prueba. ¿Podemos
mantenernos fieles a nuestro compromiso de crecimiento aunque los demás nos
tomen el pelo o se burlen de nuestros progresos? El acercamiento a otras
personas que estén recorriendo el camino espiritual, con quienes podamos
compartir nuestras experiencias, puede ser de gran ayuda durante esta fase, puesto
que ellas entenderán nuestros altibajos.
En “Psicosíntesis”, Assagioli señala muy
acertadamente que la oruga tiene más suerte que nosotros: su transformación se
produce en la paz y la seguridad relativas de un capullo. Nosotros, en cambio,
podemos estar en mitad de un profundo cambio en nuestro crecimiento, y sin
embargo lo más frecuente es que todos esperen que sigamos con nuestra vida
cotidiana como si tal cosa. Assagioli compara la situación con el intento de
reconstruir una estación ferroviaria sin molestarse en interrumpir el tráfico
existente. Durante un tiempo, todo es un caos por partida doble.
En “La conspiración de Acuario”, Marilyn
Ferguson destaca un punto importante en lo que se refiere a la evolución
espiritual y psicológica: que vamos en pos de la vivencia de la transformación
de la única manera que conocemos, es decir, como consumidores y competidores.
Nos preocupa si estaremos avanzando con suficiente rapidez; andamos en busca de
toda clase de técnicas, recursos y prácticas que nos lleven más pronto a la
meta, y no dejamos de compararnos para ver si estamos tan adelantados como las
personas que nos rodean.
Es virtualmente imposible dar indicadores
astrológicos específicos para todas las diversas etapas de la evolución
psicoespiritual. Son diferentes en cada caso. Lo único que puedo decir es que
Júpiter, Saturno, Urano, Neptuno y Plutón ponen el balón en juego, pero hacia
dónde nos llevará en última instancia el viaje a cada uno de nosotros, eso
solamente nuestro propio Sí mismo más profundo puede decírnoslo.
1 comentario:
Muy iluminadora esta información. Muchas gracias!
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