martes, 17 de febrero de 2009

La carta natal y la conciencia


Dice Carl G. Jung: “La vida anímica del hombre civilizado es muy problemática; es más, sería inimaginable sin problemas. Nuestros procesos anímicos son, en gran parte, reflexiones, dudas y experimentos, es decir, cosas que el alma inconciente e instintiva del primitivo apenas conoce. La existencia de la problemática se la debemos al incremento de la conciencia, y es el *obsequio funesto* de la cultura.”

Se dice que en el reino mineral la conciencia duerme, en el reino vegetal sueña y en el reino animal despierta. El individuo es autoconciente, es decir, tiene conciencia de tener conciencia. Y esta capacidad exclusivamente humana, que puede sintetizarse en la expresión “darse cuenta”, le impone el hacerse cargo de sus palabras, acciones y/u omisiones y le impide –o tendría que impedirle- el andar a ciegas por la vida.

Los problemas que nos presenta la realidad son los desafíos que nos conducen a despertar y construir conciencia. Al resolverlos reconocemos nuestros poderes y habilidades. Utilizando la inteligencia y la voluntad podemos mejorar cada vez más nuestra manera de ser y estar en la vida.

La carta natal es una herramienta de desarrollo personal que nos da la posibilidad de incrementar la conciencia al comprender el sentido y el significado de nuestros procesos.

Al transitar las etapas cruciales de nuestra evolución, tenemos oportunidad de ver que nos movemos dentro de un orden mayor que nuestro pequeño orden cotidiano, que muchas veces las cosas no son lo que parecen, que la conciencia se identifica –hace identidad- con aquello a lo que prestamos atención, dejando en sombras el resto y que ese resto sigue actuando desde las sombras.

De esta forma excluímos partes de la realidad, valorando como positivo o negativo lo vivido, según el mayor o menor grado de placer, comodidad y/o seguridad que experimentamos. Se nos hace difícil vivenciar con paciencia los procesos para que puedan ser asimilados y trascendidos.

En la carta natal encontramos simbolizadas las “aptitudes” de un individuo: los talentos o dones que posee para afrontar la vida y sus circunstancias. A veces estos talentos son heredados pero también pueden ser adquiridos y desarrollados al vivir concientemente.

Lo que no encontraremos en la carta natal son las “actitudes” de un individuo, es decir, el modo en que habrá de hacer frente a los problemas y circunstancias. Si bien sus actitudes podrán ser deducidas de sus aptitudes, en última instancia dependerán del grado de conciencia y autoconciencia que sea capaz de desarrollar y, por lo tanto, siempre podrán ser modificadas por libre elección.

Aquí se plantea una diferencia que determinará si sus “actitudes” serán el fruto de respuestas o de reacciones. Como pauta general, toda respuesta implica el uso de la conciencia y de la voluntad mientras que toda reacción proviene de la repetición de los hábitos de siempre, por lo que es inconciente.

Si la vida fuera un teatro y nosotros actores, con un poco de humor podríamos relativizar, desdramatizar, jugar y fluir a través de los problemas, extrayendo de los mismos sus enseñanzas fundamentales. Sabiamente, en su libro *Ilusiones* Richard Bach nos recuerda que: “No existe ningún problema que no te aporte simultáneamente un don. Buscas los problemas porque necesitas sus dones”.



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