Fragmento del libro “Los dioses del cambio”(El dolor, las crisis y los
tránsitos de Urano, Neptuno y Plutón), de Howard Sasportas.
Ya hemos hablado de cómo algunos de nuestros
impulsos infantiles dan origen a la angustia y
al empleo de mecanismos de defensa que la sofoquen (ver en este blog el post “El tesoro escondido”).
Sin embargo, los pensadores existencialistas
creen que lo que nos hace sentir incómodos no son sólo los impulsos
inaceptables, y nos hablan de ciertas “cuestiones últimas” – hechos básicos de
la vida que tenemos que afrontar en virtud de nuestra misma existencia – que
también provocan angustia y, por lo tanto, ponen en acción los mecanismos de
defensa. Los tránsitos de Plutón pueden despojarnos también de estas defensas y
pedirnos que encaremos directamente las cuestiones últimas de la vida.
¿Cuáles son estas cuestiones últimas, estos
“datos” ineludibles de la existencia? En su libro “Existential Psychoterapy”
(Psicoterapia Existencial), Irvin Yalom las enumera agrupándolas en cuatro
categorías principales: la muerte, la libertad, el aislamiento y la falta de
sentido.
Las consideraremos una por una.
Cualquier cosa que nace habrá de morir un día.
Ahora estamos vivos, pero un día dejaremos de existir y aunque no hay
escapatoria de la muerte, nos construímos defensas de todas clases para no
enfrentarnos a este hecho. El cristianismo sugiere una vida después de la
muerte, los filósofos esotéricos creen en la reencarnación y en la inmortalidad
esencial del alma. Estos conceptos bien pueden ser verdad, pero muchos
existencialistas afirmarían que tales creencias son maneras de eludir el
reconocimiento del carácter definitivo de la muerte. Una parte de nosotros
tiene conciencia de la inevitabilidad de la muerte, pero hay otra que está
aterrorizada ante la perspectiva del no ser y que desea seguir existiendo. Para
calmar nuestra angustia de muerte, nos buscamos maneras de “inmortalizarnos”.
La idea de hacerse famoso y de vivir eternamente en la memoria de la gente
ayuda a aliviar la angustia que provoca en el ego el carácter finito de la
existencia. Escribir libros o crear obras de arte que nos sobrevivan es también
satisfactorio para la parte de nosotros que está ávida de inmortalidad. Tener
hijos es otra manera simbólica de asegurar la continuidad de nuestra
existencia: aunque nos muramos, una parte de nosotros seguirá viviendo cuando
hayamos desaparecido. Sin embargo, un tránsito de Plutón puede obligarnos a
encarar la muerte, ya sea confrontándonos con la inevitabilidad de la propia o
con la muerte de alguien próximo a nosotros.
De acuerdo con la teoría existencialista, otra
cuestión principal es la libertad. Somos los únicos responsables de lo que
hacemos y el estado de nuestra vida es el resultado de las decisiones que hemos
tomado, conciente o inconcientemente. Sólo nosotros somos responsables de
nuestros actos. Si nuestra vida no es como nos gustaría que fuera, no podemos
culpar a nadie más que a nosotros mismos. Podríamos haber elegido otras cosas;
podríamos haberlas hecho de otra manera. Nadie más que nosotros es responsable.
El hecho de que seamos responsables de nuestra propia vida es aterrador, porque
¿qué pasa si nos equivocamos en nuestras opciones? En su libro “Escape from
freedom” (El miedo a la libertad), Erich Fromm postula que algunas personas
preferirían vivir en un estado totalitario que tomara todas las decisiones en
nombre de ellas, antes que soportar continuamente la angustia de tomar
decisiones. Intentamos coaccionar a otros para que las tomen por nosotros.
Atribuímos la responsabilidad final de nuestra vida al destino, a los dioses, a
nuestro inconciente o a cualquier cosa… salvo a nosotros mismos. Bajo la
influencia de los tránsitos de Plutón es probable que tengamos que afrontar el
hecho de que a nadie más que a nosotros mismos podemos hacer responsable de las
decisiones que tomamos en la vida.
Otro dato básico de la existencia que nos llena
de temor es el hecho de que por más intimidad que tengamos con otras personas,
siguen existiendo algunas brechas infranqueables. Nadie puede jamás conocernos
del todo, ni nosotros podemos conocer completamente a otra persona. Nacemos
solos y morimos solos. Intentamos defendernos de la sensación de nuestro
aislamiento existencial buscando el amor y las relaciones y, en especial, las
uniones simbióticas en que nos fundimos o mezclamos con otra persona. Existimos solos y sin embargo anhelamos ser
parte de algo mayor. Bajo la influencia de un tránsito de Plutón puede
sucedernos que perdamos a personas que pensábamos que jamás nos abandonarían y,
como resultado de ello, que tengamos que afrontar nuestra soledad básica en la
vida.
Finalmente, está la cuestión del sinsentido. La
mayoría de los existencialistas creen que no hay verdades definitivas, que el
universo no tiene ningún significado, a no ser el que nosotros le atribuyamos.
“La única verdad absoluta es que no hay nada absoluto”. Si tal es el caso, ¿por
qué estamos aquí y cómo debemos vivir? Aunque pueda no haber verdades
preexistentes, en cuanto seres humanos necesitamos algún significado que dé
propósito y dirección a nuestra vida. Necesitamos algo por lo cual vivir,
líneas referenciales que nos permitan trazarnos un derrotero en la vida. Los
tránsitos de Plutón pueden hacernos descubrir que la forma en que hemos dado
sentido a nuestra vida ya no nos sirve: un sistema de creencias, una religión,
una filosofía o un conjunto de ideales puede desmoronársenos por completo. Es
probable que tengamos que afrontar la posibilidad de que el universo no tenga
ningún significado preestablecido o que nos veamos forzados a reevaluar y
redefinir la forma en que damos sentido y orientación a nuestra existencia.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario