Un texto del
libro “El Camino del Poder”, de Lena Stevens y José Stevens.
Los
distintos estilos de comunicación, aunque apenas son percibidos por la persona
media, crean grandes diferencias en la claridad y eficacia de la comunicación.
Los chamanes de todo el mundo reconocen que las personas son muy distintas en
sus formas de comunicar e interactuar unos con otros. Por eso diseñan
estrategias muy variadas para tratar con personas de distintos estilos.
Un modo
simple y llano de designar los tres principales estilos de comunicación es
decir que la persona está centrada en la cabeza, en el corazón o que es un
individuo visceral, dependiendo de si el estilo viene caracterizado por la
intelectualidad, la emocionalidad o está orientado hacia la acción.
Esta es la
persona intelectual que piensa con palabras, se ocupa de los detalles y
prefiere usar la lógica y el razonamiento para resolver los problemas. Las
personas centradas en la cabeza procesan la información más lentamente porque
tienen que reflexionar las cosas para llegar a conclusiones. Son muy buenos a
la hora de separar las ideas en sus partes componentes a fin de clasificarlas,
compararlas y ordenarlas. Este tipo de personas dirigen los sistemas educativos
del mundo occidental, controlan los medios de comunicación y, en general, la
forma de hacer las cosas en el mundo empresarial de nuestros tiempos.
La persona
de corazón, en cambio, es el más conciente de la totalidad del campo
perceptual. Mientras que la persona centrada en la cabeza se enfoca más en los
detalles y en una cosa cada vez, la persona de corazón entiende muchas cosas al
mismo tiempo y puede recibir una impresión general de lo que está ocurriendo.
La gente de corazón obtiene información de la sensación que le producen las
cosas y es capaz de sentir formas, texturas, colores, sonidos y emociones. Como
Einstein, muchas veces tienen la respuesta antes de entender los pasos lógicos
que llevan a ella. A menudo se sienten en desventaja en el mundo occidental
porque su estilo de comunicación no es tan respetado como el de la gente
centrada en la cabeza. En otras partes del mundo, como Brasil, esta orientación
tiene más aceptación e influencia.
La persona
visceral es diferente de las anteriores, y prefiere comunicarse mediante la
acción – haciendo cosas – y mediante pequeños signos indicativos, como el
jugador de baloncesto que con un gesto informa a sus compañeros de la jugada
que va a realizar. Un movimiento con la cabeza, una acción repentina, un gesto
descendente de la mano son maneras rápidas y brillantes de comunicar mucha
información.
La gente
visceral suele evitar la palabra y cree que las emociones son un obstáculo para
la acción eficaz. Otro ejemplo de este tipo humano es el piloto de combate que,
en el fragor de la batalla, no tiene tiempo de elaborar un detallado plan de
acción ni de considerar la estética del avión enemigo: el piloto sobrevive
mediante la acción instintiva e inmediata.
Comunicación
entre los distintos estilos
Cuando
personas de los tres estilos se encuentran, las probabilidades de que se
produzcan desencuentros son enormes. Los malos entendidos son habituales, y
cada tipo humano tiende a pensar que su estilo de comunicación es el correcto y
el de los demás está equivocado. La persona centrada en la cabeza tiende a
pensar que la persona de corazón es demasiado sentimental y torpe, y que al
tipo visceral le falta coordinación verbal y tiene pocas luces. La persona de
corazón podría tachar a la persona más mental de ser fría, distante y
desapegada, y considerar que la persona de acción es abrupta y desvinculada de
sus sentimientos. La gente visceral puede pensar que los tipos mentales son
unos aburridos que complican las cosas innecesariamente, y las personas de
corazón son excesivamente emocionales e impenetrables. El resultado suelen ser
desacuerdos y enfrentamientos entre los estilos, lo que evidentemente no es beneficioso.
Si estamos dispuestos a aprender sobre los distintos estilos y apreciar la
validez y las complejidades de cada uno de ellos, la comunicación y la
cooperación pueden mejorar drásticamente. Esto requiere cierta atención y un
estudio objetivo de uno mismo y de los demás.
Secuencia de
Estilos
Si bien cada
individuo tiende a usar principalmente uno de los estilos, los tres operan en
todos nosotros constantemente, aunque cada persona suele usarlos en un orden
distinto.
Algunos de
los que se centran en la cabeza pasan en segundo lugar al corazón y, por
último, a la acción, mientras que otros pasan a la acción y, por último, al
corazón. Estos dos tipos humanos son muy diferentes entre sí, lo mismo que los
tipos que forman otras combinacionesde estilos. Para explicar las diferencias,
hemos descubierto dos leyes que determinan si un estilo particular de
comunicación es eficaz o no.
Primera Ley:
El segundo estilo es una trampa
Cuando la
persona comunica con su segundo estilo, no consigue afrontar los desafíos ni
resolver los problemas y se queda atrapada en ese estilo secundario sin
realizar progresos.
En función
de la cultura, del condicionamiento infantil y de sus inclinaciones naturales,
las personas tienden a moverse mejor en un estilo determinado, el que usan
preferentemente; el siguiente estilo que mejor dominan viene en segundo lugar,
y el más flojo viene en tercer y último lugar. La gente tiende a usar bien su
estilo primario por razones evidentes. Sin embargo, no suelen usar tan bien el
segundo estilo. De hecho, la persona sólo echa mano de él cuando está bajo
tensión. Una persona acostumbrada a usar la cabeza puede emprender una acción
visceral estando bajo presión. Pero, como ése es su estilo secundario, comete
errores al usarlo. El error más común es poner el segundo estilo al servicio del
primero. Por ejemplo, digamos que una persona pensadora se siente bajo presión
y pasa a la acción. En lugar de actuar productivamente, lo más probable es que
esa persona aplique la acción a su pensamiento y se quede dando vueltas y
vueltas en su cabeza, atrapada obsesivamente como un hámster en una rueda. Lo
que parece acción en realidad no lo es. Esta persona ya no piensa con
coherencia ni actúa productivamente.
Veamos un
segundo ejemplo: una persona de corazón pasa a la cabeza cuando se siente bajo
presión. Entonces intenta usar su pensamiento para cuestionar sus sentimientos
y se queda atrapada ahí. Este proceso suele acabar en desastre, porque ahora la
persona ni tiene sentimientos definidos ni piensa con claridad. Así pues,
cuando la persona entra bajo presión en su estilo secundario, pierde la
capacidad de usar el estilo primario y también el secundario.
Recuerda que
en circunstancias normales la persona puede usar los tres estilos productiva y
eficazmente, especialmente si usa los estilos equilibradamente. En el mejor de
los mundos, la persona sana piensa cuando tiene que pensar, siente cuando lo
apropiado es sentir y actúa eficazmente cuando necesita hacerlo. El problema
surge cuando la persona se siente considerablemente más incómoda con su estilo
secundario y cuando está bajo presión.
Segunda Ley:
El tercer estilo es el equilibrador
El tercer
estilo es el que puede devolver el equilibrio a una situación y liberar al
individuo de la trampa en que se convierte el segundo estilo.
Si una
persona centrada en la cabeza opera secundariamente desde el corazón, recurrirá
finalmente a una acción drástica que le equilibrará y solucionará el problema.
Curiosamente, el tercer estilo, el que la persona usa en último lugar, es el
que mejor suele funcionar cuando por fin se recurre a él. Por eso funciona como
elemento equilibrador; es el estilo que vuelve a poner las cosas en su lugar.
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