Fragmento del libro "La Práctica de la Astrología", de Dane Rudhyar
Para la mayoría de
las personas resulta bastante difícil pensar en términos de «tiempo que avanza»
y «conexión entre varias cosas». Después de muchos siglos de civilización en
que se ha propugnado una aproximación intelectual a la vida, nos hemos acostumbrado
a pensar en entidades separadas y permanentes, emplazadas en lugares distintos
y muy definidos en un espacio estático. Estas entidades podrían cambiar de
apariencia, pero en el pasado les hemos atribuido una integridad abstracta, una
identidad inalterable. Ya fuesen jóvenes, maduras o seniles, ya se encontrasen
en relativa soledad o implicados en profundas relaciones con otras entidades,
se les ha dado un nombre preciso y hemos creído que siempre serán lo mismo.
Esta forma
«clásica» de comprensión mental de la vida y de los hombres ha ido cambiando
gradualmente en el presente siglo. Y la presión de dicho cambio está obligando
a los astrólogos a reorientar y reinterpretar sus propias ideas esenciales y
sus símbolos. Los libros de astrología suelen hablar generalmente de Júpiter y
de Saturno -y de todos los demás elementos- como si fueran unas entidades
determinadas que significan siempre lo mismo sin importar el contexto en que se
encuentran. Es común en la enseñanza de la astrología considerar que las
cuadraturas, los trígonos, las oposiciones, etc., tienen un significado general
inmutable. De hecho, también los planetas y los aspectos han estado divididos
durante siglos en dos categorías: los «buenos» y los «malos», los benéficos y
los maléficos.
Obviamente, así se
simplifican mucho las cosas. Se presenta frente a nosotros un claro panorama,
un universo en blanco y negro, donde el bien y el mal luchan sin cesar para
controlar las entidades separadas, que, individualmente, se salvan o se
pierden, son glorificadas o destruidas. El pensamiento contemporáneo supone un
desafio frente a esta filosofía de la vida «a la antigua» y a su individualismo
atomista. Ahora se ve al universo como un conjunto cuyas partes están
conectadas entre sí y dependen unas de otras, un organismo de alcance cósmico.
Y la realidad fundamental de este universo no es la entidad separada que va
hacia su propia salvación o condenación, sino la relación entre todas las
partes que componen el conjunto cósmico.
En términos
astrológicos esto significa que la interrelación de todos los cuerpos celestes
dentro del sistema solar (y en todo el espacio en general) es lo que cuenta
verdaderamente, y que cualquiera de esos cuerpos puede tener, bajo especiales condiciones de relación,
prácticamente cualquier significado, incluso el totalmente
opuesto al aceptado tradicionalmente. De igual forma, el individuo humano más
elevado puede, bajo la presión de una serie de relaciones especiales, llegar a
ser muy destructivo en sus acciones.
Esto se define diciendo que todo tiende a convertirse en su opuesto.
Afirmación que resulta demasiado simplista, ya que una «entidad» no se
convierte en lo opuesto de lo que es, sino que una «relación» puede invertir su polaridad, por ejemplo, el amor se
convierte en odio, la pasión sensual se torna devoción mística, etc.
Es sobre la base
de tal comprensión de la vida y de la interrelación universal donde la nueva
astrología formula de nuevo el concepto de los aspectos planetarios. No
considera a la ya mencionada cuadratura de Júpiter y Saturno como «algo en sí misma»,
sino, más bien, como una fase de la
relación cíclica de Júpiter y
Saturno. El hecho de que ambos planetas estén a 90 grados de distancia el uno
del otro no dice lo suficiente como para considerarlo significativo. Lo que sí es
significativo es que un ciclo
especifico de la relación entre Júpiter y Saturno ha llegado a una fase especifica de su desarrollo.
En mi obra "El Ciclo de las Lunaciones" expongo que una «cuadratura creciente» y una
«cuadratura decreciente» tienen distintos significados; esto es, si Júpiter (el
planeta más rápido) está a 10° Leo y Saturno a 10° Escorpio la cuadratura que forman
es una cuadratura decreciente (similar a la cuadratura del «último cuarto» o
cuarto menguante del ciclo entre la
Luna y el Sol, el ciclo de las lunaciones); pero si el
planeta más lento, Saturno, se encuentra a 10° Leo y Júpiter está a 10°
Escorpio, entonces su cuadratura es creciente (del primer cuarto). En otras palabras,
el ciclo de relación entre Júpiter y Saturno comienza con su conjunción y
termina en su oposición. Cualquier
fase de este ciclo, esto es, cualquier aspecto formado por
Júpiter y Saturno durante el período que va de una conjunción a otra, debe considerarse dentro del marco
de referencia del ciclo completo.
