domingo, 11 de septiembre de 2011

El Astrólogo y la Consultoría


Es un fragmento del libro “Astrología, Karma y Transformación”, de Stephen Arroyo.

Recientemente se aclararon en mi mente muchos problemas, y esta creciente clarificación me conduce a una perspectiva nueva y más sana en mi trabajo, mi sentido de la finalidad y mi motivación, y la práctica de la astrología y la asesoría en general.

Hace muchos años, cuando yo acababa de empezar a estudiar astrología, yo creía que tenía que trabajar con la gente con alguna disposición íntima, pero no tenía idea de qué forma iba a tomar. Yo sabía que la astrología podía ser una herramienta valiosa en casi toda clase de trabajo con la gente, pero yo no deseaba que me conocieran como “astrólogo”. De hecho, me resistí a aceptar ese rótulo durante muchos años y, de alguna manera, todavía lo hago. Aunque en la actualidad, tras ganarme la vida exclusivamente mediante actividades asociadas con la astrología durante muchos años, estoy acostumbrado a que públicamente me conozcan como “astrólogo” – y en realidad he llegado a sentirme bien cómodo (o al menos me resigné) con ese rótulo – todavía insisto en que mi función principal en los diálogos de persona a persona es la de consejero o consultor; y ocurre que sólo uso la astrología como herramienta primordial de ese trabajo. Con muchos planetas en la casa 7 de mi mapa natal, el consejo de persona a persona llega con facilidad, naturalmente, y ha sido una parte muy vitalizadora de mi vida lo mismo que una profunda experiencia de aprendizaje. Y todo el tiempo veo más que, aunque no me hubiera familiarizado con la astrología, no obstante yo estaría tratándome con muchas personas de un modo inmediato y personal. Estos pensamientos surgieron en mí recientemente del conocimiento cada vez más claro de que no es la astrología lo que importa tanto como el astrólogo. La práctica de la astrología es un arte individualizado, y el “astrólogo” es, en primerísimo lugar, un ser humano a quien los demás, por varias razones, buscan en procura de ayuda, guía o esclarecimiento. Ya volveré a esta línea de pensamiento, pero primero tal vez sea de utilidad para algunos estudiantes de astrología mencionar suscintamente el proceso que yo atravesé en mi búsqueda de una estructura significativa de trabajo y un enfoque importante de la astrología y la asesoría en general.

Puesto que, como mencioné, no deseaba que me conocieran como “astrólogo”, con todas las connotaciones irrealistas, despreciativas o infladas que ese término tiene para muchas personas, yo pensaba muy naturalmente doctorarme en psicología, ser un “psicólogo” y – teniendo de esa manera confirmada mi identidad en la sociedad y labrado un seguro resguardo – de allí en más realizar la clase de asesoría y terapia que yo quería, con o sin la ayuda de la astrología. De ahí que me inicié en la Facultad de Psicología con la idea de que continuaría hasta doctorarme. Pronto resultó evidente, sin embargo,  que hasta los profesores “liberales” y de “mente abierta” con quienes me trataba no podían manejar la idea total de la astrología y todas sus ramificaciones últimas. Se ponían algo nerviosos cuando les hablaba de ella, y estaba claro que sufrían una especie de indigestión mental y emocional cuando enfrentaban la necesidad de asimilar una idea tan extraña para su modo habitual de pensar. La causa principal de tal indigestión creo que es sencillamente la rigidez del ego que se construye cuando nuestra vida se basa en el supuesto no examinado de que estamos controlando todos los aspectos de nuestro destino.

Para abreviar esta larga historia, el programa de Maestro en Artes lo concluí solamente con increíble persistencia y utilizando todas mis facultades de persuación (cuando el Sol progresado estaba en cuadratura con Saturno natal), y con la ayuda de un profesor algo simpático (un triple Cancer!). Luego me resigné a la fuerte probabilidad de que ningún programa de doctorado del país encuadraría en mi naturaleza más bien rebelde y cuestionadora. También advertí que, de todas las “teorías de la personalidad”, las técnicas terapeúticas y los estudios experimentales tratados en los círculos de la psicología académica, tal vez sólo el diez por ciento de ellos tenían relevancia alguna para lo que yo percibía como la vida real. Esto no equivale a decir que los astrólogos no estudien este diez por ciento; de hecho, creo que no sólo deben estudiarlo sino que también es probable que sean muy pobres consejeros si no lo hacen. Personalmente, he oído decir a muchos astrólogos cosas como éstas: “Bueno, ¿no cree usted que la astrología incluye a toda la psicología?” Por supuesto, la astrología, puesto que es un vasto lenguaje simbólico de la vida, en última instancia tiene las herramientas para simbolizar todas las fases de la experiencia psicológica. Pero la implicancia de afirmaciones o preguntas como la antedicha es: puesto que la astrología es tan grande ¿no sería más fácil ignorar esta molestia llamada psicología? Es como decir que preferimos el cristianismo al hinduismo. Después de todo, ambos supuestamente tratan sobre Dios ¿no es así? Tales afirmaciones se basan en la inferencia de que la astrología es una creencia como la religión. Simplemente escogemos una y rechazamos las otras. Esta actitud ignora el hecho de que la astrología y la psicología son simplemente enfoques diferentes de la vida, para entender el funcionamiento interno del individuo. Pueden contribuir muchísimo entre sí y la labor de muchos de los astrólogos más innovadores y precursores demuestra el valor de esta combinación dinámica de las dos disciplinas.

