jueves, 22 de julio de 2010

El Papel del Astrólogo como Consultor



El siguiente texto ha sido extraído del libro "La Astrología y la psique moderna", de Dane Rudhyar.


No hace muchos años, recuerdo que, al echar una mirada a una revista sobre relaciones públicas, me atrajo una frase sobre el tema, que decía: “Nuestra Era es la del Consultor”.

El artículo seguía expresando que, en una sociedad convertida en especialización extraordinariamente complicada y compulsiva, la gente, enfrentada con los múltiples problemas del comercio y de la organización social, se veía en la necesidad de recurrir periódicamente a especialistas y asesores profesionales a fin de lograr una imagen más clara de estos problemas, aguzar sus habilidades o tan sólo sentirse tranquila porque estaba efectuando el enfoque correcto.

Lo que en el mundo del comercio es un hecho, o también en ese quehacer infinitamente azaroso que es el gobierno y la diplomacia, es verdad, asimismo, en lo concerniente a las vidas privadas de los hombres y mujeres modernos. Por doquier, individuos confundidos y atormentados se encaminan hacia los despachos de los “consultores” sean éstos psicólogos, especialistas en dietética, consejeros matrimoniales, médiums o clarividentes, o astrólogos. En la actualidad, la gente necesita más agudamente consejo que cuando la guiaba el clérigo, el pastor o el médico familiar de los viejos tiempos. La gente pide consejo de modo mucho más preciso, más “científico” que antes, es decir, no sólo la base de genéricos principios éticos, religiosos, higiénicos, sino en términos de indicaciones bien definidas sobre cómo podrá adquirir una técnica confiable para la solución de sus problemas. La repercusión enorme de los libros de “cómo” (hacer esto o aquello) es otro aspecto de este anhelo de información técnica; pero el conocimiento libresco raras veces parece ocupar por completo el lugar del consultor, pues la gente empieza a darse cuenta de que el problema básico que está detrás de todos los demás problemas es ella misma; y nadie puede conocerse veraz y objetivamente, excepto reflejada en el espejo de los ojos y la mente de otra persona. ¡Los libros rebosan demasiada tinta como para reflejar la imagen del lector a su ansiosa mirada fija!

Evidentemente, hay toda clase de consultores; y existe una gran diferencia entre el especialista comercial consultado por un ejecutivo, el científico eminente cuyo consejo se pide sobre la construcción de un complicado aparato físico, y el astrólogo profesional o el clarividente de renombre a quien acude, en procura de consejo, una persona incapaz de afrontar positivamente problemas especiales de relación interpersonal, con la esperanza de que se le formule algún pronóstico placentero. No obstante, en toda forma de consulta hay factores básicos que deben considerarse si la labor del consultor ha de ser verdaderamente positiva, no sólo en el nivel psicológico del efecto de la consulta sobre la persona que busca consejo. Esa persona necesita presumiblemente, en la mayoría de los casos, información más precisa; pero cualquiera sea su sexo, muy frecuentemente necesita más; o sea, necesita tranquilizarse y (luego de dejar al consultor) sentirse mejor para poder manejar los problemas en general. En otras palabras, el consultor no sólo debe poder dar información (un libro o una máquina lo podrán hacer), sino también confianza en uno mismo. Eso no lo hacen todos los consultores; y muchos realizan precisamente lo contrario.

Hace unos años, una comisión planificadora de la Cruz Roja apareció con ocho requisitos que definían al consultor y al carácter esencial de su función. El consultor es una persona:

1) a la que se busca en procura de ayuda;
2) que ayuda a los demás a ayudarse;
3) que tiene un amplio conocimiento y un punto de vista objetivo;
4) que tiene instrucción y capacidad especializadas;
5) que es perita en la creación de un clima para la ayuda que se desea;
6) cuyo consejo puede ser aceptado o rechazado;
7) que no es actora ni operadora;
8) que deberá tener tiempo adecuado para realizar un trabajo de educación.

Estas especificaciones se aplican notablemente bien a la persona que es consultada sobre la base de su conocimiento astrólogico y habilidad interpretativa.