Posteriormente, en
un estudio más amplio, deberían considerarse también dentro del marco de
referencia general del vasto ciclo de interrelaciones planetarias donde se
incluyen todos los componentes del sistema solar.
Es evidente que
esto proporciona a la teoría astrológica un carácter más complejo que el que
aparece en la mayoría de los libros de texto. Al igual que la física de
Einstein, es mucho más compleja que la de Newton. Si deseamos tratar de los
sucesos físicos obvios para nuestros sentidos, las leyes de Newton funcionan satisfactoriamente;
y la astrología clásica, que trabajaba con unos significados definidos para
cada posición y aspecto planetario, también funcionaba bien en relación con el
tipo de sociedad en que vivían las personas del siglo XVII.
Pero hoy nos
enfrentamos con un mundo diferente, un mundo de energía atómica y de vastas
metrópolis, de carteles y comercio, con relaciones sociales y personales tan
complejas y fluidas que gran número de individuos se ven atrapados en dificultades
sociales y en condicionamientos psicológicos ante los cuales las viejas
técnicas nada pueden hacer. Para esta clase de mundo es para lo que necesitamos
a la astrología, tal como los físicos necesitaron una nueva álgebra y una nueva
física para controlar las transformaciones y las desintegraciones atómicas, incluso
a pesar de que los conceptos clásicos de física y astrología siguen siendo de
mucha utilidad en lo que respecta a situaciones y problemas típicos.
Aspectos “buenos” y “malos”
Entre los
conceptos tradicionales de esta astrología que necesita una revisión y una
nueva interpretación está la idea típica de que aspectos tales como las
cuadraturas y las oposiciones son «malos», mientras que los trígonos y los
sextiles son «buenos».
Tal creencia no
tiene sentido alguno en la clase de astrología que consideramos en este libro,
ya que las cuadraturas son fases tan
normales y necesarias en la relación cíclica entre dos
planetas en movimiento, como lo puedan ser los trígonos o los sextiles. Lo malo,
tal como lo entiende la persona media, deja de serlo cuando se puede demostrar
que es tan normal y tan necesario como lo bueno.
Decimos que la
enfermedad, el cáncer, son malos, y la afirmación es válida porque el cáncer no
es normal ni necesario. Pero si decimos que la descomposición de la comida en
sustancias químicas es un proceso maligno porque convierte a la zanahoria o al
hígado de ternera en una pulpa amorfa; o si decimos que el reemplazo de células
muertas por otras vivas, que se realiza en nuestro cuerpo, es «malo», tales
afirmaciones no tienen validez alguna. Cada fase de la vida orgánica normal, cada
función y cada proceso que sea parte integrante de una vida natural y
saludable, tanto fisiológica como psicológicamente, debe ser bien recibido. No
es ni bueno ni malo. Simplemente es un componente necesario de las
actividades de la vida o de la personalidad. En cada organismo existe un
equilibrio entre los procesos anabólicos (de formación) y catabólicos (de
destrucción), pero llamar buenos a los primeros y malos a los segundos no tiene
sentido. El desarrollo exagerado de cualquiera de los dos resulta perjudicial
para la vida orgánica normal, para la salud del cuerpo y del alma.
Es cierto que el
aumento progresivo de las actividades catabólicas con la edad conduce
eventualmente a la muerte, pero decir que la muerte natural es mala carece de
validez. Desde el punto de vista de la humanidad en conjunto, la muerte de
seres humanos es una condición necesaria para el crecimiento evolutivo,
teniendo en cuenta el nivel psicomental de la actual conciencia humana media.
El carácter de un individuo y los límites de su posible desarrollo suelen estar
bien precisados entre los veinte y los treinta años. Si se mantuvieran fijos
durante siglos podría llegar a ser incluso una tragedia para la humanidad.
El proceso de la
muerte representa para la humanidad lo que los procesos catabólicos de limpieza
periódica de células muertas significa para un organismo sano. Se ha dicho que
todas las células de nuestro cuerpo se renuevan completamente cada siete años.
De forma parecida, toda una generación de seres humanos dura teóricamente un
período de unos setenta años. El reemplazo catabólico de una generación por
otra no es ni bueno ni malo; es la ley del desarrollo y crecimiento de la
colectividad humana. Y si pensamos en términos de un individualismo de tipo
espiritual, la entrada en el cuerpo y la posterior salida (nacimiento y muerte)
son simples fases normales y necesarias del desarrollo cíclico del espíritu
reencarnado.
