sábado, 10 de marzo de 2018

Reflexión sobre los Sentimientos

Fragmento del capítulo "Sí a los sentimientos", extraído del libro "Las cinco cosas que no podemos cambiar", de David Richo.

La palabra "sentir" proviene de una raíz indoeuropea que significa "tocar". En la ciencia hay un término, "perturbación", que se refiere a la habilidad de las cosas naturales de experimentar cambio y movimiento. Esto es lo que propicia la evolución y el flujo de la vida. Sentir es activar nuestra capacidad  de ser afectados, conmovidos o cambiados por los sucesos, la naturaleza y la gente: por los hechos de nuestra existencia.

Las presiones de la vida nos pueden arrastrar y aplastar o podemos volvernos testigos justos y alertas de ellas y entonces decidir qué es lo mejor que podemos hacer a continuación. Ser testigos de nuestros sentimientos acerca de las circunstancias y nuestras reacciones ante ellas significa no quedar atrapado en ellas, no tomárnoslas demasiado personal o seriamente, no ser poseídos por ellas, no quedar devastados por ellas, no ser refrenados o dominados por ellas. Nuestro propósito espiritual no es reprimir nuestras emociones ni entregarnos a ellas, sino permitirlas de una manera tan completa que pasen por nosotros hasta el suelo, es decir, que se resuelvan..., o incluso que vuelvan a la tierra, si queremos.

Cuando vivimos con un sí incondicional, desarrollamos la ecuanimidad. Pero ésta no debe interpretarse como imperturbabilidad. 

La ecuanimidad es la virtud de volver a la base, volviendo a estabilizarnos, después de sentir la perturbación incitada por nuestros sentimientos. Las personas que son sanas tanto psicológica como espiritualmente se ven afectadas por lo que les sucede a ellas mismas y a los demás. Los sucesos les hacen mella. Sienten profundamente y lo muestran. No son inamovibles o estoicas con respecto a lo que hacen los demás o respecto a lo que sucede. Son penetrables. Si fuese de otra forma, ¿cómo podría pasar la luz a través de ellas?

El carácter, la profundidad y la compasión florecen en nosotros porque nos puede afectar lo que nos sucede. Pero los sucesos no tienen que impactar en nuestra vida de maneras peligrosas.

Cuando los sucesos afectan, una persona:
  • Siente sus sentimientos a salvo, permaneciendo sólida y centrada.
  • Pasa por la experiencia conscientemente y al mismo tiempo busca apoyos sanos.
  • Se da cuenta de que su sueño y su apetito se ven afectados moderadamente.
  • Se ocupa de la dificultad, la procesa y la resuelve.
  • Se siente triste, pero en un nivel apropiado para la situación.
  • Conserva la salud física.

Cuando los sucesos impactan,, una persona:
  • Se siente abrumada por los sentimientos, quedándose desestabilizada y desolada.
  • Usa drogas o alguna adicción para escapar de la realidad o evitarla.
  • Se da cuenta de que su sueño y su apetito se ven seriamente afectados.
  • Se estanca en pensamientos sin salida y continúa sintiendo el golpe de los sucesos.
  • Se siente deprimida o desesperada.
  • Daña su salud física.
Los sentimientos son reacciones físicas que son las sanas tecnologías inherentes para afrontar las sacudidas de la vida. Nuestros sentimientos son los mecanismos sanos que nos ha dado la naturaleza para que podamos lanzarnos a resolver los problemas, creando soluciones nuevas, e inventando alternativas útiles. En otras palabras, la naturaleza nos hizo sentir para que pudiéramos evolucionar.

Frente a los hechos de la vida, el sí suena más de esta manera: "¿Cómo puedo pasar por  esto con los ojos bien abiertos? ¿Cómo puedo pasar por esto con todos mis sentimientos? Entonces estaré en la mejor posición para crecer con estos eventos". Este es el sí con el que hemos nacido. No está condicionado por tópicos o análisis mentales antiquísimos. Un sí a los sentimientos es la parada antes de llegar a las explicaciones filosóficas, los consuelos teológicos o las máximas alentadoras. En esa parada están nuestras raíces terrenales, nuestra pasión natural y nuestra cordura.

Muchos de nosotros hemos vivido durante años en nuestra cabeza o en egos resguardados, nuestras cabañas provisionales. Hacemos esto porque tenemos miedo de nuestros propios sentimientos y de la intimidad que crean cuando otros los ven y los comparten. Los sentimientos son la vía rápida a la intimidad. Nos revelan no como personas tensas contra el impacto y mordazmente en control, sino como vulnerables y suaves. Nos volvemos encantadores y atractivos. ¿Evitamos los sentimientos porque tememos la intimidad que podría resultar?

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