Como lo señalé durante muchos años, la astrología natal es una técnica que a los seres humanos les permite obtener un género específico de ayuda en la solución de problemas que, sin auxilio y mediante métodos racionales, no podrán entender ni resolver plenamente. Pero el vocablo “problema” puede tener un significado ambiguo. Como lo uso aquí, se refiere a toda situación en la que los elementos sean oscuros, confusos o generadores de conflictos, situación ésta que parece exigir una decisión, pero que no aporta conocimiento adecuado sobre qué podría basarse lógicamente esta decisión. Una decisión sensata exige que entendamos objetivamente las causas de la situación que enfrentamos; y sólo podremos efectuar una elección significativa y “libre” si tenemos bases adecuadas para el juicio y la evaluación. Empero, en la vida muy a menudo tenemos que dar un nuevo paso sin tener modo racional alguno de saber qué harán o podrán hacer los demás involucrados en él, qué puede ocurrir en el futuro cercano de nuestro entorno, o inclusive cómo reaccionaremos nosotros cuando afrontemos los resultados que nuestras acciones generan directa o indirectamente. Por supuesto, esto hace que el concepto de “elección libre” sea muy ambiguo.

¿Usted es “libre” para decidir cuando no hay modo normal de conocer las causas de la situación que exige una elección, o los resultados de las elecciones posibles? El animal, en su estado natural, escoge habitualmente el modo correcto de reaccionar, basándose en los instintos compulsivos. Los humanos desarrollaron la inteligencia a expensas de, por lo menos, algunos instintos nuestros. Pero la inteligencia necesita tener bases conscientes para sus juicios, y son muchas las ocasiones en que tales bases no existen; y la famosa “voz de la intuición” no es confiable, pues puede ser la voz de otra cosa como un complejo psicológico, miedo, pereza, o inclusive un “fantasma” real (una presión ejercida por alguna entidad psíquica, o “persuasor oculto”). Donde la inteligencia no puede suministrarnos la base lógica que necesitamos para una decisión deliberada, la astrología puede venir en nuestra ayuda y ¡realmente la necesitamos!

Pero hay ayuda y ayuda! Podemos llegar a ligarnos irracional y compulsivamente al auxiliador, o podemos ser ayudados a que nos ayudemos a nosotros mismos. En el primer caso, hemos aceptado pasivamente los dictados de una fuente informativa de autoridad que usurpó nuestra sagrada prerrogativa humana de tomar decisiones; en el segundo caso, hemos recibido una nueva perspectiva, un nuevo modo de mirar nuestros problemas, y algunas bases sobre las que ahora podremos tomar una decisión, una decisión objetiva, consciente e informada.

Hay astrólogos (y son muchos) que, junto con varios tipos de mediums y “milagreros” inspirados sólo se muestran demasiado deseosos de anunciar lo que va a suceder, qué curso de acción tomar, si esto es bueno o malo para usted, etc. La gente corre hacia ellos pues los seres humanos, en su mayoría, se contentan con aceptar la “autoridad” y “conocer la Verdad” (con V mayúscula). Otros astrólogos son consultores reales; tienen “un conocimiento amplio y punto de vista objetivo” lo mismo que “instrucción y capacidad especializadas”; no se proponen ser “actores” ni “operadores”. Establecen una relación verdaderamente consultiva con sus clientes de modo que todo consejo que se dé “sea aceptado o rechazado”. En lo único en que insisten, o en lo que deberían insistir si esto es factible (lo cual no es frecuentemente el caso) es que “deberán tener tiempo adecuado para realizar un trabajo de educación” y, en consecuencia, una experiencia repetida, pues no hay educación sin repetición. ¿Qué género de educación podrá ser? Una educación en la que una persona aprenda a ser objetiva respecto de su vida total y tome conciencia de los ritmos básicos de su existencia como persona individual. A estos ritmos se los podrá ver operando a través de los años de vida que pasaron; deben ser estudiados con esmero. Sólo sobre la base de una vívida comprensión del pasado uno podrá orientar las actividades inmediatamente precedentes hacia un futuro constructivo en el que el potencial innato del individuo pueda realizarse más plena y armónicamente.

El astrólogo no puede predecir los precisos acontecimientos futuros de la vida de un individuo; si pudiera hacerlo, sería pernicioso y destructivo para la integridad de la persona. Nadie puede predecir con precisión tales acontecimientos individuales, ni siquiera Dios; y siempre que se cuentan predicciones de esa índole, no se mencionan factores fundamentalísimos. Por ejemplo, en el caso de los famosos libros antiguos de astrología de la India, en los que, aparentemente se documentaron los destinos exactos de muchas personas, inclusive algunas nacidas en la actualidad, sólo se permitió que oyese las profecías de su día de nacimiento una persona que pasó por pruebas rigurosas y selectivas. En otras palabras, esa persona, entre miles que nacieron ese día, tuvo que demostrar que era la única adecuada para este específico modelo arquetípico de experiencia del alma en términos de acontecimientos particulares.

