sábado, 3 de febrero de 2018

Reflexiones acerca del destino

Si alguna vez las circunstancias de la vida te impulsaron a replantearte tus ideas acerca del destino, te invito a leer esta reflexión.

Abro el fuego con este pensamiento de Rainer Maria Rilke: “No penséis que hay más en el destino de lo que puede caber en la infancia”. Novalis sintetiza su concepción acerca del destino en esta conmovedora sutileza: “Destino y Alma son dos nombres para el mismo principio”. Shakespeare, con criterio práctico, afirma: “En nuestros locos intentos, renunciamos a lo que somos por lo que esperamos ser”. Finalmente, Eugenio Carutti dice: “Destino es lo que no conozco de mí mismo”.

Comencemos por observar que el diccionario define al individuo como “indiviso; único entre los de su misma especie”. Pero en lugar de quedarnos con esta definición, descubramos qué es un individuo con la ayuda de esta imagen: “todo individuo es un juego de luces y sombras, moviéndose constantemente entre contrastes y matices”.

De las ideas vertidas en el inicio de esta nota, tomaré la siguiente: “Destino es lo que no conozco de mí mismo”. De aquí se infiere que circunstancias y personas que llegan a mi vida, aún pareciendo ajenas a mi naturaleza, forman parte de mi energía y, por lo tanto, cumplen la función de mostrarme aspectos de mí misma que desconozco y que sólo haré concientes de esa manera.

Observemos también la frecuencia con que se utiliza la palabra destino como sinónimo de predestinación, la palabra predestinación como sinónimo de fatalidad y la fatalidad como algo inexorable ante lo cual nuestra libertad personal se reduce a la aceptación o la resistencia.

Ciertas circunstancias o vínculos parecen ser “atraídos” a nuestra vida, misteriosa e inesperadamente, sin la intervención de nuestro deseo o de nuestra voluntad. Esto podría ser explicado mediante la regencia de leyes universales como ésta: “lo semejante atrae lo semejante”.

Supongamos ahora que todo lo que llamamos realidad “afuera” representara sólo una excusa para que se manifestara “el adentro”. ¿Cuál sería la línea que separa la realidad de la ilusión? ¿O tendría que decir “mi ilusión”? Y, finalmente, ¿cuál es la realidad? ¿lo de “adentro” o lo de “afuera”?

Aquí tenemos otra ley universal que puede facilitar la comprensión: “así como es afuera, es adentro; así como es arriba, es abajo”.


Volvamos ahora a la imagen diseñada para descubrir – no definir - qué es un individuo. En ella utilizo deliberadamente la palabra “juego”.

¿Qué sugiere un juego?

Existen juegos con reglas y juegos sin reglas, pero todos los juegos responden a leyes que los ordenan. Sostenidos por la estructura del orden generado por esas leyes, algunos juegos permiten una mayor espontaneidad que otros mientras que algunos ofrecen más alternativas para combinar que otros.

Las leyes son un puente hacia el orden y, a la vez, contienen las claves para alcanzarlo. El orden está inexorablemente asociado a la libertad. Yo puedo no seguir las reglas, pero siempre estaré bajo el imperio de las leyes. Mientras respete las leyes, encontraré un camino hacia el orden. Entonces, conoceré la libertad.

Es vital darse cuenta de que todo proceso se desarrolla con fluidez cuando sigue un orden.

El límite también busca el orden, pero cuando el individuo convierte al límite en una limitación, implanta la restricción en los procesos de su vida. Es entonces cuando los impedimentos, las dificultades o las demoras se presentan ante él y los define como destino o fatalidad, sin diferenciar un concepto del otro. Pero no ve que, con frecuencia, califica de fatalidad lo que él mismo ha convertido en fatalidad. Finalmente lo convierte en inevitable, irreversible, se rinde, se victimiza y pierde el contacto con lo primordial: el juego.

Ahora veamos la expresión completa: “todo individuo es un juego de luces y sombras, en constante movimiento, contrastes y matices”.

En la vida encontramos múltiples metáforas de juegos de luz y sombra:

Imaginemos un eclipse… un astro ocultando al otro, generando contrastes y matices en movimiento de la luz hacia la sombra y de la sombra hacia la luz … Vayamos ahora a nuestra dimensión emocional y revivamos algún momento en que nuestro deseo haya sido amordazado por el miedo, hundiéndose en la sombra hasta resurgir y volver a ocupar su lugar en la luz, empujando hacia las sombras al miedo … Evoquemos nuestra melodía preferida y veamos que la música posee movimiento, contrastes y matices en donde luces y sombras juegan, provocando infinidad de contrastes y matices que sensibilizan nuestra alma…

Individuo, juego, movimiento, contrastes, matices, luces y sombras... ¿Son los componentes de la vida toda? Sí, lo son. ¿Ellos también nos constituyen? Porque nosotros somos parte de la vida, con seguridad que sí.

¿Qué es, entonces, lo inexorable?

Quizás sea lo que construye el individuo con las respuestas que ofrece a la vida, desde la inflexibilidad y la no aceptación de que todo está en un permanente fluir cuando respeta el orden... Quizás sea lo que genera cuando se rinde, porque al hacerlo se queda quieto...

Tal vez lo inexorable sea la ausencia de movimiento, contrastes y matices... O la ausencia de juego... O el individuo paralizado, casi muerto, despues de haber asesinado a la vida con la rigidez de su actitud...

Si el individuo pudiera percibirse y sentirse como un juego de luces y sombras, moviéndose constantemente entre contrastes y matices, ¿cómo podría construír inflexibilidad, inercia o muerte y además esforzarse por persistir en ellas?

Los caminos de la vida están señalizados. Las sincronicidades son esas “ señales de vialidad interior ” que forman parte de la maravillosa manera en que el Universo se comunica con nosotros, también jugando, desde su infinita e inagotable gama de contrastes y matices.

Después de todo, quizás el destino sea la causa y, al mismo tiempo, el efecto de la mejor apuesta que podemos hacer en el juego de la vida: la de llegar a ser quienes somos.

Desafiantes, por haber sido desafiados a vivir y por haber tenido el coraje de responder al llamado … siempre jugando...

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