Las calificaciones
como bueno o malo no tienen sentido alguno cuando se aplican a cualquier fase
de un proceso cíclico; y, desde un punto de vista trascendente y universal,
cualquier acontecimiento puede verse como una fase necesaria dentro de un
proceso más amplio. Una pulmonía puede señalarse como maligna porque no
constituye una fase normal de nuestra vida corporal, las guerras y las purgas
políticas son malas porque no son fases normales de la vida social de una
comunidad particular.
No obstante,
considerados dentro del marco del progreso espiritual de un alma (encarnación
tras encarnación) o de la humanidad en conjunto, estos sucesos destructivos
pueden aparecer
tan necesarios y
beneficiosos como la forzada expulsión de las sustancias que no pueden ser
asimiladas por el cuerpo.
Es tan sólo cuando
aislamos el suceso personal o social de la historia completa del individuo o de
la nación, y las cuadraturas, semicuadraturas y oposiciones del ciclo de relación
planetaria, que estos sucesos y aspectos, considerados en sí mismos, parecen malignos
y desafortunados.
Tal proceder
destruye la integridad y el sentido del proceso vital. La vida y la
personalidad se caracterizan por su capacidad de constante ajuste a las nuevas
necesidades internas y situaciones externas. Decir que la cuadratura y la
oposición son malos aspectos es negar esta posibilidad de reajuste, porque el
reajuste necesita de la acción rápida cuando se enfrenta con una cuadratura que
supone una situación o posibilidad nueva, y momentos de pausa (oposición) en
que la conciencia es capaz de evaluar, objetiva y desapasionadamente, el
propósito y el sentido de la acción. Durante las fases de la relación
representadas por las cuadraturas puede haber mucho roce en las maniobras y
entre los dos polos de la relación puede generarse demasiada precipitación o
miedo; pero exponer la posibilidad de tales resultados negativos no es
describir el sentido esencial de la cuadratura, es mostrar cómo un espíritu individual sin experiencia o un grupo social
inmaduro pueden malinterpretar y desaprovechar la oportunidad especial
de crecimiento que representa la cuadratura.
La imparcialidad
me obliga a admitir que, siendo la mayoría de los individuos y de las naciones
los torpes artífices de su propio destino, la cuadratura tiene, casi siempre,
resultados negativos. Pero ¿se puede desechar la mecánica de un automóvil de la
marca Chrysler simplemente porque un mal
conductor haga chirriar toda la maquinaria a cada cambio de marchas? ¿Acaso se
puede decir que está mal parar para consultar la dirección en un mapa, sólo
porque algún conductor distraido se haya parado a mirar el mapa en mitad de una
curva y haya provocado un accidente?
De todo lo
anterior se deduce que cualquier aspecto planetario puede tomarse de dos
formas. Desde el punto de vista del tiempo,
es una fase del ciclo de relación entre dos planetas en movimiento, y para
captar todo su sentido hay que tenerlo en cuenta en relación con el ciclo
completo y, particularmente, con el comienzo del ciclo, la conjunción de los
dos planetas. Es por esto que los astrólogos a menudo han dado mucha
importancia al emplazamiento zodiacal de la Luna Nueva anterior al
nacimiento; remitiendo la relación entre el Sol y la Luna en el momento del
nacimiento (su aspecto), al comienzo del ciclo de lunación de que forma parte.
Desde el punto de
vista del espacio, un
aspecto entre dos planetas es tan sólo un ángulo del patrón planetario que
aparece en el cielo en el nacimiento. Al igual que la forma de una nariz adquiere
sentido estético según su contribución al carácter particular de una cara
hermosa, aún cuando, como nariz, tiene por sí misma un sentido propio;
asimismo, el aspecto no puede comprenderse ni interpretarse correctamente a menos
que se tome como una parte del cuadro que representa la carta.
En el primer caso,
la distinción entre aspectos buenos y malos no tiene sentido, porque ambos son
fases necesarias y normales del proceso de vida y crecimiento, fases que,
gradual y periódicamente, se suceden unas a otras. En el segundo, se puede
establecer una analogía con los espacios blancos y negros de una fotografía,
con las luces y las sombras de una obra de Rembrandt. ¿Tendría sentido decir
que los espacios negros son malos y los blancos son buenos? La forma es el
resultado de la juxtaposición e interacción de ambos. Y sin forma no puede haber
una relación ni un sentido.
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