Ningún
individuo existe en el vacío. Está relacionado con otros individuos, con grupos
de diversas clases, con grandes colectividades de hombres organizados en
sociedades, naciones, agrupaciones culturales y religiosas. Es uno con la
humanidad, está enraizado con ella. Es un átomo de conciencia en el vasto océano
de la inteligencia, de donde nacen las irradiaciones de luz que se transforman
en toda una grandiosa cohorte de estrellas, cuando las olas de este océano
vienen a romper en las playas de nuestro mundo de espacio y tiempo. ¿Cómo
podría estar el destino del individuo separado de la gran trama de los destinos
universales? ¿Cómo podría el fugaz momento de su primer saludo al universo -su
llanto al nacer- permanecer aislado de los ciclos universales que, sin tregua,
se suceden en el tiempo? Al igual que cada fuerza y cada masa se
interrelacionan con las otras fuerzas y las otras masas, así también la
individualidad de un hombre se interrelaciona con las demás unidades
individuales de conciencia. No puede haber separación, ni siquiera donde haya
aislamiento temporal.
Quizá
contemplamos las formas coloreadas del tapiz del ser y admiramos los diminutos
hilos rizados que componen estas formas, pero no somos capaces de ver que estos
hilos son unidades concretas entretejidas, enlazadas en la trama del universo.
El
astrólogo de mente filosófica ha reconocido siempre estas verdades y muchos han
buscado la manera de descubrir métodos para concretarlas en la práctica
astrológica. En la actualidad se presta bastante atención a la comparación de
cartas pertenecientes a personas de la misma familia o que pretenden unir sus vidas
con fines privados o públicos. Se estudia la «herencia astrológica» para
intentar demostrar cómo las cartas natales de hijos, padres y antecesores más
lejanos presentan unos patrones similares, y el campo que se ha abierto con
tales estudios es amplio y está aún casi sin explorar. Quizá sea posible de
esta forma aislar ciertos factores que sirvan para definir las características típicas
de una familia; especialmente en familias que presentan una constante histórica
de marcada individualidad a través de varias generaciones de personalidades
importantes. El estudio de familias reales o aristocráticas, en las que ciertos
rasgos culturales se conservan durante un tiempo (por ejemplo, la familia
Bach), revelaría, sin duda, un gran número de factores importantes. Nos
preguntamos si los astrólogos chinos habrán realizado un estudio de este tipo
con la familia de Confucio, descendientes por línea directa de aquél que aún
permanece vivo tras más de setenta generaciones.
Otro
campo de estudio abarca las correlaciones entre las cartas natales de personas
que han sido socios o compañeros, o que se han sucedido el uno al otro en
alguna empresa pública de gran envergadura. Se han analizado las cartas de
aquellos que firmaron la
Declaración de Independencia y de los presidentes americanos,
obteniéndose algunos datos interesantes. Al estudiante de astrología le resulta
más familiar y más práctica la comparación de cartas entre personas que van a
contraer matrimonio o que van a asociarse de cara a negocios comunes. Todo astrólogo
ha tenido que responder alguna vez a la pregunta de algún amigo o cliente sobre
si tal y cuál persona harían una «buena pareja». Para ello no sólo se deben
analizar ciertos elementos de la carta natal, sino también contar con la
valiosa ayuda de una carta horaria y, a ser posible, de un estudio del patrón celeste
para el día del primer encuentro o del primer contacto personal significativo.
Los
factores a considerar ante el planteamiento de un matrimonio o una sociedad
pueden reunirse en una pregunta al consultante: ¿Cuál es el propósito de su relación? Algunas veces es dificil
contestar a esta pregunta, especialmente cuando se trata de amor y matrimonio.
Pero la respuesta puede ser muy reveladora, si es sincera, ya que siempre es un factor necesario para el juicio
astrológico.
Si el
propósito del consultante fuera simplemente «ser feliz», se podría tomar a
ciertas interrelaciones entre las dos cartas como índice de que el propósito
puede lograrse fácilmente, siempre que las cartas natales de ambos, las
progresiones, los tránsitos y las indicaciones horarias coincidan a su vez
sobre este punto. Pero también puede que el consultante busque una unión de
carácter más excitante, creativo o regenerativo. Quizás el mismo consultante lo
establezca así; o quizá sea el astrólogo quien perciba que, bajo unas
afirmaciones o metas más convencionales, hay un propósito más profundo. En este
caso se debe buscar otra clase de relación astrológica entre las dos cartas,
una relación que no excluya el conflicto, la crisis o la oposición entre puntos
de vista complementarios. Una relación personal fácil y tranquila puede ser
sinónimo de adormecimiento espiritual, y si el individuo busca una más plena
realización como alma y mente creativa, ¿no debería advertírsele de los
posibles resultados deuna relación en que aparecen ciertos elementos contrarios
a su propósito, aunque favorecerían una unión de tipo más banal?
Con
esto queremos indicar que la astrología debe siempre incluir el factor del propósito
individual, así como la función dentro del
conjunto total.
Una carta natal es en esencia una «declaración de propósito», el propósito de
Dios, podríamos decir, al crear las condiciones del nacimiento y al alma que va
a encontrarse con ellas. También es la declaración de cuál debería ser la meta del individuo en la vida de
acuerdo con la Idea
creativa de la Mente
universal. En el caso de la carta horaria, ésta es una declaración de la
solución, expresada simbólicamente, que la inteligencia universal da como
respuesta a la necesidad vital de un individuo, siempre en términos de su
propósito esencial.
Cuando
el astrólogo va a aconsejar a su cliente sobre una asociación de cualquier
clase, basándose en una comparación de cartas
natales, debe analizar en primer lugar cuál es el propósito del destino
individual del cliente, o sea, su carta natal. Debería, además, averiguar hasta
qué punto el cliente comprende su propósito básico, y cuáles son sus
pretensiones conscientes en el caso particular de que se trate. Aconsejar
astrológicamente, no significa mirar una o dos cartas y transmitir lo que uno
ve, así sin más. Significa ayudar al cliente a comprender cómo puede alcanzar el verdadero propósito de su destino. Y la forma de hacerlo no es
siempre a través de la felicidad convencional.
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