La astrología puede revelar habitualmente la pauta estructuradora de la vida de un individuo, el ritmo básico (o la “forma” básica) del proceso de la existencia desde el nacimiento hasta la muerte; pero si se determina una estructura, esto no significa que los acontecimientos existenciales reales insertos en esta estructura básica estén también predeterminados. Un vaso puede contener un vino delicioso o veneno; la forma del vaso moldea ambas sustancias. Todos tienen una estructura básica del ser; ésta es la pauta de su yoidad individual. Es también su “destino” -si con destino significamos el plan según el cual lo que era potencial al nacer puede concretarse durante la vida-; y dije “puede” porque durante su vida muchas personas sólo concretan una fracción de sus potencialidades innatas.

La astrología le dice a usted lo que “puede” concretarse, no lo que ocurrirá “realmente”, pero porque puede revelar el orden estructural inherente de la yoidad de un individuo, puede “educar” a este individuo para que afronte su vida cotidiana con orden y objetividad, o sea, en términos de su potencial total del ser, en términos de lo que el zen llama su “naturaleza fundamental”. El astrólogo verdadero es un especialista en valores estructurales concernientes al desarrollo de la personalidad, un especialista en el destino humano. Se lo puede consultar sobre todos los asuntos que afecten la concreción del potencial de un individuo, o sea, sobre todos los asuntos que se refieran a esta cuestión: “¿Cómo podré llegar a ser lo que yo soy innatamente como una totalidad orgánica de la existencia humana?” Al menos teóricamente, ese astrólogo podrá responder tal pregunta y sus muchas ramificaciones como consultor. Pero como consultor, no podrá esperarse que le diga a su cliente lo que le ocurrirá el mes que viene o el año que viene, ni lo que deberá hacer; esto sería competencia de un adivino o de un oráculo. La distinción es muy importante y debe ponerse muy en claro a fin de evitar engaño e ilusiones.

Lo repito: un consultor astrológico debe tener conocimiento amplio de la naturaleza humana, de las condiciones sociales del entorno de su cliente; debe tener un punto de vista objetivo, o sea, un enfoque no parcializado por su propia actitud subjetiva y sus tendencias personales. Por supuesto, también debe tener instrucción y capacidad. Tiene la obligación de estar al tanto de una cantidad de hechos básicos que son inherentes a su papel de consultor. El primero de estos hechos es que, aunque el cliente confíe en su competencia, aún puede creer que el consultor no podrá ponerse en su lugar (en el del cliente). Un enfoque objetivo se presenta siempre como algo que merece recelo y que no viene al caso para alguien que esté envuelto subjetiva y emotivamente en una situación profundamente desconcertante. El consultor astrológico tal vez tenga que remontarse a algunos problemas similares en el pasado de su cliente, y, como un psicólogo perspicaz, mostrarle dónde estaban los resultados internos o externos de las crisis del pasado que afrontara sin buen éxito. Debe demostrar a su ciente que tiene “empatía” con él, que puede “sentir con” las emociones más profundas del cliente, creando con ello una atmósfera de confianza en un nivel más que técnico, o sea, en un nivel humano.

El consultor debe también comprender que su cliente tenderá a resistir toda sugerencia que implique un cambio básico de actitud de parte del cliente. En realidad, es muy humano querer que las situaciones cambien, siempre que nosotros no tengamos que cambiar. Es aquí donde debe ser de máxima importancia un vasto cuadro de la vida del cliente en su totalidad, con sus ritmos básicos de desarrollo y sus ciclos (tránsitos planetarios, ciclo progresado de lunaciones, y ciclos numerológicos como los fundamentales ciclos de los 7 y los 28 años). Una “persona” no quiere cambiar porque la hipnotiza el momento presente. Pero esta “situación de ahora” no tiene significado profundo en términos del yo individual del cliente hasta que se refiere a la estructura y al desarrollo rítmico de toda su vida. La primera menstruación de una muchachita sería una experiencia devastadora si no se le dijera que es una fase del desarrollo total de su cuerpo y de su vida como una futura mujer y madre. El “presente” es sólo una fase efímera del tiempo cíclico; sólo adquiere significado cuando se ubica dentro del proceso cíclico de toda una vida, desde el nacimiento hasta la muerte y, teóricamente, aún más allá del nacimiento y de la muerte, si la reencarnación es un hecho que uno pueda vivirlo con inteligencia y sabiduría.

