En la actualidad se habla cada vez más de la generación silver, la que se reinicia a partir de los 50/60 años y aún tiene proyectos creativos, para quienes la jubilación o el retiro no representan el final sino un nuevo comienzo.
Saturno es el arquetipo central de esta etapa
de la vida.
Cuando yo transitaba la mediana edad, tuve oportunidad de presenciar una conferencia dada por un médico de orientación antroposófica en la que aprendí que podemos convertirnos en viejos o en ancianos. Y es durante la mediana edad que tomamos – concientemente o no – la decisión de caminar hacia la vejez o hacia la ancianidad.
La diferencia radica en que el viejo responde a un Saturno mal gestionado: el que conduce al endurecimiento, llegando a petrificarse o congelarse, muchas veces desarrollando amargura y/o resentimiento.
En cambio, el anciano es el que permanece abierto a la experiencia, encuentra motivos para continuar asombrándose, le resulta fácil admirar porque ha comprendido que así puede aprender, se relaja y disfruta, tiene proyectos creativos en los que puede expresar su ser, es decir, responde a un Saturno luminoso que facilita el seguir construyendo la propia realidad con flexibilidad
Necesitamos desarrollar una sana relación con un Saturno en luz en asociación con los planetas exteriores. Saturno es el que representa nuestra capacidad de construir mientras que Urano, Neptuno y Plutón simbolizan los potenciales más creativos que podemos nutrir y desarrollar.
En mi consultorio recibo a personas que están transitando esta etapa. Lo más relevante es que casi todas tienen proyectos y los mismos están destinados a beneficiar a la comunidad. Consisten en brindar algún servicio a otras personas a partir de la propia maestría. Muchas de estas personas siguen capacitándose y ese es el motor que dinamiza sus vidas: el constante aprendizaje y el servicio a los demás.
Creo que aquí se encuentra la clave para diferenciar al viejo del anciano: los demás como objetivo.
El viejo vive encerrado en sí mismo, no hay lugar para los demás ni para la apertura y el aprendizaje, mucho menos para el servicio. Solo piensa y habla de sus problemas de salud, de que todo tiempo pasado fue mejor (aunque esto sea una idealización), critica, se queja, se lamenta y se aísla. Un proceso de autodestrucción.
El anciano ha dejado de sentirse el centro del universo, conserva sus ideales y trabaja en la materialización de los mismos con el objetivo de servir y contribuir al colectivo. Un proceso de autoconstrucción.
Los planetas exteriores aportan originalidad, inspiración y la capacidad de cerrar ciclos transformando lo que ya no sirve para dar entrada a lo nuevo.
Es clave salirse del sistema, es decir, declarar la absoluta sordera a todas las voces colectivas de quienes aún pertenecen al rebaño, encargadas de difundir esas imágenes desalentadoras que pueden observarse en diferentes medios de “desinformación” masiva. Imágenes que apuestan a la decrepitud, la enfermedad y el auto abandono o a la falta de creatividad e interés en la vida.
Solo hay que escuchar la propia voz, esa que alimenta el fuego interior y nos motiva a seguir adelante para continuar brindando nuestra experiencia y seguir aprendiendo.
En esta etapa hay mucho para cosechar. Y lo que se cosecha se reparte y se comparte.
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