Fragmento del libro “Urano en la carta natal”, de Liz Greene, Ediciones
Kier.
Saturno y Urano están íntimamente ligados y la
mitología nos lo cuenta de manera muy clara. Los procesos que estos dos
planetas reflejan a través de sus ciclos, dependen uno del otro, se equilibran
uno al otro, se oponen y se construyen uno sobre el otro. El Cronos/Saturno
mítico es hijo de Ouranos y, como ya sabrán, castra y derroca a su padre y se
convierte en el soberano de los dioses. Esta revolución ocurre porque Ouranos
había rechazado a los Titanes – sus hijos – y los había condenado al mundo
subterráneo. La culpa recae en ambas partes: cada uno le hace algo “malo” al
otro. Estos dos personajes no son sólo padre e hijo en la mitología y, por lo
tanto, miembros de la misma familia, sino que también son enemigos mortales.
Están ligados en la astrología por ser corregentes de Acuario. Son antitéticos
y, sin embargo, tienen la misma sustancia. De alguna manera, se ocupan de las
mismas cuestiones, pero desde perspectivas opuestas, desde un punto de vista y
una visión del mundo diferentes, y desde planos distintos. Sus ciclos están
entrelazados, no sólo en términos de tiempos y significado, sino también en
cuanto a los acontecimientos y a las respuestas emocionales. Los tránsitos de
cada uno provocan los del otro.
Dado que ambas figuras míticas son soberanas de los
dioses, reyes divinos, observamos imágenes de autoridad y poder. ¿Cuál es la
función de un rey? Gobernar y establecer las leyes bajo las cuales deben vivir
sus gobernados. Por supuesto, estoy hablando de reyes míticos, no de las
monarquías que hoy nos gobiernan. La batalla entre Saturno y Urano gira
alrededor del tema de la autoridad y del gobierno. ¿Dónde radica en última
instancia la autoridad? ¿Qué verdad es la verdad final por la que debemos
vivir? ¿Está en el cielo o aquí en la tierra? ¿Dónde descansan el poder y el control,
en definitiva? ¿En la realidad o en las ideas? ¿En el individuo o en el grupo?
¿La realidad da forma a nuestro pensamiento o nuestro pensamiento da forma a la
realidad? Y ¿somos responsables en última instancia de nuestro propio destino
o, en un análisis final, somos parte de un sistema mayor –social o cósmico-
cuyas leyes y movimientos definen el curso de nuestra vida individual?
Sé que todos querrían decir: “Ambos!”, porque, desde
un punto de vista racional, esa es la solución obvia, aunque paradójica.
También es una solución filosóficamente elegante. Pero, en términos de cómo
experimentamos esta polaridad, en general nos vemos en el aprieto de elegir, en
diversos puntos de la vida. A veces, le debemos nuestra lealtad a lo ideal, y a
veces, a lo real; a veces, al futuro y a veces al pasado; a veces, a nosotros y
a nuestra propia supervivencia, y otras, al todo del que somos parte. Y a veces
nos sentimos desgarrados por la indecisión y por la incapacidad de saber dónde
radica la verdad, la autoridad final, en una situación particular.
El ciclo de Saturno le sigue el rastro al ciclo de
Urano, aunque sólo de un modo aproximado, y hay ciertas coyunturas críticas
donde experimentamos a ambos aspectando sus propios lugares de nacimiento
dentro de un período de pocos años. No lo hacen exactamente en la misma fecha,
pero si tenemos en cuenta los orbes, veremos que uno podrá estár dentro del
orbe de uno de los puntos críticos de su ciclo cuando el otro también está
dentro del orbe de uno de los puntos críticos de su propio ciclo. En un marco
de un par de años, podrán conspirar uno contra otro. Las imágenes míticas
pueden resultar muy provechosas para saber qué tipo de conspiración es esta.
Urano condena a Saturno enviándolo al mundo subterráneo y Saturno castra a
Urano. La parte saturnina en nosotros es amenazada por Urano con el repudio y
la represión; la parte uraniana, es amenazada por Saturno con la castración.
Urano tiene un ciclo de ochenta y cuatro años. Hace su
primera cuadratura con su propio lugar entre los veinte y los veintidós años de
edad. Resulta que esto coincide con la segunda cuadratura de Saturno, que también
ocurre alrededor de los veintidós años de edad. Estas cuadraturas no llegan al
aspecto exacto al mismo tiempo: dada la variabilidad de sus movimientos
directos y retrógrados podrán superponerse por algún tiempo, aunque Saturno
invariablemente sigue a Urano. Estos
tránsitos delimitan ese período sumamente turbulento y vulnerable de comienzos
de la tercera década. Estoy segura de que todos pueden recordar cosas
importantes que les ocurrieron en esa época relacionada con el ciclo de
Saturno. Pero no estamos considerando sólo la segunda cuadratura de Saturno con
su propio lugar. Esta es también la época de la primera cuadratura de Urano
consigo mismo. Ahora, ¿qué significa esto? ¿De qué se trata realmente el ciclo
de Urano?
