Suelo afirmar, porque estoy realmente convencida,
que lo único que podemos mover en la vida es la conciencia.
Mediante el acto de enfocar nuestra atención, llegamos
a un nuevo punto de vista respecto a una cuestión determinada, iniciando una
transformación en nuestra realidad.
En el libro “Pide y se te dará”, se explica
magistralmente lo siguiente sobre el tema:
“Puesto que
este es un Universo basado en la atracción, no existe la exclusión. Todo se
basa en la inclusión. Así, cuando contemplas algo que desearías experimentar,
te concentras en ello y gritas ¡sí!, lo incluyes en tu experiencia. Pero cuando
contemplas algo que no deseas experimentar, te concentras en ello y gritas
¡no!, también lo incluyes en tu experiencia. No lo invitas a entrar con tu ‘sí’
y lo excluyes con tu ‘no’, porque en este Universo basado en la atracción no
existe la exclusión. La invitación reside en el hecho de centrarte en ello. Lo
invitas a entrar prestándole atención.
Cuando prestas
atención a un tema, la Ley de Atracción te proporciona circunstancias,
condiciones, experiencias, personas y toda suerte de elementos que se
corresponden con la vibración que practicas habitualmente. Y a medida que
comienzan a manifestarse a tu alrededor cosas que coinciden con los
pensamientos en los que te has centrado, desarrollas unos hábitos vibratorios,
o tendencias, más poderosos. Así, ese pensamiento anteriormente pequeño e
insignificante se convierte en una poderosa creencia, y tus poderosas creencias
siempre juegan un importante papel en tu experiencia.”
Prestar atención es siempre un acto consciente.
Describo el proceso, en sus etapas, tal como yo
misma lo he venido observando en mi experiencia, desde hace mucho tiempo:
Llega un estímulo externo o interno (insight) que nos
despierta (Urano). Nuestra conciencia es
movilizada y la atención se enfoca en el mismo, registrándolo; esto produce un
darse cuenta acerca de la calidad y naturaleza del estímulo (Sol).
Inmediatamente, y luego del registro de la conciencia, ésta se expande
(Júpiter) porque contempla aspectos que antes no había considerado, conduciendo
de inmediato a la necesidad –más o menos urgente- de dar forma y estructura a
lo que acaba de ser descubierto, lo que
nos da la opción de construir algo propio y de mantenerlo durante un tiempo
determinado en nuestra vida (Saturno). Este ciclo se cierra y el proceso
comienza nuevamente, tantas veces como estímulos lleguen y nosotros decidamos prestarles
atención.
Es la oportunidad de transformar nuestras
circunstancias y a nosotros por medio de ellas, si permanecemos abiertos y
receptivos para que ingrese lo que tenga que ingresar, sin intentar controlar
el proceso.
Pero también es importante saber que no basta con
que nos abramos. Después de responder a los estímulos que irrumpen en nuestra
vida inesperadamente, hay que hacer el trabajo. Y nuevamente necesitaremos la
energía simbolizada por Saturno y sus dones: responsabilidad, dedicación,
resistencia y persistencia, sumados a la aceptación del tiempo que requiere el
proceso.
La vida es una proveedora permanente de estímulos:
en lo cotidiano, representados por los planetas personales; en lo
extraordinario, por los planetas transpersonales. La respuesta (o la reacción)
a los mismos y lo que hagamos con ellos, depende de nosotros.
Podemos darles forma y estructura, resistirnos a
ellos, fluir con ellos, darles un lugar en nuestra realidad para modificarla y
modificarnos, excluirlos, negarlos, reprimir lo que despiertan en nosotros, en
fin, también somos libres de dejar pasar las oportunidades que nos traen.
Pero una cosa es segura: hagamos algo o no, el
Universo seguirá enviándonos todo aquello que esté en absoluta sintonía con
nuestra nuestra naturaleza interior, acorde a nuestra vibración. En esto podemos confiar,
porque es una Ley inmutable y justa.
1 comentario:
Es algo muy importante y nunca nos tomamos el tiempo para hacerlo.
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