Yo sería el primero en admitir que muchas teorías psicológicas y muchos sistemas terapéuticos se basan en suposiciones que no son ciertas o incluso más bien ridículamente limitadas. Muy a menudo reflejan la particular parcialidad del teórico que las desarrolló y –si compartimos esa parcialidad, ese enfoque de la vida – tal vez descubramos que las ideas de esa persona son compatibles con las nuestras. Mucha teoría psicológica no se basa en una verdad cósmica sino más bien en la proyección  de nuestras inadecuaciones y verdades a medias. Esto es inevitable cuando cualquier persona intenta idear una teoría o un sistema para describir o explicar el funcionamiento humano, si esa persona no tiene una perspectiva universal sobre la que base sus conceptos. De ahí que, aunque creo que muchos astrólogos podrían beneficiarse con más sofisticación psicológica y con una familiarización con ciertas teorías psicológicas, no debería permitirse que ocurra la idealización de la psicología. Los psicólogos como grupo andan tropezando en la oscuridad más que los astrólogos. En la mayoría de los casos, el mapa natal puede iluminar los hechos de la experiencia pero no las causas últimas, y las teorías psicológicas raras veces revelan tampoco las causas últimas. Pues cuando llega a lo último, cuando llega a responder el más profundo porqué del cliente, ése es el momento en el que la práctica de la astrología se convierte en un arte consultivo, el momento en el que las suposiciones o creencias particulares, religiosas, espirituales y filosóficas del astrólogo tienen su impacto. Y cuando más comprenda el profesional este hecho, más podrá asumir la responsabilidad plena por la calidad del trabajo, y más podrá empezar a franquearse a un conocimiento inmediato de una finalidad mayor en actividad.

Mi actitud hacia mi trabajo es, en la actualidad, difícil de expresar. No me identifico con el término “psicólogo” y tampoco con el rótulo de “astrólogo”. Mi trabajo con los clientes lo veo como el de consejero, alguien que indica a los demás la dirección en que verán los significados más profundos de su experiencia vital, una función que creo debería ser una de las primordiales finalidades del trabajo de cualquier astrólogo. Veo a la astrología como una herramienta increíblemente valiosa e inspiradora de reverencia para ayudarnos a vivir la vida y entenderla más plenamente, pero para mí no es una religión ni siquiera un modo de vida. Es un arte individualizado y, tal como nuestro uso de la astrología puede ayudar a los demás a que perciban con aguzada claridad su singularidad individual, sus habilidades creativas y sus posibilidades de crecimiento, de igual modo podrá ayudar al profesional a que descubra en sí mismo esa esencia de la finalidad creativa que inevitablemente trasciende todos los rótulos o pretenciones profesionales. En otras palabras, creo que quienquiera que descubra que su finalidad creadora le compele a la práctica de la astrología como profesión, debería comprender que tiene el privilegio de servir de guía a los demás que luchan por encontrar su camino en medio de las tormentas, torbellinos y naufragios de la vida en el plano material. Muy poco importa qué rótulo se use. Podrían llamarnos psicólogos, astrólogos, consejeros, consultores, guías, amigos, buenos vecinos o servidores. Lo que importa es la calidad del trabajo, la calidad de la conciencia que penetra y es de esperar que ilumine nuestros encuentros personales y en profundidad con los demás.

