Suelo cuestionar eso que los humanos llamamos amor, porque muchas veces observo que no estamos preparados para ese estado de conciencia.
Algunos dirán que el amor es un sentimiento, pero yo estoy convencida de que es un estado de conciencia en primer término. Luego en algunos casos puede convertirse en un sentimiento, si uno se toma el trabajo de construirlo y sostenerlo a lo largo del tiempo (Saturno mediante).
En Astrología se dice -muy superficialmente para mi gusto- que el amor está relacionado al planeta Venus. En realidad, este planeta habla del estilo de vínculo que podemos construir porque simboliza el compartir, disfrutar, valorar, cooperar, colaborar, negociar para hacer alianzas y otras ideas afines, pero en verdad esa es la base para construir el amor. Si no hay un Saturno bien gestionado, relacionado a la capacidad de compromiso, madurez, responsabilidad y una estructura sólida a la vez que flexible de mantenimiento, no nacerá el amor ni se sostendrá.
El diccionario define “afinidad” como “Proximidad, analogía o semejanza de una cosa con otra.” y también “Similitud o coincidencia de caracteres, opiniones, gustos, etcétera, que existe entre dos o más personas.”
Desde las leyes de la energía podríamos recordar el principio de semejanza: “lo semejante atrae lo semejante” o como se dice ahora por ahí “uno atrae lo que uno es”.
Si así fuera, cada uno buscaría otro en el cual contemplar su propia imagen. Pero esto no lo hacemos concientemente -o quizás sí en algunos casos-.
En otros artículos de este blog he reflexionado sobre lo que pienso acerca de que los humanos no estamos preparados para vivir el amor en lo más elevado y luminoso de sus aspectos –salvo algunas excepciones que siempre las hay-. En cambio llamamos amor a lo que en realidad es posesión, manipulación, o simplemente el compartir objetivos en común y cuando ya no existen… se acabó el “amor”.
Por eso me gusta pensar en la afinidad, pero no estoy de acuerdo en que debamos tener una coincidencia de opiniones, gustos etc. como dice el diccionario. En cambio apuesto a que podamos descubrir “eso” que nos lleve a construir afinidad desde la nada.
Por ejemplo, yo tengo interés en la Astrología y otro la cuestiona. En lugar de discutir o distanciarnos podríamos encontrar un punto de afinidad en donde cada uno pueda escuchar al otro y aprender, no para resultar convencido por el otro sino para aceptar que somos diferentes y que, si queremos, puede haber puntos de encuentro.
Entonces la afinidad sería el poder de construir unión donde antes había separación. Eso provocaría un punto de acercamiento desde la no coincidencia, conducente al enriquecimiento mutuo. Eso, para mí, estaría muy cerca del concepto de amor porque implicaría la receptividad necesaria para un punto de partida.
En síntesis, la afinidad no es algo que existe previamente sino algo que se construye con posterioridad al encuentro. No es una condición para la unión sino una consecuencia de la misma. Desde esa afinidad elegida y construida deliberadamente, puede surgir el verdadero amor.
Para pensarlo…
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