Transmutar,
la órbita inusual,
la órbita inusual,
la muerte después de la misma muerte,
pervertirse,
y purgarse a través del dolor,
para sacarse al yo sumergido
y corroerse entre los deshechos y las ruinas,
esperar la ascensión imprevista,
para resurgir volcando en el deseo
de la persecución aguda de evolución
y trascender,
la infección y el placer,
la vida después de la misma vida,
que al destruirse, resucita,
pasar de la Serpiente al Fénix,
del despojo humillante a la redención
que emerge de la motivación oculta,
la necesidad inevitable
de fusionar los opuestos,
para regir el vacío y el sexo,
la ambición creativa de explorarse las entrañas.
Transmutar,
la obsesión contaminada,
de la misma vida después de la muerte,
desintegrarse,
y sanarse la psique
para saldar las deudas del karma,
transformarse en amalgama perfecta
de riqueza y poder indistinto,
así, resignarse al fin, al ciclo eterno
de la repetición dramática,
y permanecer…
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