De modo que ahora, cuando mis estudiantes me preguntan cómo hacer para convertirse en astrólogos profesionales, si hay escuelas a las cuales asistir, cursos que seguir, organizaciones que integrar, o pruebas que aprobar, les digo: lo que importa son ustedes! No es la astrología misma, aislada de ustedes. No han de convertirse en computadoras llenas de datos ininteligibles y miles de informaciones. Ciertamente deben aprender lo básico, familiarizarse con las diversas ramas de la astrología y las distintas escuelas de pensamiento que tratan sobre diferentes enfoques y métodos interpretativos. Pero todo eso es simplemente un antecedente, un cimiento sobre el que construyan sus personalidades, su trabajo, su estructura esencial a través de la cual pueda correr su energía personal creadora. Realizando este trabajo, aprenden a hacer la labor que les piden. Siendo lo que son, llegan a ser  lo que son. No hay un momento mágico en el que todas las mediciones mágicas caen en el sitio justo y confirman que ustedes son designados ahora astrólogos vivos y reales. Si han de ganarse la vida aconsejando a los demás, los demás acudirán a ustedes porque ustedes son lo que son más que simplemente porque saben lo que saben. Como dijera Jung, es la personalidad del “médico” la que tiene o no efecto curativo. El “sistema” que ustedes usen resulta irrelevante en última instancia, pues lo que resulta importante es el hecho de que estén usando su sistema personal, nacido de su propia experiencia. Ustedes son el sistema, el canal a través del cual corre la conciencia.

Mi experiencia y mis más recientes percepciones me impulsan a decir que la astrología debe verse y usarse como parte de asesoramiento, no como algo autocontenido y aislado de los diálogos íntimos del profesional auxiliador. La astrología, a menos que se aplique a una persona específica y a una situación específica, no puede usarse en su potencial pleno. De hecho, creo que muchos astrólogos (y todo astrólogo profesional experimentó esto en alguna medida, ya sea que reconociera o no lo que sucedió) pierden la perspectiva de lo que están haciendo y de cuál es la finalidad esencial al absorberse demasiado en las minucias astrológicas, en los juegos mentales y en interminables tecnicismos matematicos o “esotéricos”. Es difícil tener presente todo el tiempo una infinidad de pormenores y hechos aparentemente inconexos que tratan sobre el efecto y las implicancias últimos de nuestras afirmaciones. Lo grande del trabajo de Dane Rudhyar es que sigue recordándonos la finalidad mayor de la labor astrológica y la totalidad de la persona individual. Pero con demasiada frecuencia decimos “Esa es una gran idea!” y luego seguimos olvidándonos de vivir, en nuestro trabajo, ese conocimiento. Las personas son criaturas de hábito, y a menos que el astrólogo se examine continuamente y continuamente redefina y aclare la finalidad de su trabajo, es casi inevitable que caerá en algún hábito rutinario que, a su tiempo, le inhibirá de mantener la apertura requerida para una labor consultora incisiva y útil.

Esta apertura es tan necesaria porque creo que el astrólogo sirve de canal de una dimensión de orden, conocimiento e intuición que es normalmente inaccesible para los otros consejeros.  A través de las lentes del mapa natal, el astrólogo puede aprender a enfocar su conciencia de tal modo que empieza a conocer cosas, o al menos percibir la posibilidad de cosas que no puede calcular lógicamente, no importa cuántas fórmulas matemáticas use. Cuando el profesional continúa usando la astrología diligente y profundamente durante una cantidad de años, descubre que la intuición puede aguzarse, la sensibilidad psíquica puede acrecentarse y su sentido del asombro puede exceder todas las fronteras. En un sentido, el consejero astrológico cumple, a menudo, las funciones de medium, antena que se proyecta hacia el cosmos, sintonizando con las dimensiones de la experiencia para las que, con frecuencia, no hay términos psicológicos apropiados o a veces ni siquiera explicaciones lógicas. De ahí que tengan gran efecto los ideales, valores, propósitos, motivaciones y, en general, la pureza del canal. Más que por cualquier otra razón, es por esto que la práctica de la astrología, en su mejor expresión, es un arte completamente individualizado que jamás puede volverse computado, dogmatizado o tal vez sorprendentemente enseñado del modo con que se enseñan otros “temas.”

