lunes, 27 de octubre de 2025

La vida más allá de la mediana edad

En la actualidad se habla cada vez más de la generación silver, la que se reinicia a partir de los 50/60 años y aún tiene proyectos creativos, para quienes la jubilación o el retiro no representan el final sino un nuevo comienzo.

Saturno es el arquetipo central de esta etapa de la vida.

Cuando yo transitaba la mediana edad, tuve oportunidad de presenciar una conferencia dada por un médico de orientación antroposófica en la que aprendí que podemos convertirnos en viejos o en ancianos. Y es durante la mediana edad que tomamos – concientemente o no – la decisión de caminar hacia la vejez o hacia la ancianidad.

La diferencia radica en que el viejo responde a un Saturno mal gestionado: el que conduce al endurecimiento, llegando a petrificarse o congelarse, muchas veces desarrollando amargura y/o resentimiento. 

En cambio, el anciano es el que permanece abierto a la experiencia, encuentra motivos para continuar asombrándose, le resulta fácil admirar porque ha comprendido que así puede aprender, se relaja y disfruta, tiene proyectos creativos en los que puede expresar su ser, es decir, responde a un Saturno luminoso que facilita el seguir construyendo la propia realidad con flexibilidad

Necesitamos desarrollar una sana relación con un Saturno en luz en asociación con los planetas exteriores. Saturno es el que representa nuestra capacidad de construir mientras que Urano, Neptuno y Plutón simbolizan los potenciales más creativos que podemos nutrir y desarrollar.

En mi consultorio recibo a personas que están transitando esta etapa. Lo más relevante es que casi todas tienen proyectos y los mismos están destinados a beneficiar a la comunidad. Consisten en brindar algún servicio a otras personas a partir de la propia maestría. Muchas de estas personas siguen capacitándose y ese es el motor que dinamiza sus vidas: el constante aprendizaje y el servicio a los demás.

Creo que aquí se encuentra la clave para diferenciar al viejo del anciano: los demás como objetivo.

El viejo vive encerrado en sí mismo, no hay lugar para los demás ni para la apertura y el aprendizaje, mucho menos para el servicio. Solo piensa y habla de sus problemas de salud, de que todo tiempo pasado fue mejor (aunque esto sea una idealización), critica, se queja, se lamenta y se aísla. Un proceso de autodestrucción.

El anciano ha dejado de sentirse el centro del universo, conserva sus ideales y trabaja en la materialización de los mismos con el objetivo de servir y contribuir al colectivo. Un proceso de autoconstrucción.

Los planetas exteriores aportan originalidad, inspiración y la capacidad de cerrar ciclos transformando lo que ya no sirve para dar entrada a lo nuevo. 

Es clave salirse del sistema, es decir, declarar la absoluta sordera a todas las voces colectivas de quienes aún pertenecen al rebaño, encargadas de difundir esas imágenes desalentadoras que pueden observarse en diferentes medios de “desinformación” masiva. Imágenes que apuestan a la decrepitud, la enfermedad y el auto abandono o a la falta de creatividad e interés en la vida.

Solo hay que escuchar la propia voz, esa que alimenta  el fuego interior y nos motiva a seguir adelante para continuar brindando nuestra experiencia y seguir aprendiendo.

En esta etapa hay  mucho para cosechar. Y lo que se cosecha se reparte y se comparte.

miércoles, 17 de septiembre de 2025

El retorno de Júpiter

Como saben, me dedico a la consultoría astrológica desde hace muchos años.

En una época realizaba cartas natales biográficas, con el propósito de conectar a los consultantes con su historia de vida. Luego modifiqué mi método incorporando recursos provenientes de la numerología. En el presente también utilizo Diseño Humano, una herramienta práctica que facilita el descondicionamiento y el surgimiento de la autenticidad.

Lo más reciente que he incorporado se refiere a los ciclos de edad (hay artículos en este blog que hablan de los mismos). Y también los retornos de Júpiter y de Marte.

Utilizar los ciclos de edad – desde la Astrología y el Diseño Humano - también es una forma de trabajar en la propia historia. Su mayor valor radica en que facilitan la comprensión en momentos de cierre de ciclos y la resignificación necesaria para el comienzo de toda nueva etapa.

