sábado, 12 de noviembre de 2011

Destino y Self


Fragmentos del Capítulo 10 del libro “Astrología y Destino”, de Liz Greene.


Como dice Jung: “Lo que le sucede a una persona es característico de ella, representa un patrón que hace que todas las piezas concuerden. A medida que discurre la vida, las distintas piezas van colocándose, una tras otra, en su lugar como si siguieran un diseño preestablecido”.

Cuando la vida nos da un golpe duro e inesperado experimentamos el lado oscuro del destino, lo que los griegos llamaban Moira. Cuando la vida parece dirigirnos hacia una meta y nos hace sentirnos agradecidos a la suerte experimentamos el lado luminoso del destino, lo que la Cristiandad llama Providencia.  El primer aspecto, fielmente reflejado por una imagen femenina primordial, parece implacable, despiadado y sin razón o propósito alguno relacionado con el individuo. Moira, después de todo, traza sus fronteras sin favoritismo, porque se trata de fronteras colectivas o universales, no de fronteras personales o individuales. El segundo, aunque pueda también suponer dolor, en última instancia parece benevolente, lleno de sabiduría y especialmente cuidadoso con el individuo. Frecuentemente ambos aspectos del destino son experimentados a la vez, aparecen juntos, como formando parte del mismo todo, en particular en el trabajo analítico, en el sentido de que las restricciones “injustas”, las lesiones y las pérdidas van comprendiéndose gradualmente como manifestaciones de un patrón interno que se mueve hacia un objetivo y que lentamente va ampliando y enriqueciendo la personalidad. Aniela Jaffe expresa esta coincidencia del modo siguiente:  “Básicamente la individuación consiste en el intento necesario y constantemente renovado de fusionar las imágenes internas con la experiencia externa o, dicho de otro modo, es la tarea de haer que el destino actúe sobre nosotros según nuestra propia intención.”

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Una de las definiciones que Jung da del Self es esta: “Como concepto empírico el Self designa todo el rango de los fenómenos psíquicos del hombre. Expresa la unidad de toda la personalidad. Sin embargo, dado su componente inconciente, la personalidad sólo puede ser parcialmente conciente y por ese motivo el concepto de Self es, en parte, sólo potencialmente empírico y no deja de ser más que un postulado.

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En ocasiones, Jung habla del Self como arquetipo, es decir, como uno de los distintos factores ordenadores o conformadores del inconciente. En este sentido, de la misma manera que Moira es un autorretrato del instinto natural primordial que determina los límites de la vida material y que castiga la transgresión de esos límites, el Self, con su impresionante rango de representaciones simbólicas: diamante, círculo, mandala, piedra filosofal, flor, tesoro, andrógino, anillo de oro, etc., es una imagen de aquel instinto individual que guía la evolución en la dirección de llegar a ser la totalidad significativa, única y singular que potencialmente siempre fue y cuyo desarrollo, aún parcial, supone una o varias vidas. Dicho de otro modo, el Self es un imagen del instinto religioso, ese aspecto del psiquismo que aspira a experimentar la unidad con la divinidad. Cuando Jung habla en este sentido el Self es “el” arquetipo, el Gran Círculo que engloba todos los aspectos del psiquismo y los funde en una totalidad única.

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El siguiente párrafo de The Development of Personality refleja lo que ha sido llamado el punto de vista “místico” de Jung sobre el psiquismo:  “¿Qué es, en definitiva, lo que induce al hombre a seguir su propio camino y a separarse de laidentidad inconsciente con la masa como si de una nube de niebla se tratara?  No es por cierto la necesidad porque la necesidad implica a muchos e inclina a refugiarse en la convención, ni tampoco una decisión moral porque un problema de este tipo se resuelve nueve de cada diez veces por una solución convencional. ¿Qué es entonces lo que inclina inexorablemente a la balanza a favor de lo extraordinario? Es lo que comúnmente se llama vocación, un factor irracional que hace que el hombre se emancipe del rebaño y del camino trillado. La personalidad genuina es siempre una vocación y hay que confiar en ella como en Dios… La vocación opera como una ley divina de la que no se puede escapar… El sujeto debe obedecer su ley como si fuera un daimon susurrándole nuevos y maravillosos senderos. Cualquiera con una vocación escucha la voz de su hombre interno: siente su llamada.

