domingo, 11 de febrero de 2018

El Envejecimiento

Extraído del libro “La vida en transición”, de Servet Hasan.

(Texto sugerido para meditar durante el segundo retorno de Saturno)

En el envejecimiento se da una inmersión para la cual, en realidad, nunca somos capaces de prepararnos. Pero lo que podemos hacer es protegernos con los conocimientos adquiridos y enfrentarnos sin miedo a lo que venga después. Podemos ignorar las canas, las várices y la merma de los sentidos, y utilizar lo que el espíritu nos da a cambio: una vida que emerge de las cenizas de nuestros desafíos, como una resplandeciente ave fénix. Una mayor sabiduría que ve más allá de sus viejos límites se asienta dulcemente en nosotros. Y de nuevo podemos empezar de una forma distinta.

Envejecer nos enseña a desprendernos de todas las cosas a las que nos aferramos desde hace mucho tiempo. Ya no te queda nada de que desapegarte, y ya no estás intentando adquirir o controlar nada más. Ya no negamos la cara oscura de nuestra personalidad, porque ya no tiene sentido. Podemos desapegarnos completamente de los colegas de profesión con quienes nos identificábamos y de las expectativas de los demás. Alcanzamos un nivel distinto de totalidad que nos permite volvernos tan desapegados como un niño y hacer lo que nos plazca.

La vejez sucede en nuestro interior, no en nuestro exterior.

Piensa en esto: si no supieras la edad que tienes, ¿cuántos años tendrías?

Escucha la edad que tu guía interior te dice que tienes. Esa es tu edad real. El hermoso rostro que se ha arrugado sigue siendo un rostro hermoso. Sigues siendo la misma persona. El pelo gris sigue siendo tu pelo. Todo eso forma parte de una vida que se despliega. En lugar de rechazar los cambios, ámalos.

Solo hay una diferencia entre la juventud y la madurez. ¿Cuál es? La juventud mira hacia delante, siempre hacia algo mejor. En la madurez, miramos hacia atrás, siempre hacia algo peor. ¿Qué sucede cuando alcanzamos la edad madura? A la mayoría se nos ha enseñado que ya no podemos mirar hacia delante para crecer más, que lo único que podemos esperar es “sobrevivir” lo mejor que podamos antes de caer en la expiral descendente de la vejez.

La Fuente de la Juventud siempre está delante de nosotros, si seguimos moviéndonos hacia un mañana mejor. Tu cuerpo se está formando constantemente y la perfección sigue siendo notable, mental y físicamente, cada día. Cada minuto que vives es un minuto de concepción y renacimiento. Incluso el invierno puede convertirse en tu primavera, si lo permites. Contempla los gloriosos colores de una puesta de sol al finalizar el día, el modo en que el sol pinta el cielo mientras se mueve trazando un arco por el horizonte para desaparecer luego. Cuando nuestro estado físico mengua, nuestro estado espiritual emerge con mayor fuerza.

Creo firmemente que todos somos seres eternos. Si tú también lo crees, nadie es más joven o más viejo que los demás. Por lo tanto, te queda esperar la muerte u ocuparte de volver a nacer.

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