Dado que Urano no es un planeta personal, no se ocupa
de edificar el ego, como lo hace Saturno. Saturno sirve al individuo y ofrece
el “recipiente” para contener la expresión del Sol. Lo que el Sol simboliza en
el plano interno –el destino, el sentido de propósito y significado, el vehículo
de lo eterno- Saturno lo construye en el plano externo, mediante el proceso de
separación. Les da forma y contención a todos los planetas personales, en
especial a aquellos a los que aspecta directamente.
Pero Urano no sirve al ego personal. Su proceso
colectivo, prometeico y visionario sacude y destroza esas estructuras internas
y externas que limitan la vida y evitan que el individuo experimente la unidad
mayor de la que es parte. Urano revela el funcionamiento del cosmos, lo que
transforma nuestra perspectiva y altera irrevocablemente nuestras definiciones
de la realidad. Saturno y Urano son contrarios, como lo son los dioses del
mito. Pero los enemigos míticos son siempre, secretamente, parte de la misma
unidad y, en cierto modo, el conflicto sirve a un propósito mayor. Lo mismo
puede decirse de los símbolos astrológicos, que describen los procesos del
mito, pero de una manera diferente y más individualizada.
La teleología – el significado, su propósito- del
ciclo de Saturno tiene que ver con nuestra capacidad de formarnos como
entidades encarnadas independientes, que viven dentro de límites mortales. El
ciclo de Urano tiene que ver con la perfección potencial del todo. Mientras
Saturno está muy ocupado poniéndoles cemento a las rajaduras y apuntalando los
cimientos de los muros del ego, Urano viene y dice: “En esa pared no hay ventanas, no se puede ver el
exterior. ¿Cómo sabrás que hay todo un cosmos allí fuera? Ese muro interfiere
con el progreso del grupo y se interpone como una barrera a la evolución
colectiva. Lo lamento, pero hay que derribarlo. Podría dejarte tener un muro,
pero tendrías que hacerlo más flexible. Ponle un par de puertas adicionales.
Ponle algunas ventanas. Usa madera en lugar de ladrillos. Mejor aún, usa
paneles prefabricados livianos, y entonces se podrá desmantelar y trasladar, si
fuera necesario”.
Urano sirve a la psique colectiva. Igual que Prometeo,
el Titán, no lleva su inspiración, su fuego divino, a una persona especial que
se lo merezca. Ofrece la visión de progreso y evolución a todos, para bien o
para mal. Sirve a la familia humana, a través de la evolución de ideas y
conceptos; sirve a la entidad mayor de la que el individuo es parte. Toda
persona que haya estado demasiado encerrada en el pequeño mundo de su ego puede
sufrir con los tránsitos de Urano, porque Urano derriba todos los bastiones que
creamos para estar a salvo y afirmar nuestra estabilidad en el mundo.
Así, estos dos planetas siempre se oponen en el plano
del significado y de la experiencia interna. Claro que no siempre se encuentran
en oposición astrológica, separados 180 grados, si bien a veces lo están en la
carta natal, o en tránsito uno puede oponerse al otro. Son antitéticos en términos de sus funciones.
A veces los hechos conectados con sus tránsitos pueden
parecer iguales en la superficie. Tendemos a suponer que, dado que la forma
concreta de un acontecimiento es idéntica a la de otro, el significado y la
respuesta también serán idénticos. Pero no lo son. La separación y la pérdida
pueden acompañar a un tránsito importante de Urano, igual que a un tránsito
importante de Saturno, y los trastornos a nivel material pueden ser comunes a
ambos. También puede serlo la “buena suerte”, tanto en la esfera material como
en la emocional. Ambos planetas también pueden conectarse con revelaciones
internas, espirituales, y los dos pueden coincidir con un período de depresión.
No obstante, la lógica y el significado
internos son muy distintos. Cuando un tránsito de Saturno coincide con la
ruptura de una relación, quizás necesitemos lograr una mayor autosuficiencia.
Cuando un tránsito de Urano coincide con la misma experiencia, tal vez
necesitemos soltar nuestros apegos para abrirnos a nuevas ideas y a una nueva
percepción de la vida.
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