Cuando evaluamos una carta natal, podemos verificar qué tipo de energía predomina en un individuo si observamos el balance de elementos. Para eso tomaremos a los cuatro elementos – Fuego, Tierra, Aire y Agua - como representantes de las energías básicas.
Reconocidos en la mayoría de las culturas, independientemente de los nombres con que hayan sido denominados, podemos asociarlos a los cuerpos sutiles que constituyen al ser humano. Así veremos que el elemento Fuego simboliza el cuerpo vital o etérico, el elemento Tierra al cuerpo físico, el elemento Agua al cuerpo emocional o “astral” y, finalmente, el elemento Aire al cuerpo mental.
El balance de elementos de la carta natal permite descubrir cómo cada individuo se equilibra y/o armoniza, en mayor o menor medida, con estas cuatro energías básicas.
Para iniciarnos en la comprensión del tema en relación con el ser humano, tengamos en cuenta esta breve descripción:
El elemento FUEGO se asocia con la voluntad, el entusiasmo, la acción, la fuerza y la impaciencia. Una palabra clave podría ser IDENTIDAD.
El elemento TIERRA simboliza el contacto con los sentidos físicos y la realidad del plano material, las cuestiones prácticas, la capacidad de organización, el logro de las metas y objetivos, la resistencia y la persistencia, la cautela y la rigidez. Una palabra clave podría ser MATERIA.
El elemento AIRE se asocia con la respiración, con la mente y las ideas, el mundo de lo teórico, el desapego y la objetividad. Una palabra clave podría ser PENSAMIENTO.
El elemento AGUA se vincula con el mundo de las emociones y la sensibilidad, incluyendo pasiones y miedos, la imaginación, la intuición, la interioridad, la protección y la seguridad. Una palabra clave podría ser ALMA.
Al evaluar en una carta natal el balance de los cuatro elementos, habrá que considerar su presencia tanto por exceso como por carencia, lo cual generará cierto tipo de desequilibrios. Cada individuo es capaz de compensar estos desequilibrios trabajando concientemente las cualidades que se corresponden con los elementos desarmonizados. Y la vida, por su parte, proporcionará las lecciones requeridas para el desarrollo de las cualidades faltantes y/o para atenuar aquellas características que se expresan acentuadamente por exceso de alguno de los elementos.
Es tarea del Astrólogo ayudar a tomar conciencia de estos desequilibrios, pero es tarea del individuo – en el ejercicio de su libre albedrio – hacerse cargo del proceso de maduración que le permitirá alcanzar la armonía de los cuatro elementos en su ser.
Reconocidos en la mayoría de las culturas, independientemente de los nombres con que hayan sido denominados, podemos asociarlos a los cuerpos sutiles que constituyen al ser humano. Así veremos que el elemento Fuego simboliza el cuerpo vital o etérico, el elemento Tierra al cuerpo físico, el elemento Agua al cuerpo emocional o “astral” y, finalmente, el elemento Aire al cuerpo mental.
El balance de elementos de la carta natal permite descubrir cómo cada individuo se equilibra y/o armoniza, en mayor o menor medida, con estas cuatro energías básicas.
Para iniciarnos en la comprensión del tema en relación con el ser humano, tengamos en cuenta esta breve descripción:
El elemento FUEGO se asocia con la voluntad, el entusiasmo, la acción, la fuerza y la impaciencia. Una palabra clave podría ser IDENTIDAD.
El elemento TIERRA simboliza el contacto con los sentidos físicos y la realidad del plano material, las cuestiones prácticas, la capacidad de organización, el logro de las metas y objetivos, la resistencia y la persistencia, la cautela y la rigidez. Una palabra clave podría ser MATERIA.
El elemento AIRE se asocia con la respiración, con la mente y las ideas, el mundo de lo teórico, el desapego y la objetividad. Una palabra clave podría ser PENSAMIENTO.
El elemento AGUA se vincula con el mundo de las emociones y la sensibilidad, incluyendo pasiones y miedos, la imaginación, la intuición, la interioridad, la protección y la seguridad. Una palabra clave podría ser ALMA.
Al evaluar en una carta natal el balance de los cuatro elementos, habrá que considerar su presencia tanto por exceso como por carencia, lo cual generará cierto tipo de desequilibrios. Cada individuo es capaz de compensar estos desequilibrios trabajando concientemente las cualidades que se corresponden con los elementos desarmonizados. Y la vida, por su parte, proporcionará las lecciones requeridas para el desarrollo de las cualidades faltantes y/o para atenuar aquellas características que se expresan acentuadamente por exceso de alguno de los elementos.
Es tarea del Astrólogo ayudar a tomar conciencia de estos desequilibrios, pero es tarea del individuo – en el ejercicio de su libre albedrio – hacerse cargo del proceso de maduración que le permitirá alcanzar la armonía de los cuatro elementos en su ser.
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