“¿Por qué esto me ocurre a mí?”, pregunta el cliente atormentado. ¿Qué podrá decirle el consultor que signifique algo, a menos que pueda señalar el lugar y la función que esta horrible experiencia ocupa y desempeña dentro del esquema vital total de concreción del potencial de nacimiento? No es un consuelo decir: “Oh sí, Saturno se desplaza ahora sobre Venus en cuadratura con Marte”. Eso más bien da a la situación un carácter más objetivo, ineludible y espantoso. Si está envuelto Saturno, que el consultor estudie con su cliente el ciclo entero de este planeta, todos los aspectos que este planeta toma, el movimiento a través de una casa tras otra; sobre todo, que el consultor describa el tránsito total y la situación de la progresión total del mapa y que no recalque sólo un aspecto aparentemente perturbador. Todos los planetas están siempre activos, ya sean aspectos exactos o no. Lo que importa es la interacción total de sus movimientos cíclicos en todo tiempo en relación con el carácter del mapa natal.

Otro punto que es menester recalcar en la relación entre cliente y consultor es la habitual avidez del cliente por descubrir una solución para su problema o sus problemas de inmediato. El deseo de resultados rápidos y soluciones fáciles es el tósigo de la vida moderna. Alguien que esté en problemas en nuestra sociedad considera raras veces el factor tiempo, que perdió contacto con los ritmos fundamentales de la vida de las estaciones y el lento desarrollo biológico a través de los años. Debido a que creemos vivir a través de un período de cambio normemente acelerado y en una crisis de transición entre dos eras, tenemos que impacientarnos con las demoras y no tener conciencia de la necesidad de un proceso de curación y “redención” que, si es saludable, deberá empezar en la capa más profunda de la sustancia de la mente de la humanidad en conjunto y sólo llegar lentamente a la superficie. La mente de la humanidad sufrió grandes heridas durante los dos últimos milenios, el período durante el cual la humanidad creció desde la vieja etapa tribal de esclavitud ante el suelo, las tradiciones y los ideales de exclusivismo hasta un estado de organización planetaria y cooperación armónica, al que aún se lo entiende oscuramente. De modo parecido, las psiques de los clientes adultos están habitualmente retorcidas o marcadas por las cicatrices de viejos complejos, recuerdos y miedos cuando al consultor astrológico o al psicólogo le piden solución para un problema más reciente, especialmente acerbo.

Las personas modernas han llegado a acostumbrarse a considerar al psicoanálisis o a la cura psiquiátrica como un proceso prolongado y costoso; pero lo que esperarán aún de los consultores astrológicos es que les procuren solaz, esperanza y fe en sí mismos en una hora o dos. Los consultores se sienten presionados a descubrir de inmediato factores mágicos que liberen la mente de la ansiedad y hagan que todo resulte bien muy pronto. Por supuesto, ésta es una situación imposible; surge del hecho de que la mayoría todavía considera a la astrología como un arte misterioso capaz de curar todo género de ansiedades e incertidumbres. Es inútil pedirle esto a la astrología. La astrología es una técnica de comprensión y una disciplina del pensamiento, gracias a la cual una persona podrá obtener una nueva perspectiva de su vida entera y una comprensión más objetiva y estructurada del lugar y de la función de sus experiencias y crisis vitales más importantes. La astrología podrá transformar una crisis aparentemente sin sentido en un proceso de catarsis, en un preludio de renacimiento hacia un nivel superior, más vasto, de la existencia. Podrá decir si un cliente está en el comienzo, la mitad o el final de ciertos ciclos, y si es prudente o no lanzarse de inmediato hacia delante o aguardar un tiempo más oportuno y significativo.