Menciono aquí los cuatro ciclos de edad principales: el primer retorno de Saturno (a los 28/30 años), la oposición de Urano (entre los 38 y los 44 años), el retorno de Quirón (a los 49/50 años) y el segundo retorno de Saturno (a los 58/60 años). Para los más longevos, existen dos ciclos más: el retorno de Urano (a los 83/84 años) y el tercer retorno de Saturno (a los 89/90 años).

Sin embargo, el retorno de Júpiter - que no se considera ciclo de edad - cumple una función extraordinaria de nexo entre los ciclos de edad mencionados.

Júpiter vuelve al lugar que ocupaba en el momento del nacimiento cada doce años. Con cada retorno, nos sentimos impulsados a revisar y resignificar el pasado. En un proceso mediante el cual actualizamos creencias y valores, el objetivo es conectarnos con esa persona que hemos sido en el pasado, esa que pudo haber quedado dormida o enmudecida o aniquilada – según corresponda – por el avance que la vida requirió y/o que nosotros elegimos realizar.

Asociado al crecimiento y la expansión de la conciencia, el retorno de Júpiter puede ser vivido de muchas maneras: con nostalgia por el pasado que se fue o con esperanza por el futuro que vendrá.   

Cómo se percibe el proceso? A la manera de Júpiter: como exceso o abundancia. También dependerá del signo en el cual se produce el retorno, ya que el signo nutrirá la experiencia. Reflexionen sobre esto: alguna vez pensaron que el exceso puede ser un espejismo de la abundancia?

Cómo se gestiona el proceso? A la manera de Júpiter:   encontrando el propósito y el sentido de lo vivido para extraer la sabiduría de la experiencia, comprenderla y luego trasmitirla. En eso se centra el crecimiento.

Al recordar las experiencias del pasado - y a fin de su resignificación - no siempre es necesario volver a contactar a las personas que caminaron junto a nosotros y tampoco es preciso regresar a los lugares en donde transcurría nuestra vida entonces – a  menos que decidamos hacerlo porque lo deseamos -. De lo que se trata es de volver a conectar con la persona que fuimos, para ver si existen recursos, valores, capacidades, dones o talentos que podrían ser actualizados y vueltos a poner en juego en el presente, siendo llevados a la nueva etapa de vida. Aquí es donde vemos la conexión que tiene Júpiter con la vocación.

Se trata de encontrar en las experiencias vividas esos denominadores comunes que las interconectan. Es verdad que a veces no hay memorias del pasado, pero en los casos en los cuales sí es posible recordar – en especial cuando existen recuerdos tangibles que certifiquen la memoria - el retorno de Júpiter puede convertirse en una experiencia profundamente transformadora y revitalizante.

Otra forma de expresión del retorno de Júpiter tiene que ver la aparición de personas del pasado – aunque no las busquemos intencionalmente, pueden aparecer de modo sorpresivo -.  A veces se trata de actualizar el vínculo o la relación que existía con ellas o puede ser que la vida tenga otros planes, independientemente de nuestra voluntad.

Cuando esto sucede podemos preguntarnos qué significaron para nosotros en el pasado, qué lugar ocupaban, cuánto tiempo estuvieron junto a nosotros y en qué contexto. Si es la vida la que nos trae de vuelta a estas personas, puede existir algún propósito oculto a nuestros ojos y será cuestión de descubrirlo. Algunas veces pueden  volver a ser parte de nuestra vida y otras veces llegan solo para ser parte de la fase de cierre.

Por eso siempre durante un retorno de Júpiter se activa intensamente la ley de Sincronicidad, por lo que es de gran utilidad mantenernos receptivos a las “señales” que la vida nos va poniendo en el camino. Resulta así más fácil y placentero avanzar durante el proceso de reconexión y resignificación. Podría surgir una nueva dirección vocacional en nuestra vida.

Como podrán apreciar, aunque no se trata de un ciclo de edad, operativamente funciona como si lo fuera. Y les aseguro – porque yo lo estoy viviendo ahora que Júpiter está en Cáncer - que abrirse a sentir la intensidad de la turbulencia emocional que  esto genera,  puede ser una de las experiencias más iluminadoras del proceso de convertirse en persona.

sábado, 13 de septiembre de 2025

El amor como estado de conciencia

En todos los lenguajes simbólicos que utilizo en las sesiones que brindo se habla del amor.