La astrología que se usa del modo antes mencionado sirve pues al profesional como un método de depuración y evolución personales, como un medio para desarrollar los poderes y las facultades interiores que yacen dormidos en la mayoría de los seres humanos. ¿Pero cómo empezamos a lograr esta sintonía con otras dimensiones (simbolizadas en el mapa natal del astrólogo por un fuerte acento en los planetas trans-saturninos)? La respuesta creo que es la apertura (que necesariamente excluye demasiada infatuación o arrogancia) combinada con una práctica cabal y continua. Debemos mantener la sintonía mediante uso constante de las facultades en desarrollo, pues si fuéramos a “hacer un mapa” sólo una vez por mes más o menos, se habría perdido todo el ímpetu del crecimiento de estas facultades nuevas. De ahí que cuando mis estudiantes que quieren ser “astrólogos profesionales” me expresan este deseo, a menudo les pregunto cuántos mapas están haciendo por semana. ¿Simplemente están leyendo libros, o empezando a aplicar las teorías de modo inmediato, comprobándolo todo y asimilando los significados esenciales de los factores astrológicos mediante experiencia personal? Si me dicen que están haciendo dos mapas por semana, les pido que hagan tres o cuatro. Sólo mediante práctica constante, y en profundidas, un arte tan trascendente y exigente como la práctica de la astrología puede tornarse cabalmente accesible y prácticamente útil.

Nada se consigue con facilidad. Es muy difícil que un astrólogo de fines de semana se sintonice bastante y obtenga suficiente experiencia para realizar un trabajo de elevada calidad. Por ejemplo, si estamos enfermos, ¿querríamos acudir a un médico que sólo practica la medicina en su tiempo libre? No quiero ser demasiado dogmático en esta cuestión, pero me parece claro que, a fin de lograr el nivel más elevado de práctica astrológica, debemos tener mucha experiencia práctica que nos proporcione los antecedentes y la amplitud necesarios para alcanzar una perspectiva exacta de las situaciones de los clientes individuales. Si sólo hemos efectuado una docena de mapas en nuestra vida, y todos ellos son de amigos o parientes, en realidad, tenemos muy poca experiencia que extraer. De ahí que, si por ejemplo alguien nos pregunta qué esperar cuando Urano transite el Descendente y la única experiencia que tenemos con ese factor es haber visto que tía María se divorció de tío Guillermo, tal vez recalquemos con facilidad la posibilidad de divorcio como la manifestación probable de ese período, ignorando el hecho de que un cambio revolucionario de actitud respecto a la pareja puede ser buena para el matrimonio de esa persona. De modo parecido, es fácil para los astrólogos caer en el hábito de esperar la manifestación más sensacional, problemática o traumática de cualquier configuración astrológica. Esta predisposición hacia una actitud negativa surge porque el consejero astrológico –como otros en las profesiones auxiliares- se enfrenta naturalmente con el lado problemático de las cosas. Los clientes de la mayoría de los astrólogos quieren una consulta porque piensan que existe un problema, una decisión difícil de tomar, o un sentimiento de descontento o ansiedad que quieren aclarar. Pero ¿qué ocurre con todos esos otros millones de personas que nunca piden ayuda, que jamás conciertan una cita con persona alguna de las profesiones auxiliares? Con seguridad, ellas también tienen sus altibajos, sus crisis y conflictos. Y con seguridad atraviesan períodos de los tránsitos y las progresiones de los cuatro planetas exteriores que a menudo se dice que son “difíciles”. ¿Qué experimentan durante estos ciclos? Creo que el astrólogo concienzudo necesita realizar un esfuerzo activo para buscar otras personas que los clientes, hacer sus mapas y establecer un diálogo con ellas a fin de comprobar qué otras manifestaciones posibles de estos períodos de “crisis” puede haber y a fin de interrogarlas en cuanto a su experiencia personal durante estos importantes períodos de cambio. En las profesiones auxiliares cualquiera puede desarrollar con facilidad un criterio más bien desequilibrado respecto de los demás si no tiene el cuidado de mantener un equilibrio entre sus tratos con los que tienen problemas evidentes y amistades bastante normales que están totalmente separadas de su trabajo.

Creo apropiado mencionar una cita que me llegó hoy por correo, como parte de una carta de un corresponsal lejano. Ciertamente, se podría considerar un fenómeno sincrónico que, mientras escribía este capítulo, llegó la carta con la cita del siguiente fragmento:  El consejo es tan efectivo como la vida que efectivamente lleva el terapeuta… Si el consejo no es un modo de vida, entonces es un juego de técnicas.

Pienso que, de modo parecido, podríamos decir que la práctica de la astrología como un arte de persona a persona es sólo tan efectiva como la vida que efectivamente lleva el astrólogo y que, si nuestra práctica astrológica no se integra con nuestro modo de vida, entonces se convierte meramente en un juego de “técnicas”, técnicas que, aunque quizás curiosas y divertidas, son, en última instancia, sin sentido.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola Ana!!!
Quisiera saber que analisis astrologicos realizas, cuales serian los aranceles, y en que zona estas, muchas gracias! Daniela