Lo que Jung llama “vocación” o “personalidad genuina” supone para el astrólogo una serie de problemas. Jung describe al Self como “la unidad de la personalidad como un todo” y podríamos considerar a todo el horóscopo, no sólo los signos, los planetas y las casas sino tamabién los aspectos, los equilibrios (o desequilibrios) de elementos y cualidades, las fases lunares, en definitiva todos los detalles que componen el arte de la interpretación horoscópica, como su impronta. El Self es, por consiguiente, la carta completa, natal y progresada, pero sea lo que fuere “lo que indica al hombre a seguir su propio camino” no aparece en el horóscopo. Cualquier astrólogo experimentado se ha topado con personas que lejos de manifestar su historia singular y única de su carta natal no se le parecen en nada sino que parecen copias de personajes de revista o televisión, con ideas, creencias y respuestas que son totalmente colectivas. En esos casos podríamos decir crudamente que no hay nadie en casa, es decir que no hay ningún individuo en casa sino sólo un altavoz que va repitiendo los sistemas de creencias y valores familiares y, a un nivel más amplio, las creencias y valores de la cultura prevalente en la que el individuo vive y trabaja. No hay nada en el horóscopo que pueda decirnos por qué una persona no está expresando su horóscopo, eso sólo puede verse desde fuera. El Self no se agota en la totalidad del horóscopo porque es algo más que el horóscopo.

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La mayoría de nosotros vivimos en un estado de gradual aproximación a nuestra personalidad total, primero nos encontramos con ella como “destino”en el mundo externo y sólo más tarde y en ocasiones tras considerables esfuerzos, la vivimos, también como “destino” como aspectos de nosotros mismos. Para el ojo astrológico uno de los rasgos más interesantes del trabajo analítico es que en la medida en la que el individuo va aumentando su conciencia del Self va manifestando más las tendencias descriptas en su horóscopo. Lejos de “trascender” la carta natal el individuo parece encontrarse más a gusto en ella, individuo y horóscopo empiezan a adecuarse y consecuentemente el individuo parece encontrarse más a gusto consigo mismo, con lo que es. Esto, por supuesto, es algo que tiene lugar sin ningún tipo de consideración del tema astrológico… En particular es el signo solar el que parece aumentar su “resplandor”, como si este punto del horóscopo fuera el “receptor” del Self del individuo pero no podemos responder a la pregunta de por qué ciertos individuos eligen hacer el viaje individual y otros no.

Otro problema que también tiene que ver con la relación entre el Self y el individuo que ya hemos considerado en otras ocasiones es ¿por qué una determinada configuración astrológica se manifiesta en una persona en un nivel y en otra en un nivel completamente diferente?  Hay ciertos aspectos del psiquismo que indudablemente pueden alterarse pero otros no.  El ejemplo siguiente ilustra brevemente este último caso. Cuando consideramos una vida desde una perspectiva amplia parece que los límites dados – sea por Moira, la Providencia o el Self - son precisamente los más adecuados para facilitar el desarrollo del individuo. Es difícil de describir a menos que uno lo haya experimentado pero he oído con frecuencia (y yo misma también lo he sentido así) que no conviene cambiar ningún aspecto del pasado porque había algo que es “adecuado”, algo que conduce al presente e incluso al futuro, algo que incluye tanto los aspectos “malos” y “desgraciados”, los “errores” y las “elecciones equivocadas” como los aspectos “felices” y las “elecciones correctas”. Esta experiencia profundamente subjetiva de “ajuste” no parece estar limitada por el horóscopo, más bien es una experiencia sobre el horóscopo, como si en el caso de haber podido elegir uno hubiera elegido precisamente su carta astral. La carta sin embargo no describe detalles mundanos tan precisos [del tipo de los acontecimientos sincrónicos que hemos visto en el capítulo precedente]. El horóscopo puede reflejar el “ordenamiento” de la vida, pero no un ordenamiento que descienda al detalle concreto. Así pues, una vez más nos encontramos con algunos aspectos del Self que van más allá de la carta natal.

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