viernes, 22 de octubre de 2010

Destino y Libre Albedrío



Texto perteneciente al libro "Guía Astrológica para Vivir con los Demás", de Liz Greene.


El enigma del destino y del libre albedrío ha dejado perplejos a los más grandes pensadores que haya conocido la historia del hombre. De igual manera que la filosofía y la religión, la astrología se ha trabado en lucha con este enigma y ha intentado expresarlo en su propio lenguaje, como respuesta a la cuestión de si existe realmente algo a lo que se pueda llamar una “opción”.

Cada cual a su manera, también las escuelas del pensamiento psicológico están investigando aspectos del mismo problema: hasta qué punto el comportamiento de los hombres está condicionado por la herencia, hasta qué punto por el medio, hasta dónde por la volición consciente. Y aquí, como en otras esferas de la indagación humana, es posible ver el choque inevitable de los puntos de vista opuestos. Es probable que el enigma del destino y del libre albedrío, como muchas otras cuestiones profundas, sea tal que su respuesta consista en última instancia en una paradoja. Tanto la astrología como la psicología analítica describen esta paradoja, cada cual a su manera: “El hombre está atado a la rueda del destino hasta que sobre él amanece la conciencia de la posibilidad de elección que le ha concedido Dios. Tiene entonces un atisbo de la naturaleza paradójica de la fuerza que lo ha atado, pero que le ha dado también el poder de romper sus ataduras si quiere escoger el dolor que lleva consigo la pugna, y aceptar los peligros de la libertad con que habrá de tropezar en la espiral ascendente que es el camino que se inicia a partir de la rueda quebrada”. (The Inner World of Choice, Frances Wickes, Prentice-Hall, Inc., Englewood Cliffs, N. J., 1976).

El destino y el libre albedrío son problemas filosóficos capitales, pero que no sólo tienen que ver con la especulación metafísica, sino también con las pautas de nuestras relaciones. ¿Qué tipo de elección se opera cuando alguien se enamora? ¿Cuál es la elección implícita en el nacimiento de un niño, que en sí mismo lleva su propio temperamento innato, el cual puede o no desarrollarse de acuerdo con los designios de sus padres? ¿Qué clase de elección tiene uno cuando su pareja lo abandona, pese a sus más nobles esfuerzos por mantener intacta la relación? ¿Y qué papel desempeña la elección en el daño que con tanta frecuencia provoca una niñez difícil, y que para desenmarañarlo nos cuesta, en ocasiones, una vida entera de lucha?

Hay personas que prefieren creer que todo en la vida es azar y está sometido exclusivamente a los caprichos de la casualidad. Este es un punto de vista tranquilizador en cierta medida, porque mitiga la carga de la responsabilidad personal. También hay personas –y en Oriente se las cuenta por millones- que creen que la vida fluye totalmente de acuerdo con la predestinación derivada del karma de cada uno, de los efectos de causas que arraigan en encarnaciones pasadas; y esta posición también es consoladora, porque lo absuelve a uno de responsabilidad en el presente. Finalmente, hay quienes creen que la propia voluntad es el factor determinante de nuestro destino, y ésta es una actitud un poco menos reconfortante, porque habitualmente la vida nos pone frente a cosas que no es posible alterar por un esfuerzo de la voluntad, ni siquiera de la más poderosa.

Evidentemente, en muchos de nosotros hay una especial renuencia a hacer frente de manera creativa a esta cuestión del destino y el libre albedrío, ya que profundizar demasiado en ella sería el equivalente de asumir una responsabilidad para la cual no estamos preparados, e incluso, quizás, ni siquiera equipados. Sin embargo, debemos creer hasta cierto punto en el poder de la elección porque sin ella nos hundimos en el desvalimiento y la apatía, y debemos tener cierta fe en las leyes mismas de la vida que nos guían, para que con su funcionamiento no nos dejen irreparablemente destruídos.

El problema del destino y del libre albedrío está en la base de uno de los conceptos erróneos de más difusión popular en astrología. Y eso se debe en gran parte a que en el nivel popular hay muy poca comprensión de lo que la astrología tiene que decir al respecto. Hemos visto ya cómo sus proyecciones inconcientes pueden llevar a un individuo a enfrentamientos, relaciones y situaciones que, aunque asuman un cariz de destino, están reflejando su propia lucha por llegar a la conciencia de sí mismo. Una breve consideración de cómo funciona la sombra, las imágenes de los padres que residen en las profundidades de la psique, las energías dinámicas del Anima y del Animus, pueden ayudar a iluminar la extraña paradoja que expresa Novalis al afirmar que el destino y el alma son una y la misma cosa. La carta natal es la semilla, y es verdad que de las semillas de pera nacen perales; nos asombraría que fuese de otra manera. No es difícil ni siquiera para el pensador pragmático apreciar que el horóscopo natal no es más que el reflejo de una reserva de potencialidades que –y esto depende de su nivel de conciencia- el individuo puede utilizar para actualizar el mito que es su propia vida.

Si te interesa este tema, te sugiero leer mi nota: Acerca del Destino



1 comentario:

Ismag dijo...

Hola, he llegado a esta entrada de su blog casi por casualidad. Me gusta mucho como expone las diferentes posiciones existentes que tratan de definir lo que es el libre albedrio.

Particularmente llevo mucho tiempo tratando de poder entenderlo, como quien busca cual es el numero que queda bien en la ecuacion para el resultado esperado, no se si consigo explicarme. El caso es que trato de imaginar una situacion de la vida que pueda extrapolarse a ese libre albedrio que no es tan libre.

Ahora mismo yo me explico el libre albedrio de la siguiente manera: La vida me plantea pruebas para superar (aspectos planetarios), y con cada experiencia adquiero un nivel "x" de conciencia. El libre albedrio viene dado por la capacidad de comprender o no, la enseñanza de esa experiencia. Digamos que si uso bien el intelecto, los examenes son mas faciles de pasar, y si mis examenes son de suspenso, o estudio o sufro en mis carnes las consecuencias. Se podria equiparar toda una vida a un curso académico.

¿Les parece un buen argumento?

Gracias por su blog.