Extraído del libro “La
vida en transición”, de Servet Hasan.
(Texto sugerido para meditar durante el segundo retorno de Saturno)
En el envejecimiento se da una inmersión para
la cual, en realidad, nunca somos capaces de prepararnos. Pero lo que podemos
hacer es protegernos con los conocimientos adquiridos y enfrentarnos sin miedo
a lo que venga después. Podemos ignorar las canas, las várices y la merma de
los sentidos, y utilizar lo que el espíritu nos da a cambio: una vida que emerge
de las cenizas de nuestros desafíos, como una resplandeciente ave fénix. Una
mayor sabiduría que ve más allá de sus viejos límites se asienta dulcemente en
nosotros. Y de nuevo podemos empezar de una forma distinta.
Envejecer nos enseña a desprendernos de todas
las cosas a las que nos aferramos desde hace mucho tiempo. Ya no te queda nada
de que desapegarte, y ya no estás intentando adquirir o controlar nada más. Ya
no negamos la cara oscura de nuestra personalidad, porque ya no tiene sentido.
Podemos desapegarnos completamente de los colegas de profesión con quienes nos
identificábamos y de las expectativas de los demás. Alcanzamos un nivel
distinto de totalidad que nos permite volvernos tan desapegados como un niño y
hacer lo que nos plazca.
La vejez sucede en nuestro interior, no en
nuestro exterior.
Piensa en esto: si no
supieras la edad que tienes, ¿cuántos años tendrías?
Escucha la edad que tu guía interior te dice
que tienes. Esa es tu edad real. El hermoso rostro que se ha arrugado sigue siendo
un rostro hermoso. Sigues siendo la misma persona. El pelo gris sigue siendo tu
pelo. Todo eso forma parte de una vida que se despliega. En lugar de rechazar
los cambios, ámalos.
Solo hay una diferencia entre la juventud y la
madurez. ¿Cuál es? La juventud mira hacia delante, siempre hacia algo mejor. En
la madurez, miramos hacia atrás, siempre hacia algo peor. ¿Qué sucede cuando
alcanzamos la edad madura? A la mayoría se nos ha enseñado que ya no podemos
mirar hacia delante para crecer más, que lo único que podemos esperar es
“sobrevivir” lo mejor que podamos antes de caer en la expiral descendente de la
vejez.
Creo firmemente que todos somos seres eternos.
Si tú también lo crees, nadie es más joven o más viejo que los demás. Por lo
tanto, te queda esperar la muerte u
ocuparte de volver a nacer.
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