jueves, 18 de enero de 2024

Ciclos de Edad - Dejando un Legado

Cuando pensamos en dejar un legado vienen a la mente muchas ideas acerca de la vocación, el reconocimiento, encontrar nuestro lugar en el mundo, hacer lo que amamos o nos apasiona, mejorar la calidad de vida de los otros, en fin, es un panorama tan amplio como amplios son los campos de experiencia humana.

En general, nos enfrentamos a este tema cuando arribamos a la mediana edad. En el período de la vida comprendido entre los 38 y los 50 años aproximadamente – y siempre que este anhelo no se haya manifestado antes, cosa que puede suceder en algunos casos – despierta en nosotros la necesidad  de definirnos como individuos – individuo significa único e irrepetible entre los de su misma especie – expresando así nuestra singularidad, es decir, aquello que nos hace diferentes de todos los demás seres humanos.

Entonces aparece la urgencia de revisar y/o cuestionarnos sobre el camino recorrido hasta ahora y tomamos conciencia de estar o no haciendo “eso” que nos permite dejar nuestra propia huella en el mundo.

En caso de estar haciéndolo – lo que equivale a estar en conexión con nuestro propósito – no habrá necesidad de modificar el rumbo ni se experimentará una crisis. Simplemente, se irán haciendo los ajustes necesarios para seguir creciendo, incorporando todo aquello que nos permita renovarnos.

Pero  en el caso de no estar haciéndolo, surgirá una crisis y se deberá evaluar la necesidad de cambiar de dirección, con todo lo que eso implica. La magnitud de la sacudida será proporcional a la  medida en la que nos hayamos desviado de nuestro camino, por habernos desconectado de nosotros mismos. La insatisfación y la frustración serán los indicadores a tener en cuenta.

Durante este período de la vida atravesamos dos ciclos de edad contundentes y transformadores en nuestra evolución: la oposición de Urano – entre los 38 y los 44 años – y el retorno de Quirón – entre los 49 y 50 años -. Por eso mencioné al comienzo la etapa comprendida entre los 38 y los 50 años, pues ambos ciclos tienen puntos en común: el primero gesta el segundo, pero el segundo depende de haber concretado el aprendizaje del primero.

En el primero, el aprendizaje/desafío consiste en liberarse de todos los condicionamientos y mandatos heredados o adquiridos - familiares, sociales, culturales, relaciones no significativas, etc. - para poder dar a luz el propio ser en toda su autenticidad. 

Ante todo hay que aceptar que el condicionamiento siempre existirá, pero tenemos que aprender a discernir aquél que nos limita y empobrece – impidiendo que seamos quienes hemos venido a ser – de aquél que nos enriquece y nos facilita el acto de parir nuestra individualidad.

En el segundo, el aprendizaje/desafío consiste en el florecimiento que surge de estar en conexión con nuestro propósito. Y el descubrimiento de nuestro propósito se relaciona con la expresión de nuestros potenciales vocacionales.

Este proceso asociado a estos dos ciclos de edad nos prepara para poner nuestros dones, talentos, habilidades, es decir, todos nuestros recursos internos, al servicio de la humanidad. Es la oportunidad de conocer una manera distinta de estar en el mundo, en una actitud que resumo en estas palabras: receptividad y disponibilidad para establecer contacto con algo mayor que nuestro propio ego. Tal vez un posible camino a experimentar ese estado de conciencia conocido como amor universal, en donde nos sentimos uno con el resto de lo que existe en la vida. Por lo tanto, es un estado de inclusiva apertura.

En esto consiste el acto de dejar un legado: una elección para conectarnos con un sentido y propósito más profundos, además de constituír una fuente de genuina e inagotable plenitud. 

Una nueva forma de ser para estar en el mundo. Una nueva forma de estar en el mundo, siendo uno mismo.

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