En la  Astrología, está simbolizado por el planeta Venus, aunque yo prefiero decir que Venus representa la condición previa a la existencia del amor: la receptividad y la apertura, ya que éstas son imprescindibles para que se produzca el encuentro y la unión. Luego nacerá (o no) el amor.

En Diseño Humano, la Puerta 25 ubicada en el centro G (centro de energía que se refiere al amor, la dirección y la identidad) también se refiere al amor. En el Calendario Maya (según el método de José Argüelles) tenemos al sello del Perro.  

El  amor no solo concierne a los vínculos y las relaciones: es infinitamente más amplio. Ejemplo de ello es el amor a todas aquellas tareas vocacionales que desempeñamos, en las que canalizamos nuestros talentos y habilidades, dando lugar a la materialización de nuestro propósito de vida.

Me gusta ver al amor como un recurso interno que puede ser ubicado en diferentes destinatarios a lo largo del tiempo. Lo mismo aplicaría al sentido o propósito, al deseo, a la seguridad, a la confianza y tantos otros recursos internos con los que contamos los humanos. Esta visión implica reconocer que cualquiera de estos recursos nos pertenece, que vamos hallando dónde ubicarlos y cuando cerramos un ciclo, los recuperamos hasta que volvemos a hallar nuevos destinatarios donde volver a ubicarlos. Esta mirada ofrece una vivencia de libertad y no dependencia - es un tema que da material para escribir otro post -.

Decía al comienzo que el amor es un estado de conciencia. Y lo es antes de poder transformarse en un sentimiento. Por eso considero que es imprescindible desarrollar la conciencia del amor.

Cuando esto se logra, descubrimos que el amor es algo que se construye día tras día. Recién entonces se convierte en un sentimiento que necesita ser alimentado con una dosis considerable de realidad para que pueda resistir el paso del tiempo y los desafíos que inevitablemente llegarán para ponerlo a prueba. 

No se trata del amor del enamoramiento (Neptuno desde la Astrología) que es un espejismo, sino del amor del compromiso y la responsabilidad (Saturno desde la Astrología), alimentado desde una actitud que requiere tener los pies en la tierra y desarrollar esa madurez que consiste en aprender a vivir en armonía con la realidad.

La estructura que sostiene al amor es la conciencia del amor.

Me refiero a experimentar ese estado de conciencia en donde reconocemos (y, por lo tanto, podemos sentir en cuerpo y alma) que vivimos en unidad con todo lo que nos rodea, porque somos parte de todo aquello que nos rodea. Hay que reconocer que su naturaleza es efímera y nos impone tomar la decisión de volver a ella voluntariamente.

Hago una diferencia entre amor universal (que sería lo que acabo de describir) y amor incondicional.

El primero no es interpersonal: no se limita a las personas. El segundo sí lo es.

Muchas veces me he preguntado por qué se espera que una madre sienta un amor incondicional por un hijo. Podría no ser siempre así… Si el hijo fuese un asesino y la madre – en un amor incondicional mal entendido – lo protegiera y encubriera, estaría demostrando que no es capaz  de amarlo realmente. 

El verdadero acto de amor incondicional, sustentado en el amor universal, sería denunciar al hijo para que pueda evolucionar cortando con su accionar  y pagando por su falta. De esa forma se restauraría la conciencia del amor universal que siempre es inclusiva e impersonal mientras que el amor incondicional puede no serlo.

Sé que muchos de mis lectores no estarán de acuerdo con esta mirada, pero si reflexionan quizás se den cuenta de que existe un Orden superior que no puede ser quebrantado. El amor universal está por sobre el amor incondicional y ese Orden del que hablo debe ser respetado para que todo funcione en armonía.

Termino esta reflexión invitando a los lectores a que se pregunten: Creo en mi capacidad de amar de esta manera?

Anímense a recorrerse internamente contactando esos espacios de vulnerabilidad inexplorados. Les garantizo que una respuesta honesta les abrirá nuevos horizontes y tal vez se vean impulsados a seguir una nueva dirección. 

Sean valientes!!