Tomar decisiones en lugar de su cliente no es tarea del consultor astrológico ni de ningún otro tipo de consultor. El consultor es esencialmente un educador y un consejero; debe asistir a su cliente –tal vez hasta instruirle- para que adquiera un nuevo enfoque de los problemas de la vida y, en especial, del problema que el cliente mismo presenta en sus contactos con otras personas y otras tradiciones sociales. Por supuesto, tal ayuda exige que el astrólogo y el cliente se comuniquen de verdad mutuamente; y a menudo es muy difícil para el astrólogo comunicar lo que él ve en los pertinentes mapas astrológicos. Es difícil porque la astrología es un lenguaje especial, cuyos símbolos inclusivos no pueden traducirse con facilidad al lenguaje corriente de las palabras que tienen un significado más o menos preciso y concreto, familiar para el cliente. El lenguaje astrológico es incluso más difícil de entender para los científicos con instrucción académica porque es un lenguaje cuyas palabras (planetas, signos, casas, nodos, etc.) pueden referirse a muchos niveles diferentes de significado y, en muchos casos, pueden tener un significado tanto positivo como negativo. Así, lo que el consultor astrológico pueda “sentir” acerca de la situación de su cliente, como la describen los mapas que tiene frente a él, podrá con frecuencia no expresarse en términos de acciones definidas y concretas. A este respecto, la posición del astrólogo es semejante a la del clarividente genuino que, cuando se lo consulta sobre un asunto “ve” un símbolo (o una escena simbólica) que sabe que representa la solución del problema real. Pero el problema real no es siempre el problema que el cliente cuenta, y la solución expresada en ese símbolo tal vez no sea fácil de ponerla en palabras que comuniquen al cliente cuál es el significado real de la situación.

Sin embargo, esto es lo que puede ocurrir en toda consulta (médica, psicológica, astrológica, sociológica) en la que se susciten preguntas referidas a personas individuales y relaciones interpersonales; en tales sectores de la experiencia humana, los niveles de la realidad se interpenetran y raras veces los factores conscientes están enteramente separados de los impulsos, esperanzas y miedos inconscientes o semiconscientes. Esto es lo que convierte a estas profesiones en fascinantes y, al mismo tiempo, peligrosas. Exigen que el consultor no sólo tenga una vasta esfera de conocimiento de la naturaleza humana y capacidad técnica, sino también la capacidad para resonar en vibración simpática con el cliente para que el consejo más profundo que él dé se transmita sin palabras, o sea, por puro contagio de su presencia y de lo que él significa. Esta es una gran orden. Poquísimos consultores pueden cumplirla; pero estos pocos no son siempre los que más se buscan porque la gran mayoría de las personas quiere soluciones muy claras y recetas de fácil elaboración formuladas en términos sencillos que sus ego-mentes puedan captar rápidamente, y por lo común olvidan o no logran obrar de acuerdo con ellas, debido a su pereza o indiferencia. Hay tiempo para todo. Un consultor debe tener sentido exacto del tiempo. Al final de una entrevista pueden decirse cosas que serían perjudiciales al comienzo. Aquí nuevamente, el consultor astrológico está, por lo común, más gravemente trabado por la forma tradicional de relación entre astrólogo y cliente: una entrevista más bien breve durante la cual el cliente espera que se le diga todo.

Hoy en día se necesita con urgencia un nuevo tipo de relación; en realidad, un nuevo enfoque de la astrología. El interés que el astrólogo de la actualidad demuestra por “elevar” a la astrología a un nivel aceptable de “ciencia” por medio de estadísticas y otras herramientas analíticas adoradas en nuestras “fábricas de conocimiento” oficiales (las universidades) no producirá un enfoque más constructivo de los problemas que el consultor astrológico enfrenta en relación con los clientes. Es más probable que torne menos eficiente tal relación porque, para que sea realmente eficiente, deberá ser una relación de persona a persona, y la ciencia no se ocupa de casos individuales sino de promedios estadísticos. La ciencia no se ocupa de valores humanos, pero una persona acude a un consultor astrológico pidiendo ayuda. Siempre pide ayuda inconscientemente, aunque conscientemente la motive la curiosidad. Acude en procura de ayuda con su sentido de una yoidad individual única, aunque el problema que exprese parezca común; y es de este sentido del yo que el consultor deberá ocuparse. Pues somos nosotros todo nuestro problema fundamentalísimo; y la astrología debe ayudarnos a encararlo con objetividad y serenidad, sin eludirlo y sin la sensación de inseguridad que nuestro ego intelectual pueda generar.

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